Pedro Castillo nunca imaginó estar tan cerca de convertirse en presidente de Perú. Dos meses atrás, la noche en que el voto popular lo consolidó como uno de los dos candidatos para el ballotaje, las agencias de noticias internacionales ni siquiera tenían su foto. En ese momento comenzó realmente su campaña: encabezó actos en todo el país, enfrentó los flashes de las cámaras y los debates y soportó las campañas mediáticas en su contra. El domingo a la noche mientras la candidata de la derecha, Keiko Fujimori celebraba el anuncio del boca de urna que la daba ganadora por apenas 0.6 puntos, Castillo apareció públicamente en Tacabamba, Cajamarca, y megáfono en mano pidió “la más amplia cordura”. Había que esperar los resultados oficiales.
—El pueblo es sabio. El pueblo sabe lo que hace —dijo.
Keiko Fujimori arrasaba en la capital del país y apuntaba a dibujar la imagen del triunfo, construirlo a partir de un festejo televisado. Demasiado para una boca de urna. Una sobreactuación donde la exaltación ponía debajo de la alfombra al nerviosismo: nunca hay que gritar un gol antes de que la pelota entre. Ni en el fútbol ni en la política.
El conteo fue lento. Poco a poco los votos del sur empobrecido comenzaron a dar vuelta la elección. Los festejos cambiaron de vereda. Con el 99.1 de las actas contabilizadas Castillo está poco más de 70 mil votos por encima de su rival. Keiko aún se niega a reconocer la derrota y denuncia -sin mostrar evidencias- “irregularidades” y “fraude”. Castillo, el profesor plebeyo, de 51 años, que antes fue canillita, albañil y heladero está a un paso de convertirse en el nuevo presidente electo de Perú. Nunca hay que gritar un gol antes de tiempo. Ni en el fútbol ni en la política.
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Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. Los últimos cinco presidentes electos democráticamente en Perú desde 1990 terminaron exiliados, presos o muertos. En 1992 Fujimori, padre de Keiko y Kenji, cerró el Parlamento promoviendo un autogolpe de Estado. En noviembre de 2000, por fax, renunció a la presidencia desde Japón. Toledo gobernó entre julio de 2001 y 2006, trece años después fue detenido; Alan García entre 2006 y 2011. Se suicidó en 2019 cuando la policía estaba a punto de detenerlo por corrupción en el caso Odebretch.
Ollanta Humala gobernó entre 2011 y 2016. Como otros países latinoamericanos identificados con gobiernos neoliberales, Perú creció económicamente, pero sin distribución. Humala había sido un puñal para los gobiernos nacional-populares de la época: llegó con horizontes de transformación, en una campaña en la que se lo estigmatizó con ir hacia el modelo de Hugo Chávez en Venezuela. Aquello caló, Humala terminó enconsertado y su gobierno fue una continuidad de los anteriores. Un año después de dejar el poder fue detenido por
lavado de activos y asociación ilícita.
El triunfo de Pedro Pablo Kuczynski, en 2016, en un disputadísimo ballotage con Keiko Fujimori que culminó 50.12% a 49.88%, evidenció de forma extrema la crisis política contemporánea de Perú. El 21 de marzo de 2018, apenas 600 días después de su asunción, renunció entre denuncias de corrupción y una erosión sistemática de la bancada fujimorista. Lo reemplazó Martín Vizcarra: cumplió funciones hasta noviembre del 2020, cuando el Parlamento peruano declaró su “permanente incapacidad moral”. Manuel Merino ocupó el cargo a sangre y fuego: duró apenas cinco días en el sillón. Cinco días marcados por las represiones a las manifestaciones que cuestionaban su legitimidad. “Se metieron con la generación equivocada” dijeron los jóvenes en las calles.
Tras la eyección de Merino, Francisco Sagasti se propuso ser un presidente de transición, entre la pandemia y las elecciones generales de 2021. El fujimorismo se frotó las manos: la tercera es la vencida, pensó la heredera.
La aparición de Castillo
Un sombrero en un balcón. Un hombre a caballo. Un logo de partido con un lápiz, a contramano de cualquier focus group. Pedro Castillo Terrones sorprendió a propios y ajenos en la noche del domingo 11 de abril de 2021. Mientras América Latina asistía a la derrota de Andrés Arauz -delfín de Rafael Correa- a manos del banquero Guillermo Lasso en Ecuador, Castillo se convertía en el personaje a descubrir.
