Conversación con Mayra Arena


"Tenés que estar despojado de todo para ser considerado pobre"

Dos intervenciones públicas de Mayra Arena, una charla TED y una entrevista en TV, la pusieron en el centro del debate sobre la pobreza y los discursos acerca de qué es ser pobre y quiénes hablan (en nombre) de los pobres. “Si no tenés un Estado que te garantice mínimas condiciones y una sociedad que te de las posibilidades de concretar esos sueños, de nada sirven la esperanza ni soñar ni un carajo”, dice Mayra en esta larga conversación con Pablo Semán y Cecilia Ferraudi Curto.

El episodio que protagonizó Mayra Arena todavía no ha decantado. La viralización de su charla TED (Tecnología Entretenimiento y Diseño) pareció ser un punto de ruptura, no total ni definitivo, del espiral de silencio que se le impone a las voces que reclaman por la situación material y simbólica de los ciudadanos que nuestra economía empobrece y luego estigmatiza. A los pobres se les impide hablar salvo que pidan disculpas, exhiban méritos o, al menos, tomen distancia de cualquier posición de reclamo por tímida que sea. Parece que el mundo prefiere al Tío Tom. La actuación de Mayra desafíó ese destino, volvió a poner en juego las preguntas por la desigualdad y la injusticia social y conmovió audiencias. Radios, revistas y canales de televisión intentaron contar con la presencia de Mayra Arena y en ese contexto ella aceptó participar en pocos espacios, entre ellos, el programa de Luis Novaresio en A24. Los odiadores profesionales y vocacionales se hicieron notar y las ilusiones de una empatía generalizada se agotaron rápidamente. Mientras la moneda sigue en el aire, conversamos con Mayra tratando de entender lo que había pasado entre ella, los medios y la sociedad.

Sabíamos que Mayra la había pasado bastante mal en los últimos días. Le preguntamos por esa situación y nos explicó que el martes fue a charlar con una de las personas que la había ayudado a preparar su charla TED. Así siguió la conversación:

Mayra: Ella me dio mucha confianza. La fui a ver porque yo estaba muy mal ayer y no quería saber más nada, o sea, prefiero volver a mi laburo de siempre y estar tranquila sin que me joda la vida nadie. Pero, bueno, la fui a ver y hay un montón de proyectos muy serios que a mí me están proponiendo, muy copados, desde el ambiente de la ciencia política, de hablar de pobreza seriamente, sin todo este show. El movimiento mediático por ahí ha sido un pequeño fogoneo para que me vea más gente, sin dudas, pero ya no me interesa seguir ni crecer ahí ni empezar a aparecer ahí ni figurar ahí porque es un ambiente muy doloroso, te lastiman, dicen cualquier cosa de vos. La verdad es que no. Fui a hablar con ella, ahora estoy mejor. Todo el mundo me dice lo mismo: que gente que odia va a haber siempre, trato de apoyarme en eso, en saber que no es que me odian por algo que yo haya hecho, o sea, no le hice nada a nadie, ¿entendés? Es increíble. Pero bueno, tratando de mentalizarme en eso, en seguir con lo académico.

Y contanos, con lo académico qué estabas haciendo, ¿qué te proponés hacer?

Hay muchas propuestas para dar charlas en escuelas, sobre todo en escuelas que sufren estas situaciones de violencia todo el tiempo. Donde los pibes es común que falten mucho, mucho ausentismo, mucha rebeldía, muchísima rebeldía posta, rebeldía incontrolable. Capacitaciones también para personal de hogares con pibes con estos problemas. La semana pasada estuve en un hogar maravilloso con pibes de entre 17 y 22 años. Y genial, primero yo puedo hablar como realmente hablo: es comiéndome las eses, o sea, hablando así nomás en un lenguaje totalmente distinto al que utilizo hablando con vos o hablando en los medios. Y nada, muchas historias parecidas, tenemos todos los mismos quilombos. Somos todos hijos de la violencia. Todos tenemos familias que nos tiran muy para atrás, que nuestros padres lo toman como una traición cuando te vas de la villa o cuando querés terminar el colegio. Y entonces es más difícil salir adelante porque tu familia te exige otra cosa. Eso es lo que más me gusta, ir a donde está el quilombo. A donde está ese quilombo.

Sí, al quilombo ese y no al de los medios.

No, no, no. Ya de entrada yo había dicho que iba a un solo programa de televisión, lo dije públicamente, elegí un programa que me pareció más o menos serio, dentro de lo serio que puede ser la televisión, que banaliza constantemente la pobreza, que romantiza la pobreza, que idealiza el sacrificio. Y que te filman y te ponen una música con un pianito y una lágrima acá te la enfocan y listo, sos la chica pobre y buenita. Y encima yo soy blanquita, esa es una identificación más fuerte que siente la gente e incluso muchos cuestionan mi pobreza y la veracidad de mi pobreza porque soy muy blanca para ser de una villa.

Y también te das cuenta de que es gente que nunca fue a una villa. Es gente que imagina que todos los villeros son negros de altas llantas y yo en el último texto que publiqué, hablo de mi hermano, que es negro, hablo de qué fácil fueron algunas cosas para nosotras, mi hermana y yo, y qué difícil fueron para él y qué distinta fue la crianza de mi vieja. Por ejemplo, a mi hermano, lo que digo en este texto, lo primero que le enseñó mi vieja fue que nunca use gorra porque le iba a traer problemas, que lo iba a parar la policía o que le iba a pasar algo. A nosotras nunca nos tuvo que enseñar eso. Primero porque somos mujeres, segundo porque somos blancas. Mi vieja es una mina que apenas sabe leer y escribir pero ya estaba pilla de eso. Ya estás pillo de a quién va a joder la policía. No necesitás ser ni sociólogo ni nada para ponerte pillo de blanco corre menos peligro que negro.

