Crónica

Santiago Caputo


La mano del rey de la selva

Antes de estudiar y abandonar Ciencia Política, Santiago Caputo quería ser espía. Pero se frustró cuando el agente que lo reclutaba le dijo que ese universo “era una mierda” y que “no había laburo real”. Hoy, además de manejar la comunicación del gobierno, controla la SIDE y una caja de cien mil millones de pesos para gastos reservados. Admira en secreto a Cristina y se ganó la confianza de Javier Milei. Acumuló poder en áreas clave sin tener un cargo formal, cultivando un perfil bajo que empieza a abandonar. Hasta hace poco era uno de los “intocables” de la mesa chica, pero en Casa Rosada hay quienes creen que está jugando con fuego.

Santiago Caputo avanza a toda velocidad por Avenida Libertador. El aire húmedo de un típico día de diciembre le pega en la cara y el sopor le invade el cuerpo. Va en su moto como si no existiera nada ni nadie en su camino.

Pasa por el hipódromo de Palermo, a la altura de Dorrego. Es tan fanático de las motos como su padre y su abuelo lo eran de los caballos. Cuando el abuelo Caputo vino a Argentina desde el sur de Italia se convirtió en el dueño del stud de carreras más grande del país. A Santiago siempre le gustaron las historias del abuelo y su socio Cacho Otero, un uruguayo también fanático de los caballos con quien contrabandeaban whisky y cigarrillos en aviones privados desde Panamá. El abuelo murió cuando él tenía apenas tres meses. Ahora, mientras pasa por el hipódromo, a él mismo lo ronda la muerte. 

La moto se estrella contra un auto que viene de frente y su cuerpo vuela. Planea varios metros hasta caer sobre el asfalto. El casco le salva la vida, pero se rompe el brazo izquierdo y las dos muñecas. La clavícula se le parte en ocho pedazos. 

En Navidad y Año Nuevo no puede comer por sí solo. El final de 2021 no es feliz. Pero es el año que tuvo la revelación: por fin encontró a “la criatura”.

Es abril de 2021, ocho meses antes del accidente. Suena el timbre de un departamento sobre la Avenida Callao, una de las tantas oficinas desperdigadas por el centro porteño donde Santiago Caputo trabaja como consultor. Abre y se encuentra con dos viejos amigos del colegio con los que se volvió a juntar hace algunos años. Comparte con ellos clientes de la política. Son Ramiro Marra y Eugenio Casielles. No están solos. Los acompaña un economista liberal de pelo revuelto que Marra conoció en 2005 cuando era su profesor en la licenciatura en mercado de capitales de la Universidad de El Salvador. Se llama Javier Milei. Santiago lo conoce. Es una figura excéntrica que desde hace algún tiempo recorre los estudios de televisión criticando las políticas económicas del gobierno y cuestionando las restricciones por la pandemia. 

Hace algunos meses que Casielles y Marra, los dos “manolos” (así le dicen al grupo de jóvenes que se conoció en el Colegio Marista Manuel Belgrano), escuchan a Santiago repetir un pronóstico: “Va a llegar un outsider de la política y se va a llevar puesto todo”.

Cae la tarde en el Patio de las Palmeras. El silencio reina en la Casa Rosada. Casi todos los funcionarios terminaron la jornada laboral. Santiago Caputo viste un traje de lino blanco, en el bolsillo del saco tiene guardados unos Rayban y en la boca sostiene un cigarrillo encendido. Viene de las oficinas del Ministerio del Interior en la planta baja, donde se reunió con un grupo de gobernadores. Algo común en su rutina como “representante” del Presidente. Deambula por los pasillos, esboza una sonrisa amable y da una pitada larga. Está prohibido fumar en el Patio de las Palmeras, pero el personal de Casa Militar lo ve y no le dice nada.

El 10 de diciembre de 2023, durante su discurso de asunción, Milei mencionó solo a dos personas: a su hermana Karina, “el Jefe”, y a Santiago, a quién describió como “el arquitecto de todo esto”, como “un gigante que se mantiene en las sombras”. El primero de marzo, en la apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación, por primera vez Caputo estuvo visible. Se sentó en uno de los palcos y fue captado por todas las cámaras.

