Nuevas masculinidades


Es de hombre

“Los hombres no lloran” parece un mandato de otro siglo. Pero no tanto: la mayoría de los varones sigue sintiendo que expresar los sentimientos o mostrar debilidad es cosa de mujeres. Tanto como las tareas de cuidados, que siguen siendo mayoritariamente responsabilidad de ellas. ¿Cómo se siente y se percibe hoy el hombre? ¿Se permite cuidarse? ¿Cuida de los otros y las otras? En un estudio sobre masculinidades que realizó la organización Grow junto a Dove Men + Care la mayoría de los varones encuestados reconoció que le cuesta mostrarse vulnerable y no pide ayuda porque siente que debe ser fuerte y autosuficiente.

Setenta mil personas escuchan a Duki en su primer recital en el estadio de River Plate. Él pide ayuda para personas descompuestas en el campo y dice: 

—La tristeza no es un sentimiento feo. Sí, nos duele, pero la tristeza nos hace fuertes. No está mal sentirse triste. 

Es diciembre de 2023. Unos días antes del show el trapero se había quebrado en plena conferencia de prensa. Después contó que estaba angustiado, tenía estrés y le daba miedo el futuro. 

—Yo soy hombre, lloro desde que nací y gracias a eso me hice fuerte —dice.

Los aplausos lo interrumpen. Él sigue. 

—Si tienen que llorar, lloren. Si tienen que estar tristes, lo dicen. 

La voz se quiebra. Duki se rearma:

—Si alguien les dice cagón, le dicen ‘cagón sos vos por no querer mostrarlo, gil’.

¿Es de hombre llorar? ¿Es de hombre estar triste? ¿Es de hombre expresar sentimientos? Por algún motivo, Duki y otros varones necesitan reforzar ese derecho a la sensibilidad. ¿Será que el mundo es un lugar hostil también para ellos y poner en palabras esa hostilidad muchas veces requiere ayuda social y profesional, pero sobre todo ser consciente de que existe? ¿Por qué un varón necesita aclarar ante miles de personas desconocidas que estar triste no está mal? 

En el estudio “Varones jóvenes e imaginarios sobre la masculinidad”, que realizó la organización Grow junto a Dove Men+Care, varones de 18 a 35 años compartieron su mirada sobre la masculinidad. La mayoría reconoció que le cuesta mostrarse vulnerable y no pide ayuda porque siente que debe ser fuerte y autosuficiente. El 40,8 por ciento de los encuestados nunca consultó a un psicólogo. 

Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud, el 79 por ciento de las personas que se suicidan en América son hombres. Ese porcentaje, agrega el estudio, está determinado en gran medida por las expectativas culturales en torno al género. ¿Qué se espera socialmente de los varones? 

La filósofa feminista Diana Maffia explica que los estereotipos culturales acerca de lo femenino y lo masculino se pueden pensar como una dicotomía. Mientras que dentro de las características de lo femenino se encuentran conceptos como subjetivo, emocional y privado, a lo masculino se le atribuye todo lo contrario: lo objetivo, racional y público. Esa dicotomía domina el pensamiento occidental y ubica a mujeres y varones en espacios separados y excluyentes. Es la base de la desigualdad de género. Mientras el sistema espera que los varones ocupen espacios de poder por ser objetivos y racionales, de las mujeres se desea que exploten sus emociones en lo privado y se ocupen de las tareas de cuidado. 

Así como no se nace mujer, sino que culturalmente se aprende a serlo, las masculinidades recorren su propio camino. ¿Cómo desandar el trayecto de lo que se considera natural y universal? 

Lucho Fabbri es referente de masculinidades de la organización Grow- género y trabajo. Piensa que para hablar de masculinidades hay que dejar de mirarse el ombligo. “El género son relaciones. No sólo es identidad y no sólo es cómo me afectan a mí los mandatos sociales sino también ver cómo les afectan a las mujeres y cómo nos podemos acompañar en ese proceso”. 

Más allá de los datos del informe, él percibe “la tremenda soledad que atraviesa a los hombres”. Mientras las mujeres saben tejer vínculos comunitarios para construir intimidades, los varones cargan con sus propias inseguridades sin posibilidad de socializarlas. Pensar masculinidades positivas no se trata sólo de mostrar vulnerabilidad sino también pensarse como parte de relaciones interdependientes. 

La investigación de Grow y Dove Men+Care muestra que el mandato de ser proveedores y sostenes del hogar sigue muy vigente. El 61 por ciento asoció la palabra heterosexual con la identidad masculina, seguidas por las palabras protector y fuerte. La santísima trinidad del varón: macho, fuerte y proveedor. El 76 por ciento de los entrevistados destacó como aspecto positivo de la masculinidad “proteger a los seres queridos”. 