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Me quedé pensando en algo que dijiste antes, que te sentías más cómoda escribiendo que hablando y yo empecé a conocerte ahora que estalló todo pero después me fijé en facebook y vos venís escribiendo hace un tiempo. Te quería preguntar cómo nació eso, qué fuiste haciendo.

En realidad empecé escribiendo en facebook como quien escribe descargándose y escribí siempre pero antes no me leía nadie. De hecho muchas publicaciones muy viejas mías que ahora tienen varios compartidos y varios likes, esos likes son nuevos, son de gente que me stalkea hasta el 2015, 2014 y comparte y le dan me gusta. Pero en realidad en aquel momento a mí no me leía nadie. Me acuerdo que uno de los primeros textos “virales” fue “instrucciones para poner un bar cheto” y yo lo escribí, son similares a las instrucciones para subir una escalera de Cortázar, que es tan histórico ese texto. Y bueno, es muy chiquitito, son unas siete, ocho instrucciones para poner un bar cheto y doy consejos de que no esté revocado, que los chetos aman flashear pobreza y todo eso y tuvo no sé si 60 me gusta y yo ahí ya flasheaba influencer. Ese era mi pegarla. Pero fue la primera vez que algo tenía tanta aprobación, algo que yo escribía. En general siempre pasaba muy inadvertido. Y el texto que más rompió con ese no me leían ni mis parientes fue “El beneficio de ser pobre”. El título es un poco capcioso, hablo de que la marginalidad es mucho peor, mucho más dura y mucho más difícil de romper que el círculo de la pobreza. Y a partir de ahí empiezo a tener muchos lectores (o muchos para lo que era yo, digamos) y ese fue el comienzo de todo, ese texto.

¿Y qué querías lograr con esos textos? Un poco ironizar.

No, lo que quería lograr era un poco esto. El título es tramposo. Yo no soy de la idea de escribo para mí. Yo no soy hipócrita: a mí me gusta que me lean. Entonces uno se rompe la cabeza pensando, porque no es fácil que la gente te lea en internet. Hay tanto para leer que por qué te van a elegir a vos para leerte. Y bueno, el título obvio que me rompí la cabeza pensando cómo le puedo poner. Pero la realidad es que sentía un hartazgo del típico argentino que te dice “mi abuelo vino con una mano atrás y otra adelante y salió, nunca pidió un plan”. Esa gente nunca se actualizó con los precios de los terrenos. Nunca se actualizó con los derechos laborales. No cayó en que estamos en otro siglo, que ya no es así. Y también planteaba esta diferenciación que hago entre pobreza y marginalidad porque son estructuras totalmente diferentes. Estar empobrecido no tiene absolutamente nada que ver con nacer en un contexto de pobreza estructural, donde tenés un escasísimo nivel académico de tus padres y ya vas a la escuela con todas las de perder; tenés una subalimentación, que no es una desnutrición, pero estás subalimentado porque estás criado a polenta. Nosotras, mi hermana y yo, tenemos consecuencias de esa subalimentación. Yo soy asmática, ella es reumática. Que una piba tenga reuma desde los quince años no es una cosa cotidiana. Yo tuve hepatitis cuando era chica y se enteraron recién ahora que me hice unos análisis. Todo ese tipo de cuestiones de salud, de falta de salud, de falta de calidad de vida, falta de calidad educativa, falta de calidad en la infraestructura (que se inunda todo. que el piso es de tierra…). Toda esa pobreza es multidimensional. No es lo mismo que la pobreza a secas, que no tener un mango. No es lo mismo. Entonces en ese texto hablo de las diferencias entre marginalidad y pobreza. Cuando uno vive en los márgenes, es muy difícil que logre avanzar en el sistema. En la pobreza, no. A ver, no digo que sea fácil ni mucho menos, es un montón de sacrificio, pero al menos se tiene noción de esos sacrificios y se está incluido en el sistema. En los márgenes ni siquiera eso.

¿Cómo fue el proceso por el cual te conectaste con el grupo que hace las charlas TED? ¿Cómo llegaste a las charlas TED?

No es que yo llegué a ellos, ellos me contactaron a mí. Me escribe una tipa que le había gustado mucho este texto mío y uno que escribí después y que querían saber si me interesaba dar una charla de pobreza de cualquier tema libre que yo quisiera pero que tenía que ser una idea específica. Porque, bueno, ese es el objetivo de las charlas TED: dejar una idea. Obvio que me rompí la cabeza pensando también. Yo soy de una ciudad full full derecha pero con decirte que acá los cartoneros tienen prohibida la entrada al centro, sólo pueden entrar después de las diez de la noche, es como que se los tapa. Muy a lo Susanita de Mafalda, ¿viste? una se da cuenta y es bastante chota, bastante prejuiciosa. Yo soy de acá y hay cosas que tenemos los que somos de acá que no nos identificamos con la derecha, pero tenemos cosas de derecha porque esta ciudad te envuelve en ese pensamiento y bueno, la idea era responder un poco a todas las generalizaciones que se hacen sobre los pobres, sobre el consumo, los hijos, la violencia, era un poco más extenso pero la quise cortar por un tema de la atención de las personas, no dura mucho y prefiero que esté corto y no que sea largo y todos se pongan a mirar el celular. Así que bueno, quedó lo que quedó.

