Ensayo

O sea, digamos: se acelera la distopía mileista


Pobres criaturas

Los dos muestran la misma sonrisa feliz y desencajada: Milei con su martillazo desquiciado en Wall Street y Karina posando con Susana y el perro Thor. Entre una foto y otra pasó una de las semanas más intensas del año. Córdoba en llamas, el INDEC confirmó que más de la mitad de los argentinos son pobres y el Ejecutivo reglamentó una ley que da más libertades a los empresarios y pone a los trabajadores en la cuerda floja. Mientras, cae la imágen del presidente. Argentina es una olla a presión y Diego Iglesias explica por qué no le importa ni a Milei ni al mundo.

La distopía argentina avanza. Córdoba se incendiaba mientras Milei golpeaba la tradicional campana en la bolsa de New York. En la foto que publicó The Wall Street Journal en su portada tiene el rostro desencajado, un mix entre la mueca del Joker y la mirada desorbitada de Alex de Large mientras patea a un vagabundo en La Naranja Mecánica. Un día después, en la misma semana en que la pobreza alcanzó al 52,9% de los argentinos y se reglamentó una reforma laboral que da más libertades a los empresarios y vulnera a los trabajadores, el Presidente dio un discurso ramplón en la Asamblea General de la ONU, con la lógica maniqueísta del mundo Marvel pero escrito por un guionista de La Salada. Y le habló a los poderosos, la única audiencia con la que se quiere congraciar todo liliputiense que por definición se siente inferior.

El recinto tenía la mitad de la audiencia. Contrastó con el momento en que habló Lula, unas horas antes a cancha llena. En menos de 14 minutos el Milei  sintetizó la biblia de la Internacional Reaccionaria: rechazo a la Agenda 2030, a su versión complementaria, el Pacto del Futuro 2045; y desprecio virulento al multilateralismo y a cualquier orden supranacional. Música para los oídos de los tecnócratas autoritarios de Silicon Valley como Elon Musk y para sus versiones pesificadas como Marcos Galperín. Hay más:“Donde entra el comercio no entran las balas”, dijo citando al teórico del liberalismo del siglo XIX Frédéric Baltiat. Es alucinante que el Fan de Wanda del capitalismo tenga tal desconocimiento de su dinámica y su historia. 

Si la menguada audiencia de políticos y funcionarios que escuchaba a Milei en la ONU se dividía entre quienes lo celebraban, lo rechazaban, lo consumían irónicamente o se aburrían, en la política estadounidense —donde a priori se podría pensar que hay afinidad de los republicanos y grandes diferencias de los demócratas— el consenso sobre qué hay que hacer con el Presidente argentino es transversal: hay que apoyarlo. 

Las diferencias entre unos y otros son de matices, casi cosméticas, con algunas palabras críticas de la administración Biden por el desprecio de Milei por la Agenda 2030 y las agresiones permanentes contra el periodismo. ¿Por qué demócratas y republicanos, polarizados al extremo en año electoral, convergen en su mirada de qué hacer con Argentina? Porque la política exterior de Estados Unidos respecto al Cono Sur se definió históricamente sobre la posible injerencia de otras potencias extranjeras: la Unión Soviética en la Guerra Fría y China en la actualidad. Es decir, a los demócratas en el gobierno les puede molestar que Milei denoste algunos elementos centrales de su agenda, como la lucha contra el cambio climático o las políticas de género, pero más les molesta la presencia China en la región. De los cuatro países más importantes en términos de PBI —Brasil, México, Colombia y Argentina—, este último es el único dispuesto a obedecer incondicionalmente la estrategia estadounidense para frenar la expansión del gigante oriental en Latinoamérica. Esto se traduce en que no habrá cambios sustanciales respecto a la mirada de Estados Unidos sobre nuestro país si Kamala Harris llega a la Casa Blanca. No hace falta que Donald Trump gane la elección para que el FMI le preste la totalidad o gran parte de la plata que Milei necesita para salir del cepo, los demócratas también están dispuestos a presionar al Fondo para hacerlo. 

