Por Julieta Benedetto*
Soy una lectora encantada de la Revista Anfibia, internauta de la primera hora recibí la inauguración de este sitio como un hito sin igual, tanto por las textos, fotos e ilustraciones, como por el formato. El logro de Anfibia es su capacidad, cada vez más amplia, de hacer circular voces, miradas, pensamientos contemporáneos a escala local, latinoamericana e internacional, con un trabajo detallista.
Accedo al contenido que publican por estar suscripta al newsletter semanal, y por seguir los post via Facebook. Así me enteré de los encuentros en la feria del libro, mandé un mail y el sábado a la tarde entré en la Feria del Libro para escuchar a Mariana Enriquez, entrevistada por Sonia Budassi en el stand que tiene la revista.
La concurrencia de gente a la Feria no era apabullante. Con un amigo, nos sentamos a conversar en la zona Anfibia hasta que empezó la charla. Mariana llegó sobre la hora: botas rojas texanas, parecía cansada, aunque el intercambio de preguntas y respuestas fueron sacándole el sopor.
Contó que para ella escribir ficción era un trabajo solitario, obsesivo “para adentro, para abajo”. Que la no ficción era lo opuesto, que consiste en abrirse a la gente, encontrar a otros, contarle a los demás que lo que está bueno, hablar por teléfono, preguntar, salir, mirar para arriba.
Ficción, no ficción, crónicas, entrevistas, críticas, perfiles; Mariana trabaja como editora del suplemento Radar de Página/12 y como profesora en la UNLP. Obsesiones, recorridos y universos.
- Tus visitas a los cementerios ¿tienen que ver con la ficción, con el terror, o está vinculada a alguna experiencia personal particular?
- Empecé a ir a los cementerios de chica en el mismo plan que hacía cualquier cosa de pendeja arriesgada, a mi me gustaban las cosas medio macabras y, así como hay chicos que iban rápido en auto, yo me metía en los cementerios de noche. Por mis gustos estéticos, con los años, le fui encontrando otra cosa y pude escribir todo eso.
La muerte, los muertos y los cementerios, el relato de su libro “Alguien camina sobre tu tumba” y los otros relatos de muertes célebres que pasaron por su edición en el suplemento cultural en Radar, donde trabaja.
— Adonde viajo voy al cementerio. Incluso a veces decido el destino para visitar un cementerio. Si es un pueblo, mejor. En principio los recorro y, después, si veo que me interesa alguna historia, averiguo, pregunto.
Lejos de tener miedo, disfrutaba: encontraba historias a las que no habría llegado de otra forma. Así, su visita al cementerio de Caruhé: “que se inundó y quedó bajo el agua por una cuestión de desidia. En un momento, las cruces quedaron en la superficie y los pueblerinos decidieron sacarlas, rompieron todo. Ahora que el agua bajó, uno va y está todo destruido. Pero al preguntar muy poca gente cuenta. Pocos son los que dicen que lo votaron en un referéndum, que fue una decisión institucional. Y allí se puede ver el trauma colectivo, la desidia”.
Con ecos de la Spoon River Antology de Edgar Lee Masters, Enriquez se entusiasma con un relato a través del cual la descripción de los cementerios deviene en forma de historizar una geografía.
“En el cementerio de Ushuaia, por ejemplo, en un momento se puso de moda la “hora fatal”: un aplique de bronce inamovible (yo traté pero nada, es totalmente inamovible). Y la mitad de las lápidas del cementerio tienen ese cartelito. ¡¡¿Para qué le sirve saber a uno la hora de la muerte?!! (risas). Seguro el tipo que vendía los mármoles los empezó a poner y a la gente le pareció una buena idea. Eso es lo más alucinante de todo”.
El libro de crónicas “Alguien camina sobre tu tumba” es para Enriquez como un diario de visitas a cementerios interesantes donde algo le sucedió estando ahí.
“El libro terminó conformándose cuando Marta Dillon recuperó los restos de su mamá asesinada en la última dictadura -que apareció en una fosa común N.N.-. Su mamá fue enterrada en un cementerio de Moreno. Toda esa ceremonia fue alegre, claro que la gente lloraba, pero absolutamente reparadora”.
Esa crónica le dio un sentido más a su obsesión por querer saber “dónde está la gente” y entender, desde otra perspectiva, por qué le preocupa tanto este tema, este recorrido, otra forma de dar cuenta de nuestras historias colectivas.
*Julieta Benedetto es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario y tiene una Maestría en Comunicación y Derechos Humanos (UNLP). Fue una de las diez personas que se inscribieron para participar del primer Encuentro Anfibio.