¿Pero vos ya habías hablado en público antes?

No, no. Jamás, de hecho creo que se nota.

No se nota.

No, de hecho para mi es de mucha sorpresa que haya tenido tanto éxito porque sinceramente no me parece una charla tan buena, no es que descubrí la penicilina. Para mi hay charlas mil veces mejores con menos visualizaciones. Pero bueno, por ahí estamos en un momento. Viste que los argentinos con la pobreza tenemos un tema, por ahí por eso, que esta semana no se prendió fuego el país con el tema del dólar, estaba más tranquilo. Eso es como un viento de cola. No sé qué fue lo que pasó. La verdad es también un poco de suerte. Sinceramente con una mano en el corazón a mí no me parece una charla reveladora como la describen. Pero te lo digo sinceramente. Para mi estoy teniendo demasiada suerte. Por eso lo tomo todo con pinzas.

Estás estudiando ciencia política, ¿cuándo empezaste?

En 2014 arranqué. Estoy con materias de tercero y de cuarto.

¿Qué recursos en la carrera te sirvieron para pensar la charla?

Más que nada lo que ha mejorado la carrera en mí es el lenguaje. Porque es una carrera en la que te la pasás leyendo, es una locura. Es leer y leer para no llegar a una definición de democracia, porque al final no hay ninguna que sirva. Terminás leyendo a todo el mundo y resulta que después nadie tiene la posta. Eso es lo que pasa con las humanidades, que yo cuando entré a la carrera pensaba sí, yo voy a sacar a este país adelante. Yo la tengo re clara y esto es para aprender un poco de economía. Resulta que más estudiás, más preguntas te hacés y menos clara la tenés y menos entendés de nada. Eso es lo loco de estudiar humanidades, que lejos de tener respuestas, tenés preguntas.

Y es una carrera muy interesante que me ha ayudado mucho en el lenguaje, en bajar los humos también, te da mucha diplomacia. Antes me decías algo de la Argentina y te quería re cagar a piñas. Me decías algo de Maradona y te quería re cagar a piñas. La carrera te da como un eje zen. En realidad la carrera de ciencia política es para diplomáticos, yo no pretendo serlo ni mucho menos pero te aplaca muchísimo. Te aplaca porque te baja de ese pony de la ideología y del nacionalismo con el que en general entrás a ciencia política y te hace ver que en realidad todo es mucho más discutible de lo que pensabas.

¿Cómo se te ocurrió estudiar ciencia política?

Siempre quise, en realidad no estudiar política porque sinceramente cuando era chica no sabía ni que se estudiaba, pero la política es algo que me apasionó desde siempre. Con decirte que en el 2001 yo tenía nueve años y lloré el día que renunció Rodríguez Saá. Era fanática porque a mi me habían inculcado no pasión por la política ni mucho menos. Pero mi abuela me decía que en San Luis no había pobres. Que Rodríguez Saá era un tipo que le pedías una casa y te la daba. Mi abuela me lo había puesto como que él iba a sacar el país adelante e íbamos a dejar de ser pobres. Y el tipo duró un día y presentó la renuncia. Lloré toda la noche pero toda la noche, y escribí en un cuadernito gloria que yo tenía, entre muchas comillas, mi diario, escribí: hoy renunció Rodriguez Saá, el presidente. A los diez años me escapé de casa para ir a una marcha para pedir justicia por una pareja asesinada acá en Bahía Blanca. Fue un caso que revolucionó la ciudad, fue un antes y un después de este doble homicidio, que fue un ajuste de cuentas porque la piba era hija de un comisario, fue muy turbio, se tardó muchos años en llegar a la justicia. Y bueno, en una de las marchas que llamó la mamá del varón, fui, me escapé de mi casa y cuando volví mi abuela me pegó una sacudida, porque bueno, me escapé, me fui al centro a cantar el himno, qué se yo, y había mucha gente con velas. Tengo recuerdos muy confusos porque tenía diez años. Pero había mucha gente con velas y nada, tengo ese recuerdo y después me volví a mi casa. Pero desde siempre con la política. De grande me enteré que existía la carrera e hice todo lo posible por encontrarla, porque acá en Bahía Blanca no está.

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El secundario es un momento muy crítico, todo el mundo quiere abandonarlo. ¿Vos cómo fue que te agarraste al proyecto de terminarlo?

