Ensayo

De las Legislativas al 2023


Lecciones de las elecciones

Menos dramáticas: así fueron las elecciones según lo que habían adelantado las PASO. Hay nuevos fenómenos para la política argentina, como la resiliencia de Juntos por el Cambio y la sorpresa Milei. Mientras el oficialismo enfrenta “la tormenta perfecta” en materia económica, una amenaza de acá al 2023: el goteo de dirigentes hacia un espacio de centro-derecha que, de ser conducido por Horacio Rodríguez Larreta, puede tentar a una parte del peronismo.

Fotos: Télam

Las elecciones legislativas dejaron algunas novedades y corroboraron rasgos recientes de la política argentina. Entre estos últimos, es claro que las PASO funcionan como instancia de selección de candidatos y como medición de fuerzas entre facciones, pero también como parámetro con el que evaluar las elecciones generales. A la luz de los resultados del 12 de septiembre, las elecciones del 14 de noviembre fueron menos sorpresivas y también menos dramáticas. Por eso el domingo a la noche, para sorpresa de algunos, había clima de festejo en los dos búnkers. Los resultados fueron negativos para el Frente de Todos, pero suavizados en relación al golpe sufrido en las PASO. 

La diferencia entre las dos coaliciones en el total del país casi no se modificó (pasó de 8,99% en las primarias a 8,86% en las generales), pero los resultados tuvieron sabor a remontada para el gobierno: se dio vuelta en dos provincias -Chaco y Tierra del Fuego- y en dos municipios clave del conurbano bonaerense -Quilmes y San Martín-, se achicó la diferencia en la provincia de Buenos Aires y el reparto de Diputados los mantuvo como primera minoría. Los socios encontraron razones para festejar y eso dio aire a la coalición gobernante. Y, aunque fue victoria para Juntos por el Cambio, tampoco la oposición obtuvo lo que la expectativa previa –que los propios dirigentes opositores se ocuparon de instalar- marcaba. Por caso, no alcanzaron la primera minoría en Diputados que les hubiera permitido la anunciada pelea por la presidencia de la Cámara. Las elecciones generales dejaron una mirada matizada: ni ingobernabilidad del oficialismo ni inevitabilidad de Horacio Rodríguez Larreta presidente en 2023. De todos modos, la victoria de Juntos por el Cambio es tan indudable como contundente. Y deja al Frente de Todos en una situación de fragilidad y grandes desafíos.

1. La estructura bicoalicional se mantiene

Estas elecciones 2021 corroboran que la estructura bicoalicional de la competencia electoral argentina se mantiene. Eso hace que la coalición de oposición capitalice el fracaso o los problemas de la oficialista. Sucedió en 2019 a favor del Frente de Todos, vuelve a suceder ahora, pero beneficia a Juntos por el Cambio. 

La estructura bicoalicional tiene varios efectos. El primero es que organiza de manera nacional la competencia política. A diferencia de lo que sucedía luego de la crisis de 2001, cuando las estructuras partidarias se provincializaron, las dos coaliciones ordenan la oferta a nivel nacional. Incluso en una elección de medio término, ambas sumaron más del 75% de los votos. Desde luego que eso no implica que las autonomías de los liderazgos y las facciones provinciales disminuyan. Al contrario, las coaliciones están hechas en buena parte de la agregación y la coordinación de esas autonomías. Pero las referencias nacionales de esos actores subnacionales son hoy más poderosas. Sólo en los casos en los que se constituyeron facciones, partidos o coaliciones provinciales competitivas es posible eludir, en parte, estas referencias. Así, a excepción de Neuquén, Misiones, Río Negro y Santiago del Estero, donde existen opciones provinciales fuertes, en el resto de las provincias la suma de Juntos por el Cambio + Frente de Todos reúne al menos el 60% de los votos. 

Estas elecciones dejaron una mirada matizada: ni ingobernabilidad del oficialismo ni inevitabilidad de Horacio Rodríguez Larreta presidente en 2023.

El segundo efecto es que el lugar de las terceras fuerzas sigue siendo reducido, inclusive en elecciones legislativas. Después de 2001 las elecciones de medio término eran el momento para la atomización de las listas y las preferencias de los votantes, mientras que las elecciones ejecutivas reducían esa dispersión. Ahora, tras el efecto de las primarias y la reconfiguración de las alianzas partidarias, el bi-coalicionalismo fuerte concentra los votos y de alguna manera refuerza su antagonismo. La performance de lo que se ubica a la izquierda del Frente de Todos y a la derecha de Juntos por el Cambio no es nada desdeñable, pero no alcanza a erosionar la distribución bimodal del voto. 

