En los últimos días, las redes sociales lideraron la protesta social por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Decenas de miles de mensajes impulsaron un ataque informativo virtual con variaciones de la consigna: “Soy (nombre) y estoy en (lugar); lo que no sé es dónde está Santiago Maldonado”. En una arena dominada por celebrities mediáticas, por políticos y por organizaciones de medios tradicionales, los viejos mayoristas de la información fueron sorprendidos por una creciente actividad en las redes sociales que vulneró su capacidad de fijar la agenda. El caso #Maldonado no parece tener a los gigantes mediáticos a la cabeza, sino -como dice el viejo dicho- a usuarios movilizándose con la cabeza de los grandes medios.
Con una intensidad en aumento, la red #Maldonado va instalando un discurso mediático potente, primero en las redes y luego, en las instituciones tradicionales. Esa demanda social consolida el reclamo virtual por la aparición con vida de Santiago Maldonado, empujando a editores de los grandes medios y a políticos oficialistas a dar visibilidad a una desaparición forzada en democracia que los incomoda. Las redes, como el resto del país, piden a las autoridades que digan dónde está #SantiagoMaldonado.
La Tiranía de las mayorías
Corren tiempos turbulentos para el intercambio de información en las redes. Los fuegos de artificio mediáticos y las narrativas en competencia, cada vez más asentadas, se entremezclan con noticias falsas que suben la temperatura social. “Maldonado está en Europa”, ironizaba un tuitero al criticar la posición oficial esbozada por el gobierno en los días posteriores a su desaparición. La metáfora posiciona a Santiago Maldonado como un desaparecido en democracia, mimetizando el discurso oficial a las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla en los tardíos años ‘70. En este marco, los medios masivos, portadores de la palabra oficial, pierden capacidad de influencia frente a una audiencia cada vez más activa y heterogénea, generadora de contenidos, que ha tomado el control de la agenda de noticias.
Los políticos, las figuras mediáticas y los diarios tradicionales siguen dominando la actividad en las redes sociales, a pesar de las promesas democratizadoras de esta nueva arena. El sueño de la democracia directa murió desde el momento mismo en que nosotros, los usuarios, optamos por citar y retuitear a las viejas instituciones como fuentes primarias de información, en lugar de seguirnos o retuitearnos los unos a los otros. ¿Quién puede culparnos? ¿Cuál sería el objeto de leer lo que tuitean nuestros vecinos? Uno de los motivos por el cual la información de referentes mediáticos y políticos tiende a circular más extensamente por la red es que lo que ellos publican tiene consecuencias políticas. Las autoridades de las redes son las que también afectan nuestras vidas en el mundo no-virtual.
En estos días, en cambio, asistimos a algo similar al surgimiento de una forma de democracia representativa en las redes sociales, donde no hay igualdad de voces pero donde los usuarios votan con sus computadoras, tabletas y teléfonos, para imponer sus preferencias respecto del tema #Maldonado. Mediante clicks, likes y favs, demandan que se den a publicidad los eventos que consideran mediáticamente relevantes. No se trata de una democracia directa pero la tiranía de las mayorías se hace presente: las comunidades de usuarios empujan a las instituciones tradicionales a incorporar temas sobre los cuales habrían optado por permanecer callados. En #Maldonado, en cambio, la difusión de la noticia sobre la desaparición de Santiago Maldonado fue adelantado por medios independientes como cosecharoja.com, infochacu.com, orgullorojo.com; medios locales como elpatagonico.com; y portales como eldestapeweb.com y portaldenoticias.com.
