series documentales
Anna Delvey & Simon Leviev
Por: Pablo Méndez Shiff
Sus nombres dieron la vuelta al mundo. Las artimañas amorosas, financieras y legales de Simon Leviev y Anna Delvey están en el centro de dos de los programas más vistos en los últimos tiempos en Netflix.
“El Estafador de Tinder”, el documental de Felicity Morris sobre las andanzas europeas de Simon Leviev en la app de citas, e “Inventando a Anna”, la miniserie sobre la misteriosa Anna Delvey y sus andanzas por Nueva York, fueron estrenadas con un gran timing en el mismo mes.
Anna Delvey decía que había nacido en Alemania y era heredera de una gran fortuna. En realidad se llamaba Anna Sorokin y había nacido en Rusia, en el seno de una familia de clase media.
Emigró a Alemania de niña y después estudió en Londres y trabajó en París. Años después llegó a Nueva York con el claro objetivo de convertirse en una leyenda del mundo del arte y del 1% más rico de Estados Unidos.
Simon se hacía llamar “el príncipe de los diamantes” y afirmaba ser el hijo de Lev Leviev, uno de los hombres más ricos de Israel. Su apellido de nacimiento es Hayut y no tiene relación con Leviev.
En las dos historias conocemos el final antes de empezar a verlas, como en Titanic. Simón está libre y Anna está en una cárcel de máxima seguridad.
Los protagonistas son millonarios bailando en medio de un barco que está a punto de naufragar aunque no sean capaces de verlo. Como en Titanic.
Audios de Whatsapp, selfies de Instagram, promesas incumplidas. El documental sobre Simon usa los archivos digitales para contar la historia desde el punto de vista de tres de sus víctimas. Tres de las mujeres que se animaron a hablar en público para alertar a las demás y dejarlo en evidencia.
Los posteos de Instagram también fueron un insumo central para desentrañar la historia de Anna Delvey. Una especie de Zelig moderna que logró camuflarse en el círculo más exclusivo y excluyente de Nueva York.
El dinero y la fama pueden ser muy tentadores. Simon y Anna lo saben muy bien: fueron las razones que los motivaron a actuar de la manera en que lo hicieron y fueron los anzuelos con los que cazaron a sus víctimas.
Simon y Anna se metieron con dos asuntos “sagrados”: el amor y el arte, respectivamente. Mujeres europeas enamoradas y millonarios neoyorquinos ávidos de más riqueza cayeron en redes de engaño muy, muy sofisticadas.
Tan sofisticadas que en algunos casos recién se dieron cuenta al momento de las denuncias públicas.
Otro aspecto es el rol crucial del periodismo en estas historias. Los periodistas noruegos que investigaron el caso de Simon Leviev y la periodista estadounidense que escribió el perfil de Anna Delvey contaron con dos armas secretas: tiempo y recursos económicos.
VG: el diario noruego que investigó a Simon, publicó una pieza interactiva. Textos cortos, videos y audios que lograron conectar con lectores de varios países del mundo…e inspirar un documental de Netflix.
Jessica Presler de New York Magazine, escribió una nota de periodismo narrativo más bien clásica y con herramientas de literatura policial.
Estos dos programas son un éxito también porque generaron conversaciones que van más allá de los detalles particulares: ¿Me podría haber pasado a mí? ¿Nadie se dio cuenta a tiempo de que estas dos personas no tenían plata?
Ahora mientras que Anna trabaja en su serie, enfocada en su vida después del juicio y la cárcel. Simon reapareció en las redes sociales, lanzó su propia marca de remeras y quiere lanzar su propio reality show de citas.
Marx ya nos avisó: el capitalismo convierte a cualquier cosa en mercancía. ¿Continuará? ¿