Ensayo

Sociedades Anónimas Deportivas


Loco, ¿no te sobra una moneda?

“Ni todas las experiencias con magnates extranjeros son exitosas, ni todos los clubes tienen las puertas abiertas para alimentar a los pibes de sus barrios”. Para Diego ‘Chavo’ Fucks, la discusión alrededor de las Sociedades Anónimas Deportivas debe alejarse de los extremos. El periodista analizó los distintos modelos europeos que incluyen capitales privados, indagó en el reciente convenio entre el empresario estadounidense Foster Gillett y Estudiantes de La Plata, y habló con los protagonistas locales para reponer las distintas posturas alrededor de un debate que mantendrá al fútbol argentino en vilo durante los próximos meses.

“Hay que privatizar los clubes argentinos y Gillett es la persona indicada”. El empresario Guillermo Luis Tofoni recuerda las palabras textuales de Sir Dave Richards, ex presidente de la Premier League y del Sheffield Wednesday. Para entonces, el estadounidense Foster Gillett era un miembro importante de la junta directiva del Liverpool inglés. Tofoni, uno de los máximos impulsores de las Sociedades Anónimas Deportivas, repasa esos días de 2008 con una sonrisa en la cara. Está exultante. Porque finalmente, 17 años después de aquel augurio, el empresario estadounidense dio su primer golpe fuerte en el fútbol argentino: la alianza con Juan Sebastián Verón, Presidente de Estudiantes de La Plata, seguida del pago de 15 millones de dólares por la cláusula de salida de Cristian Medina, jugador de Boca Juniors, y 11,5 millones de dólares por Rodrigo Villagra, de River Plate.

El Grupo Gillett y Estudiantes tendrían un acuerdo en el que la parte mayoritaria de todo lo que genere el fútbol, el 80 por ciento, sería para el inversor, incluyendo aquello que provenga de los juveniles ya formados por el club. A cambio, pondría 150 millones de dólares en un lapso de 30 años. También se contemplaría una cláusula de salida para Gillett en cualquier momento dentro de esos 30 años, pudiendo vender su parte a cualquier otro empresario y/o grupo que reúna los requisitos acordados. El convenio, sin embargo, no está tallado sobre piedra. La decisión final llegará, entre febrero y marzo, a través de una Asamblea de Socios. Si el resultado es negativo, Estudiantes y Gillett deberán sentarse a acordar la devolución del préstamo por todos los pases, incluidos los de Lucas Alario y Facundo Farías.

Tofoni, militante activo de las SAD, cobró relevancia en el último tiempo tras publicar “Dolarización y fútbol: la tierra prometida” en El Cronista Comercial del 18 de septiembre de 2023, una nota que podría haber pasado inadvertida si Javier Milei, entonces candidato a Presidente, no la hubiera leído y compartido en Twitter. El artículo, que auguraba la victoria del libertario, planteaba que “una posible dolarización sinceraría el mercado salarial de entrenadores y jugadores” y que, con ese sinceramiento, “jugadores extranjeros aceptarán con mayor certeza jugar en la Argentina”. El hombre no es un desconocido para el mundo del fútbol y sus negocios. En 1994, un joven Tofoni fundó World Eleven, una organizadora de eventos deportivos que se lanzó al ruedo armando un cuadrangular entre River, Independiente, Napoli y Roma en la cancha de Vélez. De allí en adelante, fue el gestor de alrededor de 300 partidos internacionales (65 de ellos de la Selección Argentina).

—A partir de esa nota y el reposteo, empezó la guerra con la AFA —dice Tofoni sobre el origen del conflicto—. Desde medios afines, la AFA castigaba cada cosa que hacía Milei y se encolumnó detrás de Massa de una manera descarada cuando debió haber sido neutra. Milei pensó que si se pusieron tan de culo era porque había algún camino para recorrer. Y ahí fue a fondo.

Gillet alimentó los deseos de privatización de los clubes por parte de los funcionarios nacionales hablando de las bondades de las Sociedades Anónimas Deportivas.

Con “ir a fondo”, Tofoni se refiere, primero, al DNU 70/2023, que permite la conformación de las SAD, en segundo lugar, al DNU 730/2024, que reglamentó la conversión de la estructura jurídica de los clubes luego paralizada por una medida cautelar que presentó la AFA y, por último, a la Ley Bases, aprobada en el Congreso, que especifica claramente que cada club tiene la potestad de ser una SAD si así lo desea, contradiciendo el Estatuto de la AFA.

