Ensayo

O sea, digamos: los agentes del caos y el futuro del debate público


¡Viva la libertad de excreción, carajo!

Las redes sociales se convirtieron en una cloaca. Y algunos de los principales influencers libertarios lo celebran. Muchos usuarios que quieren participar bajo la lógica del debate de ideas empiezan a abandonarlas porque el ambiente es cada vez más tóxico. Muerto Twitter. ¿Sobrevivirá X como un residuo trash? El caso de Brasil, donde están involucrados hombres de Milei y Elon Musk decidió cerrar sus oficinas, es un ejemplo que empieza a cambiar los límites. ¿En nombre de qué derechos se puede restringir la libertad de expresión? ¿Se pueden sanear los espacios de la discusión pública?

A Daniel Parisini, conocido como @GordoDan_, esta semana lo premiaron con un Martín Fierro Digital por ser “El más influyente en X”. Es el troll más destacado de un gobierno de trolls. En la alfombra roja full pesificada declaró sobre la red social: “Es una cloaca, hay que bancársela porque cualquiera puede decir cualquier cosa”. Protegido bajo la idea de defender la libertad de expresión, ese poder “decir cualquier cosa” es el principal activo de la estrategia digital de los libertarios: libertad para atacar, humillar, denigrar y mentir sobre cualquiera que critique al profeta Milei o a sus lesivas políticas. Libertad infantil, caprichosa, sin pagar consecuencias por las barbaridades que dicen. 

X es cruelmente darwiniana. Sobreviven los más aptos para la salvajada. Quienes no soportan semejante nivel de virulencia, se terminan yendo. Según The Guardian, cayó un 15% el número de usuarios desde que la compró Elon Musk, quien lo primero que hizo fue despedir al personal encargado de la moderación de contenidos de la red. Además, la autoregulación se volvió mucho más laxa. Hoy es poco probable que te suspendan o te cierren la cuenta si hostigás a alguien. Es decir, inclinó la cancha todavía más en favor de los usuarios más desaforados. Antes de adquirir X, Musk declaró que su compra tenía un objetivo central: terminar con el “wokismo”, lo que nosotros conocemos como progresismo. ¿Por qué? Porque culpa al “wokismo” de la decisión que tomó su hija Vivian Wilson, quien cambió de género a los 18 años. “Mi hijo (sic) fue asesinado por el virus woke mind”, declaró en una entrevista al medio conservador Daily Wire. El tipo más rico del planeta, cegado por el odio, compró una plataforma para destruir a los que no piensan como él. De ahí la sintonía que Milei y la jauría digital libertaria tienen con Elon Musk. Si la red ya era un lugar donde siempre preponderaron las emociones negativas, ahora las agentes del caos tienen todo a su favor. 

Natalia Aruguete, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad Nacional de Quilmes, me dice: “Los ataques coordinados de las cuentas fanáticas del gobierno producen un control poblacional y de agenda en la red. Cuando apuntan conjuntamente contra otros sectores, logran que esos sectores se vayan. Así, tienen más capacidad de instalar sus temas y con el enfoque que quieren. La estrategia es violentar para dejar tierra arrasada y que sus usuarios tengan una voz cada vez más potente. Llamás a otros a silencio e instalás tu palabra”.

X es cruelmente darwiniana. Sobreviven los más aptos para la salvajada.

Los usuarios que quieren participar bajo la lógica del debate de ideas y la argumentación abandonan una escena comunicacional cada vez más tóxica. 

Esa toxicidad es el combustible que alimenta a Milei. Claro que lo expresa de otra manera. Hace unos días posteó bajo el título “Periodistas en llamas”: “Lo más maravilloso que nos ha regalado @elonmusk ha sido la libertad plena en el uso de la red social, cuando antes regía la censura woke”. Por “censura woke” se refiere a las mínimas políticas de contención que antes existían para ponerle algún que otro guarda reil a la autopista de odio por donde transitan los usuarios de X y que limitaba en algo las fake news y la violencia radicalizada. El mismo día que posteó el Presidente, Agustín Laje, el escritor y autopercibido intelectual de ultraderecha (un intelectual singular, no se hace preguntas) publicó: “Elon Musk lo único que hizo fue garantizar la libertad de expresión”. Queda claro: para los libertarios la “libertad de expresión” es sólo para quien emite. Al que recibe no hay que resguardarlo ni preservarlo. Si así se hiciera, se reduciría la potencia destructora. Y los libertarios en redes necesitan generar la anarquía. Sin reglas, sin un mínimo orden, los más voraces se comen al resto de los usuarios. Lo que ellos llaman libertad de expresión, en realidad, es la ley de la selva. La confusión es total.