Es cierto también que en Washington hay dos luces amarillas encendidas en torno a Milei: la inestabilidad de su personalidad y su problema para generar consensos políticos, cristalizado por ejemplo en que la reforma jubilatoria se definió sobre la hora con el oficialismo colgado del travesaño con los “87 héroes” a los que después les hicieron pagar el asado en Olivos. En ese rasgo de su carácter y en esta incapacidad política ven un riesgo a la sustentabilidad del programa libertario. 

Lejos de las burocracias de Washington, el plan económico del gobierno libertario trae tempestades. La pobreza creció 11,2 puntos porcentuales en el primer semestre de este año, pasó de 41,7% a 51,9%: 24,9 millones de personas que no cubren sus necesidades básicas. Más de la mitad de las personas que viven en el país. Estas cifras muestran que Milei y Toto Caputo, más que magos de la economía, parecen el Micky Mouse de El Aprendiz de Brujo en Fantasía: les das la varita y todo se les va de las manos. Están fuera de control, haciendo un desastre. Y son suyos. Porque 5.300.000 nuevos pobres son de este semestre, que es el peor en 20 años. 

La pobreza creció 11,2 puntos porcentuales en el primer semestre de este año, pasó de 41,7% a 51,9%: 24,9 millones de personas que no cubren sus necesidades básicas.

Claro que en el país no todos pierden. Asistimos a una fenomenal transferencia de ingresos de abajo hacia arriba. El coeficiente de Gini, que mide la brecha de la desigualdad, donde el 1 es máxima desigualdad y 0 es mínima, ya está en 0,47, cuando en 2022 estaba en 0,41. ¿Qué quiere decir esto? Que en la puja por la distribución del ingreso los que más tienen están ganando más mientras una mayoría se empobrece. 

Argentina ya está entre los países más desiguales de Latinoamérica, cerquita del puntero, Brasil, donde el coeficiente Gini es de 0,51. En nuestro país, la desigualdad está profundamente relacionada con la pobreza debido a las características de nuestra distribución del ingreso. Crece la desigualdad, crece la pobreza. Lo que ganan unos, lo pierden otros. 

Como el Estado se corrió totalmente de las negociaciones paritarias y si está presente es presionando por salarios a la baja en relación a la inflación —como lo hizo en el diálogo con las universidades— cada vez son más grandes las masas de asalariados formales que nutren el ejército de pobres. Son trabajadores con empleo formal que están por debajo de la línea de pobreza. Ya se podían ver durante el gobierno de Alberto Fernández, pero el tema ahora es la “magnitud del fenómeno”, me señala Eduardo Chávez Molina, director del Departamento de Sociología de la Universidad de Mar del Plata e investigador del Instituto Gino Germani. Es uno de los académicos que más conoce sobre pobreza y desigualdad. Explica: “Hay varias actividades que engrosan la tropa de pobres con empleos formales que trabajan jornada completa (8 horas): empleadas y empleados de comercio, trabajadores de empleados tercerizados de limpieza, empleadas domésticas y trabajadoras de los cuidados personales a domicilio y oficinistas rutinarios. ¿Por qué ingresaron en la pobreza? Porque sus salarios no acompañaron a la inflación. Si estos trabajadores recibieran un aumento de, por ejemplo,  $85.000, la pobreza se reduciría en 10 puntos porcentuales”. 

Están fuera de control, haciendo un desastre. Porque 5.300.000 nuevos pobres son de este semestre, que es el peor en 20 años.

El ejemplo de Chávez Molina es contundente para graficar el rol del Estado: si interviniera para presionar por paritarias que mejoraran los sueldos, el escenario seguiría siendo muy malo pero mejoraría. 

