Fotos: DyN
Qué tienen en común Carolina Píparo, la mujer embarazada baleada en una salidera bancaria; la madre de Ángeles Rawson, la adolescente asesinada en Palermo por el portero de su edificio; y la madre de Lucas Rey, el joven muerto en el choque de trenes de Once? A primera vista, todos casos muy distintos. Pero estas mujeres se unen mediante “tres i”: inseguridad, injusticia e impunidad. Ayer, doce años después de las multitudinarias marchas lideradas por Juan Carlos Blumberg, la cuestión de la inseguridad volvió a ser el lema convocante en la Plaza Congreso de la Capital Federal, con réplicas en otras ciudades de las provincias. No hizo falta cortar calles aledañas y los puestos de merchandansing vendieron pocas remeras con el slogan de la convocatoria (“Para que no te pase” y sus versión en redes sociales #ParaQueNoTePase) o pins que decían “Basta de impunidad” o “Ni una menos”. Los vendedores de comida rápida ofrecían choripanes, pirulines, papas fritas y gaseosas, también con poca suerte. No hubo ni por asomo las 150 o 200 mil personas que supo aglutinar el padre de Axel: los cálculos más optimistas hablan de 5 o 7 mil personas.
Los familiares de las victimas llegaron temprano y se amontonaron cerca del escenario. Alzaban carteles y pancartas de todo tipo (se había solicitado no asistir con “banderías políticas”), en las que se destacaban grandes fotografías impresas, los nombres de las víctimas y sus asesinos. “Justicia por Lety, Basta de impunidad. Ley vial ya”, “Pilar presente”, “Basta de muertes en la clínica del horror de Quilmes”, “Kevin estamos con vos”, eran algunas de las decenas de consignas que competían por la atención de las cámaras televisivas. Cada víctima configuraba su propio altar: alrededor de las pancartas se ubicaban verdaderas familias completas: abuelos, padres, amigos, tíos, y hasta bebes que acompañaban el reclamo. “Es una tristeza que haya tan poca gente, pero es así, hasta que no te pasa no te das cuenta”, dijo una farmacéutica de Tigre cuyo hijo murió luego de una golpiza a la salida de un boliche. La mujer sostenía un cartel impreso en hoja A4 que decía “No quiero seguir perdiendo familiares”.
Más atrás se acomodaron los adherentes a la marcha, en su mayoría adultos de mediana edad para arriba. No portaban carteles ni consignas claras. Quienes ofrecieron su testimonio apenas repetían que apoyaban la convocatoria. Sara, de 55 años, vecina de Palermo, dijo que se acercó a la marcha espontáneamente: “Si todos aportamos un granito, algo es”. “Si seguimos así nos matan a todos”, agregó su acompañante. Los dos con el gesto adusto. “Lo que necesitamos son reformas, reformas en las leyes penales, en el sistema judicial y en el sistema penitenciario”, dijo otro hombre desde más atrás.
¿Quiénes son las víctimas reclamantes de esta marcha? ¿En qué consisten sus reclamos? ¿Cómo afecta el cambio de contexto político con el nuevo gobierno? La amplitud de la convocatoria, la diversidad de las víctimas, el poco ruido que produce esta confluencia, evidencia que la inseguridad amplió su capacidad de demandas, ya no solo vinculadas a casos delictivos.
Para que no te pase
Con fondo gris, el spot difundido por las víctimas convocantes repite un eslogan: “Para que no te pase”. Tesis sintética, contundente, que apela a la generalización que la inseguridad supo construir. ¿Qué significa “que no te pase”? “Creemos que no te pase es lo más importante, porque a nosotros ya nos pasó”, dice Carolina Píparo en Crónica TV. Viviam Perrone, de Madres del Dolor, explica el eslogan a partir de una afirmación amenazante “le puede pasar a cualquiera”.
La variedad de las víctimas convocantes a la manifestación y presentes en la plaza refleja la amplitud que en la última década ha adquirido la cuestión de la inseguridad. Esta categoría quedó instalada como una categoría descriptiva que permite dar sentido a hechos con diferentes relaciones con lo delictivo. Son víctimas y familiares de muertos por las mafias, el delito urbano, la corrupción (estatal y empresarial), la violencia machista, conflictos interpersonales, la irresponsabilidad vial. Son pibes baleados en los barrios, señoras de clase media alta asaltadas, policías caídos en cumplimiento del deber y niños atropellados. Se presentan como víctimas de “hechos evitables”, señalan al Estado como el agente que debe evitarlos y, en el peor de los casos, procurar reparar el daño.
