Crónica

Mario Testino


Un simulacro verdadero

Después de haberle sacado una foto sin zapatos a Lady Di, empezó una relación con la familia real británica que lo llevó a alcanzar el cargo de oficial honorario de la Orden del Imperio Británico. El fotógrafo peruano Mario Testino se insertó en el dispositivo simbólico del sistema de la moda para potenciar la idea de lo aspiracional: ilumina con su flash un estereotipo de lujo y elite que esconde por detrás el de la pobreza. Más de cuarenta y cuatro mil personas fueron al Malba a ver la muestra In your face. Para esta crónica anfibia, la cronista Ana Wajszczuk y el experto en moda Raúl Trujillo siguieron la carrera de un hombre que se ocupa hasta de los tragos y las flores que habrá en la presentación. Nuestra portada es una obra del artista WMDO, virtuoso de las tramas digitales y la ilustración en 3D; una trama generada con logotipos de marcas fetiche en el mundo del fashion reconstruye los rasgos de Kate Moss en una de las fotos más conocidas de Testino.

Mario Testino saca una cámara pocket del bolsillo de su saco azul marino. Antes de que empiece la conferencia de prensa apunta al público del auditorio del MALBA: un clic, y la luz del flash. Risas. Aplausos. El gesto halaga, aunque, como en cualquier rockstar que se precie, esto no es un rapto de espontaneidad. Es algo que Mario Testino repite cada vez que enfrenta a la prensa. Cámara pocket, flash, risas y aplausos: el encadenamiento de un gesto signature. Y así la fiebre por Testino, como dirá luego algún medio, acaba oficialmente de empezar.

Los periodistas, que vinieron a ver el centenar de fotografías que componen In Your Face, la exhibición retrospectiva que Testino seleccionó y curó a pedido del Museum of Fine Arts de Boston en 2012 y que ahora se presenta en Buenos Aires, son editores de suplementos de tendencias y de revistas dominicales, críticos de arte, estilistas de moda, periodistas de revistas femeninas y de revistas de negocios que se sirven medialunas y café esponsoreado.

Hay camisas de seda -o que parecen de seda-, stilettos, joyería recargada. Botinetas, leggins de cuero, anteojos de montura, carteras Louis Vuitton originales o truchas: todos los ítems de la temporada otoño-invierno que está comenzando. “Las bloggeras ya están todas arriba, fueron las primeras en subir”, dice una periodista mientras toma café y una asesora de moda se nos acerca cargando Kate, el libro de fotografías extra large –dos kilos, ochocientos gramos- que Mario Testino le dedicó a Kate Moss, una de sus musas. “Me lo regaló mi marido para mi cumpleaños, y se lo traje a Testino para que lo firme”, dice exultante.

Otros periodistas hacen malabares con los dos kilos que pesa otro libro: el catálogo de In Your Face. La portada deja ver parte del rostro de una modelo apretando su propia mandíbula: labios rojo shocking, uñas carmesí, parte de un tocado naranja que le cae sobre los ojos. Se expone en la vitrina de la tienda del museo. Precio: 895 pesos.

Guadalupe y Fernando, del departamento de prensa del MALBA, repiten desde hace meses a todos los que pedimos nota que el fotógrafo no dará entrevistas, que sólo estará tres días en Buenos Aires, que ellos no pueden hacer mucho. Antes de llegar sí dio notas. Dos o tres. Una telefónica a Harper´s Bazaar, uno de los medios donde colabora habitualmente, y que a falta de una versión local de Vogue - la revista para la cual ha hecho más de cincuenta tapas desde los años 80’- es el lugar obvio para que Testino elija desembarcar mediáticamente en el país. También está la nota de tapa que dio para la revista dominical de La Nación, el diario que es el “media partner” de la muestra.

