Son las 9 de la noche y Ana se queda dormida mientras mastica las milanesas que le preparó su novio. Él la despierta y ella sigue masticando. Un minuto después se vuelve a quedar dormida. Ana es residente de primer año de Cirugía General en el Hospital Álvarez. Empezó en julio de este año, trabaja alrededor de 88 horas a la semana y gana 36.000 pesos por mes. Para el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, una hora de su trabajo como cirujana cuesta alrededor de 100 pesos.
Se levanta a las 5.30 de la mañana, se toma el subte A desde Once hasta Flores y camina las cinco cuadras hasta el hospital. Junto con sus compañeras residentes recorren las dos salas para evaluar a los pacientes y a las 8 le dan el informe a los superiores.
Después, al quirófano. Hasta el mediodía, la actividad se concentra en el espacio donde realizan entre tres y cuatro operaciones por día. Cuando terminan hace otra vez la recorrida para chequear la evolución de los casi 30 pacientes que están internados. Por la tarde se dedica a completar carpetas con indicaciones médicas. Un día normal regresa a su casa a las 19. Los días de guardia son otra cosa.
—Podemos estar 36 horas de corrido.
En general tienen nueve guardias al mes: dos por semana y una de tres. Entran el martes a las 6, se quedan todo el día y salen el miércoles en el horario a las 19.
—Una guardia tranquila, que nos deje dormir y que sea un éxito, es de cuatro horas de sueño - se ríe.
Cuatro horas de sueño en 34 de trabajo. Como en el Álvarez no hay ni tomógrafo ni resonador a veces les toca llevar a los pacientes a hacerse el estudio a otro hospital. Ahí aprovechan para dormir una hora.
—Con suerte vas a hacer la resonancia a un privado, otras dormís en camillas. A veces, vamos al Sanatorio Méndez donde tienen lindos silloncitos en la sala de espera. Mal que mal, dormís ahí, media encorvada pero un ojo pegás.
Ana, al igual que el resto, desarrolló una capacidad especial para dormir en cualquier lado: la semana pasada se quedó dormida en el colectivo y llegó hasta el final del recorrido.
—Te afecta trabajar tantas horas. Creo que en lo único que no me disminuye la capacidad de atención es cuando estoy operando porque la situación de operar y de tener a un paciente en tus manos te despierta. No hay mejor estímulo que ese pero salís del quirófano y se te apaga la cabeza.
Veto o paro
Desde el jueves les 4000 residentes y 1500 concurrentes de casi 27 hospitales y Centros de Atención Primaria de la Salud de la Ciudad de Buenos Aires (Cesac) están de paro en rechazo a la Ley 2828, sancionada en medio de represión y sin legisladores opositores. Los diputados no oficialistas que salieron a asistir a los manifestantes fueron retenidos afuera y no pudieron volver al recinto. La ley se aprobó con 34 votos a favor y 5 abstenciones.
La normativa “Régimen de residencias y concurrencias de equipos de salud y apoyo a equipos” deroga las Ordenanzas 40.997 de 1985, 41.793 de 1987 y 45.146 de 1991 y sus modificaciones posteriores. La nueva versión profundiza la situación de precarización laboral de residentes y concurrentes porque considera a la residencia como “un régimen de formación de postgrado en servicio y contextos de trabajo para profesionales de reciente graduación, remunerado, acotado en el tiempo, intensivo y altamente calificado”. No habla de trabajadores sino de profesionales en proceso de formación por lo que de manera indirecta quita derechos laborales como la huelga. Legaliza las jornadas de hasta 64 horas semanales sin diferenciar los días hábiles del resto. Desacopla los sueldos de residentes de los de los médicos de planta y mantiene la figura del concurrente como trabajo ad-honorem. Además, califica a la guardia como “formación intensiva continua".
—Es una ley para la que no fuimos consultados— dice Ayelén Cámpora desde el Hospital Ramos Mejía, en el Barrio de Balvanera.