“Muchas veces nos han dicho que sólo los politólogos, los constitucionalistas, los eruditos políticos, aquellos que tienen grandes pergaminos, pueden conducir un país. Han tenido el tiempo suficiente. Décadas. Bastantes lustros. ¿Pero como dejan el país? ¿Cómo está el país ahora?” reflexionaba exultante Castillo desde Cajamarca. “El cambio y la lucha recién comienzan. Gracias al pueblo peruano por depositar la confianza”, sintetizaba luego de su ingreso al ballotage.
El ex presidente boliviano Evo Morales Ayma no tardó ni 24 horas en respaldar al profesor rural. “Ayer hemos perdido en Ecuador, pero ganamos en Perú para la primera vuelta. Un profesor: Pedro Castillo. Con nuestras propuestas” sentenció Morales en un acto en el Trópico de Cochabamba. “Dijo: me voy a rebajar sueldo y salario. Lo que hicimos en Bolivia. Segundo: voy a garantizar una Asamblea Constituyente para refundar el Perú. Nuestra propuesta. Tercero: voy a nacionalizar la minería e hidrocarburos. Nuestras propuestas. Yo siempre digo que estamos exportando nuestras políticas”, cerró el ex presidente boliviano.
La heredera Fujimori recogió el guante. “No se meta en mi país. Fuera del Perú, Evo Morales. Nosotros los peruanos no vamos a aceptar su ideología, el socialismo del Siglo XXI. Le decimos fuera al comunismo” arremetió Keiko. Comenzaba así a probarse un traje discursivo que luego terminaría de perfeccionar, aprovechando la distancia entre las dos elecciones.
El fantasma del fantasma
Tanto en 2011 como en 2016 pasó algo similar: Keiko Fujimori arañó la presidencia del Perú con el 49 por ciento de los votos. Perdió con Ollanta Humala primero y con Pedro Pablo Kuczynski después. En su tercera campaña presidencial, Keiko explotó todos y cada uno de los clichés de la derecha latinoamericana. “La amenaza es real. Yo sola no voy a poder revertir estas cifras. Si no hacemos algo el 28 de julio, el día que Perú cumple 200 años, el comunismo llegará al poder para quedarse. Esto no se trata solo de ti o de mí, se trata de nuestros hijos”. La voz pausada de Keiko Fujimori en su primer spot tras las primeras encuestas de cara al ballotage, que situaban a Castillo con una distancia del 20 por ciento, contrastaba con la campaña de miedo que buscaba transmitir.
“Hoy enfrentamos una grave amenaza, al comunismo le tenemos que ganar” se canta en uno de los jingles oficiales de Fuerza Popular, titulado “Vamos Peruanos”. Allí se recrea la mítica canción de cancha latinoamericana: el “esta hinchada no te deja de alentar” es reemplazado por “este partido lo tenemos que ganar”.
A la par sobresalía la campaña silvestre, paraoficial. “Con comunismo no hay turismo” se leía en un cartel gigante en la ciudad de Cusco, apenas dos semanas después de la primera vuelta electoral. En las avenidas Faucett y Javier Prado de Lima aparecieron carteles con la leyenda “Piensa en tu futuro, no al comunismo”.
La campaña anticomunista creció tanto que sucedió algo inédito: un escrache-fake. Una cuenta de Twitter (falsa) de Perú Libre informó de una futura reunión entre Pablo Iglesias, fundador de Podemos y retirado recientemente de la escena política española, con Pedro Castillo. Tenía fecha y hora de fantasía, pero lugar físico: el Hotel Sheraton. La noticia fue difundida sin chequear por diversos comunicadores de Perú. Incluso Isabel Díaz Ayuso, triunfadora en la Comunidad de Madrid, insinuó el viaje de Iglesias en comunicación con el periodista argentino Eduardo Feinmann.
El 12 de mayo una decena de personas se congregó frente al hotel. Iglesias estaba exactamente a 9500 kilómetros de distancia de donde intentaban expulsarlo, ya sin el pelo largo y con un libro de cine entre sus manos.
¿Un atentado de Sendero Luminoso?
El domingo 23 de mayo por la noche, 16 personas fueron asesinadas en un bar de San Miguel del Ene, lugar que forma parte del denominado Vraem (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro). Cuerpos acribillados a balazos y luego quemados. Y una presunta prueba: un panfleto del Militarizado Partido Comunista del Perú.