En el primer piso, tras los pesados cortinados negros de terciopelo que separan In Your Face de ese cubo blanco lleno de luz que es el resto del MALBA, están los periodistas, los bloggeros, los fotógrafos. La asesora de moda va frenética de una a otra sala: “¿Vieron? ¿No es genial?”, repite. Los fotógrafos retratan a los periodistas frente a las fotos, los bloggeros van con sus celulares haciendo paneos de 360 grados por las salas. Son cinco las que componen la muestra, cinco salas que en realidad son una, pero ahora, dividida por falsas molduras de madera pintada de blanco, y con las paredes de un verde botella que vira al azul marino -el color favorito de Testino- se asemeja a esos museos europeos del siglo XIX, esas galerías que comunican unas con otras como en la película El arca rusa: en Buenos Aires Testino creó su pequeño Hermitage particular. Abundan los flashes.Todos –los cronistas, los fotógrafos, los bloggeros- quieren una selfie con las fotografías antes de bajar a la conferencia. Lorena Pérez, periodista de Bloc de Moda, uno de los blogs más prestigiosos y visitados en su género, dirá luego: “La gran repercusión de la conferencia de prensa fue en Instagram: todos los invitados postearon sus fotos con él”.

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Testino entra al auditorio con las canas que a esta altura le quedan sexies, pantalones blancos, bronceado de esos que se consiguen sobre un velero en alta mar. Abraza al modelo y conductor Iván de Pineda, su íntimo amigo, vestido de traje y corbata in black. Ambos son altísimos. Entrevistador y entrevistado se sientan en dos sillones ante una mesa baja, con rosas blancas y agua Perrier. Cruzan las piernas, miran al público. Y la conversación comienza mientras algunos periodistas, con las cámaras de sus celulares, graban o disimuladamente toman las fotos que Guadalupe y Fernando pidieron por favor no sacar.

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Mario Testino, el chico que se hacía entallar el uniforme del colegio por el sastre de su familia en Lima, que traía diez valijas de ropa de los viajes de trabajo con su padre a Nueva York; el chico flaco y alto que desfilaba sus atuendos extravagantes para Lorenzo y Pepita, una de las casas de modas de esa Lima señorial de fines de los años sesenta; ese chico de pelo rosa que era un escándalo en un círculo social todavía con costumbres virreinales, huyó a Londres a mediados de los setenta para estar más cerca del glamour cosmopolita.

Para salir de lo provinciano.

“Para encontrar quien tú eres”, dirá en la conferencia de prensa.

De niño había querido ser cantante o sacerdote (“Papa, más bien”), pero se encontró fotógrafo de modas, como cuando hacía de estilista de sus hermanas.

Trabajaba de mozo y por 25 libras vendía portfolios a sus colegas que, como él, eran todos aspirantes a artistas.

En 1983, publicó su primer trabajo en Vogue sobre un salón de belleza y desde ese momento impuso su marca a la fotografía de moda: ese lograr que los artistas y las celebridades queden rendidos bajo sus encantos, ese borde barroco, transgresor pero nunca tanto como para no ser publicitario.

Hoy es un señor de casi sesenta que coquetea en un español neutro y florido a la vez, con muchos “guau” e “increíble”, y nos mira, y provoca otra de las muchas risas y aplausos que irán puntuando la conferencia de prensa. Un señor que ríe con lo que Francis Scott Fitzgerald llamaba “risa de sociedad” en sus personajes, como si fuésemos sus íntimos a quienes cuenta un secreto porque “somos sudamericanos, y nos podemos relacionar”.