Santiago Caputo fue el ideólogo de las escenas que montó el Presidente en las dos presentaciones y ambas fueron una copia de los actos de gobierno estadounidenses. En el discurso de asunción Milei habló afuera del recinto, de espaldas al Congreso, en las escalinatas, como hacen los presidentes de Estados Unidos. En la apertura de sesiones dio su discurso en el recinto, pero desde un atril y de noche, igual que lo hacen todos los años los norteamericanos en el State of the Union. Santiago Caputo es fanático de la liturgia y la cultura política norteamericana. “Nosotros somos aliados naturales de Estados Unidos. Tenemos una alianza estratégica”, se lo escucha repetir.

En Casa Rosada se sabe que al lado de Javier Milei hay solo dos personas de su real confianza: Karina y Santiago. El propio Milei admitió, en medio de los últimos cambios de gabinete, que ellos tres son los únicos “intocables” de la gestión. 

Al asesor estrella se lo ha escuchado decir que él, el presidente y su hermana “son lo mismo”. En el marco de un gobierno disfuncional, con un Presidente que tiene actitudes “anárquicas”, Caputo funciona como “contrapeso” de Karina, dicen en los pasillos de la Rosada. Ella decide casi todo lo que su hermano tiene que hacer, y lo que no. También elige a sus amigos y enemigos.

Al lado de Javier Milei hay solo dos personas de su real confianza: Karina y Santiago. Ellos tres son los únicos “intocables” de la gestión. 

Karina habría querido que el lugar que hoy tiene Caputo lo ocupara Carlos Kikuchi, pero por un escándalo con dinero de la campaña, Milei decidió desplazarlo. Ahí apareció Caputo.

¿Por qué Karina no eligió a Santiago como enemigo?

“Porque Santiago nunca mostró sus ambiciones, porque no le pelea y no se mete a resolver quilombos que no le corresponden y, fundamentalmente, porque Karina no puede. Ya tiene muchos enemigos”, cuenta alguien que lo conoce.

Otro dirigente que también trabajó con él es más crítico: “Se está enloqueciendo. Es un chico que era un buen consultor, pero se vio conmovido por el poder y se tentó”.

Para esa persona Caputo no puede dominar la fama y el éxito que, por ahora, tiene. “Esta figuración pública no le llega a los 20, sino a los 40. Una cosa es un político que empieza la militancia de joven y otra alguien que no. No sabe manejarlo, no tiene esa modestia, no viene de abajo”, opina.

Ese dirigente cree que Caputo “está jugando con fuego”, porque a Karina le molestan las personas que tienen perfil alto y, en las últimas semanas el asesor en las sombras no hizo más que subir el suyo. Más allá de eso, analiza que, gracias a su habilidad para infiltrarse en la estructura del gobierno y “poner” gente en todas las áreas, será muy difícil correrlo.

Quienes conocen a Karina dicen que aceptó a Santiago como habría aceptado a cualquiera que le prometiera acceso a un mundo que ella desconoce: “Un mundo de información, de trenzas y de negocios oscuros”.

Dice alguien del entorno: “La gente que no sabe nada y se toca por primera vez con el poder piensa que hay cosas ocultas que manejan la realidad. Entonces viene uno que dice: ‘yo conozco todos los manejos, vos confiá en mí’, y aceptan”. 

En Casa Rosada dicen que fue Santiago el que empezó una campaña sucia interna para que el exjefe de gabinete, Nicolas Posse, fuera eyectado del gabinete y quedarse él, entre otras cosas, con el control de la AFI. Uno de los objetivos habría sido manejar fondos reservados que le permitan alimentar las granjas de trolls. Allí reemplazó a Silvestre Sívori —un hombre de Posse— con Sergio Neiffert, de poca experiencia en el tema pero muy amigo de su padre. Lo considera “casi familia”.

