Violencia narco en Rosario

"LE PUEDE PASAR A CUALQUIERA"

"LE PUEDE PASAR A CUALQUIERA"

Arte Juan Dellacha

La noche del 1 de febrero un auto frenó a metros de la puerta 6 del estadio de Newell’s. Tres hombres obligaron a bajar a un joven. Le dispararon tres veces y huyeron.

Se llamaba Lorenzo Altamirano. Murió unas horas más tarde en el hospital.

En su ropa encontraron un mensaje dirigido a dos presos ligados a la banda narco Los Monos y a la barra brava del club.

La barrabrava leprosa y las bandas narco están relacionados hace años.  Los investigadores creyeron que Altamirano podía tener algún vínculo con ellos.

Pero la familia y sus amigos lo negaron. A Lorenzo lo apodaban Jimi. Tenía 28 años. Era músico de bandas punk, malabarista y mochilero. Planeaba volver a Brasil, donde lo esperaban algunos amigos.

La noche del 1 de febrero había salido de una sala de ensayo a pocas cuadras del estadio. Las cámaras registraron dos momentos: - A las 22.32 caminaba solo por la calle. - A las 22.48 lo bajaron del auto y lo mataron.

No hay pistas de los autores del crimen. Tampoco se sabe qué pasó en esos 16 minutos.

El auto tenía pedido de captura por robo. Esa noche lo abandonaron y lo prendieron fuego a pocas cuadras del estadio. El fuego borró todas las huellas.

Por su complejidad, la investigación pasó de la Unidad de Homicidios a la de Criminalidad Organizada y Delitos Complejos, a cargo de los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra.

Los investigadores descartaron vínculos con Los Monos o la barra leprosa.  La principal hipótesis es que lo levantaron al voleo: “Fue elegido al azar para mandar un mensaje”.

“Nunca nos tocó un caso de esta naturaleza, nos hace perder cualquier tipo de límite sobre lo que está pasando en la ciudad”, dijeron los fiscales y pidieron “no naturalizar” la situación.

Su familia y amigos organizaron una movilización en la puerta del estadio. Hubo carteles y pintadas con la leyenda “Estado narco”.

El crimen de Jimi Altamirano marcó un antes y un después en la vida en la ciudad más violenta de Argentina. “Le puede pasar a cualquiera”, dicen sus familiares.

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