Crónica

RainbowEx en San Pedro


Pueblo chico, estafa grande

Casi un tercio de los habitantes de San Pedro cayeron en una piramidal. Causó un boom del consumo en los primeros días: se compraron y vendieron autos, terrenos y hubo una extraña redistribución de la riqueza que terminó en estafa. Facundo Iglesia viajó para contar esta historia digna de Netflix: una empresa cripto fantasma, actores polacos que se hacen pasar por CEOs, un evento de lujo en un hotel cinco estrellas y las indicaciones de “La China”, otra actriz que aconseja cuándo operar en la plataforma. Hoy el dinero está congelado y, para retirarlo, tienen que pagar 88 dólares. Ya lo hicieron más de dos mil personas. Dos causas —una federal y otra provincial— investigan el caso.

Cerca de las ocho de la noche las calles de San Pedro se vacían. En los clubes de fútbol, los partidos y las prácticas se pausan intempestivamente. Las conversaciones se interrumpen. Alrededor de un tercio de los sampedrinos reciben una señal en sus celulares y tienen apenas 40 minutos para actuar. Cuando volvían a aparecer clientes en el almacén de la calle Molina al 600, a unas cuadras de la terminal de ómnibus, Claudio Núñez los recibía con una risa socarrona y una pregunta: “¿Ya operaron?”.

Claudio, 52 años, se ríe, pero él también operó, igual que su esposa, Alejandra Lobianco. Los dos aprendieron esa acepción de la palabra hace apenas unos meses, pero la comerciante y el mecánico automotor ya parecen traders natos: compraron y vendieron criptomonedas en minutos, en una app en el celular. O eso creían. Cada uno puso allí 200 dólares que probablemente no volverán a ver en su vida.

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Entre 12 y 20 mil personas de la ciudad bonaerense en la que el último censo contó casi 70 mil habitantes se metieron en RainbowEx, una supuesta plataforma de trading cripto que prometía una ganancia en dólares extraordinaria, inexistente en el mercado, de entre 1 y 2 por ciento diarios. Por año, significaría una tasa de interés del 3.490%. Administrada por una fundación llamada Knight Consortium, la empresa enviaba en las noches una “señal” por el servicio de mensajería Telegram indicando qué criptomoneda convenía comprar y qué rendimiento daría. La emisaria, Ali, usaba el avatar de una mujer asiática. Los sampedrinos la llaman “La China”.

El 7 de octubre, después de un revuelo mediático que puso al país entero a hablar de San Pedro, todo (lo que tenían o lo que creían que tenían) se desvaneció en el aire. Los periodistas habían afirmado que la plataforma era una estafa piramidal y quienes allí operaban se encontraron con un mensaje: por 14 días no podrían retirar su dinero. Fuentes del sector cripto aseguran que la noticia generó un pequeño pánico a nivel nacional y que, mientras fue agenda en los medios de comunicación, se produjeron retiros considerables de dinero de las wallets de criptomonedas más establecidas. Hoy, la justicia provincial y la federal investigan la plataforma y a quienes están detrás.

RainbowEx dejó un tendal de estafados, pero también causó un boom del consumo, una desordenada y súbita redistribución de la riqueza. Decenas de personas cambiaron la moto, compraron un auto, arreglaron la casa. El fenómeno tiene, además, otra particularidad: la gran proporción de inversores que pusieron plata sabiendo que era una estafa o que “algo raro había”, pero intentaron ganar lo máximo posible hasta que inevitablemente cayera. Una apuesta de altísimo riesgo hecha con dinero propio, pero, sobre todo, con el de sus vecinos.

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San Pedro cosecha duraznos y naranjas, fabrica papel y golosinas en las plantas de Papel Prensa y Arcor, exporta granos desde su puerto y recibe turistas. En 2007 la ciudad saltó a la fama porque alguien anticipó que allí se construiría la futura sede del Disney World argentino, un proyecto motorizado por el empresario jamaiquino Max Higgins. El solo anuncio provocó un boom inmobiliario en la zona, pero terminó revelándose como un fraude: Higgins nunca tuvo los derechos ni el dinero para construir el parque de diversiones y la vida de lujos que ostentaba era financiada a través de un esquema Ponzi. No fue el primero ni el último. “Cuando llegás a la ciudad, hay un cartel que dice San Pedro: capital de los fósiles, porque hay un foco paleontológico. Pero debería decir San Pedro: capital de los Ponzi”, dice entre risas una vecina.