Este bi-coalicionalismo, además, organiza el tablero de forma programática. Antes los partidos tradicionales -la UCR y el PJ- contenían expresiones más conservadoras y más progresistas que podían alterarse en el poder. Ahora esas diferencias internas siguen existiendo, pero la presentación de ambas coaliciones se reparte el espectro ideológico y sus bases sociales de forma bastante estable. 

Por último, esta estructura bicoalicional deja poco lugar para las sorpresas que traen los cuentapropistas políticos. Desde luego, con excepciones. 

2. Nacimiento de nuevos fenómenos políticos, ¿coyunturales?

Los 17 puntos de la lista de Javier Milei en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son  la gran novedad de estas elecciones. Como en otras latitudes, en estos tiempos los outsiders llegan por derecha. ¿Qué representa Milei? Su visibilidad pública y su diatriba doctrinaria dan cuenta de una nueva complejidad de la derecha. Esta crece en la identificación de la sociedad. Por caso, según la encuesta World Values Survey, mientras al inicio del actual período democrático apenas el 6,4% de los encuestados en Argentina se identificaba con posiciones abiertamente de derecha, en 2017 ese grupo llegaba al 27,8% de los encuestados (1). Por otro lado, la oferta política de derecha se vuelve más sofisticada en sus variaciones: neoliberales, libertarios, conservadores, autoritarios, representan opciones que se combinan de diferente modo en la actualidad, y que dan cuenta de un campo de disputa vital y renovado, al menos en sus modos de aproximación al electorado. 

Una de las vías de renovación más evidente es la que tiene que ver con el uso de estrategias influencers a través de una intervención intensiva en redes sociales. Antes que un político profesional, Milei actúa como influencer y performa su actuación pública como cosplay de sí mismo. Milei es una derecha de la derecha con cierta estética juvenil -asociada al mundo de las redes- y renovación en sus modos de aproximación al electorado. Su crecimiento se da en el contexto de bronca al gobierno y de cierta desafección política, en las elecciones con menos participación desde el retorno de la democracia. Esta derecha de la derecha logra así apropiarse del discurso anti-establishment de las derechas populistas europeas, como el de Vox en España. 

En el 83, el 6,4% de lxs encuestadxs se identificaba con la derecha. En 2021, ya eran 27,8%

Esto enciende una alarma respecto de lo que en nuestro primer punto podría verse como un diagnóstico tranquilizante: la estructura bicoalicional logra ordenar a los sectores que votan, pero la desafección política puede incubar opciones anti-sistema.

Al mismo tiempo, este éxito de Milei basado en la bronca y la desafección no puede atribuirse fácilmente a una conversión a la derecha dura de una porción tan significativa del electorado. Se trata, por ahora, de un éxito coyuntural que no sabemos si podrá estabilizarse. A su favor, tiene un horizonte de crecientes dificultades de la democracia argentina para satisfacer los problemas de las mayorías sociales. En contra, tiene las debilidades organizativas de esta derecha cuentapropista y centrada en la popularidad de individuos. Eso la hace más dependiente del contexto y más vulnerable a las estrategias de incorporación/neutralización que pueda encarar el centro-derecha mainstream, en este caso Juntos por el Cambio. 

3. Los reacomodamientos de la coalición no peronista

Los resultados de las legislativas de 2021 marcan la consolidación de la coalición Juntos por el Cambio en dos sentidos:

• Capacidad de resiliencia: sobrevivieron al fracaso de 2019 y se preparan para competir con muchas chances en 2023. Eso lo lograron en base a mantenerse unidos, pero también a buscar mecanismos de coordinación que, tras el debilitamiento de Macri como primus inter pares, comienzan a funcionar.

• Nacionalización: consolidación de la cobertura y la competitividad nacional. Eso los hace cada vez más consistentes electoralmente y obliga al peronismo a compensar cada vez de manera más costosa en sus bastiones lo que pierde en otros distritos, o a buscar sociedades hasta ahora inexploradas en los distritos en los que la oposición parece ser cómoda dominante.

Juntos por el Cambio tiene varios candidatos competitivos para 2023. Estas elecciones no dejaron un claro ganador entre ellos. Resta por verse cómo llevarán a cabo esta definición interna que tiene dos grandes coordenadas: la interna por la sucesión en el PRO y el balance entre los socios, ahora que el radicalismo quiere salir del lugar de aliado menor de la mano del recién llegado Manes y del más establecido Lousteau. La interna del PRO sigue abierta pero cada vez genera menos incentivos para las rupturas. El problema será cómo tramitar un lugar para Macri fuera de la primera plana y cómo dirimir el liderazgo de recambio.

La tensión tan comentada entre halcones y palomas esconde un punto clave: cuando llega el tiempo electoral, la polarización se vuelve estrategia compartida. Los discursos binarios identifican al kirchnerismo como otro a marginar/estigmatizar. Sobrevuela a esta idea el sueño de un “consenso del 70%” que supone que la clase política es en su mayoría “racional” y que para llevar a cabo exitosamente una agenda reformista basta con aislar a los que se percibe como radicalizados. 

