En la amplia jerga de la producción de yerba mate ponchada es el sustantivo que designa al retazo de arpillera sobre el cual los tareferos (cosechadores manuales) depositan los gajos cortados de hoja verde. Al completarse aproximadamente unos cien kilos, la ponchada se cierra uniendo sus cuatro extremos. Luego se las carga al camión o camioneta para su traslado al secadero, donde inicia el fantástico proceso que transformará esas toneladas de hojas en un producto que se consumirá en el 95% de los hogares de la Argentina: el mate.
—Esta es la última ponchada del año. Ahora sí nos merecemos una cervecita bien fría —dice Rafael, un tarefero de 27 años mientras anuda la ponchada final.
En este yerbal de quince hectáreas ubicado en la localidad de Azara, en el sur de la provincia de Misiones, la zafra gruesa que comenzó en abril llega a su fin el primer domingo de octubre. Rafael es uno de los ocho integrantes de la cuadrilla (grupo de tareferos) que trabajó en esta cosecha, propiedad de un colono de apellido Kliniuk. Ese sustantivo, “colono”, tiene raíces históricas ligadas a la “colonización” de parcelas rurales que en esta provincia, desde los albores del siglo XX, llevaron adelante principalmente inmigrantes europeos.
—Y ahora cobramos nuestra platita, vamos al pueblo a comprar un poco de carne, a tomar unos traguitos y a la casa. Mañana ya hay que salir a buscar alguna changa —dice.
Al igual que sus compañeros, y que los casi 17 mil tareferos que existen en la provincia de Misiones, Rafael sabe que los meses venideros serán durísimos. Sin trabajo en los yerbales, se ven obligados a ofrecer carpidas, macheteadas o alambradas en los campos de la región.
Al igual que sus compañeros, y que los casi 17 mil tareferos que existen en la provincia de Misiones —principal distrito productor de yerba mate en el país—, Rafael sabe que los meses venideros serán durísimos. Sin trabajo en los yerbales, se ven obligados a ofrecer carpidas (desmalezar), macheteadas o alambradas en los campos de la región. Algunos se dedicarán a la albañilería, un porcentaje menor recibirá el ínfimo subsidio interzafra de 123 mil pesos (Programa Intercosecha del Gobierno Nacional) y otros probarán suerte en Brasil o Paraguay: a la hora de subsistir vale todo.
—Al menos hasta la zafriña —aporta Bernardo, otro joven tarefero, refiriéndose al periodo veraniego en el que se habilitan algunas pequeñas cosechas en los yerbales misioneros.
Bernardo le pidió a su patrón que le saque una máquina bordeadora en cuotas, para salir a cortar pasto durante este periodo sin cosechas. Pero don Kliniuk no accedió: tiene la tarjeta de crédito detonada.
—Esta fue la primera cosecha de la era Milei. Yo lo voté, debo admitir —dice Kliniuk—. Estaba cansado de tanto manoseo al productor en el Instituto Nacional de la Yerba Mate. Pensé que íbamos a estar mejor. Creí que íbamos a poder vender nuestro producto a precio dólar. Y mirá ahora. En diciembre los productores pedíamos 500 pesos el kilo de hoja verde. Estamos llegando a noviembre, terminando la cosecha, entregando nuestra yerba a menos de 300 pesos y sin precio mínimo. Me siento un pelotudo, pero qué le vamos a hacer.
Más allá de la simpatía —e incluso de la militancia activa— de muchos productores yerbateros hacia la figura de Javier Milei, la primera cosecha de yerba mate bajo gestión libertaria expone resultados aterradores y vislumbra un futuro plagado de incertidumbre, que empieza a ser asociado directamente con las peores crisis que atravesó el sector productivo en su historia.
El consumo interno de yerba mate entre enero y octubre de este año alcanzó los 215.331.111 kilos, el nivel más bajo desde 2016. La exportación, por el contrario, está en su volumen más alto desde 2019.