El año pasado, según la Dirección Provincial de Estudios y Análisis Económicos, casi el 10 por ciento de los sampedrinos tenía sus necesidades básicas insatisfechas. Un dirigente sindical, un funcionario nacional, microemprendedores y empleados que viven y trabajan en la ciudad coinciden en un diagnóstico: falta trabajo.

En ese contexto, Luis Pardo, cabecilla visible de RainbowEx, prometía “libertad financiera” a los inversores. “¿Cómo hacemos para darle de comer a una chica con cuatro o cinco hijos? Si un trabajo te paga 200 o 300 lucas por mes y te tienen muleando todo el día, doce horas seguidas. No ve a su familia, no puede atender su casa, no puede disfrutar de sus hijos, no puede darle una buena educación, no puede pagarles un buen colegio, no puede comprarle ropa, zapatillas”, dijo en un audio que se distribuyó entre quienes dudaban de la legitimidad de la plataforma.

Hijo de la expareja del intendente Cecilio Salazar, Pardo fue una de las estrellas en una cena que Knight Consortium organizó el sábado 21 de septiembre en el Hotel Emperador de Buenos Aires. Asistieron varios sampedrinos fascinados por el universo al que habían accedido. Fue la primera vez que un empleado de una empresa local que abandonó su trabajo y ganaba 200 dólares al día en RainbowEx pisaba un hotel cinco estrellas.

Pero eso no fue todo: la empresa prometió que el próximo evento se realizaría el 15 de febrero de 2025 en Nueva York. La gente estalló ante la posibilidad de viajar, pero también ante el reaseguro de que el esquema seguiría un año más.

“Sabemos que al menos hasta el 2025 vamos sobre rieles”, escribió un usuario de uno de los grupos en Telegram de la plataforma. “Ojalá sea así, para mí no es garantía de nada. Aparte no me invitaron al evento, que se caguen”, dijo otro, más desconfiado. Varios de los inversores compartían el sentimiento. Entre ellos, un comerciante que puso 100 mil pesos de inversión inicial en mayo y terminó con casi 7 millones. Llamémoslo Kevin. Con la ganancia, stockeó su negocio, cambió la camioneta e invitó a varios conocidos, siempre advirtiéndoles que retiraran el capital inicial ni bien pudieran. Él sabía que era un esquema piramidal. En la cresta de ola, Kevin y sus amigos devenidos inversores mandaron a hacer remeras con una leyenda en la espalda: Hoy paga la China!!!

La empleada de otro comercio del centro de San Pedro, a quien llamaremos Karen, invirtió hace un mes para “diversificar” sus ingresos, “pero ya sabiendo, por el comentario que se estaba haciendo, que esta plataforma se iba a caer en diciembre”. A diferencia de quienes auguraban un buen 2025, varios inversores hablaban de diciembre como el mes clave para la plataforma. Esperaban una gran ola de retiros por las fiestas. “La mayoría de la gente que puso plata sabía que esto iba a pasar. No es que la gente fue ciega y confiando”, dice Karen, que también habla bajo la condición de anonimato.

Pero las verdaderas estrellas de la gala en el Hotel Emperador fueron Timothy Murphy y Jeremy Jones, gurúes estadounidenses de las finanzas virtuales y líderes de Knight Consortium. Hablaron de “conectar con comunidades locales” en el evento cuyo slogan era juntos cabalgamos, juntos brillamos. Maximiliano Firtman, periodista y programador que venía estudiando el caso, descubrió el 7 de octubre que se trataba de dos actores polacos que vinieron desde Varsovia a Buenos Aires a interpretar a los empresarios: Maurycy Lyczko y Filip Walcerz. “El riesgo de que saliera mal era altísimo. Y salió bien, más allá de lo que descubrí”, dice hoy Firtman.

Hoy existen dos causas. En una, el fiscal federal Matías Di Lello, titular de la Sede Fiscal Descentralizada de San Nicolás, investiga a la plataforma por intermediación financiera no autorizada y lavado de activos. Di Lello cuenta con el apoyo de la UFECI del fiscal Horacio Azzolin, encargado de ciberdelitos. 