El lunes las Fuerzas Armadas emitieron un comunicado en el que señalaron directamente por estos hechos a Sendero Luminoso, la organización armada que dejó de existir en 1992 cuando fue detenido su líder, Abigael Guzmán. Buena parte de la prensa concentrada peruana -y también diversas agencias internacionales- titularon con la hipótesis senderista. “Buscan paralizarnos y generarnos miedo. Hay que ir a votar, hay que defender el proceso demorático” dijo Fujimori sobre lo sucedido, buscando instrumentalizar los hechos.
El periodista Edgar Matienzo habló con el medio Exitosa desde el Vraem: “Los pobladores de la zona descartan categóricamente que hayan sido columnas de Sendero Luminoso”. De acuerdo a Matienzo, existió una expulsión previa del Comité de Autodefensa de la zona a un delincuente de motos. Y este, en venganza a quienes lo expulsaron, entró al bar a atentar contra quienes lo habían expulsado.
La publicación Hildebrant, del periodista César Hildebrant, trabajó largamente sobre el tema en su edición semanal, con testimonios que van en el mismo sentido: que los panfletos los pudo dejar otro grupo criminal para culpar a Sendero. Todo esto no invalidó una importante operación mediática: el machaqueo sobre una posible vuelta de Sendero y el intento por ligar al maestro Pedro Castillo con esta extinta organización y la masacre . Pretender anexar a Castillo a estos hechos violentos apenas diez días antes de la segunda vuelta presidencial.
Vargas Llosa con Keiko, Mujica con Castillo
El tramo final de la campaña generó apoyos internacionales para ambos candidatos. Leopoldo López, dirigente opositor venezolano, se movilizó hacia Lima para denunciar que Castillo buscaba seguir el camino de Hugo Chávez. El otrora antifujimorista Mario Vargas Llosa grabó un video en apoyo a Fujimori a través de la Fundación Internacional para la Libertad. “Si nosotros elegimos al señor Castillo en esta segunda vuelta, probablemente ya no haya más elecciones libres en la historia del Perú”, vaticinó. “Ellos son más que ciudadanos, verdaderamente revolucionarios. Esto en otras palabras quiere decir el establecimiento de un sistema socialista o comunista, que vendría a añadirse a los sistemas establecidos en Venezuela, Cuba y Nicaragua” sintetizó el Premio Nobel de Literatura, quien había invitado a Keiko Fujimori a un evento organizado por la FIL en Quito, Ecuador, con motivo de la asunción del banquero Guillermo Lasso.
El domingo de la elección, Vargas Llosa fue más allá: publicó una columna en El País, edición América, donde afirmó desear “ardientemente” que Fujimori gane la elección. La reconciliación Vargas Llosa-Fujimori representó un abrazo defensivo del establishment peruano frente a la emergencia de lo plebeyo: Perú Libre aparecía como la verdadera “fuerza popular” del país profundo, parafraseando al nombre del partido del clan Fujimori.
Del otro lado del mostrador, Pedro Castillo finalizó su campaña con un live con el ex presidente de Uruguay José Mujica. “Sos nacido en un país que es la historia sangrante de América Latina” le dijo Mujica a Castillo, a quien le pidió que no abandone la militancia por los humildes y pobres del Perú, sea cual sea el resultado.
"Me crié en un escenario sindical, gracias a los maestros. Aprendí gracias a la lucha suya, a la lucha de la Patria Grande. Va a ser el primer invitado si el pueblo así lo decide. Me considero un hijo suyo" le dijo a su turno Pedro Castillo a Mujica. Palabras especiales para el uruguayo, que no tuvo hijos biológicos.
Castillo, Gahela Cari y el voto crítico LGTBI
Días antes de la segunda vuelta se viralizó un video de Castillo con declaraciones transfóbicas. “Tenemos que echar al tacho de basura esa idiosincrasia” decía el maestro, en una plaza pública, hablando sobre la identidad de género.
“No importa si lo dijo hoy, ayer o hace una semana. Lo ha dicho el señor Castillo y es lamentable. Hay que condenar estas declaraciones” opinó Gahela Tseneg Cari Contreras, activista trans y fundadora de Nuevo Perú, el partido de Verónika Mendoza. “El señor Castillo debe entender que las personas trans formamos parte de este país y estamos en medio de una situación de precariedad. Somos doblemente vulneradas por el sistema capitalista y por el patriarcado. Es lamentable que no lo entienda. Pero también es lamentable el uso político que se le da a este tipo de situaciones. No solamente Keiko y su banda criminal, sino también los propios periodistas. ¿Quién ha obstaculizado la aprobación de iniciativas legislativas para reconocerle derechos a las personas trans? ¿Ha sido Castillo el que bloqueó la Ley de Identidad de Género en el Congreso? No, fue la mayoría abusiva de la señora K, por órdenes de la propia Keiko a través de un chat de Whatsapp” cerró su intervención televisiva Gahela Cari, quien reafirmó allí su “voto crítico” a Castillo, para cerrarle el paso, tal como explicó, al fujimorismo, a quien consideró “el mayor enemigo de los derechos LGTBI y la democracia”.