El consumo interno de yerba mate entre enero y octubre de este año alcanzó los 215.331.111 kilos, el nivel más bajo desde 2016, según datos del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM). La exportación, por el contrario, está en su volumen más alto desde 2019.
La situación tiene su origen en el Decreto de Necesidad y Urgencia 70 publicado el 20 de diciembre de 2023, que derogó artículos de la ley (25.564) que establecía el funcionamiento del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), eliminando, entre otras cuestiones, la realización de acuerdos semestrales entre los distintos sectores para la fijación del precio de la materia prima, es decir, de la hoja verde. El desplome del precio, considerando las expectativas de los productores, resultó brutal. Ante la falta de un precio mínimo de referencia, el sector quedó enteramente sometido y a merced del precio que desee pagar el eslabón más poderoso de la cadena: la industria molinera.
“Hay que darle tiempo”
Ante una situación dramática, algunos se reconocen arrepentidos de haber apoyado y votado la propuesta libertaria. Otros, aún ante la evidencia del desastre, no claudican a sus ideales y esperanzas de un mercado yerbatero libre y próspero que, por ahora, está muy lejos de ambas cosas.
En el norte de la provincia de Misiones, el municipio de Comandante Andresito es la cuna de la Cooperativa Yerbatera Andresito, fundada en 1983 con el regreso de la democracia y compuesta por 130 socios que en promedio poseen 16 hectáreas cada uno. El actual presidente de la Cooperativa es Juan Carlos Amann, un productor yerbatero que como tantos otros apoyó abiertamente la candidatura presidencial de Javier Milei. En declaraciones periodísticas efectuadas en agosto de este año al sitio MDZ, Amann reconoció que “el sector yerbatero está pasando por una gran caída en las ventas” y comentó que “muchos buscábamos que haya una libre comercialización, que el precio no este pactado por ningún ente nacional (en referencia al Instituto Nacional de la Yerba Mate). Queríamos que bajaran muchas cosas y, justamente, lo que bajó fue el producto que nosotros comercializamos. Si hubiera bajado la parte metalúrgica o el combustible estaríamos todos contentos, pero la baja se da solo en el sector productivo”. De todas formas, el cooperativista libertario no pierde las esperanzas. “Debemos buscar las formas para que aumenten las ventas y la demanda para que aumente el precio por sí solo”.
El productor se lleva hoy menos del 8% del precio en góndola. El esquema solo beneficia a los molineros.
El tesorero de Andresito, Víctor Juan Krawkzuk, no coincide con la visión optimista de su presidente. “Hoy estamos en una situación muy crítica, viviendo algo similar a la década del noventa, donde el colono fue muy perjudicado. A la vez, estamos en una competencia desleal con Paraguay y Brasil en lo que se refiere a conquistas del mercado externo. Los impuestos y la inflación son dos puntos críticos para el sector yerbatero. Concretamente, el sector productivo está viviendo días muy tristes”.
El festejo de Sturzenegger
En los últimos días de septiembre, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado y autor intelectual del DNU 70/23, Federico Sturzenegger, festejó en una entrevista en LN+ la caída del precio de la hoja verde y de la yerba mate en góndola. “Tras la eliminación de esta regulación (la potestad del INYM de fijar precios mínimos), se posibilitó un mercado con libre competencia y se pudo observar una reducción en los precios tanto para la industria como para el consumidor final”, señaló el economista.
Una de las respuestas más elocuentes a las declaraciones del ministro las brindó a través de sus redes sociales y en su programa radial el productor y ex diputado nacional Héctor “Cacho” Bárbaro, fundador del Partido Agrario y Social (PAyS): “Hay que ser realmente un hijo de puta para salir a festejar la angustia, la desgracia y la destrucción de los pequeños productores yerbateros. No tienen ni idea del daño que están causando a los mismos colonos que por odio los votaron y hoy se quieren morir. Encima, el productor se lleva hoy menos del 8% del precio en góndola. Es un esquema que solo beneficia a los molineros”.