Mario Testino podría ser perfectamente un personaje de Fitzgerald: detrás de este limeño hoy oficial honorario de la Orden del Imperio Británico (un reconocimiento que el Ministro de Cultura de Inglaterra le dio en enero pasado por sus aportes “a la fotografía y la caridad”), y a quien curadores y directores de museos no dudan en comparar con John Singer Sargent -el gran retratista que en sus acuarelas plasmó, con estándares subidos de tono para su época, el lujo de los salones eduardianos- está el sueño americano de un self made man, un Gatsby que prácticamente inventó el concepto de branding de sí mismo. Lo ha dicho: la clave de su trabajo es la palabra “acceso”. A la aristocracia y la alta sociedad. A las modelos y a los diseñadores y al mundo editorial de la moda. A las celebrities que él mismo ayudó a convertir en glamorosas. No sólo con su cámara pocket sabe Testino hacer clic, y encandilar. Ser fotógrafo, dirá, es pura seducción: “Tienes que seducir a la gente para que te de algo que no le da a otros”.

—Un editor para el que yo trabajaba me dijo: las modelos te van a dar lo que le dan a todo el mundo. Para que la foto sea tuya, se tiene que generar una relación que otros no han logrado.

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A Testino, que durante la hora que durará la conferencia pronunciará a cada rato las palabras “sudamericano” y “latino”, le tomó su tiempo darse cuenta que no era un lord inglés, fascinado por “la cultura” de las socialités, los artistas y las celebridades que frecuentaba. Testino dirá que aceptó que era peruano, que era sudamericano, y que su estética “era así”, y que le interesa “la desnudez”, “la sensualidad”, “la controversia”. Un estandarte de latinidad equivalente a desprejuicio que levantó para poder ver lo que estaba pasando en esas capitales señoriales y europeas. Dos mundos por donde se mueve cómodamente, entre el recurso al encanto latino para acercarse –a sus fotografiados, a su audiencia hoy- y los modales aristocráticos que tan bien pegan con esa versión del esnobismo local, insustancial y ligero, conocido como “tilinguería”. Nos confiesa, incluso, una historia que se publica en su biografía oficial en la Voguepedia, que han leído miles de personas pero que él narra ahora como si fuéramos exclusivos y dice que “no la cuenta mucho”, pero que tendremos el honor de oírla porque “somos sudamericanos”: es sobre una clarividente a la que consultó empujado por su amigo Christian Lacroix, y que le pronosticó un gran futuro. Mario Testino controla hasta los tragos y las flores que esta noche engalanarán el MALBA para el pre opening al que sólo se accederá por invitación, pone patas arriba el orden que sus ayudantes le dieron a la exhibición, cincela la cerradura por la cual nos deja mirar lo que quiere mostrarnos de su vida. Los suyo son los discursos editados. El formato no importa.

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Hay un año clave en la carrera de Mario Testino. 1997 es el año en que fue comisionado para tomar unas fotos de Diana de Gales, ya separada de su marido, para Vanity Fair. La princesa quería vivir: había sido despojada de su título de Alteza Real y quería mostrar los vestidos que iba a donar para caridad. Testino la fotografió por primera vez recostada en un sillón, sin zapatos, relajada. Un look que creó para ella retratándola como un amigo más que como un fotógrafo de la plebe. Fue el comienzo de su relación con la familia real británica, y el inicio de una fama que trascendía los editoriales de moda. Esas fotos son un vértice de la trilogía que fue una bisagra en su carrera: los otros son las que hizo en 1995 a Madonna para la campaña de Versace, donde por primera vez fue nombrado como una celebridad más (“Versace presents Madonna photographed by Testino”, decía el aviso) y las fotos que compuso junto a la estilista Carine Roitfeld para Gucci por la misma época. Por ejemplo, esa toma porno soft de una modelo arrodillada junto al vello púbico de otra, rapado en una G, que puede verse en esta muestra, creadas de la mano del diseñador Tom Ford para calentar las ventas de la hasta entonces conservadora casa italiana. De Lady Di, esa Sissí emperatriz del siglo XX, en In Your Face no hay ni una instantánea. Cuando le pregunten, Testino dirá, con el pudor de un fotógrafo de corte, que este no es el lugar para ella.

