RUSIA - UCRANIA
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Más allá de las responsabilidad del presidente Putin al desplegar tropas y recordar -con tono pendenciero- que “Rusia todavía tiene armas nucleares”, la actitud de la alianza euro atlántica tampoco ayuda a bajar la tensión.
Pero el conflicto no se inició de un día a otro. El (re) inicio de la crisis se remonta a noviembre del 2021, cuando Rusia desplegó más de 100 mil soldados en la frontera ucraniana y más tarde algunas tropas dentro de Belarús.
Esta operación fue leída por la comunidad internacional como una inminente invasión y comenzaron los intentos diplomáticos para evitar la guerra.
El disparador del conflicto: la no incorporación de Ucrania a la OTAN y el retiro de equipamiento militar de la alianza euro atlántica de los países de Europa del este. Washington se tomó casi una semana en responder. Su veredicto fue negativo.
ETIQUETA
El 15 de febrero fue el turno de Olaf Scholz. Las conversaciones mostraron una leve mejoría: el canciller alemán insistió en la importancia de la vía diplomática y el presidente ruso aceptó continuar con las negociaciones.
Si bien la OTAN viene actuando de manera provocativa - tampoco sabe gestionar la disolución del orden geopolítico bipolar y acumula instigaciones torpes e innecesarias- la decisión condenable del Kremlin abre una situación con consecuencias aún imprevisibles.
Pero no podemos considerar al conflicto como una actualización de la Guerra Fría: durante el siglo XX todos los gobiernos del mundo estuvieron de acuerdo en que una Tercera Guerra Mundial tenía que ser evitada a toda costa.
Hoy nadie está seguro que la dirigencia global tenga ese grado de responsabilidad colectiva y que sea capaz de dialogar para evitar la guerra. El tiempo dirá.