En el célebre libro Los ingenieros del caos, una serie de retratos sobre los propagandistas de las ultraderechas mundiales, Giuliano da Empoli escribe: “Los ingenieros del caos fueron capaces de instrumentalizar signos de la transformación en curso y han sabido aprovechar para pasar de los márgenes al centro del sistema”. Le pregunté a Valeria Di Croce, magister en comunicación institucional y autora de un gran trabajo de reciente publicación, El arca de Milei. ¿Cómo y con quién construyó su poder?, quiénes son los ingenieros del caos libertario: “Santiago Caputo, Juan Pablo Carreira y Fernando Cerimedo”.

Caputo es el poderoso asesor presidencial, Carreira es el Director Nacional de Comunicación Digital y Cerimedo es el dueño de un sitio de fake news, la Derecha Diario. “Pero no inventaron nada. Las fuerzas del cielo vienen desde Estados Unidos. Copiaron el modelo comunicacional de Steve Bannon y Roger Stone que llevó a Donald Trump a la presidencia en 2016: virulentos provocadores en redes que generen tráfico y expulsen adversarios, influencers y streamers que digan cualquier barbaridad y portales basura como Breitbart News. Todos guiados por la misma máxima: no importa que se mienta sobre algo, algún afectado lo va a desmentir y en ese momento se transformará en la noticia que quieren difundir”. Es decir, no importa que sea verdad o mentira, importa que se hable de eso que ellos quieren. 

Antes de adquirir X, Musk declaró que su compra tenía un objetivo central: terminar con el “wokismo”, lo que nosotros conocemos como progresismo.

Micaela Cuesta, socióloga y coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos en la UNSAM, me dice: “No les interesa contraargumentar. Sólo dejar correr sus impulsos más agresivos y violentos hacia la alteridad, al que piensa diferente. Lo que en realidad defienden no es la libertad de expresión, sino su libertad de odiar. Eso se complejiza cuando la libertad (de odiar) ya no se defiende desde una posición subordinada sino desde una de máximo poder, desde la presidencia”

Pero además, Cuesta agrega: “X no es un campo que no tenga normas, sin límites. Tiene autorregulación, la que establece Musk, que se orienta no por valores éticos sino por una racionalidad económica, instrumental del cálculo en la maximización de las ganancias. En ese sentido, las sociedades polarizadas le rinden. Por eso fomenta ese enfrentamiento con el algoritmo de X. Pero además acá hay algo novedoso y es que él mismo se suma a la discusión política tomando una posición radicalizada. Hace política desnudo, muestra lo que piensa. No hay máscara”.

¿Qué debería hacer X para reducir la hostilidad en su red? Natalia Zuazo, especialista en políticas digitales y autora de los libros Las guerras de internet y Los dueños de internet, me comenta: “como mínimo, garantizar que se respeten sus propias reglas comunitarias, cosa que desde que está Musk, no se hace. Sus reglas son claras: no puede haber discursos violentos, de odio, abuso o acoso. Antes de Musk no era el paraíso, pero se cumplían más. Y si las personas hacían reportes, recibían alguna respuesta. No siempre la que querían, pero al menos había una respuesta y en casos graves por lo general se actuaba”.

¿Hay que regular las redes? Zuazo cree que, “en principio, no. Lo que sería bueno sería mejorar los criterios de moderación de las plataformas, que sean más transparentes para las personas y efectivos si hay casos de odio. Y eso se hace si hay una intervención de otros actores, que pueden ser observatorios, reguladores o la justicia”

Ahora, ¿qué pasa con la justicia? Lo que está pasando en Brasil es muy interesante para pensar sobre cuáles son los límites de la libertad de expresión y cómo la justicia puede trabajar para que no se sobrepasen. Elon Musk anunció el fin de semana pasado el cierre de las oficinas de X en ese país. ¿Por qué? Según él, porque lo quieren forzar a censurar la libertad de expresión. Musk posteó: "La decisión de cerrar la oficina de en Brasil fue difícil, pero, si hubiéramos accedido a las exigencias (ilegales) de censura secreta y entrega de información privada, no habría forma de explicar nuestros actos sin avergonzarnos".

X no es un campo que no tenga normas, sin límites. Tiene autorregulación, la que establece Musk, que se orienta no por valores éticos sino por una racionalidad económica, instrumental del cálculo en la maximización de las ganancias.