Hay dos financieras que cambiaban el saldo en RainbowEx por dólar billete y quedan una frente a la otra en la calle Bartolomé Mitre, la principal de la ciudad: Overcash, y una que solo puede identificarse por un cartel en su fachada: “Casa de Cambio: la mejor cotización”. La primera pedía un 4% de comisión, la otra 5%. Las dos fueron allanadas y Di Lello imputó al titular de una de ellas, Matías Liberatti, y a Luis Pardo.

La otra causa, provincial, es liderada por la UFI 7 de María del Valle Viviani, con el apoyo de Unidad de Delitos Económicos y el Departamento de Cibercrimen de la Provincia. Viviani ya tomó testimonio a cinco supuestos damnificados y empezó a  recibir a quienes se perciben como estafados para que testifiquen. En privado, insiste en que quienes invirtieron no cometieron ningún delito.

Ni RainbowEx ni Knight Consortium están registradas en la Comisión Nacional de Valores. Las pruebas parecen indicar que no es más que una estafa piramidal. La app nunca permitió comprar las criptomonedas que tenían nombres como BTAR, ACRIS o DTQ y no existían. Lo único que existía eran nuevos inversores que ponían plata para los viejos inversores que la recibían (que además, se llevaban “jugosas” comisiones por ingresar “referidos”). Matemáticamente insostenible.

Esta semana, varios inversores lo terminaron de comprobar: “La China” avisó que la plataforma se retiraría del país y que los usuarios tienen hasta el 17 de octubre retirar lo que depositaron. Pero, para eso, tienen que pagar 88 dólares. Al menos dos mil personas ya hicieron el pago y acumulan más de 175 mil dólares.

Kevin elige hablar sin su nombre real porque está convencido de que es “una mafia” en la que están metidos sindicalistas y periodistas. Kevin sigue operando “por las dudas”, pero da por perdidos los más de 2000 dólares que le quedan en la cuenta. Decidió no poner los 88 dólares para recuperar su plata: “No, eso es una estafa”, dice.

Karen dice conocer gente que pudo sacar la plata sin ningún problema antes de que empezara a difundir por los medios nacionales. “Una vez que pasó eso, la gente tuvo miedo, tuvo dudas, y empezó a sacar el dinero. Pero todos, o la mayoría, pensamos que justamente se cayó por la difusión que tuvo. Conozco gente que sacó mucho dinero, compró autos o terrenos. No había gente estafada. Y acá nos enteramos de las cosas muy rápido”.

La última frase la dice con una sonrisa maliciosa. Luego ampliará la idea y señalará, como Kevin y otros inversores, a quien creen que hizo precipitar la caída de la plataforma: al diario local La Opinión y a su jefa de redacción, Lili Berardi. En los grupos de Telegram circulan fotos viejísimas de ella en unas vacaciones que probarían que ella estaba metida. Berardi tuvo que radicar, en la fiscalía de Viviani, una demanda por amenazas. “Vieja estúpida, nos arruinaste por envidiosa”, dice uno de los múltiples mensajes que recibió. “Te llego a cruzar en la calle y te mato”, dice otro. En San Pedro, parece, los rumores corren más rápido que la verdad.

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En la oficina de la jefa de redacción de La Opinión cuelgan sombreros de todas partes, hay paredes empapeladas con periódicos, de otras cuelgan estantes con máquinas de escribir, radios antiguas y ediciones del diario encuadernadas. Dos paredes, contiguas, tienen ventanas sin vidrio —agujeros— que dan al resto de la redacción. En la mesa hay micrófonos, trípodes, una caja de bonobones que le regaló una víctima de Rainbowex agradecida y ahí, en medio de todo eso, trabaja Lili Berardi.

Con tan solo ocho periodistas, La Opinión condujo una investigación inédita junto a la empresa de seguridad informática Birmingham Cyber Arms Ltd., que reveló un hackeo al backend de RainbowEx. Un grupo de ciberdelincuentes comenzó a vender el acceso a las fotos de los usuarios de la plataforma sosteniendo sus DNI, que se suelen usar como forma de identificarse en plataformas online. A principios de mes, filtraron 5.300 fotos como muestra. El actor dejó un mensaje a la empresa: “Al Sr. Pardo y a RainbowEx no les importa la seguridad de sus clientes y decidieron ignorarnos”.

