Ensayo

El peronismo porteño


Un compañero para la Ciudad

El peronismo volvió a perder en la Ciudad de Buenos Aires. Leandro Santoro, el candidato de Unión por la Patria, se ubicó 30 puntos por debajo de Juntos por el Cambio en las PASO. ¿El peronismo porteño está atado a la piedra de la derrota? Luego de su piso histórico de votos en 2001, el partido creció en espejo con la consolidación de la fuerza fundada por Mauricio Macri y se volvió su principal adversario. Las dificultades para construir candidaturas que atraigan a los votantes en un distrito que es vidriera de los conflictos del gobierno nacional y los desafíos de cara a las elecciones generales de Octubre.

Foto portada: Mariano Gonzalez.

Pese a que perdió por casi 30 puntos, la derrota del peronismo en la Ciudad de Buenos Aires no fue noticia. Bajo la actual denominación de Unión por la Patria (UP), su candidato Leandro Santoro obtuvo el 22.17% de los votos contra el 55.92% de Juntos por el Cambio, distribuidos entre Jorge Macri (28.71%) y Martín Lousteau (27.21%). En 2019, el peronismo había quedado segundo también, por una diferencia final de veinte puntos, cuando el actual ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, fue el candidato (31.8% en las PASO,33.56% en las generales), y Horacio Rodríguez Larreta resultó reelecto (46.23% en las PASO, 53.49% en las generales).

Durante los gobiernos kirchneristas, en Buenos Aires el peronismo se encolumnó detrás del Frente para la Victoria (FpV) junto a varios partidos afines al ideario nacional-popular o de centroizquierda que habían surgido en la política local post-2001. No ganó ninguna elección, las ganó el PRO. Pero en espejo con el crecimiento y la consolidación del partido fundado por Mauricio Macri, se volvió su principal adversario. ¿Por qué, entonces, el peronismo porteño está atado a la piedra de la derrota? ¿la Ciudad es antiperonista? ¿siempre lo fue? 

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Las dificultades que afronta el peronismo en la Ciudad están a la vista. Por un lado, el PRO la convirtió en su bastión hace más de una década y en la campaña hacia las PASO la interna abierta entre Jorge Macri y Lousteau acaparó la atención. Santoro quedó en un segundo plano. Por el otro, Buenos Aires es la vidriera del país por ser su capital y la agenda nacional eclipsa a la agenda local. El peronismo porteño soportó más que cualquier otro en el resto de las provincias los coletazos de la crisis interna del Frente de Todos (FdT).

Pero, junto a estas dificultades contextuales, aparece otra referida al armado de la estrategia electoral: la selección de candidaturas y al reparto de lugares expectantes en las listas entre los distintos sectores que integran la coalición frentista. Esa distribución impacta luego en la coordinación de la campaña, en cómo publicitar la agenda programática que se proclama y en la circulación de sus candidatos. Como todo actor colectivo, los partidos tienen sus formas organizativas y mecanismos de participación, deliberación y decisión, que exponen en las coyunturas electorales. Tratándose de una coalición de varias fuerzas, como la de Unión por la Patria (UP), las decisiones en torno al reparto de espacios de poder incluyen a partidos con diferente peso organizativo, territorial y electoral.

El Partido Justicialista integra UP junto a casi veinte partidos, pero en la Ciudad lleva las riendas y fue el que definió la estrategia electoral. En el camino quedó la intención de algunas de las agrupaciones que integran la coalición de definir la selección de candidaturas en las PASO. El ejemplo más resonante fue el del Frente Patria Grande, conformado por distintas organizaciones sociales y políticas de corte nacional-popular que no están en el PJ, pero sí en el armado panperonista desde 2019, con el FdT. Liderado por Juan Grabois, Patria Grande no logró en la Ciudad acceder a las PASO. Dicho veto llevó a la legisladora porteña Ofelia Fernández a no competir en estas elecciones. Fernández concluye en diciembre el mandato en la Legislatura al que accedió en 2019 por el FdT y era candidata fija para renovar su banca, donde consolidó su perfil político y se convirtió en referente del espacio que lidera el peronismo en la Ciudad. Las tensiones por la crisis del FdT se tradujeron, según los distritos, en mayores disputas por los espacios en las listas o en la posibilidad de aprovechar el marco de las PASO para definir las candidaturas de UP. En Buenos Aires, el PJ logró la lista de unidad.

Hace por lo menos una década, en el PJ porteño las principales definiciones electorales resultan de la negociación entre el Nuevo Espacio de Participación (NEP), Peronismo por la Ciudad y La Cámpora. Luego, articulan con el resto de partidos y organizaciones que integran la estrategia frentista. La Cámpora se sumó hacia el 2011 y Mariano Recalde preside el PJ local desde 2021. Pero los otros dos espacios responden a dirigentes del peronismo porteño que invirtieron mucho en el fortalecimiento del partido local tras la debacle sufrida a fines de los años noventa con Menem. Uno de ellos es Juan Manuel Olmos, actual Vicejefe de Gabinete nacional devenido en armador principal de UP, que creó NEP; el otro es Víctor Santa María, líder del sindicato de los encargados de edificios y presidente del PJ local entre 2014 y 2021, que fundó Peronismo por la Ciudad. Durante los gobiernos kirchneristas, estas agrupaciones movilizaron en los barrios porteños el voto peronista de candidatos que se definían en la Casa Rosada. Aunque fuera del gobierno,entre 2015 y 2019, se amplió un poco la mesa donde se repartían espacios y cargos, esta dinámica se mantuvo y lo prueba la selección de candidatos para la Jefatura de Gobierno en 2019 (Lammens) y en 2023 (Santoro), ambos extrapartidarios y seleccionados en terminales diferentes de las del partido o de la mesa frentista de las decisiones.