El lugar para Diana de Gales está en MATE, el museo que él mismo creó en Barranco, el barrio cool de Lima, para exponer su obra y su colección de arte cuando se dio cuenta de que comprar una casa allí costaba igual que el alquiler del depósito donde la guardaba. Un lugar al que seguramente aspiraba otra amiga de Testino: Dina Paucar, “la diosa del amor”, la cantante peruana adorada por las masas de compatriotas inmigrantes, la autodenominada “chola fashion” que el fotógrafo invitó en 2007 a la presentación de su libro Lima- Perú. Editado por Mario Testino. “Entré cantando el tema 'Qué lindos son tus ojos' y él quedó encantado”, contó Paucar a los medios en ese entonces. “Me dijo: 'Qué linda eres, qué lindo tu vestuario'. Así que me fui al baño, me lo quité y se lo regalé sin pensarlo dos veces. Ese traje tiene un valor sentimental para mí pero sé que estará en buenas manos". Testino le contestó, siempre según la cantante:” 'Eres más maravillosa aún. ¡Ay, mis Daianas!', recordando cuando la princesa Diana también le obsequió uno de sus vestidos".

La sesión de fotos que esta otra lady esperaba que Testino le hiciera despertó una pequeña polémica en Perú: que sí se lo había prometido, que porqué no lo había hecho. En 2010 los medios reiteraban el deseo del fotógrafo de retratar a Dina Paucar. Pero la sesión de fotos todavía no se realizó. Seguramente, nunca se haga. Lady Di hay una sola.

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Los periodistas le agradecen a Testino tan linda charla, le dicen que es un placer tenerlo acá, le preguntan cómo es trabajar con Kate Moss, qué celebridad fue más difícil desacartonar, cómo afecta el paso del tiempo a sus fotos, qué piensa de la democratización que impone lo digital en el mundo de las imágenes, si colecciona fotografía, si siempre lleva una cámara encima. 

—Ahora mismo me pueden dar una reacción si quieren, levanten los brazos, así yo puedo hacer algún día mi exhibición con fotos de las entrevistas que he hecho. ¡A ver cómo son los argentinos!

Saca la cámara nuevamente y, otra vez, las risas del público.

—¡Perfecto! Y otra vez, de nuevo por favor.

Más risas. “Última pregunta”, dice Guadalupe, la encargada de prensa del MALBA.

—Mario, soy Andrea del Río, de El Cronista Comercial. Quería preguntarte por MATE.

— Yo me he sentido super orgulloso toda mi vida que tú lees mi nombre en cualquier parte del mundo y dice siempre “el fotógrafo peruano Mario Testino”, como si fuese una cosa rarísima (risas), entonces yo pensé que era importante que mi trabajo viviera en mi país, porque además mucha gente en el Perú me veía sólo en una foto del periódico donde salía en smoking. Era importante no para que digan “guau” por mi trabajo sino para que vean de que en verdad cualquier latino…cualquier persona puede, porque durante mucho tiempo el peruano miraba al extranjero como una cosa mejor que el Perú. Quiero promocionar la cultura…y en general ser parte de mi país, que es increíble.

A Mario Testino los ojos se le humedecen, le tiembla la voz como dice que le pasa cada vez que habla de cosas que le tocan. Los aplausos de siempre.

“Todos se entregaron a la lente de Mario…y el star system local quiso ser parte de esa complicidad”, dirá la revista Hola sobre el evento exclusivo de esa misma noche, con foto de Testino flanqueado por modelos. El fotógrafo de lo aspiracional nos dejará a la mayoría de los periodistas aspirando a nuestros quince minutos a solas con él.