Caputo diseñó una “transformación” de la AFI que consistió en volver a convertirla en secretaría y que recupere su vieja sigla: SIDE. Además, salió de la Jefatura de Gabinete y pasó a depender exclusivamente de Presidencia. Él quiere que se haga “inteligencia de verdad”. “No carpetas armadas en Paint para extorsionar a un tipo por un cargo”, dicen en el oficialismo. La tarea la llevó adelante con ayuda de una de sus mujeres de confianza en Casa Rosada, la secretaría de Planeamiento Estratégico Normativo, María Ibarzábal Murphy, ex asesora de la Procuraduría del Tesoro durante la presidencia de Macri. 

Su sueño era trabajar en la Secretaría de Inteligencia, pero se frustró cuando el agente que lo estaba reclutando le dijo que ese mundo “era una mierda” y que “no había laburo real”.

La mayoría de los funcionarios que el gobierno de Milei eligió para cubrir las cuatro agencias que se desprenderán del Sistema de Inteligencia Nacional (SIN) están vinculados al menemismo. Es el caso de Juan Bautista "Tata" Yofre, secretario de Inteligencia del Estado entre 1989-1990 y de Alejandro Walter Colombo, un ex delegado de la SIDE en Roma durante el menemismo, vinculado a Antonio Stiuso, que la administración Macri había intentado volver a poner en el mismo lugar y luego se retractó. En otra de las nuevas agencias estará el comisario retirado Pablo Cecati, exjefe de la custodia presidencial de Macri y muy cercano al expresidente.

Caputo siempre tuvo interés en los servicios de inteligencia. Es más, él quiso ser uno. En 2007, antes de ingresar a la facultad de Ciencias Sociales de la UBA para estudiar Ciencia Política, estudió tres años de Ingeniería en Informática en la Facultad de Ingeniería del Ejército. Su sueño era trabajar en la Secretaría de Inteligencia, pero se frustró cuando el agente que lo estaba reclutando le dijo que ese mundo “era una mierda”, que “no había laburo real” y que “eran todos unos ñoquis”.

Si uno de sus objetivos era adueñarse de los fondos reservados de la secretaría, lo logró con creces. En un DNU publicado el 23 de julio el gobierno informó que destinará cien mil millones de pesos para gastos reservados de la SIDE, lo que representa un incremento del 878 por ciento e implica que tres cuartas partes  del presupuesto del organismo serán secretas.

Una de las series favoritas de Caputo es Game Of Thrones. Cuando Milei se fue de viaje en una de sus últimas giras por Estados Unidos, se lo veía por los pasillos de Casa Rosada con un pin en la solapa del saco de la “mano del rey”, un distintivo que los Lannister –dos hermanos, poderosos de una familia noble y endogámica, que tenían relaciones sexuales entre ellos-- le asignaban al consejero del rey que, a su vez, era el que tomaba sus tareas cuando este no estaba.

De esa serie también es fanática Cristina Fernández de Kirchner. Sus gustos en la ficción no son lo único que los une. Caputo tiene una gran admiración política por la ex presidenta. Le gusta su audacia y la ambición de transformar. Hasta se ilusiona y cree que, si se conocieran, ella lo amaría. Nunca hubo un encuentro entre ambos.

Caputo tiene una gran admiración política por la ex presidenta. Le gusta su audacia y la ambición de transformar. Hasta se ilusiona y cree que, si se conocieran, ella lo amaría

El día que la quisieron asesinar, el primero de septiembre de 2022, Caputo estaba trabajando en una de sus oficinas, muy cerca del departamento de Cristina. Meses después, se descubrió que la firma Caputo Hermanos SA –de sus tíos y con la que él tiene vínculos-- había financiado a Jonatan Morel, uno de los fundadores de Revolución Federal, la violenta organización que quedó en la mira por sus vínculos con el atentado. El padre de Santiago era el dueño de la oficina de Santa Fe 1385 que figura como sede de Caputo Hermanos S.A y que fue allanada durante la investigación. Hoy en día ese espacio lo usa él. 

Santiago Caputo tiene 39 años, dos hijos, esposa y es fanático de Boca, aunque no va a la cancha. Para entender el lugar que hoy tiene en la política hay que conocer Move Group, la consultora en la que dio sus primeros pasos. 