Durante los últimos meses, Tofoni y el estadounidense hicieron un recorrido vertiginoso por los despachos oficiales. Gillett conoció, en un lapso muy corto, al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, al secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, Daniel Scioli, y, por último, al Presidente de la Nación, Javier Milei. Exhibió sus conocimientos del funcionamiento de la Premier League y alimentó los deseos de privatización de los clubes por parte de los funcionarios nacionales hablando de las bondades de las Sociedades Anónimas Deportivas.

Mientras la opinión pública hablaba del desembarco de los capitales privados en el fútbol argentino, Verón decidió desmarcarse de las palabras del gobierno y de Tofoni, que fogoneaban la idea de un avance a paso firme de las SAD en el plano local:

—No tengo dudas sobre adónde quiero llevar a Estudiantes ni de la manera que lo quiero hacer. Quiero una institución referente, no sólo en la Argentina, y empezar a transitar un crecimiento futbolístico, cultural, deportivo. Y pretendo hacerlo de un modo novedoso. La política siempre atravesó el fútbol. Agradezco al Presidente sus elogios. Yo estoy gestionando herramientas para mejorar la calidad del club. Eso no quiere decir que Estudiantes se convierta en una SAD —dijo la Bruja en una entrevista con F90 en ESPN—. Y sería un error hacerlo, porque el corazón de la institución está referido a lo educativo, a lo cultural, a lo social y eso pasa dentro de una asociación civil, como es Estudiantes. Este convenio con Foster Gillett va a mejorar no sólo la calidad del fútbol, sino que también ayudará a la parte social.

La experiencia de Foster Gillett en el Liverpool —su padre, George Nield Gillett Junior, había adquirido las acciones del club en enero de 2007— terminó pronto y mal, con problemas financieros, situaciones judiciales complicadas, una venta vil de esas acciones y el repudio de los hinchas. El tema escaló a niveles peligrosos. Tanto Gillett como su esposa sufrieron amenazas y llamados telefónicos durante las madrugadas. Esta experiencia en Liverpool tuvo un impacto negativo en la reputación del grupo inversor y eso derivó en las intenciones fallidas de adquirir al Hearts de Escocia y al mismísimo Lyon francés. Consciente de este precedente, Verón está decidido a seguir adelante con el proyecto.

—Lo que me convenció de Gillett fue que compartimos la visión de crecimiento del fútbol y de infraestructura. Cuanto más infraestructura tenés, más se acerca la gente. Ese fue el arranque de la charla. Con respecto a sus antecedentes, no es algo de lo que nosotros podamos hablar demasiado —lo excusa el Presidente de Estudiantes, a quien el pasado no le pesa—. Acá hay gente que tuvo malas gestiones, que fue nociva tanto para el fútbol argentino, el deporte y la política nacional y, sin embargo, ahí siguen. Lo que me preocupa es lo que me genera, el trato que podamos tener y el trabajo que podamos hacer. Además, el Liverpool y Estudiantes son dos cosas bien diferentes.

Este es el debate que hoy aqueja al fútbol argentino: SAD sí o SAD no, como si se tratara de una encuesta tuitera. De un lado, la propuesta es que los clubes sean gobernados por privados, idealmente árabes o estadounidenses inyectando millones de dólares para cubrir pasivos y comprar estrellas de nivel mundial. Del otro, la búsqueda es que los clubes sigan perteneciendo a sus socios, con la idea de los pibes del barrio que comen en sus sedes. Pero las dos argumentaciones son extremas, porque ninguno de esos dos mundos funciona de esa forma: ni todas las experiencias con magnates son exitosas, ni todos los clubes tienen las puertas abiertas para alimentar a esos pibes. 

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Cristian Rodrigo Bragarnik es del barrio de Flores. Allí nació en 1971. Como casi todos los pibes en esos tiempos, tenía el sueño de ser futbolista. Pudo cumplirlo en el ascenso: hizo inferiores en Comunicaciones y Almagro, y llegó a Primera en J.J. Urquiza. Pero lejos está ese pasado del enorme lugar de trabajo que posee en el edificio Château, de Puerto Madero. Quizás, la semilla del poderoso empresario que es hoy la sembró a comienzos de los 2000, cuando dejó de jugar al fútbol e instaló el videoclub “Leyland”, en el barrio de Caballito.