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Los miércoles los estudiantes entran gratis al MALBA. Son las cinco de la tarde y parecería el momento ideal para encontrar un verdadero malón visitando In Your Face porque hoy hay visita guiada. Una chica de prensa del museo dice que en estos cinco días ya pasaron por la muestra ocho mil personas. Pero hoy no hay multitudes haciendo cola sobre Figueroa Alcorta. Apenas una fila discreta de algunos estudiantes, muchos turistas desprevenidos, señoras de sesenta en grupo, una familia de papá, mamá e hija adolescente y algún que otro fashion freak como los chicos de chupines, blazer y bombín que vienen a ver, como nosotros, por qué ésta muestra, según el dueño del museo Eduardo Constantini, “nos pone a la par de las grandes capitales del arte”.

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Por casi tres meses, la agenda del MALBA será tal como se organiza en esas grandes capitales lejanas: estará repleta de disertaciones, conferencias, talleres y conciertos con DJs donde el glamour que Testino inventó para la moda como espectáculo se mostrará en la ciudad.

Antes de pasar el cortinado, la pequeña multitud se detiene ante una pantalla de televisores en zapping con imágenes de Testino en aviones, Testino en la red carpet, Testino en estudio, Testino en aeropuertos, Testino con Jennifer López, con Gwyneth Paltrow, con Emma Watson, Testino en pleno trabajo chocando los cinco con la modelo en bikini que acaba de brindarle la foto perfecta. Un mundo feliz que se ajusta a lo que rubrica Anna Wintour, su jefa en Vogue, en el prólogo del catálogo: “Nadie luce más sexy, espléndido, luminoso y subversivo que cuando es capturado por la cámara de Mario”. Subversivo para los cánones de la moda, claro está.

Adentro, las gigantografías en colores saturados de editoriales para Vogue, VMan o Vanity Fair más ensayos personales– “Hace de cinco a seis fotos por día con un equipo de entre doce a ciento veinte personas, seis días de la semana”, dirá el guía -, saturan las salas en formatos que apabullan mucho más que si se vieran, como se han visto, en las revistas. En ese horror vacui característico del barroco -un barroco siglo XXI que le da al consumo, a la belleza y a la celebridad un tamaño monstruo- estos editoriales conviven con las instantáneas en blanco y negro del jet set que vino a reemplazar a la realeza de la época de Sargent Singer: Donatella Versace y Beyoncé, Stella Mc Cartney, Tom Ford, Kate Moss siempre. Son imágenes en pequeño formato, la intimidad como espectáculo de esos lugares donde no figuramos en la lista de invitados. Para Testino son ejemplos de lo que él denomina “la verdad del instante” que tiene el fotoperiodismo, esas fotos de su cámara pocket que utiliza, dice, como un cowboy que dispara para atrapar lo que una milésima de segundo después ya no existirá.

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Mario Testino ha producido para el planeta mediatizado buena parte del imaginario donde, entre hedonismo y sociedad de consumo pop, se genera el estatus de lo hiperreal en términos que -en la misma época en que él llegaba a Londres- definía Jean Baudrillard: “El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”. Algo que las chicas que se hacen fotos con las fotos exhibidas emulan en las redes sociales. “Hagamos una selfie con Kate para instagram”, dice una rubia en degradé, con el collar enorme sobre la blusa abotonada que parece hurtada a su abuela, combinada con minishort de encaje escalofriante y borcegos. Fotos con las fotos de Testino que días después hasta Marcelo Tinelli se sacará (en visita privada, claro). Los hashtags #mariotestino, #inyourface y #testinoenmalba se reproducirán en las redes sociales a la velocidad de la luz, y algo de esos selfies se asemejan en su hiperrealidad a las fotos expuestas. Autorretratos de gente anónima que nunca se exhibirán en Vogue, pero siempre tendrán las redes sociales para exhibirse y cumplir, de alguna manera, con lo que el mismo Testino asegura en el texto impreso en la pared que introduce a la sala: “La moda dejó de ser un medio de exhibición de prendas de vestir para pasar a ser parte de un estilo de vida general”.

El hombre que escribió esa frase es el mismo que vivió la expansión masiva del consumo y la ganancia económica veloz en tiempos de Ronald Reagen. Testino está instalado en el origen mismo de la globalización. Testino es Reagan.