Move fue fundada por Rodrigo Lugones, hijo de Mario Lugones, presidente de la Fundación Güemes (y del Sanatorio que lleva ese nombre) y, desde que asumió la gestión libertaria, el virtual secretario de Salud de la Nación. Rodrigo lleva más de 25 años en política. Trabajó en la campaña de Fernando de la Rúa y formó parte del equipo de campaña del ex secretario de Estado John Kerry en Estados Unidos. En 2004 se acercó al macrismo y empezó a colaborar como asesor de Diego Santilli. Tres años después, durante un viaje a Washington, conoció a Durán Barba y, poco a poco, se convirtió en uno de sus discípulos en la Argentina. Fue parte de su equipo hasta 2011. La relación se quebró durante la campaña en la que Macri buscaba la reelección en la Ciudad, cuando Lugones fue denunciado -junto al ecuatoriano- como el armador de una campaña sucia contra Daniel Filmus, candidato a Jefe de Gobierno por el peronismo.

Fue Durán Barba el que los presentó un año antes de la campaña contra Filmus. Los dos jóvenes empezaron a trabajar en tándem y, con el tiempo, terminaron siendo socios.

Guillermo Garat, otro de los miembros de Move, también se formó con Durán Barba (en 2012 sus propiedades fueron allanadas por la jueza María Servini de Cubría por la campaña sucia contra Filmus). Se destacó por su trabajo en las campañas del PRO en la provincia de Buenos Aires con la exgobernadora María Eugenia Vidal. En 2023 trabajó como consultor del exministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, cuando todavía tenía chances de convertirse en el candidato presidencial del peronismo.

El cuarto integrante de la consultora es Diego Hampton, más conocido entre los amigos como Derek. Fue consultor de Patricia Bullrich y desde 2020 es empleado del Gobierno de la Ciudad. 

Hasta que Javier Milei asumió la presidencia, el trabajo de Move —con todos los gobiernos y espacios partidarios— se mantuvo siempre en las sombras. Hoy, salvo Lugones, todos los integrantes tienen cargos en el gobierno: Garat es vicepresidente de Relaciones Institucionales, Comunicación y Marketing de YPF.  Hampton ocuparía un cargo en la ANSES (aunque no tiene nombramiento formal).

Pone y saca funcionarios, tiene influencia directa en casi todas las políticas y discursos pero no entra en controles o auditorías.

Caputo, sin estar designado como funcionario público, trabaja todos los días en Casa Rosada como “asesor externo” del Presidente. Es monotributista. Pone y saca funcionarios, tiene influencia directa en casi todas las políticas y discursos, y es una de las personas que más escucha Milei. Sin embargo, no entra en controles o auditorías, no tiene que presentar documentación ante la Oficina Anticorrupción ni hacer declaraciones juradas.

—No es funcionario porque no tiene un contrato de locación. Presta servicios. No tiene responsabilidades. Ayuda a pensar. No tiene que firmar cosas y no tiene nada que ver con eso —repiten en su entorno cada vez que alguien pregunta por el tema.

Hasta el año pasado Santiago nunca había pactado con un solo partido. Sus compañeros de Move tampoco. Estaban acostumbrados a jugar para todos los espacios políticos en todas las campañas. Durante el macrismo les gustaba ser el contrapeso del marcospeñismo.

Marcos Peña, exjefe de gabinete de Mauricio Macri, también había sido discípulo de Durán Barba y tenía un esquema de trabajo parecido al que hoy tiene Caputo, aunque ellos lo nieguen. Los dos equipos de gobierno, por ejemplo, le dieron centralidad a las redes sociales y ambos fueron acusados de montar troll centers en la Casa Rosada para perseguir opositores políticos y fijar la postura oficialista.

Durante el macrismo, Caputo trabajó con Marcos Peña “de lejos”. El asesor estrella de Milei arrastra, desde hace años, la costumbre de ser un avezado usuario de Twitter. Pero escribe en esa red social sin exponer su nombre y su apellido. Se oculta bajo cuentas falsas. En la campaña de 2015 tenía una cuenta anónima que congregaba a miles de seguidores y, si bien la mayoría de los usuarios no sabía quién estaba detrás de ella, algunos actores clave de la política sí.