En el primer semestre del año, las importaciones de yerba mate canchada y yerba mate excluida (molida, lista para empaquetar), proveniente de Paraguay y Brasil, alcanzaron los 7,18 millones de kilos, un 394% más que el mismo periodo de 2023.
Bárbaro se encuentra actualmente profundizando el proceso organizativo de la Asociación Misionera de Productores de Yerba Mate (AMPYM), núcleo que al fragor de asambleas en diferentes regiones busca canalizar el creciente reclamo del sector. “Acá somos 10 mil productores con menos de 10 hectáreas, los pequeños somos mayoría. Producimos casi toda la yerba del país, no puede ser que no tengamos fuerza para hacer valer nuestro trabajo y el de nuestras familias”, advierte el dirigente agrario.
“Yo en marzo pude vender mi yerba a $380 el kilo puesta en secadero y hoy a duras penas pude vender en $240. Las pérdidas son terribles y si no hay soluciones ya no va a convenir plantar yerba: nos vamos a fundir”, señala el productor Fabián Dos Santos, del Alto Uruguay misionero.
Déjà vu de lo que va a venir
Rodolfo Walsh tenía 39 años cuando junto al fotógrafo Pablo Alonso (“el único que me entiende”) emprendió un viaje al Litoral argentino en busca de historias que se publicarían tiempo después en las revistas Adán y Panorama. Una de estas provincias fue Misiones y uno de los temas abordados, el universo de la producción yerbatera.
Corría el año 1966. El itinerario del autor de Operación Masacre incluyó yerbales, secaderos y cantinas entre parajes rurales. Conoció la compañía La Plantadora en San Ignacio, Mate Laranjeiras en Puerto Esperanza y Yerbales en San José. Investigó, además, los modos de producción en yerbales familiares.
Como resultado de esta aventura misionera surgió la crónica titulada “La Argentina ya no toma mate”, publicada en la edición N° 43 (diciembre de 1966) de la revista Panorama. Una mirada profunda en torno a uno de los momentos en que los pequeños productores yerbateros se vieron afectados severamente por decisiones y coyunturas políticas. En ese caso, la prohibición de la zafra por sobreproducción.
El 70% de la cantidad importada por la industria yerbatera correspondió a las empresas Las Marías (Taragüi, Unión, La Merced, Mañanita) y La Cachuera (Amanda).
“En torno de la yerba, todos creen que se puede y se debe hacer algo. Y nadie duda de que, en la base misma de lo que se puede y se debe hacer, está la prohibición, absoluta y para siempre, de importar yerba por cualquier vía que sea. No bastará con eso. La capacidad productiva duplicará durante muchos años el consumo del país. Las zafras deberán ser reguladas, el tambaleante Mercado reconstruido”, reflexiona Walsh en las líneas finales de la crónica.
Su mención a la importación de yerba mate permite trazar un paralelismo directo con el presente. De acuerdo a datos publicados por el INDEC, las importaciones de yerba mate canchada y yerba mate excluida (molida, lista para empaquetar), proveniente de Paraguay y Brasil, en los primeros seis meses de este año alcanzaron los 7,18 millones de kilos, un 394% más que el mismo periodo de 2023. Esto obedece a la decisión del Gobierno nacional de reducir impuestos a las importaciones de productos de primera necesidad, incluidas las materias primas y la primera elaboración de yerba mate. El 70% de la cantidad importada por la industria yerbatera correspondió a las empresas Las Marías (Taragüi, Unión, La Merced, Mañanita) y La Cachuera (Amanda).
“El perjuicio a los productores es muy claro. Ingresan la materia prima a un costo promedio de 1,2 dólares por kilo que, al valor oficial más el impuesto PAIS da unos $1.333. En cambio, la yerba canchada que se compra en secaderos se paga $1.800, por lo tanto, en este momento los industriales reponen stock a precios bajos y le pagan menos al productor local por la canchada o la hoja verde, además de estirar los plazos de pago, generándoles un fuerte perjuicio”, detalla un análisis producido por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) publicado el 1 de agosto de este año.