Sí, yo dejé la escuela a los trece años. Yo ni siquiera tenía la primaria. Pero bueno, la dejé con mucho dolor por el tema, en casa estaba mi padrastro que era un hijo de puta. Entonces había mucha violencia en mi casa, yo no quería vivir más ahí. Entonces me metí con un tipo grande, grande posta, y bueno, me fui con él. Me fui a vivir a la casa de él. Entonces yo tuve que dejar la escuela porque si yo no la dejaba, él iba a ir en cana o a mí me iban a hacer volver con mi vieja y con mi padrastro, y yo antes que volver con mi padrastro me mataba. Entonces dejé la escuela para que no descubrieran que me había ido de mi casa. Y en aquella época y sobre todo en el ambiente, o sea, hay una naturalización por parte de la docencia, de que un pibe o una piba como yo va a dejar el secundario. Nadie fue a buscar a mi vieja o a buscarme a mí. Yo creo que si un pibe de clase media desaparece del secundario, a los tres días llaman por teléfono a la casa. Ni a mi casa ni a la de mi vieja llamó nadie. Es como que ya se sabía que yo iba a dejar y ya está, nadie me buscó. Y bueno, la dejé, como te decía, con mucho dolor porque siempre me había gustado estudiar, siempre me había gustado. Y bueno, al poco tiempo quedé embarazada. A los catorce tuve a Joa, imaginate, volver a la escuela de pibes era imposible porque yo ya tenía a Joa, y estudiar en la de adultos era imposible porque en aquella época te aceptaban desde los diecisiete. Así que quedé ahí re colgando del sistema, resentida, fue una época muy chota. Mucha changa, mucho laburo de mierda, mucho negreo: vender perfume puerta a puerta, laburar de cadeta, de cobrar puerta a puerta cuotas para algún club y te pagan el diez por ciento. Mucha changa, mucho rebusque del día a día, muy inestable todo. Después a los dieciséis tuve un buen laburo, a los dieciocho tuve un mejor laburo, y a los diecinueve mi hijo arranca el colegio y entonces tengo tiempo para yo terminar el colegio. Y ahí arrancamos el colegio los dos.

Y después terminaste a los veintidós y te metiste a la carrera.

Sí, correcto. Terminé en el CENS, es un sistema que te permite terminar el secundario por módulos. Ponele yo tenía que hacer seis módulos de matemática porque yo no tenía ningún año metido. Después tres módulos de economía, porque yo elegí... justo había una orientación divina que se llamaba política pública que tenías economía, derecho, sociología, son materias fabulosas, me sirvieron sobre todo en primer año de la carrera. Y bueno, como era por módulos, en dos años terminé todo. Me puse las pilas y siempre tuve facilidad también para el estudio.

En la charla distinguiste pobreza estructural y pobreza esporádica. ¿Por qué usaste la idea de pobreza esporádica? ¿Y cómo pensaste esa idea?.

Fue pensado medio rápido. La charla TED, y esto no me avergüenza decirlo, busca siempre que el público sienta empatía, que el público te escuche y se abra. Porque es cuando verdaderamente una charla tiene éxito. Si el otro está cerrado y te escucha simplemente, es una charla más. Si lográs que el otro se abra, va a ser una charla exitosa. Por eso todas arrancan con una anécdota que hace reír o hace llorar pero que sensibiliza al oyente. Es como un manual que se sigue. Yo uso la anécdota del baño. Después siempre hay que lograr que el público... a mi es una corrección que me hizo TED. Ya habrás leído algo de lo que escribo, soy muy clasista, soy muy de decir “los villeros somos esto y ustedes son aquello”. Suena mal la palabra clasista pero soy clasista, es un análisis de clase lo que hago. Me han acusado, me lo han dicho como crítica y me lo han dicho sin maldad o me lo han dicho de muchas maneras, pero mi análisis es de clases y entonces yo uso todo el tiempo ustedes y nosotros, que es muy chocante. La gente de TED me sugirió que no usara eso, pero yo no puedo renunciar a lo que creo. Porque yo creo que sí la pobreza es nosotros, de hecho yo hoy, acá podés ver mi biblioteca, vivo en una casa de material, quizás no soy tan pobre, pero nunca me voy a sentir de clase media. O sea, yo soy pobre porque soy el pasado que tengo. Es mi forma de verlo, y como yo no quería renunciar a ese ustedes y nosotros pensé “puta, ¿cómo puedo hacer para que el público se sienta identificado en alguna parte?”, porque seguro no había marginales ni villeros porque era un público de clase media. Entonces se me ocurrió esto de la pobreza esporádica, porque quién no habrá estado cerca de la pobreza en la Argentina, o sea quién no habrá estado a riesgo de caer o su viejo se quedó sin laburo, y por eso uso esa frase de comer fideos y arroz por un tiempo. El de clase media que se queda sin un mango lo único que sabe comer es fideos y  arroz. Los pobres tenemos otro rebusque y sabemos cocinar con mucho menos, con lo que otros tiran y comemos aunque no tengamos un mango pero el que no conoce esa vida, el empobrecido, la pasa como el orto, porque no sabe sobrevivir. Entonces me pareció que una manera de incluir al público sin renunciar a mi clasismo entre comillas, era hablar de esta pobreza esporádica. Era decir: bueno, hay gente que por momento de su vida fue pobre o la pasó mal pero no tiene nada que ver con esta pobreza estructural, con esta pobreza como modo de vida en todos los costados y en cada ámbito de la vida. La idea era esa, incluir al público, y quedó eso. Después lo desarrollé en un texto que lo titulé “quién la pasa peor”, pero ahí hablo de los empobrecidos.

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Sí, ese lo leí.

Lo inventé sin querer y me terminó gustando un montón y lo desarrollé más. No sé si tuviste tiempo de leer ese texto pero es uno de mis preferidos ahora.

Te digo la verdad, a mí me gustó mucho la distinción que hacías, me parecía que explicaba muchas cosas, y no sabía que tenía ese origen. De tratar que los otros se identificaran.

Nació por casualidad y después lo terminé desarrollando un montón. Nació por casualidad y después fue genial, como mi hijo (risas). Más o menos así, fuera de joda, pero sí, fue una casualidad pensando en el público y después me di cuenta de que está lleno de empobrecidos, que está lleno de pobreza fuera de acá, y que es algo para seguir investigando y desarrollando.