—Hice un video con tus jugadas, me gustaría que lo veas —le dijo Cristian a Mariano Monrroy, cliente del videoclub, entonces jugador de Arsenal de Sarandí, a préstamo en Talleres de Córdoba.

El trabajo de edición le gustó tanto a Monrroy que llevó a Bragarnik a una reunión con las autoridades de Arsenal para que lo usaran ante una posibilidad de transferencia. Monrroy se vendió al Irapuato de México en 400 mil dólares. Bragarnik fue el intermediario. Ese trabajo le generó otro: lo convocaron para trabajar en el Querétaro, club principal del holding que tenía al Irapuato.

Este es el debate que hoy aqueja al fútbol argentino: SAD sí o SAD no, como si se tratara de una encuesta tuitera.

Con el tiempo, Bragarnik tuvo un intento de gerenciamiento fallido en El Porvenir, luego volvió a Arsenal como “asesor económico” y, finalmente, las vidas del representante estrella del fútbol argentino y del Club Social y Deportivo Defensa y Justicia se unieron en 2009. Propuso paliar el déficit, invertir en el predio que el club tiene en la localidad de Bosques y llevar el equipo a Primera División.

Podría decirse que el vínculo de Bragarnik con Defensa es exitoso si se toma como referencia los objetivos trazados en 2009. Una sociedad de más de 15 años, una economía sana y, en líneas generales, equipos competitivos. Los entrenadores son de la escudería y del estilo que le gusta a Bragarnik y muchos de los jugadores también. El club fue deficitario hasta 2014. Cuando lograron el ascenso, las cuentas empezaron a escribirse en azul y Bragarnik fue entendiendo la totalidad del negocio del fútbol.

—Mi intervención en Defensa nace con un formato que podría interpretarse como el de una SAD, con la idea de hacerme cargo de un club deficitario y sanearlo con una inversión de dinero basada en los conocimientos que adquirí en México —explica Bragarnik—. Elegí Defensa porque tiene un perfil de club sin conflictos políticos ni internas, en el que uno puede desarrollar un proyecto que se mantenga en el tiempo.

Así lo entendieron José (fallecido en 2024) y Diego Lemme, los principales dirigentes del club. El acuerdo inicial —que aún se sostiene— es que el déficit lo paga Bragarnik y el superávit lo dividen 50 y 50.

—Más allá de esta relación comercial, yo me siento un directivo en Defensa, no el empresario que pone plata —dice.

Con el tiempo se volvió muy cercano a Claudio Tapia. Se lo suele ver cerca del presidente de la AFA en los actos o en los partidos de la Selección Argentina. Tapia es uno de los más fervientes defensores de las asociaciones civiles sin fines de lucro. Esto lo ha enfrentado con el Gobierno Nacional. Bragarnik navega en todas las aguas. Trabaja mucho en México, donde las SAD son moneda corriente desde hace mucho tiempo, es uno de los accionistas del Elche Club de Fútbol, en España, y es Director Deportivo de Defensa y Justicia, que en los papeles es una asociación civil sin fines de lucro, pero funciona como una SAD.

—Defensa es una asociación civil, Elche no. En la Argentina no hay espacio para las SAD y no es contradictorio. Si viene una empresa a comprar un club, seguramente va a cerrar el vóley, el tenis, el hockey y todos los deportes que no le den ganancias —explica el empresario—. Y no podés hacer eso, porque esos deportes son un hecho cultural, son parte de la vida social del club. En Elche, en cambio, hay solamente fútbol, masculino y femenino.

En España los clubes están obligados a ser sociedades anónimas desde el Real Decreto del 5 de julio de 1991. Esta imposición es para Primera y Segunda División, o sea, para las actividades profesionales. Cuatro instituciones quedaron fuera del decreto: Osasuna, Real Madrid, Barcelona y Athletic Club de Bilbao. El primero, porque sus últimos cuatro ejercicios previos a 1991 dieron superávit. Los otros tres, porque nunca habían descendido a Segunda División. Todos los demás pasaron a ser Sociedades Anónimas. Se creó la figura de Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) para distinguirlas de otras y la obligatoriedad de privatizar incluyó a la principal liga de básquet, la ACB.