Los ojos azules y la larga barba blanca que luce el productor yerbatero Hugo Sand recuerda el aspecto de algún viejo guerrero vikingo. Los bisabuelos de este hombre —que además es cónsul honorario de Finlandia en Oberá— llegaron a la Argentina en 1906. Fueron los primeros inmigrantes finlandeses que se establecieron en el país y fundaron la Colonia Finlandesa en esta ciudad misionera.
Sand es conocido en el imaginario provincial como uno de los rostros visibles del Tractorazo de 2001, una protesta histórica que los pequeños yerbateros misioneros llevaron adelante como respuesta a los estragos que la desregulación del mercado y la eliminación de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM) habían ocasionado en las familias productoras durante los noventa. El organismo, creado en la década del treinta, tenía competencias similares al ahora acéfalo INYM, con potestad para la fijación del precio de la materia prima.
“El neoliberalismo de los noventa desreguló todo. Fue un desastre para los productores. Muchísimos abandonaron sus chacras y las vendieron a precios ínfimos a las empresas forestales. Hoy la historia se está repitiendo con la desregulación del mercado y la supresión del INYM. Si no salimos a luchar con la fuerza de aquel momento, esto va a terminar con la destrucción de miles de familias yerbateras”, advierte Sand con la vista puesta en sus yerbales, ahora orgánicos y libres de agrotóxicos gracias a una transformación profunda que en buena medida fue alentada por sus hijos, Johann e Iván. Las plantas de la yerba de los Sand —marca Yerbal Viejo— crecen entre otras especies arbóreas propias del monte autóctono y son las ovejas quienes ahora realizan el trabajo de limpieza de suelo que antes hacían los químicos.
“Del Tractorazo participamos 358 tractores desvencijados, que salimos desde las colonias del interior hacia las rutas, con carteles y banderas argentinas. Fueron varios días de protesta hasta que el 13 de julio de 2002 el presidente interino Eduardo Duhalde firmó el decreto reglamentario que puso en marcha el INYM. Esta medida implicó que los productores volviéramos a formar parte de la decisión de los precios de la materia prima de la yerba mate. Hoy perdimos esa conquista histórica en manos del DNU”, señala Sand.
Otro colono, Ariel Steffen, presidente de la Cooperativa Siete Estrellas del municipio norteño de San Pedro, coincide en el triste vaticinio. “Van a desaparecer todos los pequeños productores y van a subsistir solamente los grandes: nosotros vamos a perder rendimiento y van a venir a comprar nuestras chacras. Esto ya nos pasó en los noventa: desregularon el precio, vinieron multinacionales, compraron todas las chacras con yerba y las llenaron de pino. Hoy esos ex productores de yerba son empleados de esas empresas”.
“Hagan algo”
El aroma a pan casero se apodera del ambiente. Teresa Maciel, 58 años, va hasta el patio con un repasador en la mano. Las gallinas, ansiosas, revolotean alrededor de sus tobillos. Teresa las espanta con un efectivo “¡shhh!” acompañado de un ligero zapateo. Abre la portezuela del horno de barro y extrae la bandeja sobre la cual brilla la cobertura dorada de un pan exultante, soñado. El mate ya está listo.
—Esta chacra era de mis abuelos. Acá siempre se produjo yerba. Todo lo que tenemos es gracias a la yerba. Por eso esta angustia, porque sabemos lo que nos puede pasar si seguimos sin un precio mínimo y justo para la hoja verde, y si siguen dejando que metan yerba de Brasil y Paraguay. Esto para nosotros es la muerte —dice Teresa cebando el primer amargo, mientras su obra de arte hecha de harina, agua y levadura humea a un costado antes de ser cortada en rodajas.
“Van a desaparecer todos los pequeños productores y van a subsistir solamente los grandes. Esto ya nos pasó en los noventa: desregularon el precio, vinieron multinacionales, compraron todas las chacras con yerba y las llenaron de pino. Hoy esos ex productores de yerba son empleados de esas empresas”.
Ariel Steffen, presidente de la Cooperativa Siete Estrellas
La chacra donde Teresa vive junto a su esposo y sus cuatro hijas queda en la zona rural de Apóstoles, la Capital Nacional de la Yerba Mate.