—Vamos a tratar de ver de dónde viene su éxito- nos arrea Diego, el guía, y unos treinta nos acercamos a una gigantografía del rostro de Kate Moss que aparece pintado con los dedos como en un rito tribal.

Lo primero que nos informa Diego es que el discurso que acompañará el recorrido por los hitos de su carrera –de nuevo: Londres, Madonna, Lady Di, Perú, las horas extenuantes de trabajo, el trabajo en equipo con él como director artístico- fue armado en colaboración con el propio Testino. El fotógrafo en cada uno de los detalles, en la construcción de cada escena.

Bajo las imágenes, antepechos con los datos de cada una nos cuentan para qué medios y quiénes son las celebrities y locaciones que aparecen allí. De sus primeros tiempos, solo anécdotas que repite nuestro guía, imágenes nada.

Tampoco hay registro de sus producciones con trajes folclóricos, homenaje no tan velado a uno de sus referentes, el fotógrafo peruano Martín Chambi. La imagen más antigua es de 1992 –Kate Moss retratada por primera vez como una diosa de ojos gatunos y no como una heroinómana chic- pero cualquiera de estas imágenes podría haber sido tomada ayer, puro pop, pura contemporaneidad que sin embargo deja anclada una atmósfera de época. Como ésta, sí hay muchas fotos del “divasterio” de top models de los noventas con nombres de sigla y copyright que Testino mismo consagró: Linda, Naomi, Christy, Claudia, Cindy. Y varias de su descubrimiento latinoamericano para el mundo: la brasilera Gisele Bündchen, tapa de su libro Mario de Janeiro (2009).

Los desnudos perfectos, de cartel publicitario, en blanco y negro algunos, son otra parte importante de la muestra. Son todos tan ricos y tan lindos, dice una señora bajita de pelo lacio y maquillaje recargado que persigue el primer lugar junto al guía. Ya el porno soft había sido la carta de presentación de varios fotógrafos antes que Testino: Richard Avedon, o las imágenes de David Hamilton que con un filtro difusor reflejaba intimidad y a la vez proponía desdeñar los objetos. El estilo Testino conserva algo de eso pero le suma la impertinencia que caracteriza a lo peruano y un detalle fino y casi morboso por los productos, convirtiéndoles en fetiches. Como la gastronomía de su país, reconocida por híbrida, que mezcla con atrevimiento los sabores y saberes culinarios en un barroco latino que Testino testimonia, la sorpresa se asoma en cada imagen: vemos por ejemplo el culo escuálido de una Lolita con bombacha rosa…hasta que nos acercamos y el vello tupido señala que ese es un derriere masculino.

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Entre los visitantes que siguen la guiada hay un fotógrafo y sus alumnos. Alejandro Lipszyc se aleja un poco del grupo y de sus estudiantes. Dice que cada tanto los lleva a ver muestras, para poder opinar con fundamento. ¿Le interesa ésta? Piensa un poco. No, dice. “No le creo, no me conmueve la puesta en escena. Se sostiene muy bien a nivel editorial y publicitario, pero el arte tiene otro código….acá no hay ningún misterio”. Una cineasta nos dice que el arte genera inquietud y preguntas, y que ninguna de esas cosas están presentes aquí. Gaby Herbstein, una de las más reconocidas fotógrafas de moda argentinas, que desde hace veinte años trabaja con músicos, modelos y celebridades para sus famosos calendarios, dirá: 

— Me gusta mucho el trabajo que hizo homenajeando a Martin Chambi, que me deslumbró más que nada por toda la historia: le pidió a la viuda de Chambi los fondos de tela que él usaba e hizo las fotos con esos mismos fondos, la misma luz…Pero la muestra: bueno, es la obra conocida. Las fotos con celebrities no son mis favoritas. Y las fotos de “In Your Face” no me sorprendieron porque ya las conocía a todas, pero entiendo que era un pasaje por la carrera de él.