Es residente de segundo año de Tocoginecología y una de las referentes de la asamblea del centro de salud. Uno de los principales reclamos es que la jornada laboral semanal sigue siendo de 64 horas como máximo: perpetúa y convalida un sistema que ya los tiene precarizados.
—Es injusto y completamente arbitrario que tengamos que trabajar el doble de lo que trabaja un médico de planta cobrando el mismo sueldo.
De la ley no se desprende cuál será el piso salarial. La ordenanza 40.977 y sus modificaciones regulaban los sueldos de acuerdo a los ingresos de un médico de planta. La nueva legislación va contra eso y no fija un piso salarial, solo habla de un “salario acorde a las horas semanales que trabajadas”. Actualmente, los sueldos van desde 36.000 hasta 40.000 dependiendo el año de la residencia.
Algo que preocupa a les trabajadores es el artículo 36, en el que se establece como causal de rescisión de contrato una “falta grave que perjudique material o moralmente a la Administración” del hospital. “Nos parece gravísimo, la moral y la ética es algo completamente subjetivo. La consideramos una medida disciplinadora porque en ese planteo podrían entrar acciones de lucha para defender nuestros derechos”, dice Ayelén.
Según la ministra de Salud de la Ciudad, Ana María Bou, la normativa es “más moderna, acorde a las necesidades de los profesionales residentes”. “Lo que hicimos fue un ordenamiento de lo que no estaba muy claro, específicamente en cuanto a horario y a garantías y derechos. Pusimos que no se puede hacer más de 2 guardias de 12 horas con descanso obligatorio posterior. Nosotros queremos garantizar que dentro de ese margen de capacitación puedan tener los derechos que tiene cualquier trabajador del sistema. Hace 35 años que no se miraba y organizaba la tarea de los residentes”, dijo la funcionaria.
Bou Pérez reconoció que el proyecto no fue “muy trabajado con los residentes”. “Se hicieron algunos talleres y se conversó con las áreas de capacitación pero, aparentemente, no llegó a las bases como tenía que haber llegado lo que complicó muchísimo la presentación en la Legislatura”, reconoció.
Nicolás Kreplak es sanitarista, docente, exviceministro de Salud y presidente de la Fundación Soberanía Sanitaria. Entre 2007 y 2011 fue residente en el Hospital Ramos Mejía y durante 2012 jefe de su sector. “Desde el punto de vista político-sanitario es una cosa incomprensible, empeora las condiciones laborales ya existentes. Están destruyendo la escuela de salud de nuestro país que son los hospitales públicos”, dice.
El lunes varies legisladores encabezados por Myriam Bregman del Frente de Izquierda presentaron una impugnación a la votación porque tiene “graves defectos que vician su resultado”. En el texto detallan que la Policía de la Ciudad les impidió el ingreso a la Legislatura a les siete legisladores que salieron durante la represión. No pudieron hacer uso de la palabra ni ingresar al recinto. Además, denuncian que algunos votos en contra no fueron contabilizados y que no se convocó a quiénes estaban en la antesala, como indica la ley. “La aprobación se encuentra gravemente viciada, no reúne los requisitos legales”, dijeron.
***
Agustín Olivero participa de la asamblea del lunes en el patio del Hospital Durand. Viste un ambo azul y arriba un guardapolvo de cartón con la frase “Sin concurrentes y residentes no hay hospital”. Lleva anteojos de sol y un peinado prolijo, igual que su barba. Tiene 25 años y comenzó la residencia en Clínica Médica para Geriatría en julio. Se vino desde la ciudad de Santa Fe después de rendir el examen nacional de residentes en la Universidad Nacional del Litoral. Estuvo averiguando y el Durand es uno de los mejores hospitales para su especialidad. Hace seis meses que integra el grupo de los R1, les más castigados de todo el sistema. Así se llama a les residentes de primer año, destinades a las guardias de los fines de semana y feriados.