El análisis de los datos filtrados reveló que hay un total de 62 mil usuarios registrados (incluyendo los de San Pedro) que invirtieron más de 49 millones de dólares. “RainbowEx está en Salta, Bahía Blanca, Gualeguay, Gualeguaychú, Neuquén, Tigre: cada uno tiene su ‘China’ con nombre distintos. En cada grupo de Telegram tenés la misma foto pero con distinto nombre. La de Bahía Blanca se llama Zoe”, dice Firtman. “Generación Zoe” fue el nombre de la estafa piramidal más grande en la historia del país. Su líder, Leonardo Cositorto, está siendo juzgado en Goya, Corrientes y se esperan procesos en otras regiones del país.

Entre los inversores que más pusieron en San Pedro se encuentran concejales de todos los partidos, miembros del Poder Ejecutivo (incluyendo al autor de un proyecto contra la ludopatía infantil) y todo un curso de chicos de una secundaria.

La Opinión también dio a conocer la verdadera identidad de “la China”. El avatar  que aparece en todos los grupos de RainbowEx, y que en un video se presenta como analista de Knight Consortium es, en realidad, la actriz y locutora indonesa Kristin Natalis. Detrás de ese número de teléfono con característica del gigante asiático que lleva su foto, está enmascarado el número de Maximiliano Braga, trabajador rural de un vivero y empleado de una mueblería. Braga, según los datos de La Opinión, retiró más dinero que Pardo. Estaría más arriba en la pirámide, pero la cima aún no se conoce. 

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Al fondo del almacén que Alejandra Lobianco puso en la entrada de su casa hace dos años y medio hay un quincho amplio. Arriba del asador cuelga un cartel de madera balsa que reza el camino al éxito es la actitud. Lobianco no culpa a Berardi ni a La Opinión: la gente que lo hace, para ella, no tiene el valor de admitirse estafada. “Mi hija no duerme, yo no duermo. No por la plata: por la impotencia que uno sintió, por la forma en que nos estafaron, por habernos hecho creer algo que era mentira. Nos sentimos en San Pedro como si fuéramos unos analfabetos”.

Alejandra siente que la gente se ríe, que los considera estúpidos. “¿No se daban cuenta que los estaban estafando? Y no. Porque veíamos que la gente por primera vez tenía plata y podía ir a comprarse un par de zapatillas, pagarse un alquiler, que le compraban una Playstation a sus hijos, que se compró una moto para ir a trabajar”. Ella, particularmente, estaba ahorrando para su hija, para su fiesta de egresados y también para su futuro, dice. “Para ayudar a mi hija a pagar un departamento y que se vaya a estudiar a Rosario”. “Yo hablé con mi hija y me decía ‘listo, dejá, mami, ya pasó’, y le dije que no, que voy a ser una espina en sus zapatos”.

Quedan, sin embargo, varias personas que siguen creyéndole a La China: “Qué densos están los haters”, dice un usuario de Telegram, incólume ante la evidencia que se acumula. Pero son los menos: la mayoría de los sampedrinos ya da por perdida la inversión que no retiró. Otros, según los vecinos, ya se sumaron a esquemas de inversión que ofrecen rendimientos aún mayores que los de RainbowEx.

Fuentes judiciales coinciden en que San Pedro es un pueblo “conflictivo”. Por caso, además de RainbowEx, las fiscalías que intervienen en la zona se encuentran investigando crímenes recientes como homicidios, disparos con armas de fuego y violencia de género. “No es una ciudad tranquila”, comenta una de las fuentes, que teme que RainbowEx pueda ser un chispazo que acelere la espiralización de las agresiones: predice, por ejemplo, enfrentamientos entre quienes cambiaron su vehículo y quienes vieron desvanecidos sus ahorros, entre quienes recomendaron entrar y quienes entraron. Un boom de violencia que le seguirá al boom de consumo. Es que, cuando el polvo se asiente, quedará más claro cómo funciona un esquema piramidal y que, para que unos ganen, otros tienen que perder.