Durante esa campaña, tras el triunfo que convirtió a Horacio Rodríguez Larreta en Jefe de Gobierno porteño, Macri hizo un acto el 19 de julio en el que hizo varias promesas: si él ganaba la presidencia no iba a privatizar ni Aerolíneas Argentinas, ni YPF, ni las jubilaciones y, además, se iba a mantener la Asignación Universal por Hijo.

Esos anuncios le parecieron “un horror” a Santiago Caputo. Y, bajo su seudónimo de Twitter, se despachó con furibundas críticas sobre la estrategia de campaña macrista. Peña se enteró e hizo llamar a Durán Barba para pedirle que lo eche. Sabían que era Santiago. Durán Barba no era el jefe directo de Caputo pero le hizo saber el enojo del Pro y lo alejaron de los equipos de trabajo.

Cuando terminó el gobierno de Macri, Peña se corrió de la escena pública y recién volvió a aparecer en los medios de comunicación a principios de abril de 2024. Presentó su primer libro, “El arte de subir (y bajar) la montaña, cosas que aprendí sobre la dimensión humana del liderazgo”. En una entrevista que dio a Infobae, admitió que “la muerte política es algo que hay que vivir”. Antes de empezar con el raid mediático, Peña le escribió a Santiago: le anunció que iba a “volver al ruedo para presentar el libro”, y que no tome eso como un ataque. “Bien, Marcos. Te felicito”, fue la respuesta del más joven de los Caputo.

Es común ver a Peña por Palermo, su barrio, caminando con una visera que le tapa la cara. No quiere que lo reconozcan. Santiago, más allá de la recesión económica, los miles de despidos y el aumento de la indigencia y la pobreza que acumula el gobierno de Javier Milei, confía que a él no le pasará lo mismo que a Peña. Piensa que, en su caso, las cosas sí “saldrán bien” --que eso no implicará algo malo para las mayorías populares--, y que el ostracismo no será su destino.

En 2019 Santiago Caputo trabajó en la campaña de Lavagna con Ramiro Marra, su amigo de la infancia. Se conocieron en el Colegio Marista Manuel Belgrano. Aunque Marra era dos años más grande, se hicieron amigos.

—Eran traviesos —recuerda un cura que trabajaba en el colegio durante esa época.

Cuando Santiago tenía 14 y Marra 16 los expulsaron de la escuela. El religioso no recuerda el hecho puntual por el que los echaron, sin embargo, recapitula:

—Fueron distintas llamadas de atención. Había falta de respeto a los profesores, no trabajaban, interrumpían. No eran grandes cosas, pero todas sumadas nos llevaron a tomar la decisión, más que nada, para salvar al resto del grupo.

De allí, Caputo pasó al colegio Esquiú, también en el barrio porteño de Belgrano, y dejaron de verse.

Caputo y Marra se reencontraron veinte años después, cuando los dos ya trabajaban en política: Santiago en la consultora Move y Marra como candidato a senador por Consenso Federal en la Ciudad de Buenos Aires.

En la campaña presidencial de 2019, los focus groups de la consultora de Caputo confirmaban el enojo general con la dirigencia política. Muchos interrogados decían que no les gustaba ni Macri ni Cristina. 

Los consultores le recomendaban a Lavagna “que no se encasillara en la grieta”. Hoy creen que se equivocó: el candidato entendió que no era con Macri ni con CFK pero no se paró por fuera del sistema político, quiso meter a todo el resto del sistema político adentro. Lavagna quedó tercero (apenas sacó un 6 por ciento) y el ganador fue Alberto Fernández.

Marra y Caputo, más allá de la derrota, se siguieron juntando. “Los outsider estaban hace mucho dando vueltas en la política argentina, el problema es que nadie los supo potenciar”, pensaban.

Hoy analizan que la clave no fue el personaje, sino “el concepto”: “Todos hablan de Milei, pero no importa él, podría haber sido otro. Baby Etchecopar, un periodista que putea a todos o Viviana Canosa, que se enojó con Milei porque se dio cuenta de que podría haber sido ella”, se los escucha repetir en sus entornos.