Unión Deportiva Salamanca, Club Deportivo Badajoz (que alguna vez tuvo a Marcelo Tinelli como dueño), Club de Fútbol Extremadura y Club Deportivo Logroñés eran clubes representativos de sus ciudades. En cuestión de años, una vez convertidos en SAD, dejaron de existir. Todos debieron presentar su liquidación por acumular una gran cantidad de deudas. El Málaga CF que alguna vez fue rico, peleó La Liga y jugó Champions League, hoy está manejado por capitales árabes y se ubica en mitad de tabla de la Segunda División.

El vínculo de Bragarnik con Defensa es exitoso si se toma como referencia los objetivos trazados en 2009. Una sociedad de más de 15 años, una economía sana y, en líneas generales, equipos competitivos.

Bragarnik tuvo suerte deportiva diversa en su experiencia con el Elche. Desde que es uno de los principales accionistas pudo mantenerse en Primera tres temporadas, pero cayó a Segunda en la cuarta. En la temporada 2023/2024, peleó por el ascenso (suben dos directo y uno proveniente de una promoción de cuatro), pero no obtuvo victorias en los últimos siete partidos y quedó lejos.

—Los hinchas están bastante enojados con nosotros. Cuando las cosas van mal, no solo van contra el entrenador, que era Beccacece. Van contra los dueños del club, como cuando en Argentina van contra los dirigentes.

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En Italia, pioneros en la materia, el tema tiene muchos más años. En marzo de 1981 se aprobó la Ley del Estado número 91. Los clubes se convertían en sociedades por acciones, pero con una particularidad muy discutida en ese momento: todas las ganancias debían ser reinvertidas en la sociedad para continuar con la actividad deportiva. O sea, todo lo que el club-empresa generara, debía volver en forma de inversión en infraestructura o bien en buscar la excelencia de los equipos profesionales de fútbol.

Esta modalidad nunca convenció a los grandes clubes. Durante varios años pelearon por modificar el asunto de “reinvertir las ganancias” únicamente en el club. En los años ochenta, la liga italiana era la mejor del mundo y los números eran exorbitantes. Los dueños de los clubes no concebían que la rentabilidad de sus clubes no pudiera ser utilizada en otros negocios. Finalmente la Ley se modificó y el 18 de noviembre de 1995 y se quitó la obligatoriedad de reinvertir. Se generó como figura la sociedad con fines de lucro, tal como pretendían los grandes empresarios que invirtieron o que deseaban invertir en el fútbol italiano. Esta liberación de la obligatoriedad hizo ganar mucho dinero a varios inversores, pero otros, excedidos, generaron quiebras, desapariciones y ventas apresuradas. Una de las quiebras más resonantes fue la del entonces Parma Football Club, equipo solventado desde 1989 por la empresa láctea Parmalat. En 2001, Parmalat entró en la Bolsa de Valores y en septiembre de 2003 la empresa voló por los aires, llevándose consigo al club. Parma desapareció y, en 2004, empezó a competir en el torneo regional con el nombre de Parma Calcio 1913 (el año de su primera fundación). Desde allí, comenzó un duro camino para recuperar su antiguo lugar y, en parte, lo consiguió. Hoy juega en la Serie B del fútbol de Italia.

También Milan e Inter, dos colosos del Calcio, estuvieron con alguna zozobra en relación a la estabilidad económica y financiera de sus sociedades anónimas. Ambos tuvieron dueños chinos que quebraron y los sucedieron otros estadounidenses. En el caso del Inter, el cambio es reciente. En mayo de 2024, fue adquirido por el fondo Oaktree Capital Management, después de que el conglomerado chino Suning Holdings Group no pudiera cancelar una deuda de 326 millones de euros. El Milan es financiado por el fondo Elliott Management desde 2018, cuando le compró el club —también con importantes números en rojo— al chino Li Yonghong. La deuda era con la empresa Fininvest del fallecido Silvio Berlusconi.

Las ligas inglesa y alemana son bien ilustrativas de modelos exitosos, bien distintos, que incluyen capitales privados. Inglaterra tuvo tres tragedias en la segunda mitad de los años ochenta que modificaron las bases y el nivel socioeconómico de los asistentes a los estadios, generando la llegada de esos capitales, hoy regulados y legislados con rigurosidad. La última de esas tragedias, la que originó los cambios estructurales, fue en el Estadio Hillsborough, en 1989, cuando la negligencia de la Policía provocó un amontonamiento en la tribuna de los hinchas del Liverpool: 96 personas muertas y miles heridas. Recién 24 años después, el entonces primer ministro David Cameron reconoció ante los familiares de las víctimas la responsabilidad del Estado y pidió disculpas.