La interna del PRO sigue abierta pero cada vez genera menos incentivos para las rupturas.

Pero esa estrategia tiene varios problemas. El primero es que construye un kirchnerismo que no condice con el realmente existente, que también parece buscar hace tiempo una estrategia de ganar el centro y mostrarse “racional”, aislando al PRO “duro” y a la derecha de la derecha. El segundo es que la polarización suele rehabilitar al otro. Sucedió cuando el kirchnerismo eligió a PRO como adversario. Y sucedió a partir de 2016 cuando el macrismo avanzó en su sueño de desaparición del kirchnerismo. Olvidó que este movimiento sigue siendo la principal fuerza de representación de los sectores populares suburbanos, en especial en el conurbano. Y el problema de la estigmatización de esa fuerza es que rápidamente se puede trasladar a sus votantes y por tanto empujar a que estos tengan que defender a su principal vocero en la competencia electoral ante el sentimiento de agresión.

4. Los problemas de coordinación de la coalición peronista

Los resultados dan cuenta de un alivio para el Frente de Todos. Un alivio frente a la posibilidad de una caída abismal. El peronismo abrió la puerta de su propia crisis y pudo cerrarla a tiempo. Pero ese abismo está ahí. Al sueño de analistas y políticos opositores de la desaparición del peronismo –o de su transformación en un componente de un partido del orden-, los analistas y políticos oficialistas están tentados de ofrecer una mirada esencialista de un peronismo eterno. En el primer caso se desconocen o minusvaloran, como dijimos, las bases sociales y culturales del fenómeno peronista. En el segundo, se transforman estas bases en entidades sin historia cuya supervivencia va de suyo. 

Lo cierto es que la crítica situación económica y social en la que asumió el gobierno de Alberto Fernández, sumada a los efectos negativos de la pandemia en esos terrenos, generan un desafío mayúsculo para una coalición que llegó al poder para reparar los daños –precisamente, económicos y sociales- producidos por el gobierno de Macri. Más aún cuando sus bases sociales son las más castigadas por esa situación. El aumento de la inflación, en especial en el rubro alimentos y del dólar paralelo –de referencia para más de un precio en una economía bimonetaria como la Argentina-, profundizaron estos desafíos. El gobierno debe responder a ellos al tiempo que negocia con el Fondo Monetario Internacional nuevos plazos del pago de la deuda contraída durante la gestión Cambiemos. Un imperativo y otro están estructuralmente en tensión, y no parece fácil saber cómo hará el gobierno para salir de esa encerrona.

Todo esto con una destreza observada para el manejo de los recursos políticos que no ha sido precisamente óptima. La falta de coordinación entre los elementos de una coalición heterogénea en términos organizativos y en términos programáticos –que incluye partidos personalistas, movimientos sociales, facciones partidarias, líderes subnacionales, sindicatos…- se agravó con un gobierno que tuvo también serios problemas de conducción y de coordinación en la gestión. Estas dificultades disminuyeron aún más los recursos políticos. 

Luego de la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires y de resultados ajustados en otros bastiones peronistas, como Tucumán y San Juan, no aparecen candidatos competitivos claros de cara a las presidenciales de 2023. Esto, como dijimos, contrasta con la situación de la oposición. 

Debilidad de sus candidatos y problemas en la satisfacción de las demandas de la base social colocan al Frente de Todos en un problema asociado también con la diferenciación respecto de sus adversarios. La necesidad de acuerdos con la oposición es imperiosa, pero también lo es mantener cierta coherencia en la propuesta programática originaria, asociada a la reparación económica y social del intento reformista de Macri. Al tiempo que necesita desarmar lo que sigue siendo una tormenta perfecta en materia económica, el oficialismo deberá lidiar en los años que vienen con estas cuestiones políticas, en el contexto de un Congreso empatado en Diputados y sin mayoría propia en el Senado. Y tendrá además la amenaza del goteo de dirigentes hacia un espacio de centro-derecha que, de ser conducido por Horacio Rodríguez Larreta, puede ser muy hospitalario a un peronismo subnacional sumamente pragmático. 

(1)  Ver (Kessler & Vommaro, 2021). Otro trabajo reciente presenta los mismos resultados en base a otras fuentes cuantitativas: cf. (Lupu, Oliveros & Schumerini, 2021).

Bibliografía

Kessler, Gabriel y Gabriel Vommaro (2021) Polarización, consensos y política en la sociedad argentina reciente. Documento de Trabajo, Fundar.

Lupu, Noam; Virginia Oliveros y Luis Schiumerini (2021) “Derecha y Democracia en América Latina”. Población & Sociedad, Vol. 28 Núm. 2.