El más joven de los Caputo es sobrino segundo de Nicolás “Nicki” Caputo, el “hermano de la vida” de Mauricio Macri, y de Luis “Toto” Caputo, el ministro de Economía. Su padre, Claudio, es el primo “desconocido” de ellos dos. Fue presidente del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires y creador de la sociedad Axis, que administró los fondos de inversión de Luis Caputo. Falleció en 2023 durante la campaña. Ese día Santiago faltó a un acto de La Libertad Avanza. Milei le escribió para preguntarle dónde estaba, porque no lo veía. Él le dijo que estaba en su casa, con su familia, porque había fallecido su padre. Milei le contestó enseguida: “Voy para allá”. Y fue.

Cuando agreden a Claudio Caputo en las redes, su hijo se pone nervioso. Un usuario, Javier Smaldone, publicó fotos de él y de Santiago antes y después de una rinoplastia y escribió: “A Santiago Caputo le gusta todo lo que heredó de su papá corrupto, menos la nariz”. El usuario SnakeDocLives -que sería una de las cuentas falsas que usa Santiago- respondió: “Ese es Claudio Caputo. Escribano. Fallecido. Lo único que le heredó a sus hijos son los códigos. Por ejemplo, que a los mogólicos como vos que hacen estas cosas con un tipo muerto se los caga a trompadas para que aprendan a vivir en sociedad”.

Santiago, como su padre, cultivó un bajo perfil. No reniega de su apellido, pero no tenía un vínculo cercano con sus parientes de la política. Además, siempre fue “anti-PRO”. Cree que Macri, a diferencia de él, tiene una visión “ingenieril”, con resabios “del intendente que supo ser”, y que la distancia entre Milei y Macri es que Macri cree que hay mejorar el Estado y Milei busca eliminarlo.

Hasta el año pasado, para sus tíos segundos, Santiago solo era “uno de los hijos de”. Desde que se convirtió en asesor estrella de Milei, la relación con ellos se fortaleció. Casi a diario visita a Toto en el Ministerio de Economía y es uno de sus más fieles defensores en el gobierno. 

Cuando Caputo iba a ver a Macri —hasta hace unos meses se reunían bastante seguido— algunas veces lo hacía con su otro tío, Nicki. Esas reuniones se cortaron de manera abrupta. Según Macri, después del “diálogo intenso” que tuvieron durante los primeros meses del Gobierno, donde “planificaron varias cosas”, todo se empantanó porque “Santiago no cumplió ninguna”. 

Una de las cosas que habría sacado de quicio al exmandatario fue  el desplante que le hicieron durante la firma del Pacto de Mayo. Él volvió de Inglaterra, donde estaba disfrutando de los partidos de tenis de Wimbledon, porque desde Casa Rosada le pidieron que esté presente en Tucumán. Macri fue a la casa histórica el 8 de julio, pero no lo dejaron entrar y hasta lo marginaron de la foto. No lo invitaron a firmar el pacto y las cámaras casi no lo tomaron en la transmisión oficial. El expresidente masculló su odio y la responsabilidad de toda esa humillación se la asignó al asesor todoterreno del presidente.  

El exmandatario, antes de reaparecer en público en el acto en la Boca en el que asumió la presidencia del partido, se reunió con Milei por cuatro horas en la Quinta de Olivos. Allí le habría trasladado su enojo con el más jóven de los Caputo. Santiago, al día siguiente, rompió su silencio y, por primera vez, pasó un mensaje on the record: “Tengo una excelente opinión del presidente Macri. Conmigo en particular siempre ha sido extremadamente generoso. Creo que sentó las bases para que la Argentina finalmente pudiera cambiar”, dijo a TN. 

El intento de control de daños, sin embargo, no tuvo mucho efecto más allá de la humillación a la que se tuvo que someter el asesor estrella. En su entorno explicaban que había salido a hablar para “pinchar una burbuja de especulaciones que se había inflado y que no era cierta”, pero Macri, lejos de bajar la espuma, arriba del escenario en la Boca dijo que el problema del gobierno era “el entorno del Presidente”. En entrevistas posteriores se encargó de dejar bien en claro que ese “entorno” eran Santiago y Karina.  A los que, según versiones periodísticas, en la intimidad llama “la tortera y Rasputín”.