Ahora, cabe hacerse algunas preguntas: ¿cuánto le importa la pobreza al gobierno libertario? A juzgar por el posteo de Karina Milei sonriendo junto a Susana Gimenez y el perro Thor exactamente a la misma hora que el INDEC publicaba los datos de pobreza, les importa muy poco. ¿Qué nivel de pobreza le parece tolerable al gobierno para llevar adelante la fenomenal transferencia de ingresos que está ejecutando? ¿Se conforman los nuevos pobres con la narrativa del sacrificio por un futuro de grandeza que puso en práctica  el gobierno para contener estos números catastróficos? ¿Hasta donde pueden responsabilizar a las administraciones “populistas” y autocelebrarse por haber evitado el mal mayor de una supuesta hiperinflación que nos hubiera conducido a un “95% de pobreza”? El Smithers de Milei, Manuel Adorni, arrojó esas ideas en la conferencia de la mañana del jueves, pero la estrategia comunicacional empieza a desgastarse y ya no alcanza para adornar la realidad. 

En la foto de los estudios de opinión cae la imagen del Presidente. El Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella se desplomó casi 15% en relación a agosto y ya está en el nivel más bajo desde que asumió Milei: 2,16 puntos sobre 5. Además, la evaluación de la gestión del Gobierno cayó en los principales relevamientos. Según las consultoras Alaska y Tres Punto Cero, un 54% dice que la gestión de Milei es muy mala o mala y un 44% que es muy buena o buena Por primera vez la imagen negativa se despega de la positiva en los estudios de esta consultora. Otro estudio de Zuban Córdoba da que 57% desaprueba la gestión y un 42% la aprueba. Según la Universidad de San Andrés, un 51% desaprueba y un 46%aprueba.

Mientras tanto, el gobierno profundiza su agenda. El jueves publicó en el Boletín Oficial la reglamentación de la reforma laboral sancionada en la Ley Bases, que empodera a los empleadores y lesiona derechos de los trabajadores. Si bien el daño a los laburantes es muy inferior al que Milei y Sturzenegger estaban dispuestos a provocarles con el decreto 70/2023 que rechazó la justicia, esta reforma legaliza la informalidad, permite reducir la indemnización por despido y amplía el período de prueba hasta 12 meses. 

El Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella se desplomó casi 15% en relación a agosto y ya está en el nivel más bajo desde que asumió Milei: 2,16 puntos sobre 5.

Quienes tienen una mirada más benévola de la CGT, sostienen que su accionar morigeró algo que podría haber sido aún peor. Quienes tienen opiniones más críticas, ven que esta reforma encierra un gran peligro, porque deja en manos de sindicalistas más vinculados a sus negocios que a la defensa de sus trabajadores, la llave para modificar los convenios colectivos de trabajo y allí incorporar un punto central de esta reforma: el reemplazo de las indemnizaciones por despido por un fondo de cese laboral. Para estos fondos, según consignó Luis Campos, Investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, no se establecen montos ni plazos de indemnización. Traducido: las indemnizaciones pueden ser mucho menores a las fijadas en la Ley de Contratos de Trabajo, que establece un sueldo por cada año de empleo. Además, con este formato, las indemnizaciones podrían pagarse en cuotas. Un último punto: para los empleadores este régimen es optativo. Es decir, si no les gusta lo establecido en el convenio colectivo de trabajo pueden seguir bajo la Ley de Contratos de Trabajo. Para el trabajador también es “optativo”. Puede rechazar al momento de la firma del contrato la modalidad indemnizatoria de fondo de cese laboral. El problema es que si lo rechaza, su potencial empleador le dirá “gracias, no firmes”.

Minutos después de que se conociera el índice de pobreza del INDEC, Milei salió al balcón de la Casa Rosada junto a Susana Giménez, quien grabó una entrevista que se emitirá en su programa del domingo. Se los ve sonrientes, despreocupados. Sus cabezas están en otro lado. La de la diva, en Punta del Este. La del presidente, con los poderosos.