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Si se miran los últimos veinte años en la Ciudad, el PJ se fortaleció en comparación con su peor momento a fines de los noventa. En las elecciones para Jefe de Gobierno de 2000 cosechó tan pocos votos que quedó séptimo, arañando el 1.68% de los votos. ¿Cómo se fortaleció?

En la capital del país la agenda nacional desplaza a la agenda local.La crisis de 2001 dio origen a partidos de corte estrictamente local, incluyendo al PRO, para disputar el gobierno y la Legislatura. Tras la crisis con el campo, en 2008, el PRO y su propio líder pudieron instalar más rápido su proyección nacional. En espejo, el solapamiento entre las corrientes progresistas y nacional-populares que promovió a nivel nacional Néstor Kirchner desde el FpV aceleró en la política local el corrimiento electoral progresista hacia el peronismo y su estrategia frentista. Por ejemplo, Proyecto Sur, que lideraba Pino Solanas y constituía en esos años una propuesta destacada de la centroizquierda porteña, enfrentó al gobierno nacional del FpV junto a los partidos y sectores de centroderecha que, en defensa del campo, acompañaron la pulseada de las corporaciones agropecuarias. Tras la derrota generalizada del kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009, mucha de su militancia y de su electorado migró al polo peronista en la Ciudad.

El PJ local reprodujo en los barrios de un distrito que no gobernaba el cambio programático y cultural que le imprimieron al peronismo los gobiernos del FpV, sirviéndose de dispositivos institucionales provistos por el estado nacional para resolver problemas cotidianos y rivalizar con el PRO. Ese cambio programático de giro a la izquierda de los gobiernos kirchneristas restauró la acción del estado como instrumento de políticas de redistribución e inclusión social. Con este viraje se reinstalaron los pilares de justicia social y redistribución vía la inclusión política, olvidados durante el menemismo.

Afloró, a su vez, un giro cultural hacia los valores y prácticas de las políticas nacional-populares que mudaron al peronismo local de la centroderecha en que había encallado con Menem.Contribuyó, por supuesto, la agitación post-2001 de agrupaciones territoriales y movimientos sociales, con una importante base juvenil en sus filas, que interpelaron a los gobiernos kirchneristas desde la centroizquierda o, directamente, desde la radicalización emergente de finales de los noventa. Y también contribuyó la polarización política por el conflicto con las corporaciones agropecuarias en 2008, al reponer la tensión peronismo-antiperonismo con foco en los efectos redistributivos de las políticas nacional-populares. 

Mientras que, de un lado, las distintas fuerzas porteñas afines a las tradiciones peronista y de centroizquierda fueron enfilándose detrás del gobierno de Cristina Kirchner, del otro fue constituyéndose un polo de centroderecha alrededor de la figura por entonces ascendente de Macri y de su partido, operando desde la Ciudad como catalizadores de ideas políticas opuestas a las del peronismo.

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La interna de Juntos por el Cambio sedujo a casi el 50% del electorado. No es posible saber cuánto de este voto se conservará en octubre ni tampoco cómo se reconfigurará esta alianza luego de las tensiones que la llevaron a esta interna. Lo único claro, por ahora, es que la Ciudad sigue siendo bastión amarillo.

Mientras tanto, en el peronismo también asoma una nueva etapa. La profundización de la agenda de derecha que mostró Juntos por el Cambio en esta campaña no parece poner en riesgo la renovación de la marca partidaria que experimentó el peronismo porteño durante el período de gobiernos kirchneristas, sintetizando valoraciones y agendas afines a políticas nacional-populares y de centroizquierda. Su desafío son los términos en que se desenvuelve al interior de la coalición, que hoy es UP, la selección de candidaturas y espacios de las corrientes que la integran. Estas deben reconvertir en adhesiones más sostenidas en el tiempo las fluctuantes simpatías de los votantes en tiempos de fluidez partidaria.

De lo contrario, se sucederán escenas como aquella de la semana previa a las PASO, cuando un Santoro solitario tuvo que salir a defender el voto por UP ante la posibilidad de que los simpatizantes de la coalición no lo votaran a él sino a Martín Lousteau, en una suerte de voto estratégico dentro de la interna de JxC, para desbancar a Jorge Macri. Dejando de lado las elucubraciones racionales sobre condiciones, posibilidades y resultados de la coordinación electoral de los votantes para torcer un resultado electoral semejante, el planteo mismo puso sobre la mesa la ajenidad aparente del votante de UP con sus candidatos.

Hacia octubre, la campaña de UP en la Ciudad no pasa tanto por reorientar la agenda programática para ampliar su voto, en parte porque el 13% que obtuvo Ramiro Marra (el candidato de Milei) le plantea más incógnitas a Juntos que a UP. ¿Será ahora el turno del votante de Lousteau de convertirse en estratega? ¿Dará su apoyo a UP en lugar de a Macri, considerando que Santoro tiene más afinidades electivas con su candidato perdedor que con el candidato de la coalición que la UCR integra? El desafío hacia las elecciones generales es coordinar mejor a las filas frentistas, fortalecer el acompañamiento a sus distintas candidaturas, tratando de ligar los apoyos variados aglutinados en el peronismo porteño en todos estos años.