Ensayo

Mercado del sexo y del amor en tiempos feministas


Promesas sobre la cama

Feminismos, new age, derechos humanos, emprendedorismo, terapia: los elementos que se combinan en la revolución sexual del siglo XXI. ¿Todos queremos sexo? Estar soltera ¿está de moda? El mercado sexoafectivo habilita trayectorias signadas por la libertad, siempre condicionada, y la incertidumbre de no saber mañana. Karina Felitti y Mariana Palumbo traen 5 canciones para entender los vínculos entre hombres y mujeres luego del Ni Una Menos y la marea verde.

Luego de las transformaciones discretas de los años sesenta, el “destape” de los ochenta y la espectacularización y sexualización del poder que atravesó a la década de 1990, la revolución sexual del siglo XXI es estridente. Combina elementos de la cultura terapéutica, el emprendedorismo, la espiritualidad new age, los derechos humanos y los feminismos, y los viraliza apoyándose en las nuevas tecnologías de comunicación. 

La música es uno de los productos culturales y artísticos que construyen y difunden estos procesos socio-históricos. Post Ni una menos y Marea Verde, en el escenario del avance neoliberal en lo económico y en nuestras subjetividades, cinco canciones permiten analizar algunas de las transformaciones más recientes en los modos de hablar y vivir los vínculos sexoafectivos entre mujeres y varones.

1. Sexo, todo el mundo quiere sexo

En 2018 el compositor y cantante puertorriqueño Residente grabó, en colaboración con iLe y Dillon Francis, el tema “Sexo”. La canción invoca referencias de dos campos clave para el abordaje de la sexualidad hoy: la cultura terapéutica y los feminismos. Mientras cantan “Esto es dedicado para Sigmund Freud y Judith Butler. Pa' que la meneen”, en el video Residente usa una camiseta con la palabra “Freud” estampada y Dillon lee El género en disputa, de Butler. Personas de diferentes edades, colores de piel, talla y estatura se mezclan entre sí para alcanzar lo que es, según la letra de la canción, el objetivo de toda acción humana: tener sexo. 

La omnipresencia de lo sexual en la vida social, definida conceptualmente como “sexualización de la cultura”, “cultura del striptease” o “pornificación cultural”, puede generar la sensación de que estamos viviendo en un mundo más libre y gozoso. Además, si “el sexo es salud” y la experticia y la acumulación son valores de mercado, parecería adecuado invertir energías y dinero para tener una vida sexual activa. Eso podría explicar por qué, incluso en medio de una pandemia que tuvo sus momentos apocalípticos, angustias, duelos y graves consecuencias sociales, económicas y políticas que hoy transitamos, la venta de juguetes sexuales, el consumo de pornografía y las inscripciones e intercambios en aplicaciones de citas aumentaron considerablemente. 

Al mismo tiempo, otros registros muestran una baja del deseo, falta de orgasmos y de erecciones, muchas personas con pocas o nada de ganas de relacionarse y otras tantas que quieren hacerlo pero no lo logran. 

Los placeres prometidos no se alcanzan siempre, los costos de las búsquedas pueden ser altos y están diferencialmente distribuidos. 

2. Estar soltera: ¿está de moda?

En las sociedades contemporáneas ser una persona exitosa incluye triunfar en el sexo y en el amor. Persisten los mandatos de género estereotipados: a los varones se les juega la virilidad y habilidades de conquista; a las mujeres parte de su valor social, educadas durante siglos para ser fundamentalmente esposas y madres. 

Las solteras contemporáneas, incluyendo a separadas y divorciadas, ya no son las solteronas de los tangos. Socializadas en el contexto de consolidación democrática, progresivo reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos, popularización de premisas feministas y mayores oportunidades educativas y laborales, ellas tienen más herramientas para proponer citas, comunicar sus gustos y deseos, poner límites y buscar su propio placer. 

“Estar soltera está de moda” dicen Lunay, Bad Bunny y Daddy Yankee. Aunque habría que matizar. La vida de la joven de “Soltera” que sale a divertirse sin enamorarse responde a la frustración de un engaño: “no quiere que nadie le vuelva a fallar”. Otros registros culturales permiten imaginar que la que fuma y perrea en algún momento cambiará de estado ya que, pese a las transformaciones de la “pareja”, tener una relación sexoafectiva, sea cual sea su formato, sigue siendo importante en la conformación de la subjetividad posmoderna. 

