Ensayo

Viaje a Colombianización


Mil formas de ser Colombia

La artista queer Nadia Granados le pone el cuerpo a los modos de ser colombianos y encarna una fiesta grotesca del horror gore y necro. Presentada como un parque de atracciones de las violencias y los cinismos capitalistas contemporáneos, su performance sobre Colombia incomoda, molesta y angustia. También invita a perderse en el goce colombinche.

Bienvenidos a la fiesta gore, a este viaje por el parque de diversiones llamado Colombianización donde la artista Nadia Granados le pone el cuerpo a los modos de ser colombianos. 

La cita. Galería Santa Fe de Bogotá, esa iglesia donde se celebra la fe cachaca en el arte o en lo que queda de él, la pantomima de que todavía sirve para algo. Cada vez son menos los oficiantes y menos los creyentes. Entrar a “la galería” se parece a entrar a una discoteca, a una gran fiesta, a un parque temático colombiche: música, culos, tetas, vergas, drogas, pistolas, griterío al soco, colores expandidos, derroche infinito, viaje psicodélico. 

Colombianización presenta una serie de videos, contenidos para un sitio web hipermedia, una exhibición de video y un Cabaret Político Multimedia compuesto por performance, texto, músicas e imágenes. Se pregunta cómo se relata la historia reciente de Colombia en ficciones posverdad. El proyecto nace de la pregunta por la visión que los medios y la propaganda crean acerca de la realidad política del país. Colombianización evidencia las violencias confusas propiciadas por las élites políticas que vendieron las estructuras económicas, sociales y culturales al capitalismo gore. 

Nadia Granados hace de todo: canta, baila, erotiza, canibaliza, rompe, pone el cuerpo.  Impactan los videos, incomodan los cuerpos, aturden los sonidos. Todo parece un carnaval de la extravangancia. Colombia toma forma musical y los cuerpos son testimonios. 

Y tan taran tantan: se mata la metáfora. Se acaba el recoveco de sentidos. Se rompe el lenguaje. Todo es lo que es: culo es culo, teta es teta, gente de bien es de bien, capitalismo es muerte, Colombia es muerte. 

El sonido no para. Las imágenes invaden. Las violencias que nos habitan nos atracan en cada estación de este viaje por la Colombia grotesca que hacemos como que no vemos, que habitamos pero haciéndonos los guevones

Todo muy colombiche: histérico y en modo derroche, y (obvio) violento. Hay música pa perrear a lo Colombia es pasión, hay comparsa del carnaval del horror con La gente de bien, hay despilfarro de capitalismo para todos (muerte para todos), hay machos-muy-machos jugando a quien lo tiene más largo y grande y grotesco, hay políticos del horror, hay perico, guaro, pepas, éxtasis. Y hay motosierra para los neas que se quieran tirar la fiesta. Un alucine de colores, sonidos, sabores, olores, rostros, horrores, excesos, muerte.

Entrada. Una pantalla de televisor cotidiano, de esos que son paisaje en casas, restaurantes y chuzos del país que pareciera decir: “el siguiente programa puede tener imágenes de sexo y violencia moderada. Se aconseja el acompañamiento de un adulto responsable”.  La frase de todas las noches que expresa nuestro lavado ético de empresarios, políticos, académicos, oenegeros, gente de bien…  Esa ética de “se lo advertí, yo le dije, eso sí”. “Si se jodió fue por su culpa, malparido, hijueputa”. Esa irresponsabilidad de buscar adultos responsables en una tierra donde nos encomendamos a un niño: el divino kid, y donde la mamá le dice a su hijo, papi, y a su marido, mijo. Amén.  

Primera estación. Un televisorcito enuncia el sentido del viaje: adentrarnos en nuestra alma de nación para espejarnos en nuestra belleza narco-necro-gore capitalista diversa de violencias.

Segunda parada. Colombia es pasión. Marca país. Camiseta de la selección. Perreo. Gritería. Carnaval. Silicona. Pistolas-vergas. Éxtasis de colores, sonidos, alegrías. Pasión colombiana que se convierte en Plata o Plomo, esa frase tan bonita que tenemos nosotros para demostrar nuestra colombianidad.

Tercer movimiento. La élite colombiana actual, esa de “la gente de bien” de Toyota-toyota y pistola-pistola. Escultura-avatar que mete miedo aun siendo un objeto. Video documento que desnuda el cuerpo de lo bien. 

Cuarto concepto. Capitalismo gore. Sinfonía tétrica de los modos de matar en Colombia. Macabro. Espeluznante. Las mil formas de matar en Colombia. Matanza en nombre de practicar el capitalismo: es usted o yo, es de billete, papi.

Quinto documento. Video-encarnación de la historia política de Colombia: deambulan todos los presidentes y sus testimonios de decires insulsos para evadir la realidad de sus gobiernos que es matar y rematar.

Sexta encarnación. Vemos/oímos a un empresario, un gobernante, un sicario. Y todos dicen lo mismo: trabajar, trabajar, trabajar para tener billete, billete, billete. Celebración bíblica del yopitalismo.

Happyend: La motosierra, ese artefacto que destroza cuerpos humanos, cuerpos naturaleza, cuerpos cultura en Colombia. Hacha moderna para limpiar este país de esos humanos indeseables, esa naturaleza estorbo, esa cultura del cuidado y lo común. Motosierra que escribe en letras de buena letra: Colombianización.

Poner el cuerpo. Performance de cuerpo-carne en galería. Nadia Granados expuso su cuerpo transformándose en político, sicario, empresario, narco, colombiche, victimario, víctima. 

De eso va este viaje, la Colombianización de Nadia Granados.

Y para terminar entonamos: Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega. 

Matamos y rematamos y luego decimos que eso fue de dios. Abandonamos la iglesia de nuestra identidad, agradecemos a dios por permitirnos vivir otro día más, nos persignamos y aventuramos a las calles de las violencias. Nada ha pasado gonorreas. O todo ha pasado y nos hacemos los guevones.

¿Y cómo estuvo la fiesta? ¡Violenta!. Eso significa que estuvo buenísima, que nos perdimos en el goce, que nuestros cuerpos quedaron habitados por el exceso, que triunfó la colombianidad.