Agustín habla de “explotación laboral contínua”. De lunes a viernes él y sus compañeres trabajan entre 10 y 12 horas. La lista de tareas incluye también enfermería, transfusiones, traslados en camilla, sacar turnos a pacientes o pasar las drogas en quimioterapia. Además, las guardias. Cada cuatro días, cumplen jornadas de 24 horas que, en general, se extienden hasta 30. Entran a las 7.30 y terminan a las 12 del mediodía del día siguiente.
—Muchas veces, los únicos que estamos a cargo de la guardia somos los residentes de primer año. Hace seis meses que estamos en formación y estamos a cargo de 50 o 60 personas.
Agustín pensó en abandonar la residencia muchas veces. Es habitual que cada dos o tres semanas alguno quiera renunciar. Entre ellos se dan ánimo. Un día cae uno, otro día cae otro y se apoyan hasta que pasa la incertidumbre.
El sol empieza a picar en el patio del Durand. Mientras esperan la asamblea de casi 150 residentes y concurrentes un grupo relata sus experiencias.
—Para mí, la residencia es uno de los mejores lugares de formación pero ¿a expensas de qué? —se pregunta Agustín sentando en un banco de cemento que da a la Avenida Díaz Vélez.
Está con Clara Villaverde y Lourdes Vera, ambas tienen 28 y realizan el cuarto año de residencia. Las dos asienten con la cabeza lo que relata Agustín. Una recuerda las veces que fue a trabajar con fiebre para no perjudicar a un compañero que estaba de guardia y la otra cuenta que en varias ocasiones le pusieron suero para que se le calme el dolor y así volver a trabajar.
—Es habitual venir con fiebre porque si vos no venís tu compañero tiene que trabajar el doble —dice Clara.
—Hubo veces en las que estuve como tres horas en observación y después tenía que salir a trabajar para no sobrecargar al resto —suma Lourdes.
Lourdes es de San Juan, entiende cuando Agustín habla de la falta de contención familiar.
—Se ve mucho a la larga, en el proceso de primer año, cómo los residentes de primero entran con cierta energía, con ganas de trabajar y después están tan quemados que ya en diciembre están cansados, con sueño o lloran muchas veces porque les falta contención familiar y no tienen tiempo de ver a los familiares. Algunos viven lejos. Es un desgaste físico y psicológico muy grande que se nota mucho en los primeros seis meses.
—Para poder ver a mi familia tengo que tener por lo menos un fin de semana libre al mes, en la semana olvídate de ver a algún amigo. Si llegás a hacer algún plan tiene que ser el día post guardia, al mediodía y después de 30 horas de trabajo sin dormir —explica Agustín.
—Ya llevo cuatro años acá y es habitual ver a los de primero que lloran, que colapsan, que se ven sobrecargados —agrega Clara.
Lourdes dice que el Gobierno de la Ciudad tiene que pensar en el impacto que este sistema genera en el paciente.
—Nos estamos quedando solos y la verdad que nos manejamos bien pero puede ser que no y el que termina pagando es el paciente. Si bien estoy contenta con la formación, siento que han sido cuatro años de mucha frustración. No creo que se pierda la empatía pero cuando una está cansada cuesta más.
Rosario Román tiene 27 y es residente de segundo año de Medicina General y de Familia del CESAC 36 y en el Hospital Vélez Sarsfield de Liniers. Hace dos años, cuando recién comenzaba, su hermana tuvo una colisión vehicular que la dejó con una discapacidad motriz. Le hubiera gustado acompañar más a su familia que vive en Quilmes pero las guardias se lo impedían.
—Ella quedó con una lesión medular y hubo un montón de fines de semana que no pude estar porque rotaba en el Hospital Tornú.