Varias razones concretas sustentan esta aspiración. En escenarios de crisis económicas prolongadas, que afectan las proyecciones de movilidad social y precarizan la vida cotidiana, la pareja puede actuar como reaseguro emocional y financiero: facilidades crediticias, compartir el alquiler, la cuenta del supermercado, de un restaurante, las tareas hogareñas y de crianza, y aprovechar el dos por uno de las entradas de cine. Más allá del utilitarismo y la racionalidad, la “utopía romántica” motiva la imaginación cultural moderna y direcciona nuestros sentidos. 

“Estar con alguien” –en un noviazgo, matrimonio, amor libre, poliamoroso o como cada quien lo llame o en el vínculo que cada quien negocie y más o menos acepte– es una situación apetecible para muchísimas personas, especialmente para las mujeres, por las expectativas y situaciones estructurales mencionadas. Basta recordar la trama de varias películas y series que comienzan con solteras divirtiéndose entre amigas, bebiendo distendidas, organizando viajes y teniendo sexo sin compromiso de continuidad en el vínculo, que terminan con una boda. La soltería, al menos para las mujeres, más que una moda parece un estado paréntesis para disfrutar y luego procurar soltar, otra palabra recurrente del vocabulario del amor y el desamor contemporáneo.

3. Felices los 2, 3, 4 y más

Ya hemos dicho que la monogamia está en crisis y la experimentación sexual, en boga. Aun quienes no tienen certeza sobre el bienestar que puede traerles la fluidez vincular, visualizan en estas exploraciones una oportunidad de autoconocimiento. En una viñeta del humorista Tute, sus personajes Mabel y Rubén nos presentan un diálogo de época: ella le pregunta si quiere una relación abierta o cerrada y él le responde: “entornada”. Hay aquí una aseveración ante una propuesta que apuesta por lo indefinido. 

“Lo nuestro no depende de un pacto. Disfruta y solo siente el impacto. El boom-boom que te quema, ese cuerpo de sirena. Tranquila que no creo en contratos (y tú menos)”, canta Maluma en “Felices los 4”. Aquí también se enuncia un acuerdo: no importa la exclusividad sexual, les gusta así, e incluso pueden fantasear con agrandar el cuarto para invitar a sus otros vínculos. 

El interés por concretar tríos sexuales, la autorización del ingreso de más de dos personas a los hoteles alojamiento y la mayor oferta de los clubes de sexo tienen como nuevos consumidores a varones y mujeres que no se definen como swingers, sino como emprendedores sexuales que buscan acumular experiencias, interpelados por la promoción de prácticas antes consideradas contraculturales, tabú o antisistema y que hoy son parte de la check list de la liberación sexual. 

A su vez, las experiencias de poliamor abren otros interrogantes en relación a su posible funcionalidad con el consumismo y la buena salud del patriarcado y sus modos extractivistas. Como señala la feminista Brigitte Vasallo, la no monogamia debería implicar una serie de obligaciones que contrarresten al deseo individualista, la jerarquía relacional y que actúen a favor de la construcción de una red de afectos basada en la responsabilidad y el cuidado. 

El lugar que ocupa este tema en las conversaciones, los consultorios terapéuticos y en la oferta de consejería sexual que se despliega en libros, podcast, talleres y cuentas en redes sociales, pone de manifiesto algunas de las dificultades de estos formatos y la inquietante tensión que plantea romper viejas reglas y construir otras. Cuando los acuerdos se rompen o ya no pueden sostenerse, aparecen los imponderables, lo inevitable de los conflictos y de las relaciones de poder en los vínculos sexoafectivos. La felicidad que anuncia la canción sabemos que es esquiva y hasta podría no ser siempre, siguiendo a Sara Ahmed, lo mejor que puede pasarnos. 

4. Juegos de seducción con nuevas instrucciones

“Voy a ser tu mayordomo/ Y vos harás el rol de señora bien/ O puedo ser tu violador/ La imaginación esta noche todo lo puede”. Con estas frases comienza la canción “Juegos de seducción”, que el grupo de rock argentino Soda Stereo lanzó en 1985. ¿Se habrían animado a grabar estas líneas en plena efervescencia de la Marea verde? Y si lo hubieran hecho, ¿tendrían que haber dado conferencias de prensa para justificarse o pedir disculpas? ¿El tema habría sido cancelado y la banda escrachada por hacer apología de la violencia sexual y la división de clases? ¿Cabe ya utilizar la palabra “seducción”? 