La experiencia ahí en el programa de Novaresio, porque ese yo lo vi pero no sé cómo te sentiste vos, ¿cómo fue el contacto?

Yo me sentí sospechosamente bien tratada, demasiado bien, no sé qué onda.

¿Por qué pensabas que te podían tratar mal?

Porque Novaresio es de derecha y yo he dicho públicamente que soy peroncha. A ver, es un tipo serio, no me iba a pegar bajo, pero esperaba un acorralamiento o un cuestionamiento más profundo, más serio, y no, al contrario, me dio total libertad para decir lo que yo quería.

Estaban Felipe Solá, Inés Estévez, ¿el diálogo con ellos cómo fue?

La verdad todos re macanudos. Inés Estévez me dio su teléfono, Novaresio también, vino y me dijo este es mi teléfono por lo que necesites. No sé, como que demasiado cariño, demasiada buena onda, está todo bien, obvio que no voy a desconfiar ni nada pero tampoco lo tomo como… no creo en subir en ascensor. Porque después bajás por la escalera. Por eso no quiero ir más a tele ni nada, me quedo con las propuestas académicas que tengo y me parece que es ir más despacio pero con un currículum más serio que aceptar ir a los programas y wow en dos días ya soy conocida. Esos pases rápidos, esos pases VIP, me parece que siempre terminan pasándote una factura que no está nada buena y yo estudio ciencia política, es algo más serio, no quiero ser bailarina. No es mi intención ser famosa. Mi intención es ser mínimamente respetada. Todo eso tiene un proceso más lento. O eso creo yo, después vamos a ver si se da o no se da.

Vos hablabas antes del impacto que tuvo toda tu charla, de cómo fuiste pensando los distintos temas, a mi me surgía con quién los charlabas porque hay toda la elaboración que vas haciendo, lo de buscar los ejemplos que sean tan vívidos que a los otros les impacte.

Fue todo de mi autoría. Todo todo todo. Lo único que hay en que me ayudaron, que fue una sugerencia y yo lo metí, fue cuando digo ustedes se preguntarán por qué una piba que vive así está acá y es una pregunta legítima. Porque la chica que me llamó para la charla me sugirió que agregara cómo estoy ahí dando una charla porque si no la gente se siente desencajada, si tuviste esta vida, por qué no estás así viviendo como todo lo que describís, y en cambio estás acá, dando una charla.

Yo pensaba más en algo previo. No en la charla TED, sino en lo que vos ya fuiste escribiendo antes como con quiénes charlabas las primeras cosas.

No entiendo la pregunta.

Por ejemplo, vos decías: ustedes se preguntarán por qué no salimos de la pobreza, ¿te acordás? Entonces un poco la pregunta que tenemos es: esos temas que vos pusiste en la charla, los tenías previamente pensados a lo largo de todo este proceso en el que vos fuiste publicando en facebook; cuando publicabas en facebook, conversabas con alguien o buscabas lecturas, porque son temas que vos tenés muy elaborados y para elaborarlos hace falta conversación, discusión, lectura. Esa era un poco la pregunta.

En realidad el tema de los prejuicios, el tema de por qué tenemos hijos, viene mucho del odio que hay en las redes y la pregunta surgió hacia mi vieja en las redes después del texto “El beneficio de ser pobre”. Todos me decían: “tu vieja es una puta, para qué se abrió de patas, para qué tiene tantos hijos, nunca lo voy a entender”. Bueno, ahí quedó esa herida. Lo de las zapatillas vino desde hace mucho por una vuelta que yo estaba en un laburo y vino una mina a pedir, a manguear y la que estaba conmigo laburando dice: “esta viene a pedir y ¿vos viste la campera que tenía?”. Como que no se puede tener algo. Y bueno, uno después lo ve repetidamente. Esa fue la primera vez que me había hecho el click de que no podés pedir si tenés algo todavía. Tenés que estar despojado de todo para ser considerado pobre. Si tenés un celular o si tenés DirecTV en el rancho, entonces no sos tan pobre, sos jodido o algo sospechoso hay. El consumo de los pobres se cuestiona como si no fuera común a todas las clases o a muchas personas de distintas clases consumir más de lo que te da el cuero, como si mucha gente de clase media no tuviera la tarjeta que revienta y eso es vivir, como dice nuestro querido Presidente, por arriba de nuestras posibilidades. Entonces si se cuestionan a los pobres, por qué no se lo cuestionan a otras clases. El odio se concentra siempre en el pobre. Pero bueno, no podía ampliarme tanto, entonces lo que hice fue responder simplemente por qué hacemos eso los pobres. Después cuando tuve la posibilidad en lo de Novaresio amplié esto pero bueno, la charla TED es una charla corta y sólo te permiten abocarte en un tema. Y bueno, esos prejuicios los padecí siempre, los viví siempre. Lo de la violencia también y yo fui muy violenta hasta los doce, trece años que me fui de mi casa, yo era una piba conflictiva, no conflictiva, a ver... capaz cagaba a palos a una piba y no me había hecho nada, pero yo le tenía bronca. Por eso digo que somos violentos de la nada, que no creo que sea una generalidad, somos una absoluta minoría, los pobres violentos con resentimiento, pero somos, existimos, en vez de negarlo, en vez de idealizar al pobre como muchos hacen, me pareció que estaba bueno explicarlo. Que en realidad no es de la nada, que vos tenés bronca por otras cosas y la canalizás como podés.