A comienzos de los años noventa, Peter Taylor, un legislador de alto rango, presentó una serie de medidas que cambiaron el fútbol inglés para siempre: butacas en toda la cancha, quita de alambrados y vallados, endurecimiento de penas y reformas de los estadios con aportes económicos del Estado. Aquellas reformas trajeron consigo un daño colateral inevitable: las entradas y los abonos de TV se volvieron muy costosos. Para las autoridades fue un éxito porque desterraron a los hooligans (sus barras bravas) de los estadios ingleses. Pero el trabajador promedio, en cambio, se quedó afuera. Por eso proliferaron los bares temáticos de cada club para que esos hinchas puedan ver los partidos.

Pero no todo lo que brilla es oro. Durante 2024 hubo dos temas muy controversiales cuya resolución tendrá consecuencias impredecibles. En primer lugar, en marzo de 2024, el Parlamento Británico aprobó el Football Governance Bill, que establece un regulador independiente del fútbol (IFR) para controlar muy estrictamente el cumplimiento del fair play financiero: los cambios en los accionistas y sus porcentajes, los pases de jugadores de un equipo a otro del mismo propietario a precio de sponsoring (un bajo costo para promover al jugador) y su alcance será en todas las categorías del fútbol inglés, de la primera a la quinta. No tendrá injerencia en lo que se conoce como “clubes-Estado”, que son las SAD que tienen dueños del mundo árabe, como Manchester City y Newcastle, entre otros. El problema, que será tema de largos debates a futuro, es que la UEFA cree que esto podría ser una solapada intromisión del Estado, algo prohibido en los reglamentos de la FIFA. Y transgredir esta norma se paga con la desafiliación. Recordemos que Inglaterra será sede de la próxima Eurocopa y podría perder esa designación si la FIFA considera que la Premier League está siguiendo reglas impuestas por el Estado.

Las ligas inglesa y alemana son bien ilustrativas de modelos exitosos, bien distintos, que incluyen capitales privados. Pero no todo lo que brilla es oro.

En segundo lugar, lo que sí consiguió la IFR sobre los “clubes-Estado” es un control más estricto de sus gastos, justamente para cuidar el fair play. En este momento, está por comenzar un juicio a Manchester City por una denuncia que acusa al club de Guardiola de infringir 130 normas financieras de la Premier League entre 2009 y 2013, surgidos a partir de una filtración hecha por el sitio Football Leaks y cuyo hacker, el portugués Rui Pinto, está preso. Pero la investigación se llevó adelante y, de encontrar culpable al club, podría ser sancionado con una multa de 413 millones de libras (que serán repartidas entre los clubes damnificados, entre los que se encuentran el Manchester United y el Arsenal) o, directamente, el descenso a la segunda categoría.

Después de una decisión de su Federación (DFB) tomada en octubre de 1998, Alemania tiene el método conocido como Regla 50 + 1. Al menos el 5o% más una acción de un club debe estar en manos de sus socios. Las autoridades de la Bundesliga entienden que así evitan el aumento sideral de entradas a los estadios y los abonos de TV y, sobre todo, proteger a los socios de la influencia de los inversores privados en las decisiones generales. Hay otro motivo, más simbólico, pariente directo de un lema que sostienen en Argentina quienes apoyan a las asociaciones civiles sin fines de lucro: el club es de los socios.