Según el estudio, en el desarrollo de sus paternidades los varones expresan más sus emociones y eso les permite ser más afectuosos con sus hijos. Ahora bien: ¿qué entienden por cuidados familiares? El 84 por ciento respondió que se trata de actividades relacionadas a estar atentos a que no se hagan daño en la calle. Un porcentaje menor lo vinculó con  acompañarlos al médico o la escuela y darles de comer. Dos de esas tres acciones suceden en la escena pública. ¿Y en el ámbito privado? El estudio muestra que en muchas ocasiones los varones asocian cuidado con protección. ¿A quiénes deben proteger? A mujeres e infancias. 

Si cuidar se reduce a proteger ante un riesgo, ¿qué sería lavar, cocinar, planchar, limpiar, criar, ayudarlos con la escuela y todas las demás tareas que se asocian a las mujeres? 

El trabajo doméstico y de cuidados no pago permite que las personas se alimenten, vean sus necesidades satisfechas, cuenten con un espacio habitable, reproduzcan en general sus actividades cotidianas y puedan participar en el mercado laboral, estudiar o disfrutar del ocio. Según el estudio “Los cuidados, un sector económico estratégico”, elaborado en 2020 por la ex Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía argentino, la división de estas tareas es estructuralmente desigual: 9 de cada 10 mujeres realizan estas tareas, que significan en promedio casi 7 horas diarias. Ellas le dedican tres veces más tiempo que los varones. 

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Un grupo de mujeres forma una ronda. Están en una capacitación de la Municipalidad de Avellaneda destinada a personas que trabajan cuidando. En cada clase acceden a material que visibiliza el valor económico y social que tiene eso que hacen ellas en distintos ámbitos: en sus casas y en la de otrxs. También en jardines o espacios comunitarios. No van a aprender a cuidar, eso ya lo saben hacer. La capacitadora les pide que dibujen  a personas que les enseñaron a cuidar. Todas dibujan a madres, hijas, tías, abuelas. Algunas incluso delinean escuelas, hospitales. Ninguna dibuja a un varón. Pero cuando les preguntan quiénes te cuidaron, en la mayoría de los dibujos hay papás, incluso algunos abuelos. Aparece algún tío. Una de ellas aclara: dibujé a mi papá aunque estaba ausente, porque su ausencia me enseñó a valorar el cuidado de mi mamá. ¿Con qué gestos se cuida? Si el cuidado es protección ¿qué gestos tienen habilitados los varones a la hora de cuidar?

La organización social de los cuidados es un baile en el que nos encontramos todos y todas. Es la forma en la que nos relacionamos tanto para proveer como para recibir cuidados. Se trata de relaciones entre personas pero atravesadas por las estructuras que habilitan legislaciones y regulaciones. En esta organización se encuentran interrelacionadas las familias, el Estado, el mercado y la comunidad. 

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Federico Popgold es conductor del programa Patria y Familia del canal de streaming Luzu TV. Entre risas, dice que le cuesta llorar. Nadie le dijo que estaba mal hacerlo, pero lo aprendió con películas y publicidades que le crearon un sentido al respecto.

—Sentís que estás quebrando un poco el sentido de masculinidad llorando. Lo sigo trabajando, pero no me van a ver llorar— dice. 

Está en ronda con el periodista Diego Leuco y el músico Franco Rizzaro. Los tres reflexionan sobre las ventajas (y desventajas) de ejercer una masculinidad tradicional. Todos comparten las dificultades que les supone asumir y expresar emociones. 

—Hay que romper con la idea de ser fuerte y mostrarse como uno es —dice Franco. Para él, hablar desde ese lugar con su familia no es fácil, pero reconoce que al mostrarse vulnerable con sus amigos se sintió muy bien. 

—Me llevó a lugares de mucho amor poder expresarme —recuerda. 

Leuco asume sus ventajas. Ser varón le ahorra tiempo de cuidado estético para trabajar, por ejemplo, en comparación con sus compañeras que pasan horas con la maquilladora antes de aparecer en pantalla. Ser varón tampoco lo expone a ciertos riesgos.

—Siempre le digo a mis amigos: nosotros no sabemos lo que es tener miedo al subir a un taxi. 

Todos reconocen cuánto pesa no mostrarse vulnerable y creen que es un buen momento para hablar de esto. 

—La vulnerabilidad te puede ayudar a exorcizar incluso tus propias inseguridades— dice  Leuco.

Masculinidad y poder están fuertemente relacionados. Los varones son quienes asumen una posición de autoridad en la sociedad, en las casas y en el trabajo. Este poder implica que especialmente mujeres, niñxs y diversidades queden en un lugar de subordinación. Las violencias de género nacen de los mandatos que ubican al varón con un pie delante de las feminidades. Pero los varones también pierden esa ecuación. ¿Que se pierden los papás que no abrazan, que no acunan ni cocinan? ¿Y los novios que no acompañan? ¿Qué pasa con los abuelos que sólo se relacionan desde el chiste hiriente y el autoritarismo?

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—Es importante sentirse frágil— dice Franco Rizzaro. Y cuenta que cuando se mostró sensible se sintió bien. Para él ser sensible no puede estar mal.

— Es bueno llorar—.

Tal vez lo que suceda en cada llanto es aquello dicho por la escritora Camila Sosa Villada: “Todo el mundo llora al dejar una costumbre atrás”.