Pero pensemos una cosa que vos dijiste que es un poco que todas tus respuestas son a heridas recibidas, que armaste tu charla y tus escritos como respondiendo a ofensas, no sé si eso te parece que es más o menos así, ¿cómo lo ves?

Son esas cosas que me doy cuenta que digo cuando alguien me dice que las digo. Capaz que las tiro y, evidentemente, si las tiro, es por algo. Sin dudas que son heridas y siempre hay mucho dolor. Y siempre digo que el resentimiento no se cura sino que uno aprende a canalizarlo, si es que aprende, a sacarle un provecho. Pero sí, una de mis heridas más grandes es la mirada del otro cuando estaba embarazada. Cuando era chiquita y pedía, no me miraban mal y, como siempre digo, porque soy blanquita. Los blancos damos lástima y la gente nos trata bien y nos dice: vayan para la casa, cuídense, vayan a la escuela, ¿cómo se llaman? La gente te trata bien. No sé si tendrán la misma suerte los varones, y sobre todo los negritos, porque por algo el resentimiento que se acumula en los varones es muy distinto al de las mujeres. Cuanta más lástima nos tienen, mejor nos tratan y después somos menos resentidas. Yo cuando más resentida me hice, fue cuando tuve a Joa que la gente me miraba mal, con mucho desprecio.

Igualmente lo de los colores y las razas es para un análisis serio, ¿no? Ustedes que son antropólogos, no sé si tienen información o bibliografía pero realmente yo juro cada día que los argentinos somos mucho más racistas de lo que pensamos y yo he salido beneficiada por ese racismo porque soy blanca, y también puede tener que ver con que hoy los medios me escuchen tanto, soy una pobre linda, si se quiere o más o menos linda, entonces eso te abre más puertas.

Yo tengo recuerdos de mi vieja, mi vieja es muy flaca, muy bajita, mide 1,40 y siempre que iba a la ANSES o que iba a hacer un trámite la trataban mal, la hacían esperar cualquier cantidad de tiempo, y después íbamos mi hermana y yo, que somos un poco más altas, un poco más despiertas y a nosotras nadie nos trataba mal. El argentino (las personas, pero yo hablo de Argentina porque es acá donde vivo) discrimina mucho por la imagen, pero no tengo datos serios como politóloga, no tengo un análisis serio porque esto te lo digo desde el vamos, de mi análisis de cómo les fue a los de mi barrio que pedían conmigo y cómo me fue a mí. ¿Y cómo puede ser que a mí me haya ido tan bien? ¿Por qué a mí me dieron tantas oportunidades y a los otros no? No creo en la meritocracia. Creo que uno es las oportunidades que tiene. ¿Por qué a mí me dieron muchas más oportunidades que a los otros? No me lo voy a dejar de preguntar nunca y estoy segura de que mi piel tuvo mucho que ver en eso, aunque sea doloroso y aunque sea algo que me avergüence. Pero estoy segura de que tuvo mucho que ver en eso.

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Una de las cosas que vos decís en “El beneficio de ser pobres” es la relación con la esperanza, diferenciando entre los que no tienen esperanza y se quedan siempre en el mismo lugar, y los que sí pelean por salir.

Creo que la mentalidad tiene mucho que ver, por supuesto que por más esperanza que tengas si no tenés oportunidades alrededor y si no tenés un Estado que te garantice mínimas condiciones y una sociedad que te de las posibilidades de concretar esos sueños, de nada sirven la esperanza ni soñar ni un carajo. Lo que pasa es que muchos resaltaron esa parte, que en esa carta yo resalto mucho la parte de la esperanza, pero me parece que es injusto que se la analice como una proposición politológica cuando es una carta que escribí en facebook y por ahí tiene algo de bazofia sentimental. Ese día me estaría por venir o estaría más maricona que de costumbre y hablo de esto de la esperanza y qué sé yo. Y es así, pero no lo digo dentro de un contexto de discutir propuestas económicas porque sería perverso, lo digo en una carta en mi facebook. Entonces me parece que siempre tiene que ser tomado como eso, como algo que escribí en facebook. Lamentablemente muchos medios, con mucho poder de comunicación, lo tomaron como una especie de modelo económico posible. La Nación, sin pedirme permiso ni para publicarlo, lo tituló “las claves para dejar de ser pobre”. O sea, una perversión pensar que la clave para dejar de ser pobre es tener esperanza. Por supuesto que hay una mentalidad que tiene mi vieja que es una mina que no laburó nunca ni va a laburar nunca que es una mentalidad similar a la que tiene el padre de mi hijo, que no laburó nunca ni va a laburar nunca y tiene sesenta años y no va a cambiar ya a esta altura. Entonces creo que existe una mentalidad de resignación. Pero ponerlo dentro de un marco politológico o como un esquema político, me parece perverso. Es algo que hicieron los medios de comunicación. Yo escribí una carta en facebook y tiene que ser tomado como eso. Como una carta que escribí un día que estaba sensible. No lo podemos plantear como modelo económico ni político ni muchísimo menos. Me parece que se le dio más dimensión de la que se le tendría que dar. Y bueno, lamentablemente ya lo escribí y ya trascendió y no decidís qué es lo que trasciende de lo que escribís. Lo decís y pasa o no pasa. Entonces bueno, lamentablemente quizás quedó lo que yo menos quería que quedara. Yo lo que hablaba en ese texto es de que mi vieja ha aceptado la pobreza y no encuentra ni tampoco busca maneras para romper esa pobreza porque el cuadro ha sido tan potente, tan envolvente, que no se imagina que es un círculo que ella hubiera podido romper. Eso sería lo que llamo marginalidad. Los que vivimos en la pobreza por ahí sí podemos imaginarlo, porque tenemos como la esperanza de salir.