En la primera división alemana, solamente dos clubes tienen el control total de sus acciones en manos de empresas: el Wolfsburgo (Volkswagen) y el Bayer Leverkusen (Bayer). Ambas empresas llevan 20 años consecutivos de inversión y sus clubes dependen exclusivamente de esas firmas desde siempre. El RB Leipzig es un caso diferente y controversial. Es el primer y único club de la Bundesliga creado por una empresa, iniciado desde cero. Por consejo de Franz Beckenbauer, su amigo Dietrich Mateschitz, propietario de Red Bull, decidió ir por un equipo de la ciudad de Leipzig, de gran tradición futbolera, después de fracasar en las gestiones para comprar el St. Pauli, el 1860 Múnich y el Fortuna Düsseldorf (en los tres casos por la rotunda negativa de sus socios). Fue así que, en mayo de 2009, Red Bull compró la plaza del Markrandsstädt en la quinta división y desde allí empezó el camino ascendente hasta la categoría principal, a la que llegó en la temporada 2016/17. La Bundesliga no hizo excepciones con la Regla 50 + 1. Pero hecha la ley, hecha la trampa: si bien el RB Leipzig está constituido como un “club de sus socios”, los únicos socios que tienen derecho a voto son los que están vinculados, de algún modo, a la empresa Red Bull. Otra cuestión que resolvieron fue la del nombre. Como el club no puede llevar el nombre de la empresa, mantuvieron la sigla RB, que uno podría asociar a Red Bull inmediatamente, pero que, a los efectos de cumplir con las leyes, significa, en realidad, RasenBallsport (algo así como “deporte de pelota sobre césped”).

La discusión en Argentina tiene a estos modelos sobre la mesa. Pero también están quienes no quieren ningún tipo de ingreso de los privados al fútbol local. Lo ven como el fin del club como refugio social de la comunidad, viendo a las privatizaciones como una movida que tiene como único objetivo el negocio y la rentabilidad.

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El rosarino Pablo Toviggino no sería hoy tesorero de la AFA ni mano derecha de Claudio Tapia sin antes haber sido designado por Daniel Angelici en un acuerdo político de 2015 como Presidente del Consejo Federal de Fútbol. “Toviggino no es del Chiqui, como cree todo el mundo; es mío”, me dijo alguna vez el ex presidente de Boca. El ladero de Tapia logró sobrevivir al naufragio de la Comisión Normalizadora de la que fue integrante y tesorero, y en 2017, cuando Tapia se convirtió en Presidente de la AFA, Toviggino pasó a ser su Secretario Ejecutivo. Algunos lo marcan como el presidente de la “AFA local” mientras Tapia inaugura centros de entrenamiento en su amada Miami y anda por el mundo con la Selección Argentina y la Conmebol. Toviggino toma decisiones sobre las cuestiones del día a día y es el hombre de consulta permanente de los dirigentes de los clubes.

—El Gobierno Nacional puede reglamentar el decreto, pero no puede obligar de ninguna manera a la AFA a modificar su estatuto —aclara Toviggino—. Claro que hay una función social que cumple un club y que reemplaza la función del Estado en algunas cuestiones muy profundas, pero además está el sentido de pertenencia de los socios, que durante más de un siglo, en la mayoría de los casos, sostienen al club como referencia de un lugar particular.

En la AFA —no solamente Toviggino— están convencidos de que la idea de instalar las SAD es de Mauricio Macri, a partir de un viejo anhelo que llegó a debatir con Julio Grondona a fines de los noventa, cuando era presidente de Boca. Intentó llevar adelante su plan con Deportivo Español y Alvarado de Mar del Plata, pero no lo consiguió. Lo que sí logró, a principios de los dos mil, fue que se incluyera la figura de “gerenciamiento” en el estatuto, que tuvo dos experiencias recordadas: los socios de Quilmes votaron a favor y los de San Lorenzo, en contra. Toviggino tiene una mirada clara sobre la influencia del ex presidente.

—Macri convenció a Milei de avanzar en el asunto. Hay actores secundarios que no gravitan, como Tofoni, Santillán, a quienes motivan intereses particulares con sus negocios. La presencia de Julio Garro en el Gobierno Nacional era la manera de que Macri tuviera injerencia directa en el asunto, pero su despido lo alejó un poco. Macri nunca entenderá lo que significa un club como lugar de contención social porque, por su crianza y situación familiar, siempre le fue muy ajeno.

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—Estoy a favor de las SAD, pero no hay que cometer los errores del pasado. Durante la presidencia de Menem se privatizó Mandiyú de Corrientes y después llegó Blanquiceleste S.A. a Racing. No hubo ningún tipo de control, no hubo leyes ni reglamentaciones que ordenaran un poco el tema —recuerda Tofoni—. No se me escapa que el gobierno habla de desregulaciones y libertad, pero hay que legislar y reglamentar. Hay que sacar una ley que proteja a los clubes, que no puedan cambiar de logotipo, que no puedan ir a la quiebra. Pero, a la vez, tenés que darle garantías jurídicas al que viene a invertir.