Los mayoristas de la información en las redes sociales siguen siendo los mismos. Twitter y Facebook comunican masiva y desproporcionadamente la información creada por usuarios de “alto rango”. Coherente con ello, las masas ponen links a La Nación, a Clarín, a Página/12, a Mauricio Macri y a Cristina Fernández. Ahora bien, que se les dé un lugar privilegiado a los medios tradicionales no significa que los transeúntes virtuales acepten acríticamente la agenda que éstos publican y, menos aún, que dejen de hablar de temas que esos medios no cubren. Por convicción política o por disonancia cognitiva, #Maldonado obliga a los gigantes mediáticos a (re)pensarse a sí mismos como “representantes” de las preferencias de sus propias comunidades de lectores antes que como formadores de opinión. Si bien los medios tradicionales dominan la difusión de contenidos, pareciera que en estos días no han logrado diseminar la agenda oficial que estructuran cómodamente en tiempos de calma.
Esta incapacidad de fijar “lo que importa” a piaccere no supone decir que los medios tradicionales queden al margen del diálogo en las plataformas sociales o faltos de influencia política. Tampoco desconocer que su tematización, estable y legitimada, genera alteraciones en el intercambio de mensajes. Sin embargo, los medios masivos no pudieron dejar de preguntarse “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Si no lo hicieren, tendrían que lidiar con tuits disidentes de sus propios periodistas y con la pérdida de control de la narrativa de este caso, librada a usuarios de menor monta.
A fines de 1920, William Thomas afirmó: “si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”. Pues bien, no preguntarse dónde está #Maldonado ha dejado de ser una opción. El silencio concede a otros la oportunidad de controlar la narrativa sobre un tema, les permite forjar una re-definición de la situación. Por eso creemos que el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado se ha transformado en un caso elocuente que muestra cómo las redes sociales pujaron por una agenda alternativa, en lugar de ser meras correas de transmisión de actores ya consolidados. En un ecosistema donde las redes sociales tienen un gran potencial para traccionar nuevas cuestiones en las agendas políticas, coordinar actos de desobediencia y movilizar a actores sociales y políticos; la pregunta que cabe, entonces, es ¿qué tipo de relación mantienen la agenda mediática y la política con un público en las redes sociales que los toma como referentes pero no está dispuesto a dejar de hablar de ciertos temas?
El que calla otorga
En las redes sociales, las batallas culturales las gana la mayor difusión y no el mejor argumento. A eso nos ha acostumbrado, tristemente, la post-verdad. Así como las mentiras a veces toman por asalto a las redes, omitir asuntos que a los usuarios les importan no siempre es una opción. El que calla otorga; nada energiza más a las redes que la bronca, la indignación y la identificación colectiva con las transgresiones del poder. Lo sabe el PRO, que fue efectivo alimentando estos sentimientos en el caso #Nisman para ganar la batalla de las narrativas contra el Kirchnerismo en el 2015. Lo sufre ahora el PRO en carne propia, viendo cómo pierde control mediático con #SantiagoMaldonado, en la medida en que su propia comunidad de usuarios prefiere callar sobre este tema antes que apoyar el mensaje oficial.
Al igual que con #Nisman en el contexto electoral del 2015 y con el #RuidazoContraElTarifazo en el 2016, el diálogo en la red #Maldonado crece de manera sostenida al tiempo que sus comunidades se polarizan. El 23 de agosto, tres semanas después de su desaparición, habían circulado más de medio millón de tuits relativos a Santiago Maldonado. Del lado del gobierno, muchos de estos posteos trataron –aunque con baja efectividad– de relacionar la protesta en las redes con la campaña electoral. Tal vínculo electoral fue menos explícito en la comunidad de la oposición.