También ponés esas conexiones en el texto, por lo menos lo que yo me acuerdo, que decís de la vecina que te dice que sigas estudiando. Y las conexiones van apareciendo. Esto que estás diciendo del cuadro envolvente y cómo se va rompiendo, vas mostrando esas vías desde la escuela, lo institucional hasta los lazos más cercanos. Lo vas mostrando en el texto esto que estás diciendo ahora.

Sí, sí, pasa que, bueno, cada uno lee con sus anteojeras y siempre de cada texto los dos podemos interpretar algo muy distinto. La Nación resaltó esto de que la esperanza era lo importante y lo tituló las claves para dejar de ser pobre. Después los diarios más populares no, lo encararon como a mí más me gustaba, era como, mirá, ser pobre no es un beneficio, es chotísimo. El título es irónico, me entendés. Entonces cada uno lee con las anteojeras que quiere ver y por supuesto si el texto lo tomás literal, sí, hay una parte que parece como que el esfuerzo y yo también a veces romantizo el esfuerzo. Sí, también, puede ser. Pero no quiere decir que conscientemente lo proponga como modelo, no es algo que me parezca copado, en absoluto.

Quizás lo que trae mucha repercusión es que hablaste a través tuyo y aparecieron los pobres o algunos pobres hablando en primera persona y dando su versión, no la versión de los otros, no la de los que los odian.

Esa es una de las cosas que más me molesta de la ciencias políticas o sociológicas, que estudian mucho la pobreza pero siempre desde afuera, siempre desde gente que ha tenido el privilegio de estudiar y porque estudiar es un derecho si nacés en determinado sector pero si nacés en pobreza estructural es un privilegio. Yo me siento privilegiada por poder estudiar. Pero sí, es una de las cosas que me rompe las bolas, que siempre se diga los pobres esto, los pobres lo otro y es como que todos hablan por nosotros. Muchas ficciones ayudan a estigmatizar, muchos pseudo noticieros como Ciccioli. Estos tipos que fingen ir a la villa a mostrar cómo es la realidad y en realidad agarran al típico personaje del que hablo yo, el chanta chanta, el más poronga de los porongas y te hacen creer que todo es así en la villa, que todo es una competencia para ver quién la tiene más larga. Y no se habla de lo otro, de la solidaridad, de las amistades, de los valores, de lo que valen los hijos para nosotros, de un montón de cosas que no se muestran y que no se pueden mostrar y es más fácil mostrar lo otro, lo violento y todo aquello que la gente tiene en mente que es el villero. Y como la gente tiene en mente que eso es el villero y no entiende por qué hace eso el villero, yo di en esa charla un intento de explicación de por qué los villeros que fuimos así, fuimos así (porque yo no puedo decir somos así ya, gracias a la educación que he tenido). Yo no tenía altas llantas, yo tenía un Pioneer adentro del rancho, que te tiraba el rancho, era un Pioneer de dos mil y pico watts y vos decís no tenía pañales para mi hijo (y te lo digo sin ponerme colorada: mi hijo usó pañales de tela) pero yo por mi equipo de música daba la vida. Pero es eso que necesitás para ser feliz y no se piensa en invertir la plata para salir de la pobreza, se piensa en ser feliz hoy. Y a mí lo que me hacía feliz todos los días era escuchar música al palo. Y bueno, tenía mi equipo de música que me hacía feliz todos los días escuchando música al palo. Y el que pasa por mi rancho, porque ahí sigue estando, sigue viviendo el papá de mi hijo, ahora vendió el equipo el hijo de puta, pero si vos pasabas y el equipo estaba prendido vos decías: “estos tipos no tienen ventanas y tienen terrible equipo de música, ¿cómo puede ser?” Y bueno, sí, a mí me hacía feliz eso y yo tenía eso. No pensaba: “oh no, invertiré este dinero en salir de la pobreza”. Yo quería ser feliz y bueno, lo que me hacía feliz era eso.

Y estas posibilidades de salir, ¿cómo ves la situación? Para pensar cuán abierto está o no ese círculo y qué posibilidades hay.

No sé si es tan fácil como decir voy con una herramienta que es como un martillo que demuele el círculo. Me parece que hace falta tanto de tantos sectores, yo tuve tanta suerte, primero fui a una escuela buena, a una escuela pública buena. Hay escuelas públicas que lamentablemente están tan atestadas por los quilombos, como la que fui yo en primer grado, la escuela de allá, de la villa. Ahí me cagaba a palos todos los días, me tiraba de los pelos, me agarraba del cuello. Siempre era violenta con violentos, y después mi abuela me cambió a otra escuela, a una escuela tranquila. Y esa escuela me bajó los humos. Porque yo era la única violenta, entonces no tenía a quién torear porque los demás pibitos eran re inocentes y eso me bajó mucho los humos también. Y esa escuela daba mucho más contenido porque las maestras no estaban ocupadas calmando el quilombo, tenían tiempo de explicar más, se cumplía la currícula. Después tuve mucha gente que era buena conmigo, me aconsejaban, me decían que la escuela era la clave, yo escuchaba mucho. Mis vecinos lo mismo. Hubo un montón de factores que hicieron que yo me amoldara a lo que es el salir adelante típicamente acá en la Argentina que es intentar estudiar, intentar laburar y que viera a mi vieja en ese momento como un monstruo, como una vaga, que nunca laburó. Y durante muchos años la odié a mi vieja por ese motivo, y eso me llevó a entender todo lo que ahora explico. En aquel momento para mí mi vieja era una vaga que nunca quiso laburar y que para qué mierda nos había tenido si nos hizo sufrir toda la vida. Pero bueno, ahora también lo puedo ver desde afuera, entre comillas, y lo puedo explicar.