A Herbstein le parece genial lo que llama el “valor agregado” al talento de Testino: el modo encantador de insertarse en la cumbre de la moda mundial, cómo siendo peruano pudo acercarse a las editoras que lo encumbraron: Lucinda Chambers, Anna Wintour.

Lo que Herbstein llama valor agregado podríamos definirlo también como la picardía peruana de insertarse en el dispositivo simbólico del sistema de la moda para potenciar la idea de lo aspiracional. Para ello podemos acudir al pensamiento de la antropóloga mexicana Rossana Reguillo: compara la sociedad de la moda pop con una reversión del modelo feudal. Desde ese punto de vista la construcción de Testino apela al uso de los lideres de imagen –Madonna y todo el star system— que actúan como señores. El consumidor de este sistema de la moda queda en el lugar del siervo y el vasallo, que se mece al ritmo de las olas creadas por los medios. Testino interpreta como nadie el simbolismo de estos iconos deseados y seguidos por millones de jóvenes fashion victims que aspiran a ser como ellos, pertenecer a esa nueva realeza que el logra retratar con su lente sudamericano. Testino ilumina con su flash un estereotipo de moda, lujo y elite que esconde por detrás otro mucho más trágico: el de la pobreza, la misera y los desplazados del mundo.
La visita guiada termina cuarenta minutos después en la última sala, frente a la única foto que refiere a Perú: una producción para Vogue en Cuzco con modelo entre llamas, cholas y altas montañas donde al fondo luce una carpa de explorador. El guía da algunos detalles finales y dice: ¿alguna pregunta?

— Sí — dice la señora bajita del maquillaje recargado —¿Mario Testino cuántos años tiene?

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Uno de los argentinos que más lo conoce es el artista plástico Grillo Demo, cuyos collages cuelgan en las colecciones privadas de estrellas como Madonna o Kate Moss. Hace trece años que son muy amigos. Testino vacaciona en Ibiza, donde Demo tiene una de sus residencias, y han colaborado en exposiciones y editoriales, como el especial de Argentina que Vogue Francia realizó en 2005 donde Demo intervino fotos de Testino con jazmines.

El crítico y traductor Daniel Gigena, amigo de Demo, reseñó In Your Face para el diario Página/12en uno de los textos más interesantes de los que inundaron los medios desde la inauguración. Dice, entre otras cosas: “Ciertas imágenes [de Testino], que a primera vista podrían ser consideradas de moda o del universo glamoroso de las celebridades o la gente vip, funcionan, con el paso del tiempo, como documentos de una tribu occidental amante del lujo, de la lujuria y, por qué no, también del ridículo. En ese sentido, que no es sólo simbólico, la sede del Malba parece el lugar apropiado para la muestra. Meeting point de (aspirantes a) ricos, famosos e ilustrados, ha sabido entrelazar el arte con el espectáculo (y con el rendimiento económico), una fórmula sobre la que Testino podría dar cátedra ante ejecutivos de multinacionales”. Por transferencia, quizá, al menos esta reseña no pasó desapercibida a los ojos del fotógrafo. Pocos días después, Daniel Gigena recibía el catálogo carísimo, una caja de chocolates gourmet y una esquela donde bajo el nombre Mario Testino impreso (aunque con el aristocrático gesto de tachar con una línea de lapicera de tinta su apellido), el fotógrafo había escrito de puño y letra:

“Estimado Daniel, gracias por la atención.Mario”.

Testino, en cada uno de los detalles.

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A un mes de inaugurada, según los datos del MALBA cuarenta y cuatro mil personas pasaron por In Your Face. No es raro. En 2002, la primera retrospectiva de Testino batió records de visitantes en la National Portrait Gallery de Londres. En 2005, por la exhibición de la sesión de fotos con Lady Di, en el Palacio de Kensigton, pasaron más de 250.000 personas. “Me parece que este fenómeno se debe a que la mezcla de moda con personajes tan populares, en situaciones privadas y divertidas, hacen del conjunto una explosión de sensaciones muy atractivo a un público sediento de imágenes fabulosas”, dice Grillo Demo.

