Sex education y el deseo centennial


Respuestas para la página en blanco

¿Por qué Sex Education no es American Pie ni, menos, Rebelde Way? La producción inglesa actualiza las narrativas sobre iniciación sexual y educación sentimental. Ana Montes y Emilia Ruiz de Olano analizan por qué la serie estrena un nuevo paradigma de consumos culturales con esta “enciclopedia sexual para adolescentes” que incluye al deseo, la sororidad, el aborto y las nuevas masculinidades. Escenas que son espejo de la vida real y a través de la identificación colectiva funcionan como espacio de contención.


Fotos: Gentileza Netflix

Internet puso al alcance de les jóvenes un abanico gigante de contenido disponible las 24 horas. Dentro de ese universo, las series ocupan un lugar fundamental en los consumos cotidianos. Las producciones audiovisuales que hablan de los más diversos tópicos están a un clic de distancia para cualquiera que tenga un dispositivo a mano.

 

¿Qué aporta Sex Education? Muchísmo. La serie hace lo que nosotras en Beba apuntamos a lograr como medio de comunicación: visibilizar problemáticas globales en un formato íntimo. Parte de situaciones de todos los días de un grupo de adolescentes que están en pleno descubrimiento de su sexualidad, y explora diferentes tabúes que nos atravesaron a todes. Cuando nos juntamos a discutir sobre la serie recordamos cómo vivimos esa época. Nuestros papás no nos dejaban mirar Rebelde Way porque era muy “zarpado”. De todas formas, se trataba de un programa que abordaba el despertar sexual de un modo esquivo. Todo era a escondidas y con sabor a culpa: los protagonistas tenían sexo en un depósito del colegio para que nadie los viera, y nosotras los mirábamos encerradas en los cuartos con la tele en volumen bajito para que no nos descubrieran. Así vivimos esos años: charlando con amigas sobre chicos pero sin contarnos que nos tocábamos a nosotras mismas, teniendo miedo de ser juzgadas por besarnos con uno que no era nuestro novio, fingiendo que el sexo nos encantaba cuando todavía nos daba miedo.

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En Argentina contamos desde el año 2006 con la ESI (Ley 26.150) que obliga a los colegios a brindar educación sexual en sus aulas. Sin embargo, este derecho no se encuentra garantizado en todos los ámbitos educativos. Eso genera un vacío que les jóvenes tienden a llenar por sí mismes, muchas veces de forma oculta. Sex Education muestra muy bien este mecanismo con el cual les adolescentes hacen circular saberes, se organizan y llenan esa página en blanco que dejan la escuela y las charlas pendientes en casa.

 

La serie se propone ser una enciclopedia sexual para les jóvenes, y lo logra. Una de las razones de su éxito es el registro de voz elegido: pibes hablando entre pibes de lo que les pasa. Hay una distancia entre el mundo de les adolescentes y les adultes respecto al sexo. El protagonista, hijo de una sexóloga, ayuda a sus compañeres de colegio a atravesar problemas en torno a su sexualidad mediante consultas en los recreos o después de hora. Aún contando con clases de educación sexual, el espacio que eligen para discutir esos temas es fuera del ámbito escolar. Se pone en evidencia que es mucho más fácil y liviano para elles hablar con sus pares. El discurso sobre la sexualidad y sobre sus cuerpos se construye de una manera muy abierta y cercana. La naturalización dice presente en todos los capítulos.

 

Sex Education aborda cosas que pasan todos los días y las cuenta así: como cosas que pasan todos los días. Esta intimidad es también la que acerca el programa a les espectadores. Cualquier joven se puede identificar con lo que ve en la trama. La narrativa nace de la propia experiencia, es una primera persona, una voz cercana que cuenta vivencias cotidianas.

 

Algo más para destacar sobre el tratamiento de los temas: la serie no romantiza ni dramatiza situaciones. No consagra a la adolescencia sino que la ubica en el punto justo donde debe estar: el de la experiencia, el miedo, la dificultad, la duda y la emoción.