Tofoni sabe que no hay kilómetros de fila para invertir en el fútbol argentino. La creencia de quienes defienden a las SAD en nuestro fútbol está basada en una fantasía: piensan que un equipo árabe va a inyectar mil millones de euros en Sportivo Dock Sud, va a traer a Messi, Mbappe y Vinicius Jr. para ganar la Libertadores y luego el Mundial de Clubes. Creen que, si las reglas están claras, si las leyes se cumplen, en 20 años no habrá nada que envidiarle a la Premier League.

En la AFA están convencidos de que la idea de instalar las SAD es de Mauricio Macri, a partir de un viejo anhelo que llegó a debatir con Julio Grondona a fines de los noventa, cuando era presidente de Boca.

—Hay que convencer a los inversores para que traigan capitales a la Argentina y convertir esto en Inglaterra. Cuando pasen 20 años nos vamos a encontrar con 5 mil millones de dólares invertidos, con estadios nuevos, escuelas de fútbol, estacionamientos, comodidades, tecnología, centros de alto rendimiento para chicos, lugares donde puedan educarse, alimentarse bien —sueña el empresario—.

Tofoni cree que hoy somos la Inglaterra de hace 40 años.

—Los estadios se caen a pedazos, los baños están todos rotos, los accesos están flojos de papeles. La infraestructura del fútbol argentino es un desastre. Por suerte, Scioli, la diputada Juliana Santillán y el propio Milei me están dando bola con el tema de la reglamentación. Tiene que haber reglas claras y específicas —dice, e insiste en obligar por ley a los inversores a que construyan pensiones y que pierdan lo invertido si se bajan del proyecto antes de los plazos preestablecidos.

Tofoni sueña. Piensa y propone un mundo privado utópico en el que los inversores hacen felices a los pibes y los clubes se convierten en potencias mundiales. Hay un gobierno que avala todo esto y una Asociación del Fútbol Argentino reticente ideológica y judicialmente.

Es posible que el 9 de septiembre de 2024 se recuerde como un día histórico del fútbol argentino. A las 13.53, en Córdoba, montado sobre los errores arbitrales del día anterior, Andrés Fassi, Presidente de Talleres, fue a fondo contra Claudio Tapia y su conducción. Lo que arrancó como un comentario de disconformidad por un grosero error del árbitro Merlos en la eliminación frente a Boca por la Copa Argentina terminó siendo el discurso de campaña de uno de los principales opositores que tiene el presidente de la AFA y de uno de los abanderados de las SAD en el fútbol argentino.

Para Guillermo Tofoni, Fassi es un faro a seguir.

—En 2014, yo manejaba los amistosos de Boca y River dentro del programa del BBVA Francés, que era sponsor de ambos clubes. Hice casi todos los partidos en Córdoba y un día me vino a ver Andrés Fassi para que interceda ante BBVA y le ofrezca ser sponsor de la camiseta de Talleres, que todavía estaba en el ascenso. Le dije que ni siquiera podía proponerle al banco el auspicio de un club que no estuviera en Primera División. Y ahí me propone ir a México para conocer su obra en Pachuca. Fui de curioso y me voló la cabeza —cuenta Tofoni y enumera las obras—: dos sanatorios de alta complejidad, un museo, una universidad, comedor para chicos, centros de alto rendimiento, hotel cinco estrellas para concentración del equipo. Una locura. Cuando volví, llamé al número uno del banco y le dije que tenía que auspiciar a Talleres, que iban a llegar a Primera e iban a jugar la Libertadores. A la semana estábamos en Córdoba presentando la camiseta con el sponsor. En ese entonces tenían menos de dos mil socios; ahora tienen 74 mil. Ese es el camino.

Fassi es “consultor” del Grupo Pachuca de México, pero fue su vicepresidente hasta 2022. Además de presidente de Talleres, hoy es uno de los principales propietarios de Juárez FC y se ocupa del fútbol profesional. Por eso hizo tanto ruido cuando Talleres vendió a Valoyes y Michael Santos —entonces sus dos principales figuras— a Juárez. Cuanto menos, conflicto de intereses.

La creencia de quienes defienden a las SAD en nuestro fútbol está basada en una fantasía: si las reglas están claras, si las leyes se cumplen, en 20 años no habrá nada que envidiarle a la Premier League.

