Investigación: Agustina Pilar Gálvez.
El abrazo clave
Por Francisco Longa / Politólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
El sábado, después de la movilización popular a Recoleta, Cristina se abrazó con muchos dirigentes de movimientos sindicales y político-partidarios. Pero en Twitter, la primera foto que postea es la de su abrazo con Juan Grabois. Esto es clave. Es un reconocimiento a los y las dirigentes del Frente Patria Grande -la organización que representa Grabois- que estuvieron en la primera línea del conflicto desde temprano, pulseando con la policía y protagonizando la escena de tensión frente a las vallas. También permite analizar la participación del Frente Patria Grande en esa movilización, pese a sus diferencias con el rumbo del gobierno: exigen el Salario Básico Universal y señales para los sectores excluidos. Pero una situación tan aguda como la del sábado puso en suspenso los desacuerdos y colocó en primera plana el apoyo a Cristina Kirchner por encima de esas diferencias.
También hay que leer el apoyo de estos dirigentes en relación con las declaraciones de Grabois el día después, cuando cuestionó que el mejor escenario electoral sea Cristina candidata para 2023. Un giro interesante o, por lo menos, contra-intuitivo de Grabois, que sugirió que sería mejor un candidato o candidata más jóven.
La foto es una imagen que no debe ser cristalizada: expresa apoyo incondicional en una situación límite. También muestra autonomía política a la hora de pensar la estrategia electoral de Grabois y de sus conducidos.
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Lo que su mano dice
Por Cora Gamarnik / Comunicadora social, doctora en Ciencias Sociales e Investigadora del fotoperiodismo.
Máximo Kirchner levanta la mano en medio de un amasijo de policías con cascos y escudos. Su mano dice: paren, basta. El buzo gris se destaca entre el azul oscuro de los uniformes policiales, en los cascos se lee Policía de la Ciudad. En la imagen no hay solo un diputado nacional -presidente del PJ bonaerense, fundador de La Cámpora- yendo a la casa de la líder política de su espacio: hay un hijo que va a ver a su madre. En ese momento, alguien ubicado del lado de la policía mientras filma la escena, le dice: “¿Querés pasar, Máximo, la concha de tu madre? ¿Querés pasar, puto? La concha de tu madre vas a pasar”.
Humillar para provocar la reacción violenta en el mismo momento en que era filmado y fotografiado. Provocar para mostrar el espectáculo de su reacción a quienes miran la historia por TV, por las redes. Usar la palabra ‘puto’ para ofender, como sinónimo de cobarde. Mientras quien la dice se esconde tras los escudos y el anonimato. Los containers con escombros, las vallas, los gases, el camión hidrante y los insultos. Todo parte de un guión que permita hablar de violentos e inadaptados, de destrozos, de lo necesarias y profesionales que son las fuerzas de seguridad. Una parte de la opinión pública está en juego. Y una parte de lo que está en juego se dirime en las imágenes que se producen y se ponen a circular. En la celeridad de los acontecimientos hay poco tiempo para chequear. Descontextualizar, confundir, mostrar solo una parte, mentir y amedrentar también forma parte del plan.
Ante esto queda explicar, mostrar, demostrar, poner en contexto.
Actuar con inteligencia.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
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Como un encuentro de primeros ministros
Por Natalia Fortuny / Doctora en Ciencias Sociales, Investigadora Adjunta del Conicet sobre fotografía argentina contemporánea.
¿Cuál es la gimnasia visual de la unidad? ¿Será la pose, los pasos enseñados? La fotografía fue tomada en la conferencia de prensa que dio el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, acompañado por funcionarios de Juntos por el Cambio tras la represión de la Policía de la Ciudad contra los manifestantes en Recoleta.
A diferencia de la altura del registro audiovisual oficial de esa escena, la imagen muestra un plano ligeramente contrapicado, así las figuras se construyen ligeramente agrandadas y estáticas. María Eugenia Vidal es la única mujer de este recorte y lleva, como la mayoría de sus compañeros, un gesto repetido: seria, mira al horizonte con las manos entrelazadas delante del cuerpo.