Hacer estas especulaciones responde a un cambio en las sensibilidades respecto a la violencia y los derechos de las mujeres iniciado con la recuperación de la democracia en los años ochenta, que se profundizó con las movilizaciones masivas en reclamo de justicia y acciones de la última década y en confluencia con reclamos feministas en otras partes del mundo. Como respuesta a estas demandas, en organismos públicos, universidades, sindicatos y empresas se crearon oficinas, se realizaron capacitaciones y se elaboraron protocolos que hicieron del consentimiento uno de sus pilares. En algunos espacios feministas se discute aún la forma de definirlo, las figuras de víctima y victimario, las implicancias concretas del llamado a la deconstrucción de las masculinidades, las posibilidades y límites de protocolizar los vínculos, las distinciones entre creer y escuchar, entre abuso y conflicto, y las razones y consecuencias que conlleva el punitivismo. 

Ante la invitación a revisar los códigos del flirteo y de las citas, psicólogos/as, sexólogos/as, periodistas, filósofos, masajistas, maquilladoras, tarotistas, instructores/as de tantra y otras formaciones variadas, ofrecen elementos del coaching ontológico, la programación neurolingüística, las ciencias sociales, la cultura terapéutica, la New age y los feminismos, en combinaciones muy diversas. Estos materiales plantean algunas pautas, evitando encuadrarse en el género de autoayuda y cerrar el abanico de posibilidades en una cuestión que está tramada por encuentros y desencuentros difíciles de estandarizar y prever del todo. 

5. Yo no sé mañana

“¿Para qué jurar y prometer algo que no está en nuestro poder? Yo no sé lo que es eterno. No me pidas algo que es del tiempo” canta Luis Enrique en una famosa canción de la salsa romántica. “Vamos viendo”, como evasiva a la definición de una cita, y “pensé que teníamos las cosas claras”, ante un reclamo de mayor presencia o atención, son expresiones cotidianas en muchos vínculos, que nos ponen a bailar sin música. Puestas a funcionar juntas, estas frases plantean la posibilidad de tener acuerdos sobre lo que no se sabe. 

En las últimas actualizaciones de Tinder, quien crea su perfil puede definir su búsqueda entre las siguientes opciones: “Relación”, “Relación, pero no me cierro”, “Diversión, pero no me cierro”, “Diversión a corto plazo”, “Hacer amigos” y “Lo sigo pensando”. La lógica de la asertividad en el terreno resbaladizo y lleno de imprevistos del amor y el deseo es otra marca de época. 

Entre 2018 y 2020 se publicaron libros y podcast, se organizaron charlas y cursos, para hablar sobre el amor, su relación con el dolor, la violencia, el patriarcado y propuestas feministas de “responsabilidad afectiva” ante una epidemia de “destratos” como las “clavadas de visto”. En varios de estos productos, la construcción del amor propio es presentada como contracara al modelo de amor romántico patriarcal y un antídoto para el sufrimiento. Otros, más cercanos al campo psicoanalítico, dudan de las recetas, los enunciados dicotómicos, la victimización y la posibilidad de anticiparse al dolor para evitarlo. 

Más allá de estas lecturas y de las transformaciones en los vínculos sexoafectivos que muestran estas canciones, muchas parejas siguen grabando sus nombres en un candado, lo colocan en un puente y tiran la llave, aun sabiendo que al poco tiempo serán removidos y fundidos. 

A pesar de las desigualdades que lo atraviesan, el mercado sexoafectivo habilita elecciones y da lugar a trayectorias signadas por la libertad, siempre condicionada, y la incertidumbre de no saber mañana. Reflexionar sobre ellas desde las perspectivas del análisis social permite ubicar las experiencias íntimas en contextos políticos, económicos y culturales específicos, y en las narrativas y promesas de una nueva etapa de la revolución sexual que muestra sus límites y también sus posibilidades. 

Promesas de la revolución sexual. Mercado del sexo y del amor en tiempos feministas, editorial Prometeo.