Algunos arriesgan que todo este ruido, sumado a encuentros que habría tenido Macri con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, enfrentada también con Caputo, estarían tensando el vínculo entre Karina y Santiago. El asesor, que cultivaba el perfil bajo y operaba en las sombras, de pronto hace ruido y se está convirtiendo en uno de los más altos de la gestión. Por ahora, ese supuesto ruido entre los dos laderos del Presidente es solo un rumor. “Una pelea a ese nivel podría hacer volar todo por los aires”, murmuran en los pasillos de la casa de gobierno los que miran de cerca los acontecimientos.

Debajo de los trajes prolijos, los Ray Ban, los movimientos elegantes y la sonrisa cordial, hay otro personaje que no es el frío y calculador estratega. Detrás de los buenos modales, Santiago Caputo oculta una versión un poco más violenta. Una personalidad que no reconocerían los interlocutores que, en el día a día, lo sienten racional y amable. Algo de esa “versión” se trasluce en los seudónimos que le atribuyen en las redes sociales. "Si te hubiera mandado a alguien estarías callado para siempre”, le respondió la cuenta SnakeDocLives a un militante de LLA de 20 años que es fanático de Victoria Villarruel y que cuestionó manejos de Caputo y de otros usuarios libertarios.

Esa cuenta que asocian con Caputo publicó un texto que dice: “Veo mucha gente interesada del círculo rojo que cree que el ‘cambio’ que demandaban los argentinos era puramente cosmético. Sí. Esta cuenta usa armas. Sí, demandamos disciplina partidaria irrestricta. Sí, creemos que esta democracia es fallida. No, no nos da vergüenza decirlo”, y agrega: “No habría muerte más digna que ponerse en frente de una bala dirigida a este Presidente. No entienden con quién están lidiando ustedes. No hay nada que no estemos dispuestos a hacer”.

Por último, escribió: “Debajo de esta máscara hay más que carne. Debajo de esta máscara hay una idea… y las ideas son a prueba de balas”. La cuenta fue suspendida por X por “incumplir las reglas”.

'Si te hubiera mandado a alguien estarías callado para siempre', le contestaron desde la supuesta cuenta de Caputo un fanático de Victoria Villarruel

“Una cabaña, una dacha y una libreta de ahorro, un barco, un coche y un garaje calman mis caprichos”. Esa es la traducción casi literal del tatuaje que Caputo tiene escrito, en ruso, en su brazo derecho. Se trata de una frase que se hacían los presos de la Unión Soviética en los gulags —entre 1930 y 1960— a modo de protesta contra el comunismo. Lo encontró en la “Russian Criminal Tattoo Encyclopaedia”. De ahí sacó otras ideas que también se imprimió sobre el cuerpo.

Le gusta esa simbología y cree que esos tatuajes son una especie de homenaje a su abuelo. El tatuaje más grande que tiene es uno nuevo. Se lo hizo después del triunfo de Milei, con un tatuador que fue especialmente a las oficinas de Bull Market para hacerlo. Todavía no lo terminó.

Le ocupa casi toda la espalda y es un dibujo de Benjamín Solari Parravicini, el "Nostradamus argentino”. En 1941 el artista con supuestos dones proféticos compartió el dibujo de una mujer fantasmal que en su interior tiene un corazón y otro ser más pequeño. Abajo tenía escrita una frase en letra cursiva: "La Argentina tendrá su Revolución Francesa, en triunfo, puede ver sangre en las calles si no ve el instante del hombre gris". Caputo se tatuó las dos cosas, el dibujo y, a la altura de la cadera, la frase.

Durante la campaña los libertarios decían que Milei es el “hombre gris” del que hablaba Parravicini. Esa teoría fue reforzada cuando Milei ganó “luego de la tercera jornada”, como decía el artista en su predicción. Es decir, en el balotaje. Caputo se obsesionó con el tema y prometió que llevaría para siempre esa marca en la piel. La lleva.