Micaela Cuesta

En realidad se niega a cumplir una orden de la justicia que le exige cerrar cuentas propagadoras de fake news y entregar información sobre esos usuarios. 

Zuazo me dice: “Cierra la oficina porque si sigue sin cumplir las órdenes judiciales algún empleado de la compañía puede terminar preso. Lo de la justicia brasilera es muy singular porque nadie en el mundo llegó tan lejos contra las plataformas. En Estados Unidos las sanciones sólo vienen por intentar desarmar los monopolios, como en el caso de Google. En Europa, dictan leyes y si no te adecuás, te ponen multas. Pero en Brasil la justicia les está diciendo que si no cumplen las leyes directamente van a ir presos”.

La investigación la lleva adelante el juez de la Corte Suprema (Supremo Tribunal Federal) Alexandre de Moraes, quien busca ponerle límites a la violencia y difusión de mentiras en redes de la ultraderecha bolosonarista. En Brasil hay 3 investigaciones judiciales conectadas entre sí y conducidas por de Moraes: “Investigación de las fake news (“Inquérito das fake news”) que comenzó en 2019, a los pocos meses de haber llegado a la presidencia Jair Bolsonaro, “Investigación de las milicias digitales” (“Inquérito das milicias digitais”), también de 2019 e “Investigación del 8 de enero” (“Inquérito do 8 de janeiro”), que busca a los responsables partidarios de Bolsonaro que se negaban a aceptar el triunfo de Lula y tomaron en 2022 las sedes de los 3 poderes en Brasilia. En la causa de las milicias digitales, de Moraes investiga a Elon Musk, a partir de que el mega empresario publicó en X que no cumpliría la orden judicial de cerrar cuentas, algo que el propio de Moraes había exigido en la investigación sobre las fake news. Además, le abrió otra causa a Musk por obstrucción de la justicia. 

El politólogo Ignacio Pirotta, especializado en política brasilera, me cuenta que “en las 3 investigaciones está en el centro “El gabinete del odio”, una suerte de ministerio informal que era conducido por uno de los hijos de Bolsonaro, Carlos. Lo que hacían era básicamente dos cosas: espiar a políticos y jueces; y crear perfiles falsos para difundir noticias falsas y difamatorias”. Cualquier semejanza con la Argentina actual no es mera coincidencia. Según una investigación realizada por una alianza periodística liderada por CLIP de la que participó Chequeado, este sitio publicó en abril que el argentino Fernando Cerimedo, de acuerdo a la justicia brasilera, “presuntamente actuó en coordinación con algunos de los principales asesores del ex presidente Jair Bolsonaro (Partido Liberal) y con militares brasileños para atacar el sistema electoral y realizar acusaciones falsas de fraude en las elecciones presidenciales de 2022. (...) En el reporte policial, el nombre de Cerimedo figura como uno de los “núcleos” de la organización. Su nombre aparece en el “centro de desinformación y ataques al sistema electoral”. Este grupo es descripto por los agentes policiales como responsable de “la producción, difusión y amplificación de noticias falsas sobre la imparcialidad de las elecciones presidenciales de 2022 con el propósito de incentivar a seguidores (de Bolsonaro) a permanecer frente a cuarteles e instalaciones de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de crear el entorno propicio para un golpe de Estado”. Mirá vos los paladines de la “libertad de expresión”. 

Elon Musk se niega a cumplir una orden de la justicia brasileña que le exige cerrar cuentas propagadoras de fake news y entregar información sobre esos usuarios.

Hace unos días Cerimedo publicó en X: “De Moraes terminarás en prisión. No existe ningún rincón en el mundo donde puedas refugiarte, destruiste familias enteras. Te apropiaste de la democracia brasileña y administraste la libertad de expresión a tu gusto. El mundo ya no tolera a tiranos como vos”. Para Cerimedo, claro, un tirano es cualquiera que le quiera poner un límite a su accionar. La furia de Cerimedo contra de Moraes se explica además porque, como consigna Augusto Taglioni, autor del libro “Quién gobierna Brasil”, “una de las cuentas que se le exigió a X para que entregue información y que Musk se niega a dar es la de Cerimedo”.

La experiencia brasilera puede servir de guía para explorar acciones que en Argentina limiten el accionar de los violentos. Si quieren “decir cualquier cosa” deberían tener consecuencias. Si uno miente, difama o acosa a alguien debería haber sanciones de la red en cuestión e incluso, si amerita, judiciales. Es justamente lo que no quieren ni Milei ni sus seguidores. Musk tampoco. Su brutalidad sólo puede expresarse en la libertad de la selva.