Desde las escalinatas del congreso, de frente a los ciudadanos y de espaldas a los políticos, los periodistas Luis Novaresio y Lorena Maciel interpelaron a los poderes del Estado en nombre de las víctimas. Se trató de una convocatoria para exigir cuestiones tan definidas como vagas: prevención y control, un registro de víctimas, asistencia integral para las víctimas y cumplimiento efectivo de las penas. Para estas víctimas una manifestación indiscutible de “las tres i” supone el encontrarse en condiciones inferiores a los victimarios durante los procesos judiciales. Demandan “respuestas concretas”, desean “prevenir muertes evitables”, exigen “acompañamiento”.
Así, a pesar del carácter democrático que intentó expresar la marcha, no faltaron los pedidos de mano dura por parte de algunos asistentes que, apostados cerca del escenario, gritaban: “¡Que paguen los menores!”, “¡Que se pudran en la cárcel!”, “¡Basta de arresto domiciliario!”. Pedidos que eran acallados por coros que clamaban “justicia” o que entonadamente repetían el mantra “que no te pase”.
La apelación a la emotividad que atravesó la manifestación, que en general inunda al universo simbólico de las víctimas, permitió la unificación del reclamo. Un video en pantalla mostraba fotos de las víctimas, “de aquellos que no pudieron estar”. La cantante Marcela Morelo abrió el acto al ritmo de “Argentina te quiero”, luego Julia Zenko cantó “Honrar la vida”. Ambos momentos habilitaron las lágrimas sentidas y los aplausos sostenidos. “Es la sensación de injusticia, de impunidad, de ver como tapan todo”, dijo, con ojos humedecidos, la mamá de Leticia Allo, atropellada por un conductor alcoholizado que se dio a la fuga.
Seguridad, divino tesoro
Durante los primeros meses de gobierno del presidente Macri, las encuestas de opinión pública ubicaban a la inseguridad como tercera o cuarta preocupación ciudadana. En la cima se erigían los problemas económicos, e incluso algunas consultoras posicionaban antes que a la inseguridad al problema de la corrupción. Los argentinos parecían no estar ya tan preocupados por los índices delictivos como durante la década precedente. La encuesta de la consultora Grupo Opinión Pública de junio 2015 mostraba que 81,7 menciones referían a inseguridad y apenas 30 a inflación. En enero de 2016, las problemáticas estaban casi equiparadas: 64 menciones referian a inseguridad y 57,9 a inflación. A resultados similares llegaba la consultora Analogías: la preocupación por la inflación (20,3 %) se ubicaba casi a la par de la inseguridad (22,6 %). También los trabajos de Rouvier y Asociados aseguraban que el factor socioeconómico, y dentro de él, la inflación, era el que más subía en el corto plazo, incluso más que el factor inseguridad.
Sin embargo, en el último mes, con colaboración de los formadores de opinión, la inseguridad volvió a ocupar el centro de interés de las agendas mediáticas y públicas. Más que un caso conmocionante, o un puñado de acontecimientos estruendosos, se configuró una ola alimentada por dos vertientes. Por un lado, una “seguidilla de hechos graves”, una secuencia de violencia que parece incrementarse, con epicentro en el conurbano. A partir de agosto, diferentes hechos de inseguridad que incluyeron víctimas fatales fueron problematizados públicamente, al punto que derivaron en manifestaciones de vecinos en demanda de urgentes medidas al Estado. Dos casos como ejemplo: el asesinato de una almacenera en Merlo, a pesar de no haber ofrecido resistencia al robo, o de un joven víctima de una “entradera” en Escobar. Por otro lado, una serie de casos de “justicia por mano propia”: tres víctimas de asaltos en territorio bonaerense que terminaron matando a sus victimarios y se convirtieron en imputados de homicidios. Son reconocidos por sus profesiones: “el médico”, “el carnicero” y “el remisero”. El debate, en términos esquemáticos, se desató entre quienes aseguran que estos sujetos “actuaron bien” y aquellos que sostienen que “sólo la justicia debe castigar”. Es, al fin de cuentas, una disputa pública que se nutre o se justifica en la falta de justicia (en la “sensación de impunidad”), en la ausencia de confianza en las instituciones, en un sentido de desprotección por parte de las instancias estatales.