—Tienen que hacer algo. El gobierno provincial no puede permitir que nos manoseen de esta forma y nos condenen a la miseria a los yerbateros de Misiones. No puedo creer lo que nos está haciendo este presidente. Es un tipo que no sabe tomar mate, no sabe lo que es un yerbal. Jamás pisó Misiones.
El pedido de esta productora al gobierno provincial que encabeza el gobernador Hugo Passalacqua es el mismo que sostienen las organizaciones del sector. A pocos días de publicarse el DNU, el gobierno misionero presentó un amparo en la Justicia que terminó en una medida cautelar dictada y confirmada por la Cámara Federal de Posadas en abril de 2024. Esta medida suspende el Capítulo I del DNU referido al Instituto Nacional de la Yerba Mate (Ley N° 25.564) .
Sin embargo, al mantenerse la acefalía del Instituto Nacional de Yerba Mate —con lo cual no es posible convocar a los sectores—, se garantiza la anomia en la fijación del precio mínimo, que sigue absolutamente a merced de la voluntad y conveniencia del eslabón superior de la cadena yerbatera.
Todavía no se materializa la promesa de Carlos Rovira —vicepresidente primero de la Cámara de Representantes, ex gobernador de Misiones y principal dirigente del gobernante Frente Renovador de la Concordia— acerca de la creación del Instituto Misionero de la Yerba Mate (IMYM). “A toda la familia yerbatera informo que, sobre la base de la ley de la yerba mate, voy a impulsar la creación del IMYM para defender la economía y la rentabilidad de nuestros pequeños y medianos productores yerbateros”, escribió Rovira en X a fines de diciembre del año pasado. “El producto madre de la tierra colorada no está en discusión, y los misioneros somos soberanos para cuidarlo”.
Hoy, con los efectos de la desregulación sobre la mesa, se abren dudas acerca de las intenciones de intervención de un gobierno provincial que se prestó a la firma del Pacto de Mayo y mandató a sus legisladores a ser funcionales al Ejecutivo Nacional en las principales batallas.
Hoy, cerca de fin de año y con los efectos de la desregulación sobre la mesa, se abren dudas acerca de las intenciones de intervención de un gobierno provincial que se prestó a la firma del Pacto de Mayo y mandató a sus legisladores a ser funcionales al Ejecutivo Nacional en las principales batallas: Ley de Bases, veto a la movilidad jubilatoria y veto a la ley de presupuesto universitario.
Sin soluciones concretas, los pequeños productores yerbateros de Misiones iniciaron, a principios de diciembre, un paro total de actividades que incluye cortes de ruta y asambleas permanentes. Hay quienes se preguntan si existe la posibilidad de que la medida de fuerza de los pequeños productores impacte en el desabastecimiento del producto en góndolas. Lo cierto es que esa hipótesis es bastante improbable, en parte porque el sector industrial está lo suficientemente stockeado como para abastecer al mercado interno al menos durante todo el 2025, pero además porque cuentan también con la posibilidad de seguir importando sin límites hoja verde de Brasil y Paraguay. Sin embargo, los productores misioneros lanzaron días atrás una campaña convocando a un paro en góndola. “Estamos pidiendo a los consumidores que dejen de comprar yerba a las marcas más grandes, porque son quienes más ganan y menos pagan. Dejando de comprar esas marcas, podemos visibilizar la necesidad de un precio justo. Comprando sólo marcas de cooperativas, el consumidor ayuda al reclamo del pequeño productor”.
Cuarenta y cinco representantes del sector fueron a CABA y se manifestaron el jueves 5 de diciembre en Plaza de Mayo. Después de eso los recibió el Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Sergio Iraeta Vasco, que les prometió “analizar la problemática y evaluar herramientas disponibles”. Poco. Demasiado poco para calmar los ánimos. Cebados y muy calientes, los yerbateros redoblan la apuesta y prometen ir hasta las últimas consecuencias.