Mario Rovere es médico sanitarista, fue viceministro y dirige la Maestría en Salud Pública de la Universidad Nacional de Rosario. Para él, la residencia es el mejor sistema de formación de posgrado pero es necesario que esté supervisada de manera académica. “Hay que prevenir el desequilibrio entre el estudio y el trabajo y que no se tienda hacia lo que los residentes llaman ‘mano de obra barata’”.
“Defendemos fuertemente el sistema de residencias pero tienen que tener un programa académico donde se priorice la importancia de aprender. En ningún lugar dice que para formarse se necesita estar despierto 24 o 36 horas. Hay problemas de la calidad de la atención vinculado con este sistema. Creo que hay muchas preguntas abiertas y posibilidades. Los residentes no están negándose a una legislación que mejore las residencias sino que están totalmente en contra de legislar sobre ellos sin ellos”, explica.
***
Es lunes a las 10 en la estación de subte Parque Patricios de la Línea H. Se abren las puertas de la formación y salen decenas de profesionales de la salud. Cantando, suben las escaleras mientras el chófer les toca bocina varias veces en solidaridad.
Ole, ole, ole, ola, sin residentes no hay hospital, precarizados no vamos a trabajar.
Cada tres minutos se renueva el canto con la llegada de otra formación del que descienden cientos más. Las escaleras desbordan y en el hall de la estación se escucha la melodía de Bella Ciao, la canción de la resistencia italiana. Con bombos y silbatos suben a la plaza para marchar hasta la sede del Gobierno de la Ciudad.
En un costado, chicas y chicos dejan sus carteles en el pasto y se ponen protector solar. Comparten la crema, otros la versión en spray, saben que será una jornada larga. Algunes llevan brazalete de cinta naranja, son los de la Comisión de Seguridad que organizan al resto. Comienzan a caminar por Monteaguado, rodeando la plaza hasta llegar al edificio espejado, delimitado por rejas negras y con policías en el interior. Hay huellas de zuecos crocs y zapatillas urbanas. En algunas mochilas cuelgan frasquitos de alcohol en gel, en otras el pañuelo abortero. Hay muchos anteojos de sol, rodetes y relojes pulsera.
—Cuánta gente linda hay acá —dice una señora mayor que sigue la marcha desde una vereda.
Un grupo de delegades de cada uno de los hospitales se acerca al edificio. Quieren hablar con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. No los atiende. Le dejan una carta: “La violencia no es solo golpear a compañeros y compañeras sino también legislar a costa de ello".
Una de las delegadas toma el micrófono de la camioneta que encabeza la marcha y explica la situación. Bajo la sombra de las tipas, miles escuchan. De los árboles caen gotitas minúsculas de savia y flores amarillas. Por votación deciden marchar 15 cuadras hasta el Ministerio de Salud, en la calle Montasterio 480.
Mientras caminan por la Avenida Caseros ocupan una mano y cortan parcialmente el tránsito. En las veredas, las personas miran en silencio, con sorpresa. No dicen nada, sólo observan. Algunes aplauden acompañando la marcha, otres les hacen sonrisas de acompañamiento. Los colectiveros les tocan bocina. El ambo blanco sorprende a les transeúntes y genera cierta empatía.
—Tenemos a favor que somos un sector bien visto. Somos profesionales y estamos haciendo algo que no se hizo nunca, aprovechemos la oportunidad. Estamos logrando algo histórico — decía más temprano una de las delegadas en la asamblea.
Algo de eso se nota en la mirada ajena.
En este despertar colectivo se reconocen como trabajadores y toman la calle para defender sus derechos. “La vereda está bien, la salud está rota”, dice uno de los carteles que sostiene un chico. Al lado, una médica se resguarda del sol con un paraguas. En la espalda le cuelga un cartel:
“Hace 30 horas que no duermo. ¿Atiendo a tu hijo?”