Después del discurso de Fassi por la mala actuación de Merlos como punto de partida y con repercusiones en redes sociales de personajes políticos y gubernamentales que abonan la llegada de las SAD (Mauricio Macri, Daniel Scioli), la AFA tuvo contactos con Conmebol y FIFA y el jueves 12 de septiembre de 2024 recibió la respuesta esperada: Corresponde a la AFA, sin intervención estatal alguna, decidir democráticamente si sus clubes afiliados deben de retener la naturaleza jurídica de asociaciones civiles de manera obligatoria, transformarse en Sociedades Anónimas Deportivas u optar por un modelo diferente.

Veinticuatro horas más tarde apareció en escena el mismísimo Javier Milei, convocando a Andrés Fassi a una reunión en la Casa de Gobierno en la que estuvieron Tofoni, Scioli y la diputada Santillán. Milei y Fassi intercambiaron obsequios y hablaron sobre la intención del gobierno de instalar las SAD y las ideas de Fassi. 

                                                                                   ***

El ecosistema del fútbol no es el más informado a la hora de opinar. A tono con los tiempos, los análisis suelen hacerse con lo poco que recogen de la superficie informativa, con la profundidad de una moneda y basado en amores y odios, en quién dice una cosa y quién otra. La llegada de Foster Gillett al fútbol argentino es todavía un acertijo porque aún hay confusión alrededor de la letra chica y de su trayectoria. Ya se habló aquí de su estrepitoso fracaso gestionando el Liverpool, hecho que pocos conocen, algunos ocultan o, como el caso de Verón, creen que hay cosas peores. 

Como el fútbol argentino tiene un torneo indescifrable —una cantidad de equipos desmesurada en Primera y Segunda División—, como los arbitrajes son sospechados y sospechosos, como hay SAD ocultas (Deportivo Riestra y Barracas Central, Defensa y Justicia, San Miguel en el ascenso), todo lo que provenga del sector opuesto será visto como correcto o, lo que es aún peor, como una salvación. 

Gillett es un protagonista esencial de este último ítem: llegó de la mano del Gobierno Nacional y se asoció con Juan Sebastián Verón, el gran adversario de la cúpula de la AFA. Los libertarios defienden a como dé lugar todo lo que haga Gillett y los opositores rechazan todo lo que venga de ese lado, apoyados en Tapia, Toviggino, Messi y la epopeya de Qatar 2022.

Estamos en medio de una guerra en la que una Ley aprobada en el Congreso establece algo que la AFA prohibe en sus estatutos. Con todo esto, el magnate estadounidense compró a Villagra —un futbolista sin continuidad, descartado por el entrenador de River, sin actuaciones relevantes— en 11,5 millones de dólares. ¿Alguien controla o se pregunta por el origen del dinero? ¿Alguien controla? ¿El Estado, la Liga, la AFA? Lo mismo con el pago de la cláusula de rescisión de Cristian Medina, el pibe de Boca. Había una especie de pacto silencioso entre dirigentes de no ir por jugadores que deban ejecutar la cláusula de rescisión, que es justamente lo que Gillett hizo con Boca a cambio de un dineral. Otra vez un monto al menos excesivo para un jugador descartado por el entrenador. Supongamos que es para un negocio futuro. ¿Van a vender a Medina por mucho más de 15 millones de dólares? ¿Cuál sería el negocio económico de Estudiantes, que presta su camiseta y su historia a cambio del 20 por ciento de las ganancias?

Las encuestas con hinchas jóvenes sobre las SAD arrojan un resultado en favor del esquema de clubes privados, acaso porque son los mayores consumidores del fútbol internacional y ven cada fin de semana estadios ingleses repletos con un césped inmaculado y gente sentada y ordenada y piensan que Argentina debería replicar eso y que se logra sólo con magnates que vengan a comprar clubes. Pero la Argentina no sólo tiene su propia idiosincrasia; también tiene carencias, tiene un Gobierno que no cree en controles y regulaciones (dos requisitos indispensables para que funcionen las SAD, llegado el caso) y le falta legislar, generar seguridades para los clubes y para quienes lleguen aquí con alguna intención de hacer negocios. 

Por ahora, todo está en el aire. El empresario pone la plata, los pases se concretan, los clubes se hacen de buenas sumas, pero nada está definido. Y esa indefinición, justamente, es lo que hace tan peligroso todo el mecenazgo del señor Foster Gillett.