¿Y ahora cómo la ves a tu mamá?

Como una víctima de la marginalidad. Como una víctima de la violencia de género también, como sufrió durante muchos años. Mi vieja era muy débil para sobrevivir a todo lo que le tocó. También yo me creo más poronga que cualquiera. Eso es algo que también tengo como una especie de ahí creérmela, porque fui a una escuela de clase media y ahí era la más poronga. En la villa al contrario, era más pelotuda. Pero cuando vas a una escuela de niñitos más educados, te ponés pillo enseguida. Pero mi vieja hizo lo que pudo con lo que tenía. Y tampoco voy a saber nunca si hizo todo lo que pudo. Quiero creer que hizo lo que pudo. No lo va a saber nadie. Cambió un poco ahora igual. No labura pero a mis hermanos los quiere, se calienta por ellos, les hace comida, en ese sentido está más consciente.

¿Y con tu hermana cómo va? Ella está estudiando para maestra, ¿no?

Si, le falta re poquito. Ella labura de limpieza y estudia magisterio, así que bueno, ahí está. Es re loco porque gana más de limpieza de lo que va a ganar de maestra pero bueno, así están las cosas en este país. En limpieza está ganando ciento y pico la hora y una maestra gana doce lucas por mes. Es una locura pero bueno. Obvio que no vas a comparar sacar mugre todo el día con trabajar en algo que te gusta y que amás (en el caso de ella, yo me rajo un tiro, en el caso de ella le encanta estar ahí enseñando). La verdad es que me pone feliz por ella. Es una mina que es un caño, laburante, buena mina, solidaria, mucho menos clasista que yo, mucho menos resentida que yo, porque ella se fue de casa a los nueve años, de los nueve para atrás encima, de lo que fue la vida conmigo, no se acuerda nada de nada, es como si hubiera nacido a los nueve años y sabe lo que vivió, no es pelotuda, pero se acuerda muy poco. Por las cosas que sufrimos medio que lo bloqueó. Viste que los niños tienen ese mecanismo de defensa. Y bueno, eso la hace ser menos resentida, menos clasista, todo lo malo que tengo yo ella es como una versión mejorada.

No, porque todo eso es lo que te hizo pensar en todas estas cuestiones y poder elaborar todo lo que hiciste digamos, no es lo malo que tenés vos. Y también te da medio fuerza.

Sí, sí. Eso sí, la fuerza de lo que es acordarte, de lo que viviste y tenerlo siempre presente. Nunca sería de esos piojos resucitados que no tienen pasado y se olvidan dónde nacieron, no, lo tengo demasiado presente y por eso soy tan rompe huevos con la pobreza, porque es algo que no olvido. No se puede porque cada vez que ves un pibe sufriendo no sólo sufrís por el pibe sino que lo revivís vos. Volvés a tu pasado.

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Mayra, esto que estás diciendo me hace pensar algo que es así. Perdoname si tengo una diferencia ahí, que es, la palabra resentimiento me parece que no le cuadra bien a lo que vos sentís. Me parece que es una palabra que te la ponés a vos misma para maltratarte porque me parece que más que resentimiento lo que tenés es memoria.

Bueno, te lo voy a robar cuando me digan resentida. (risas)

Conversémoslo, ¿es memoria, es resentimiento, es conciencia?

Puede ser que ahora sea más memoria, que yo esté menos envenenada. Antes yo era sí mucho más resentida. De hecho con mi pareja estoy hace cinco años, dos años de novia y tres de matrimonio y yo antes siempre me peleaba con él por sus padres. Los padres de él son re buenos, o sea los amo, la madre murió pero a mi suegro lo amo, no te puedo explicar cuánto. Y tengo una relación, mi suegro me llama y por ahí estamos una hora hablando por teléfono. Y yo antes siempre le decía cosas hirientes a mi pareja por los padres que tenía. O sea, vos fijate, eso es resentimiento.

Claro.

Hasta que un día mi pareja me dijo vos te la agarrás conmigo, con mis viejos, como si yo los hubiera elegido. Y eso es algo que le robé para la charla TED porque cuando me dijo eso, me dejó flasheando. Así como yo no elegí a mi vieja, él no eligió a sus viejos y también eso me ayudó a sanar mucho. Todo este odio, este resentimiento. De a poco se va convirtiendo en memoria como vos decís, todavía queda.

Claro, pero no es todo el tiempo lo mismo, ¿no? Me parece a mí. En algunos momentos hay algo que uno podría llamar efectivamente resentimiento y en otros momentos hay algo que es yo soy consciente, me siento ofendida, quiero explicarles otra versión del mundo.

Sí, puede ser. Es algo para ponerme a pensar un buen rato.