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En esa primera retrospectiva de 2002, la polémica se instaló en los medios ingleses. Mario Testino contó así la controversia de que sus fotos de moda llegaran al museo: “En un programa de televisión criticaron al director del museo, le dijeron por qué exhibía a un fotógrafo de moda, y sobre todo a un fotógrafo que ha sido comisionado por su trabajo. Y el director del museo dijo: los retratos están desde la época en que existe la pintura, y definen la época en que fueron pintados por cómo se viste la gente. Y en todos los retratos que están en este museo, alguien ha pagado para que un pintor los pinte. Eso es lo interesante de la moda, yo creo. A veces la gente la lee como una cosa fría, banal, superficial…pero es una de las cosas más importantes de nuestro día a día, de cómo nos sentimos y qué cosa queremos comunicar”.

La fiebre por Testino se enmarca en un momento donde la fotografía de moda, entre la creación artística y el comercio, ha accedido al lugar clásico de legitimación de cualquier arte: el museo. Grillo Demo no opina lo mismo: “Me parece que la fotografía de moda no gana ningun status al acceder a los museos, ya tiene el suyo propio. Simplemente, en los últimos veinte años las imágenes de moda son muy importantes en la vida de la cultura cotidiana. Están en todas partes, imposible no verlas. Así que no me sorprende que hayan llegado a los museos”.

Desde la mesa blanca de su oficina, en la planta alta de un enorme cubo de cemento que atraviesa toda una cuadra en Caballito y es su estudio, Gaby Herbstein dirá algo parecido: que la fotografía de moda es arte, y no porque ahora lo diga la institución museo. “Empezó con toda esta movida de los diseñadores, cuando el Metropolitan Museum of Arts se dedicó a grandes muestras de diseñadores, como la de Alexander McQueen o los diálogos imaginarios entre Miuccia Prada y Elsa Schiaparelli. Cuando fui a la muestra de McQueen hace tres años, salí llorando. No estaba en el subsuelo, en el Costume Institute, sino en el segundo piso. Eso ya me emocionó, pasabas por entremedio de esculturas de Rodin para acceder. Y era la muestra más visitada del museo. No había dudas de que eso era arte. Siempre lo fue, pero ahora los museos empezaron a incorporar la fotografía de moda en sus colecciones. Ahora está legitimado por los curadores de los museos, pero no por eso antes no era arte y ahora sí”.

Y eso, dice, le parece genial.

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Las instantáneas de In Your Face siguen amontonándose en las redes sociales día a día, la “fiebre por Testino” en Buenos Aires continúa.

Mario Testino está hoy en Perú, como presidente del World Monuments Fund para su país. Mañana no se sabe: nunca pasa más de cuatro días en un mismo sitio. Puede estar viajando a cualquier parte del mundo por sus encargos de trabajo, saltando de primera clase en primera clase. Puede estar en Londres por sólo un día rodeado de sus cinco guapísimos asistentes, sonrientes como modelos en pose para la foto. O de vuelta en un shooting exprés para su nueva serie, donde las modelos son retratadas con una toalla en la cabeza como la famosa imagen que el fotógrafo Herb Ritts le hizo a Elizabeth Taylor. Pero aunque la ubicación cambie, el mundo encantado que Testino controla hasta el último detalle, esa serie de instantáneas de su vida que podemos seguir a través de su Instagram, ese barroco latinoamericano que creó para el mundo a través de sus fotos, el que nos deja ver a través de la cerradura, impertinente y glamoroso, no cambiará jamás. 

Imágenes de la muestra In your face de Mario Testino: Prensa Malba.