Las últimas encuestas muestran un giro. La inquietud por la situación económica cede ante una mayor preocupación por la inseguridad, que por primera vez en seis meses es considerada como el principal problema, despojando del podio a la inflación. Por caso, la encuesta de la UCA recientemente publicada termina de cerrar el sentido: asegura que en el último año uno de cada tres hogares fue víctima de un delito. Además, entre 2010 y 2015 la encuesta ubica al sentimiento de inseguridad siempre por arriba del ochenta por ciento. La gente tiene miedo, coinciden la opinión encuestada y mediática. Por eso, en términos representacionales, la inseguridad se encuentra instalada como un esquema de percepción, como una categoría descriptiva que permite agrupar en su seno hechos disímiles y con diferentes relaciones a la falta de garantías del Estado.
¿Clima Blumberg?
El macrismo y el gobierno de Cambiemos, al menos por ahora, parece sentirse cómodo hablando de inseguridad. Es, también, una forma de evitar dar explicaciones sobre la crisis económica y encuentra una ocasión para mostrarse “del lado de la gente”. En este sentido, como reacción a la renovada preocupación por la seguridad, en los últimos días el gobierno nacional dispuso el envió de fuerzas federales al conurbano y a Mar del Plata. También apoyó públicamente a las víctimas (incluso, particularmente, al carnicero que persiguió, atropelló y asesinó a un sujeto que acababa de robarle). Horas antes de la marcha, el ministro de justicia, Germán Garavano, dejó entrever su apoyo a cambios que mejoren las respuestas de las fuerzas de seguridad, a “reducir los niveles de impunidad” y a reforzar el trabajo en política criminal. También dijo en un programa radial: “La víctima tiene que ser el eje del proceso penal, y no como hasta ahora alguien que estaba invisibilizado”.
Los reclamantes, por su parte, hicieron reiterado hincapié en que la marcha no era contra el gobierno. La manifestación aparece como un reencauzamiento de la esencia ciudadana de “la gente”, donde el reclamo que se había desatado en su costado más reactivo, violento e ilegal, la llamada “justicia por mano propia”, retoma el carácter ciudadano con el que los reclamantes construyen su presencia e identidad pública. “Esa es la gran diferencia con Blumberg, a quien respeto muchísimo, pero nosotros no queremos mano dura, queremos justicia justa”, explicaba Carolina Píparo a los medios.
A diferencia de Juan Carlos Blumberg, quien se encontraba presente en la manifestación, estos convocantes no aseguran poseer las soluciones a la inseguridad, apelan a la política para que reabsorba su función de enmendar problemas y a los políticos para que ejerzan su rol de autoridades y expertos. “Sobre planes de seguridad y leyes deberán dar cuenta quienes saben de eso”, “las respuestas tienen que venir de quienes han decidido ocupar lugares de representación”, dijo ante la prensa María Luján Rey. Los convocantes, más que expertos en la materia de seguridad pública, se presentan como expertos en la experiencia (pública y privada) de la victimización.
La iniciativa “para que no te pase” mostró una capacidad de convocatoria moderada frente a reclamos disimiles. Amparados en cierta mesura, expresados en frases como “no somos familiares en búsqueda de venganza, no creemos en la justicia por mano propia, somos ciudadanos de derecho”, los familiares reposicionaron a la inseguridad en la agenda pública y mediática. Y también en la agenda política, en tanto funcionarios y legisladores comienzan a manifestar intenciones de reformar el Código Procesal Penal en la dirección promovida ayer a las afueras del Congreso.
En la “coyuntura Blumberg”, Néstor Kirchner se encontraba recién llegado al gobierno, intentando hacerse de los resortes que le permitiesen acumular poder. Por eso, entre otras cosas, el gobierno fue receptivo a las demandas de las víctimas. En la presente coyuntura, Macri también se encuentra frente al proceso de “hacerse del poder”, con la particularidad de tratarse de un gobierno obsesivamente atento a la comunicación y los sondeos de opinión pública que, además, coincide (o al menos no entra en tensión) con la orientación de la demanda expresada ayer en la calle por los familiares de las víctimas.