 

Si bien hubo ficciones, como American Pie, que relatan los conflictos del despertar sexual adolescente, Sex Education abre aún más el abanico de posibilidades. Las situaciones pueden ser tan variadas como personas en el mundo: una novia que finge orgasmos, otra desesperada por “perder su virginidad”, una pareja de lesbianas que no encuentra la manera de disfrutar el sexo entre sí, una chica que se hace un aborto.

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En el contexto argentino, en el que el feminismo presiona a la política por la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, ver el tratamiento del aborto en un contenido de consumo masivo y mundial es fundamental. Lejos de ser tomado con dramatismo o gravedad, el capítulo en el que la protagonista se realiza un aborto muestra la situación sin traumatizarla. La escena transcure una clínica a la que asisten distintos tipos de mujeres, algunas jóvenes y otras más grandes ya con hijos. Después de la intervención, la chica regresa a su casa y al día siguiente retoma su rutina. Se aborda el aborto como lo que es: una decisión.

 

La sororidad aparece representada en un capítulo en el que se difunde una foto privada de una piba del colegio y la protagonista la ayuda a descubrir quién la mandó. El ejemplo es bueno porque se trata de pibas que no se quieren mucho pero igual se ayuda entre sí por un motivo que las toca a todas, porque ninguna se merece ser humillada.

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Otro aspecto interesante es el abordaje de la sexualidad femenina. Esto es revelador ya que el tratamiento del sexo en televisión y cine es históricamente patriarcal. Los lugares en donde las chicas puedan aprender a disfrutarse escasean en el mainstream. En un capítulo se habla de masturbación femenina. El protagonista le recomienda a una de sus compañeras tocarse para saber qué es lo que le gustaría que le haga su novio. La chica se horroriza, pero vuelve a su casa y se masturba. Se rompe en esta escena con toda connotación de vergüenza y tabú. En muchas ficciones vimos a hombres masturbarse, pero la práctica masturbatoria femenina siempre estuvo invisibilizada. Después de probar, la chica le dice al chico que sabe exactamente lo que quiere. Esto rompe con la idea de que el rol de la mujer en el sexo es darle placer al hombre y abre la puerta al autoconocimiento del cuerpo femenino y del propio deseo.

 

En su ensayo “No solo cuando estoy deprimida me siento en Netflix”, Magdalena De Santo analiza las formas de consumo de ficción a la luz de la lucha de los movimientos feministas, LGTB y queer. Hace un recorrido por distintas ficciones que se adecúan a nuevos estándares de consumos que contrastan con el rol histórico que Hollywood les dio a los varones. Y resalta que Netflix “ha promovido muchísimas series (...) de mujeres fuertes, empoderadas y con un nivel de protagonismo enorme”.

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Si bien su personaje principal es un varón, Sex Education mueve al hombre hetero cis adolescente del rol en el que siempre se lo mostró. Este es un chico que tiene miedo a masturbarse pero que escucha a todes sus compañeres y les ayuda a resolver sus problemas con el sexo. Un chico que gusta de una chica con experiencia sexual que puede abrirse y contarle que es virgen. Un chico que le falla a su mejor amigo y cuando se da cuenta puede mostrar sus sentimientos y pedirle perdón. Otro personaje que se corre de lo habitual es el bully del colegio, quien se muestra como un macho alfa homofóbico pero luego explora su sexualidad con un compañero gay.

No sabemos hasta qué punto se adaptarán las representaciones ficcionales a los cambios de las nuevas generaciones. Lo que sí sabemos es que productos como Sex Education son acercamientos hacia un nuevo paradigma de consumos culturales. Lo que vimos en la televisión y el cine siempre nos sirvió como role model. Si antes nos identificábamos con una narrativa de lo oculto, lo no dicho, lo vergonzante, ahora nos encontramos frente a una mucho más abierta. En estas nuevas ficciones vemos representado un mapa generacional más honesto que tiende a naturalizar y sacar el tabú a escenas hasta ahora invisibilizadas.

 

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La identificación de les jóvenes es, así, mucho menos frustrante. Un montón de pequeñas historias particulares pueden volverse un universo, una identificación colectiva en la que se albergan todo tipo de experiencias y sexualidades. Esta serie le da entidad a las historias que siempre nos enseñaron a ocultar. Pone un espejo a las experiencias de la vida real en la ficción, volviéndola ahora sí, un espacio de contención.