En la fotografía resuenan otras imágenes vistas y en circulación por esas horas: los vallados, los agentes de seguridad filmando desde balcones privados, dos containers cargados de piedras llegando a una cuadra de Recoleta, la policía tirando gas pimienta. Acá los participantes observan a la distancia, siguen un patrón. ¿Querrá evocar aquellas fotos esquemáticas de encuentros internacionales de primeros ministros?
La imagen presenta un guión: hay indicación y cálculo. Y también: la construcción de aquello a lo que se opone, algo grande. No presenta una comunidad sino el despliegue de una distancia, pautada y coreografiada. Antes que la voluntad general de una multitud que obra, hay simplemente un retrato compuesto. Antes que una unidad, un vallado humano.
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Los vínculos en vivo
Por Ileana Arduino / Abogada por la Universidad de Buenos Aires con orientación en Derecho Penal, seguridad y políticas de género.
Un policía filmando manifestantes, una práctica estatal cuestionable por sus finalidades y sus implicancias históricas, regada por la compañía de una vecina que ofrece logísticamente su balcón recoleto, ahora devenido en base de operaciones. Ella se entusiasma videovigilando a la par. El detalle: su ropa color patrio. Imposible no conectar con tantas twitteras proponiendo arrojar aceite o agua hirviendo sobre la manifestación.
La foto nos regala una muestra de ese tan transitado vínculo socio-político-afectivo en vivo: el de la autopercibida buena vecindad -la gente de bien- con la policía, a través de la delación y el señalamiento. Una alianza siempre vigorosamente disponible ante la osadía de la procesión y vigía de quienes llegaron ahí para desplegar su subjetividad política y no excepcionalmente -como dice la canción- “con sus papeles de pobres” que les permiten circular por allí, uniformades si es posible, para limpiar sus casas, cuidar sus niñes o barrer sus confortables veredas. Se habla mucho en estos días de la historia que tienen las gestas populares. La foto permite evocar la otra, igual de recurrente, la de la relación entre desprecio clasista y disposición represiva.
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La política nacional entre dos impotencias
Por Ezequiel Adamovsky / Doctor en Historia por University College London y licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires.
La escena es parecida en la Bombonera y en el recital de Rosalía. Una expresión a favor de CFK y respuesta dividida: silbatina de unos, aplauso de otros. Los peronistas se suponen mayoría, pero saben que no tienen la hegemonía. Más aún, se imaginan parte de un movimiento que nació para quitarla a otros. Claro que es una tarea en la que nunca triunfaron: ganaron elecciones, pero nunca su visión alcanzó una verdadera hegemonía. Lo que no les quita la esperanza de lograrlo. Mientras tanto, compensan esa carencia con la alegría de “peronizar” espacios que no parecerían espacios para la política: el fútbol, un concierto, el barrio de Recoleta. Sienten un cierto placer malicioso imaginando la irritación que causan a quienes se sienten así invadidos. “Ustedes tendrán el poder, señora pelo de Cocker, pero se van a tener que bancar la marchita y el olor a choripán en su propio barrio, claro que sí”. Compensación simbólica; es lo que hay.
Del otro lado es parecido y diferente. Los antiperonistas también saben que la hegemonía les es esquiva. De hecho, no la hemos visto nunca en la Argentina, un país cuyas élites han fracasado una y otra vez en la tarea de asegurarse un dominio apacible. Pero, a diferencia de sus contrincantes, se sienten con derecho exclusivo a ejercerla. Sienten que la tuvieron y que todavía la tendrían, como corresponde, si no fuese por esa turba irracional que siempre aparece para complicarlo todo. Para ellos no hay alegría posible ni compensación simbólica que valga: viven la política como un despojo y el tiempo como una interminable decadencia. Su frustración se tramita en un creciente deseo de aniquilar al otro. Hay que asumir la grieta y llevarla hasta las últimas consecuencias.
“Son ellos o nosotros.” Se equivoca quien crea que esas palabras expresan un sombrío deseo que jamás podría materializarse. La barbarie acecha a la vuelta de la esquina. Así, entre dos impotencias, se debate hoy la política nacional. La hegemonía, cuando funciona, es silenciosa, casi imperceptible. Se abre camino, sin que nadie lo note, tanto en las canchas y en los recitales como en los juzgados y los sets de TV.