“El hombre es un tipo de pueblo. No está deconstruido. Hace su esfuerzo, pero le queda mucho por delante” decían por lo bajo en el entorno de la ex candidata presidencial Mendoza. Más allá del hecho en particular, quedó en evidencia una campaña completamente amateur. Castillo nunca pensó en el escenario de segunda vuelta. Nunca imaginó estar en ese lugar. Lo logró aquella noche en la cual las agencias internacionales aún no tenían su fotografía lista para presentar los resultados. Y vinieron dos meses de una fatigosa campaña, con todos los flashes sobre su cabeza. El profesor sufrió los debates, los actos, las campañas mediáticas en contra suya y de Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre.
La noche electoral
El boletín de la consultora Ipsos puso a Fujimori 0.6% arriba a nivel nacional, en un evidente empate técnico. Hubo festejos apresurados en el bunker limeño de Fuerza Popular: si bien en la capital Fujimori arrasaba, en el sur del país era derrotada con contundencia según esa misma exit poll.
La propia candidata presidencial hizo filtrar un video donde se la veía saltando junto a su hermano Kenji, en una sobreactuación elocuente, tras ver el flash electoral. Megáfono en mano, Castillo apareció en Tacabamba, Cajamarca, llamando a “la más amplia cordura” e insistiendo en esperar los resultados oficiales de la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales).
—Hay que mantener la calma. Hay que ser prudentes.
Apenas horas más tarde, IPSOS dio un nuevo conteo rápido, esta vez de actas: allí Castillo lograba una diferencia a su favor de 0.4%. Los festejos, en ese momento, cambiaron de vereda.
En el conteo de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), Castillo fue recortando distancias a medida en que la noche se hizo el lunes de día. Los votos del interior lo favorecieron: reventó urnas en Puno (89%), Huancavelica (85%), Cusco (82%), Ayacucho (82%); Cajamarca (71%), Tacna (72%), Huanuco (68%), Pasco (66%), Amazonas (65%), entre otros estados.
El Arequipa natal de Mario Vargas Llosa apoyó masivamente al profesor: Keiko sacó apenas 35% allí pese al ardiente deseo del Premio Nobel de Literatura. Nadie es profeta en su tierra, podrá decir. A Fujimori no le alcanzó con Lima (65%) y Callao (67%), probablemente los lugares donde más impactó la campaña urbana “anticomunista”, que la habían puesto a la cabeza electoral durante las primeras horas de conteo.
Keiko intentó el lunes por la noche una denuncia de irregularidades que poco se condice con lo que presenciaron las diversas Misiones de Observación Electoral presentes en Lima. Lo hizo basándose en supuestas evidencias de redes sociales: videos y audios de Twitter. Nada nuevo bajo el sol: Fujimori ya había denunciado presuntos fraudes tiempo atrás, llevando al país a una situación de inestabilidad. La tercera no fue la vencida: no hubo dos (derrotas) sin tres.
Castillo, el profesor plebeyo, fue canillita, albañil, heladero. Llegó a lavar baños para ganarse el pan. Se hizo conocido a nivel nacional en la huelga magisterial de 2017. En abril fue candidato junto a otras 17 opciones, sin grandes espacios en los medios de comunicación. Se metió en el ballotage a pesar de no contar con grandes recursos. A todas luces parece ser el ganador de la elección presidencial de Perú, constituyendo una ilusión para los sectores más postergados del país.
“No más pobres en un país rico” fue su principal slogan. Si el escrutinio definitivo lo confirma deberá trabajar para intentar hacerlo realidad. “O es Evo o es Humala” sintetizaba un viejo conocedor de la política latinoamericana desde las calles de Lima el lunes por la noche. El establishment buscará que sea como Ollanta. El sur empobrecido que lo votó y lo acompañó, que sea como Morales.
Aun cuando todas las tendencias marcaban un triunfo casi seguro, el profesor plebeyo volvió a pedir “calma y serenidad” y defender el voto “hasta contar el último”. Nunca hay que gritar un gol antes de que entre la pelota. Ni en el fútbol ni en la política.