Sebastián Goin está en segundo año de la residencia en el Hospital Argerich, es delegado y cuenta que la organización viene creciendo pero que este conflicto le dio más fuerza y la hizo más visible. “Los residentes y concurrentes nos organizamos y formamos una asamblea democrática y horizontal con decisiones colectivas. A partir de esto surgió la movilización del jueves, el viernes, y el paro que venimos manteniendo. Somos un colectivo unido que está harto de las condiciones laborales que nos imponen. Esta ley pretende profundizarlas y hacernos retroceder”, cuenta.
El colectivo de profesionales dobla en Avenida Colonia y ocupa toda la calle. Cuatro cuadras después se enfrenta con el Estadio Tomás A. Ducó y dobla por la Avenida Amancio Alcorta. Por momentos, la marea parece la hinchada de Huracán llegando a la cancha.
Unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode.
Una vez en el edificio, la ministra Bou Pérez recibe a les delegades y les advierte que descontarán los días de paro y que están dispuestos a conversar la reglamentación de la ley pero no a vetarla. “Les ofrecí la posibilidad de una mesa de diálogo para revisar todos los artículos y ver lo que se puede reglamentar pero ellos quieren vetar la ley”, le dice la ministra a los medios minutos después.
En la calle la asamblea ratifica: “Veto o paro”.
Dos días más tarde y después de otra manifestación masiva, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta presentó un proyecto de resolución para dejar sin efecto la Ley 2828. Desde el ministerio de Salud decidieron no avanzar con la ley “hasta que no se generen los consensos necesarios con los actores involucrados”.
***
—Los concurrentes les pedimos que lleven nuestro reclamo. A veces podemos estar en las medidas y otras no porque tenemos tres o cuatro trabajos para sostener la vida. Hacemos lo mismo que los residentes y no nos pagan nada — dice Giuliana Tapia en una de las asambleas previas.
La nueva ley sostiene la figura del concurrente como trabajo ad honorem, sin obra social, aportes jubilatorios, ni ART. Algo que ya sucede en los hechos y que la ley convalida. A diferencia de les residentes, les concurrentes tienen que trabajar cinco años, cumplir una jornada laboral no extendida, generalmente de 8 a 12 de la mañana, pero sin sueldo.
Alejandro Audino es psicólogo, tiene 27 y está haciendo el tercer año de la concurrencia en el Hospital Santojanni. Trabaja 20 horas semanales y hace el mismo trabajo que el resto de los profesionales: rota por la guardia, atiende interconsultas y consultorios externos. La misma tarea sin sueldo.
Alejandro vive en Capital y tiene otros trabajos para llegar a fin de mes. Atiende en un centro médico en Floresta y tiene pacientes particulares. Cuenta que la mayoría de los profesionales que recién ingresan mantienen acompañamientos terapéuticos o integraciones escolares part-time para poder pagar el alquiler y comprar la comida.
—Lo que me permite mantenerme es el trabajo remunerado. Si no lo tuviese, no me podría mantener. La experiencia producto de la formación en la concurrencia dentro del dispositivo de formaciones es buenísima, lo mejor que hay, pero estamos expuestos a buscar dos o tres trabajos para vivir y de alguna forma lo que hacemos en el hospital es trabajo.
“Nada debe legislarse sobre los concurrentes sin consultarlos. Los contratos de estudio-trabajo deben ser transparentes y consensuados porque son profesionales en formación pero también son parte de la capacidad de respuesta de la red. Se debe garantizar la supervisión capacitante de sus prácticas”, explica Rovere.
***
Pasaron seis días de la represión en la Legislatura y la asamblea volvió a Parque de los Patricios, el barrio de Ringo Bonavena. Algo del mítico boxeador hay en ellos. Aguantan, esquivan, resisten. El martes, Día del Médico, lo conmemoraron luchando. El miércoles celebran el proyecto de resolución del gobierno porteño para dejar sin efecto la ley. Como en el ring, cuando el adversario es complejo, el resto físico es decisivo. Algo de eso conocen, sus cuerpos saben de cansancio y resistencia.