Diálogos entre viejos y nuevos
En algunas ocasiones, los medios tradicionales inician la circulación de narrativas que luego se propaga en las redes. En otras, se ponen a la par del debate ciudadano virtual y pujan con otras autoridades por llevar la delantera. Menos frecuentemente, la prensa y los canales de televisión se incorporan a la tuitósfera de manera tardía, aportando un tratamiento mayormente descontextualizado y dramatizado. Santiago Maldonado es buscado desde el 1° de agosto, día en que la Gendarmería ingresó en la lof de Cushamen y reprimió a sus habitantes. El 3 de agosto, el periodista Víctor Hugo Morales hizo una crónica de 49 segundos en su programa vespertino de C5N. El 4 de agosto asomaron las primeras notas en la prensa de alcance nacional, con Página/12 alertando sobre esta desaparición forzada casi en soledad, y atribuyendo la responsabilidad a Gendarmería. Sólo las radios comunitarias del Sur argentino dieron cobertura inmediata a esa represión, la segunda de este año y más violenta que la ocurrida en enero pasado en el mismo lugar.
¿Qué factores vuelven noticiable un hecho de estas características? Por empezar, cabe advertir que la alta actividad en las redes sociales no garantiza su incorporación a la plataforma punto-masa. Lejos de lo predicado por manuales asépticos sobre los criterios de noticiabilidad, un acontecimiento alcanza el estatus convencional de noticiabilidad cuando se institucionaliza e ingresa al círculo oficial de los formadores de agenda (agenda-setters), o cuando derivan en escándalos o “incidentes” callejeros. Varios portales iniciaron su cobertura con lo que identificaron como “destrozos” en el centro porteño y ataques a la casa de Chubut en mitad del reclamo por la aparición con vida de Santiago. Otros medios recurrieron a sus celebrities para dar crédito a la peligrosidad del “grupo anarquista” RAM y a las declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, atribuyendo a “una organización inglesa” el grueso del financiamiento de este grupo, cuya intención es “formar una república mapuche”.
El total de tuits con links embebidos representa un 17% (107,146 tuits con links) de la data, números comparativamente bajos. Las páginas más linkeadas fueron Twitter, El Destape Web, Portal de Noticias y, en un distante cuarto lugar, Página/12. La Nación y Clarín entran en el caso el 9 de agosto y crecen a una tasa comparativamente lenta a pesar de su posición dominante en el mercado de medios.
Fue precisamente en estas fechas que los medios tradicionales se incorporaron al diálogo en la red #Maldonado. A partir de entonces, cuantificamos los enlaces incluidos por los distintos usuarios en sus respectivas comunidades y encontramos que los usuarios opositores incluyen más vínculos a medios de comunicación que los oficialistas. Aun cuando la cantidad de links embebidos que remiten a los diarios Página/12, Clarín, Perfil y La Nación no es significativa respecto del universo completo, se observan algunos comportamientos elocuentes. La cantidad de mensajes que embeben links a estos diarios aumenta abruptamente cuando aparecen las primeras noticias en sus portales. Lo cierto es que los usuarios de estas dos comunidades incorporan enlaces a medios cercanos a sus ideas y su postura ideológica. Coherente con la mayor actividad opositora que mencionamos, Página/12 aparece en el 4° lugar, como una de las autoridades más encumbradas entre aquellos que pasean por el barrio opositor, mientras que Clarín y La Nación, dominan en la región oficialista aunque en un puesto bastante más retirados.
La tardía incorporación de los medios masivos en la red #Maldonado confirma, efectivamente, que el diálogo político alrededor de esta problemática no dependió ni se inició con su difusión por los canales convencionales de información, más ocupados en el escándalo político y la culpabilización individual. Sin embargo, no podemos desconocer que su cobertura generó un diálogo singular entre las agendas mediáticas y políticas. En tiempos de protesta y de virulencia discursiva, es imposible imaginar una influencia generalizada de los mensajes. A medida que las burbujas de información crecen y se consolida la cámara de eco, la importancia de una cuestión diverge entre las comunidades que se articulan en los medios sociales. Al interior de éstas, la información que circula es acogida y viralizada de manera consistente con el imaginario cultural dominante.
*En el tercer episodio de nuestro podcast Todo es fake, Tomás Pérez Vizzón entrevistó a Ernesto Calvo, uno de los autores de la nota, sobre política y estrategias de comunicación en redes. Escuchalo acá: