En una habitación de hotel la China Suarez termina su rutina de skincare y se recuesta sobre la cama con el celular en la mano. Repasa mentalmente la cantidad de seguidores que le llegaron en las últimas horas y apoya el teléfono sobre la mesa de luz. Segundos después siente el impulso de agarrarlo de vuelta y escribe un mensaje:
“Algún día tenemos que salir de joda vos y yo. En alguna parte del mundo donde no te conozcan, jajaja… “
*ENVIAR*
A falta de un culebrón clásico en la tele de aire, y en un momento en que los actores y actrices argentinos se reparten entre las series de las plataformas multinacionales y la tira costumbrista-social de Pol-Ka, la única de factura nacional, llegó la historia que Argentina estaba necesitando. Hace apenas seis días, el sábado 16 de octubre, Wanda Nara nos sacó de la modorra de la pandemia y logró lo que parecía imposible: que todo el país hable de lo mismo. En una era caracterizada por los consumos fragmentados, en los que para hablar de un producto audiovisual tenemos que cuidarnos de no largar ningún spoiler, en el que cada uno mira lo que quiere cuando quiere de un menú casi infinito de géneros e idiomas, esta historia -a la que podemos llamar de forma provisional Los Ricos También Suben Stories- logró captar la atención de todos. De los que conocen al dedillo la vida de cada uno de los personajes, de los que dicen que no ven chimentos pero igual se enteran por las redes, de los que están cansados de leer noticias sobre las nuevas variantes de la plaga que siempre nos acecha y de los que, por más que lo intentan, no le encuentran mucho atractivo a la campaña electoral que no termina de despegar. Desde el sábado pasado -y esperemos que por muchos días más- somos el país de Wanda. Más, nos da cada día más, con el talento que sólo tienen los grandes contadores de historias.
Escena 1: Int. Aeropuerto de París-Charles de Gaulle- Noche
Camuflada con anteojos de sol y una capucha, Wanda camina decidida hasta el check-in y ante la pregunta de la empleada sólo responde, en perfecto italiano: "Milano". Entrega una pila de pasaportes mientras, a su lado, su peluquero-confidente vigila las valijas y sus cinco hijos juegan en sus respectivas tablets. Entran al VIP lounge, piden algo para tomar y Wanda se aleja para usar su teléfono. Abre Instagram y escribe, en una pantalla negra con letras blancas:
“Otra familia más que te cargaste por zorra.”
Ocho palabras para desatar tanto fuego -y ningún nombre propio, porque si de algo sabe la farándula argentina es de argucias para evitar juicios y bozales legales-. Se puso en marcha la construcción de una ficción o, como dice Moria Casán, una reality fiction de esas que nos dejan en vilo, con necesidad casi física de ver más. Lo que solo una ficción melodramática puede darnos. Los ingredientes son irresistibles: una mediática casada con un jugador de fútbol exitoso, que se enamoró de él cuando estaba casada con otro jugador de fútbol exitoso, le habría encontrado mensajes subidos de tono con una actriz bellísima que también protagonizó varios escándalos amorosos en los últimos años. Celos, versiones cruzadas sobre infidelidades e información que llega en cuentagotas.
Si hay algo indispensable en todo culebrón es la definición de un adversario, fundamental para generar pertenencia ¿Team China o Team Wanda? Y demostrar que esa “otra” es un “otro” bien distinto al collage que es la identidad propia.
Wanda nos ofrece una telenovela seriada que sigue llegando por distintos dispositivos y desde la mirada de varios personajes, con ella como protagonista y narradora inobjetable. El talento de Wanda está en su timing para entrar y salir de escena. Le bastaron intervenciones breves en el momento justo para dar vuelta el tablero, en este caso el mediático y el deportivo.
Enseguida las búsquedas en Google se dispararon y se empezó a construir el clima que toda historia hitera necesita. Mientras el interés en este caso (azul) tuvo un primer pico el fin de semana y se mantuvo activo todos estos días, el interés por las elecciones de medio término (rojo) que se van a celebrar en menos de un mes se mantuvo literalmente planchado.
Los Ricos También Suben Stories, narrada de manera transmedia entre las redes de los protagonistas, los programas de chimentos insigne de la época como LAM e Intrusos, los portales de espectáculos, los diarios, los noticieros y las redes de prosumidores creadores de memes y teorías, se convirtió en el tema obligado de conversación. En las paradas de colectivo, en las pizarras de las carnicerías, en los grupos de Whatsapp, casi nadie hablaba de otra cosa.
El tema escaló a tal punto que los candidatos a diputados bonaerenses que debatieron el miércoles en TN quisieron decir algo del tema. Los periodistas del portal web quisieron saber si los dirigentes de los distintos partidos en pugna son team Wanda o team China. En un país binario en el que nos peleamos hasta por los ingredientes de la pasta frola, nos vemos empujados a tomar partido. Así, la dirigente de izquierda Myriam Bregman hizo una lectura ideológica y se puso del lado del Team China por creer en el “amor libre”, sin tener en cuenta que para que una pareja sea abierta tiene que ser algo acordado por los dos integrantes...y este no fue el caso de Wanda e Icardi. Fiel a su personaje tradicionalista, la ultraconservadora Cynthia Hotton se paró en la vereda de enfrente y dijo ser Team Wanda porque “la familia” es sagrada. Más allá de los candidatos tibios que no quisieron pronunciarse (Florencio Randazzo, Nicolás del Caño y Victoria Tolosa Paz, que dijo no estar al tanto porque es un tema de jóvenes), la astucia de los cronistas logró arrancarle una respuesta a Analía Maiorana, la actual pareja del candidato Diego Santilli que hace unos años protagonizó un triángulo bastante similar a este con la periodista Nancy Pazos. Malena Galmarini, que fue a acompañar a la candidata del Frente de Todos, dijo ser del Team Mujeres, en línea con la lectura en clave feminista de este culebrón. Todos y todas tuvieron algo para decir y, finalmente, la dirigencia política logró conectar con los temas que le interesan a la gente. ¡Gracias, Wanda!
Escena 2: Int. Estudio 2 de Canal 13
Vestido con una remera negra de los Stone Temple Pilots y consciente de que está por empezar uno de los programas con mayor repercusión de su carrera televisiva, Ángel de Brito mira a cámara y da inicio al primer LAM de la semana:
Buen lunes para todos, tenemos un programa tranqui hoy (...) Prepárense porque se van a morir, se van a quedar secos; no van a poder creer todo lo que van a escuchar en el día de hoy. Todo lo que parecía mentira es cierto, hay mensajes… Bueno, todo empezó con esto: “Otra familia más que te cargaste por zorra”, que son las mismas palabras que utilizó Pampita en su momento: zorra.
La farándula es una gran familia y para entender la historia reciente hay que hacer un poco de memoria. Los que estamos más o menos al día tenemos un esquema mental de cada uno de los protagonistas y de los personajes satélite; los recién llegados, los que quieren comentar algo en la oficina o en el Zoom, pueden estar un poco más perdidos. Para darles una mano, vamos a acudir a un recurso muy utilizado en las novelas argentinas, el flashback. Vamos a viajar por un instante en el tiempo.
Wanda, una joven de Boulogne hasta entonces desconocida por el medio, apareció en el centro de la escena como una supuesta amante del mejor jugador del mundo. Si la historia terminaba ahí no hubiese habido mucho más para contar. Pero, recordemos, Wanda siempre nos da más. Al poco tiempo de sus primeros móviles y sus primeras notas, le dio una nota a la revista Paparazzi, que en ese momento formaba tándem con Intrusos. Jorge Rial y Luis Ventura no solo comandaban el programa más visto de espectáculos sino que también dirigían la revista de chimentos más picante. La tele de aire y la revista impresa, dos soportes hoy en declive, formaban un tándem imbatible. Con una tirada de más de 100.000 ejemplares, la revista llegaba a tener dos ediciones esa semana y el programa, uno de los ratings más altos. Rial lo intuyó: estaba naciendo una estrella. Los contenidos se retroalimentaban y, aquellos que devórabamos el programa de chimentos, esperábamos encontrar en la tapa de Paparazzi de la semana. En esa nota, Wanda declaraba que era imposible que fuera la amante de Maradona por una sencilla razón: era virgen. La díada central del patriarcado, esa que reza que hay solo dos categorías para las mujeres, vírgenes o putas, santas o zorras, se convertía en el mito fundante de la carrera de Wanda. El morbo de la mirada habitada por categorías masculinas, que busca y encuentra: una chica jóven, rubia, heterosexual que conserva -y ofrece tímidamente- su virginidad para aquel que la merezca. Una virgen pura que genera la desconfianza de muchas mujeres pero que brinda algo más fuerte: la visión de Wanda para hilar historias. Al mito sobre su virginidad le siguió la filtración de un video en el que se la veía practicando sexo oral que fue cubierto con la pacatería de la época. Parece que fue hace siglos pero estamos hablando de 2007. Y fue entonces cuando Wanda, ya convertida en la estrella que pronosticó Rial, contó los entretelones de estas dos mentiras en el lugar en el que las estrellas ventilan sus trapitos al sol, el living de Susana.
Aunque los programas de chimentos hayan subido el rating con el Wandagate son las protagonistas quienes marcan la agenda a través stories de Instagram, respetando siempre las pautas de la serialidad: regularidad y misterio esparcido en dosis bien calculadas.
Desde un primer momento Wanda supo leer la realidad: supo que estábamos viviendo en un mundo bastante machista en el que la sexualidad de las mujeres se mira con lupa, desconfianza y una severidad victoriana que no aplica a los hombres. Y aprovechó esa hendija para hacerse un lugarcito. Es curioso que ahora, quince años después del boxer de Maradona y de la falsa virginidad que vendía miles de tapas de revistas, cuando las revistas de chimentos ya no se imprimen y son sólo digitales, esa díada siga presente en su cabeza. Ahora, seis años después del Ni Una Menos y cuatro después del Me Too, en su cabeza sigue presente esa díada patriarcal y sale a acusar de “zorra” a otra mujer, a la que habría intentado un affaire con su marido. Sabemos por Michel Foucault que la sexualidad es el instrumento más eficaz para preservar las relaciones de poder. También que el conservadurismo, la tradición y las instituciones gozan de buena salud. En un mundo que abre el juego al goce, a la diversidad y a las diferencias, el culebrón exige mirar los espacios más tradicionales que una mujer puede ocupar. ¿Virgen o zorra, eso es todo lo que una mujer puede ser? ¿Heroína o traidora? ¿Nada más, de verdad?
Fuera de esas categorías dicotómicas Wanda es, más bien, una creadora. Supo a la perfección lo que exigen los tiempos que corren para permanecer en el candelero. Porque, como bien decía Rial, “es vivísima” y construyó su identidad como una obra de arte. Con montajes, pastiches, y con el mayor elemento, la expansión de la intimidad a la exterioridad, Wanda es su propia creación. Estetizada, diseñada, moldeada y con cada detalle calculado, la mediática es ese producto que todos queremos ver. Y es un éxito. Hay que hacerse ver y ser visto para existir, dirá Michel Maffesoli en El instante eterno. El retorno de lo trágico en las sociedades posmodernas. No existimos sino en y por la mirada del otro. Máscaras y montajes para su autocreación y acercarnos a saber quién es Wanda. Somos espectadores de una historia narrada con los mejores elementos. Wanda sabe muy bien que la identidad es un commodity en el mundo de las celebridades y sabe cómo moldear.
Si hay algo indispensable en este culebrón es la definición de un adversario, fundamental para generar pertenencia. Volvemos a preguntarnos: ¿Team China o Team Wanda? Y demostrar que esa “otra” es un “otro”, bien distinto al collage que es la identidad propia. ¿Y las pruebas que tiene de “la zorra”? Prendemos la televisión, chequeamos Instagram y Twitter compulsivamente para saber si hoy es el día en que los famosos chats aparecen y, por fin, ante los ojos inquisidores y la curiosidad intacta aparecen las evidencias, las pruebas. Susan Sontag decía que la noción contemporánea de atrocidad exige pruebas fotográficas y que presentándolas es la única forma de establecer que esa tortura haya tenido lugar. Y así, esas pruebas pasan a ser un fenómeno en sí mismo. Necesitamos esas capturas de pantalla para que la narración continúe. Un capítulo más. Wanda, por favor danos cada día más.
La historia se complejiza si se la mira en panorama y se atiende a los otros personajes. Es tan fácil perderse en la red de involucrados que unos tuiteros armaron un Excel tratando de explicar la trama para personas no versadas en la materia. Podemos resumirlo más o menos así. Está obviamente la China, que viene de historias que también captaron la atención de los medios: con sus ex Benjamín Vicuña y antes con su ex Nicolás Cabré, en las que también están involucradas Pampita y Eugenia Tobal. El propio marido de Wanda, Mauro Icardi, que la conoció cuando ella estaba casada con su entonces amigo Maxi López en un escándalo que terminó siendo monetizado en un comercial de Pepsi con la canción de Babasónicos que reza: “Oh sí, estoy mirando a tu novia y qué”.
No hay dudas de que estamos en presencia de una telenovela híbrida que tiene a Wanda como principal autora (probablemente sea ella misma la que les filtre la información a los periodistas de chimentos que la dan como propias o de versiones en off) y titiritera. Por más que LAM e Intrusos hayan subido el rating con el tema y por más que esta historia haya sido cubierta por los noticieros, los diarios de interés general y hasta psicoanalistas, ya no hay que esperar a que sean las 11 de la mañana o la 1 de la tarde para recibir las novedades; mucho menos hay que esperar a que se publique una revista. Las protagonistas se encargan de subir las novedades a sus historias de Instagram y son las que alimentan esto respetando las pautas de la serialidad: regularidad y misterio esparcido en dosis bien calculadas.
A las acusaciones sin nombres de Wanda le siguió un texto larguísimo de la China en el que ¡oh sorpresa! vuelve a caer en la díada patriarcal. Yo no soy una zorra, dice, palabras más palabras menos: en todo caso soy una santa que le creí a un tipo que me dijo que se estaba separando. Mujeres que se pelean entre sí y se lanzan acusaciones por el amor de un hombre que se mantiene a un costado y las mira impávido, apenas balbuceando incoherencias. Parece una canción de los 80 de los Pimpinela en pleno 2021. Lucía y Joaquín se reinventaron más de una vez, al punto de haber contado una historia queer hace unos meses, pero Wanda y la China se quedaron en el molde discursivo de una época en la que ni siquiera habían nacido.
¿Por qué no podemos parar de hablar de esto? ¿Por qué nos vemos forzados a elegir bandos cuando sabemos que hay muchas formas de vincularse con una pareja, que nadie es propiedad de nadie y que en definitiva cada uno hace lo que puede con lo que tiene? ¿Por qué vemos meme tras meme mientras esperamos que Wanda nos dé cada día más?
¿Entonces por qué no podemos parar de hablar de esto? ¿Por qué nos vemos forzados a elegir bandos cuando sabemos que hay muchas formas de vincularse con una pareja, que nadie es propiedad de nadie y que en definitiva cada uno hace lo que puede con lo que tiene? ¿Por qué vemos meme tras meme mientras esperamos que Wanda nos dé cada día más? Como dijimos al analizar los 20 años de Intrusos, por una cuestión ancestral. El historiador Yuval Noah Harari dice en su libro Sapiens que la base de la civilización humana es el chisme. En su best seller, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén explica que los primeros Homo Sapiens querían saber quién se acostaba con quién para decidir en quién depositar su confianza; el chisme como base para la toma de decisiones. Según esta teoría, las ganas de chusmear hicieron que 70 mil años atrás los humanos desarrollaran el lenguaje y pudieran pensar sobre sus entornos.
Vivimos chusmeando y sacando el cuero sobre mucha gente y muchos temas, todos los días de nuestra vida. Esa es la base de la humanidad tal como la conocemos y no solo de un sinfín de telenovelas latinoamericanas, desde Los Ricos También Lloran a La Casa de las Flores, sino también de casos que sacudieron a políticos y artistas en el salón oval de la Casa Blanca, en Buckingham, en los Campos Elíseos, en todos lados.
La particularidad de Wanda es que, una y otra vez, logra que seamos millones los que partimos de su historia para pensar acerca de nosotros. El ascenso social. La tranquilidad económica. La maternidad consentida. La monogamia como destino o como mandato, los debates sobre la definición de sororidad, la crueldad y la humanidad con las que nos tratamos entre nosotros mismos, la manera en que narramos nuestras vidas. Todo eso está presente en Los Ricos También Suben Stories y por todo eso no podemos cambiar de tema. Quizá se trate de lo que Judith Butler llama la “pornografía de la imagen”, ese placer experimentado por la visión de la degradación humana y por la erotización de esa degradación. Estos son los temas verdaderamente importantes, los que le quitan el sueño al banquero y al verdulero, a la contadora y a la poeta: los vínculos humanos. Oh, sí, estamos hablando de las vidas de otros, y qué. Y qué.