Este texto fue publicado el 8 de febrero de 2018.
-¡Vamos todas corriendo a abortar!
Hoy las feministas podemos jugar con eso. Y ahí está la fórmula: hablar de aborto desde el humor. Aborto y humor. Antes de que Malena Pichot, Bimbo, Ana Carolina, Charo López y otras mujeres de la misma escuela hicieran chistes sobre aborto -pero miles de chistes, stand-ups enteros-, estaba prohibido bromear sobre el tema, sobre todo si eras feminista.
Nosotras desde Lesbianas y Feministas siempre trabajamos sobre los clichés y tratamos de desdramatizar pero en otro contexto. Cuando empezamos, hace 10 años, el aborto estaba censurado, sacralizado. Esta avanzada muestra que a pesar del enorme retroceso material que significó que en 2017 el Estado nacional no haya comprado partidas de Misoprostol, no estamos dispuestas a retroceder ni en lo simbólico ni en el autocuidado.
Hasta Mirtha Legrand dice estar dispuesta a dar el debate en su mesa mientras afirma: “Soy feminista cien por cien, mil por mil”.
Hoy es la prohibición del aborto lo que está fuera de lugar, lo ridículo. Y eso es lo que el debate también demuestra: que se pueda discutir la interrupción voluntaria del embarazo como se discute y en un espacio como el programa de Rial. Obvio que el impacto también se dio gracias a las compañeras que lo hicieron y que son grandes comunicadoras.
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Desde que Señorita Bimbo habló en Intrusos sobre el Misoprostol, la palabra explotó en Twitter, en el buscador de Google y en Wikipedia. Ese día nuestra página Línea Aborto: más información, menos riesgos estuvo censurada por unas horas en Facebook “por fomentar el uso de drogas”. Como efecto rebote, en las redes se invitaba a viralizar el Manual Cómo hacerse un aborto con pastillas.
El Misoprostol es una droga que en 2003 fue reconocida por la Organización Mundial de la Salud. Desde ese momento ya se recomendó cómo usarla: hasta la semana 12 de embarazo se necesitan 12 pastillas. Pueden tomarse de manera sublingual (3 dosis de 4 pastillas cada 3 horas) o vaginal (en este caso, las dosis se repiten cada 12 horas).
Lo más importante del Misoprostol, algo que la OMS destaca, es que se puede tomar en una infinidad de situaciones incluso en las más hostiles, de manera discreta y efectiva. La OMS lo recomienda también a partir de la semana 13 de embarazo, aunque en estos casos sugiere control médico para reducir riesgos ante alguna remota complicación.
Cada vez hay más estudios científicos que confirman que usarlo en casa es seguro, que se puede abortar sin correr riesgos fuera del hospital y lejos de la clínica sin que las personas gestantes corran ningún riesgo. Abortar con Misoprostol es menos riesgoso que hacerlo con cualquier otro método, como el raspado. Y cuando se realiza en un contexto médico, en realidad lo que se chequea es la calidad del medicamento, que no sea trucho, que no esté alterado.
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El Misoprostol cambia el juego.
Es una pieza clave para la legalización del aborto. Una de las razones: lo saca del control estatal.
Por eso es arcaico hablar de legalización del aborto sin incluirlo. Es como encontrarse con una señora que abortaba en el 1900 y viene a decirnos cómo debe ser la despenalización en base a los métodos que usaban en su época, tipo “La ruda debe ser legal, se usan tantas semillas”. La verdad, si alguien viniera a decirnos algo así pensaríamos que ha venido del pasado. El aborto hospitalizado -que requiere internación de principio a fin para llevarlo a cabo de manera segura- cae en desuso desde hace años. Por eso no se pueden seguir planteando reformas legislativas y políticas públicas como si los métodos fueran irrelevantes.
Esta pastilla cuestiona las cifras que se repiten como un mantra y dicen que por año se practican 500 mil abortos. Son datos viejísimos. A nivel internacional se calcula que por cada aborto registrado en el ámbito institucional hay 10 realizados con este método.
¿Qué tenemos que ver las lesbianas con este tema? ¡Típica pregunta de trolls!
La relación es obvia: tiene que ver con el amor a las mujeres, con el amor a las lesbianas, con el amor al propio cuerpo, con las formas que tuvimos de compartir y construir conocimiento por estar siempre excluidas de las políticas públicas.
Una pregunta válida, en cambio, sería cómo es posible que haya existido una hegemonía feminista que dejó a las lesbianas afuera de la discusión sobre el aborto. Y creo que la explicación está en la heterosexualidad obligatoria y en esta idea de las feministas heterosexuales, resistentes y acérrimas de que todavía cuentan con un campo propio, excluyente, que tiene que ver con los usos del útero. En la actualidad, eso está fuera de discusión y por suerte el movimiento LGBT, de trans y lesbianas vienen dando el debate que plantea que no sólo es un tema de mujeres sino que hay una multiplicidad de personas con distintas identidades de género y orientaciones sexuales que abortan.
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Cuando Lesbianas y Feministas nació, muchas compañeras, compañeros, trans, gays, travestis, incluso Lohana Berkins, conocían el Misoprostol y difundían la información, lo defendían, hacían consejería. Pero estaba censurado incluso desde adentro de la militancia por la legalización del aborto. Se creía que hablar de cómo se abortaba le restaba fuerza al debate por la legalización.
Hoy, diez años después, pasó de todo. Y el tema explotó.
Ahora si sos feminista y no das información sobre aborto con pastillas y no sos capaz de recitar las dosis en formato de canción ¡sos una tronca, una muerta!
Pasó de ser un conocimiento prohibido a ser un conocimiento básico. Es como la materia número uno del Bachillerato Popular Feminista.
Este cambio nos parece buenísimo. Que todas podamos tener acceso a información de buena calidad y la posibilidad de llamar a más de un lugar nos parece un crecimiento maravilloso. Hoy podés interrumpir un embarazo sin correr riesgos. Hoy podemos elegir si queremos que nos haga el aguante una troska, una peroncha, una médica, un varón trans o tu mamá.