Fotos: Francesca Cantore
Desde que se lanzó la convocatoria a la plaza, el celular de Vane no para de sonar: “¿Qué vamos a hacer el 8 de marzo?”. La pregunta se replica en todos los chats donde las militantes libertarias dedican varias horas al día a compartir información de coyuntura. “Vamos igual”, proponen algunas. “No podemos regalarle la plaza a las zurdas”, dice otra. Ana pone reparos: “Está muy caldeado el clima, vayamos pero sin banderas. Va a ser peor que los años anteriores”. Entonces, ¿qué hacemos?, piensa Vane.
La presencia de las mujeres que militan en espacios políticos referenciados en Javier Milei en el 8M genera controversias entre las demás asistentes a la marcha; también entre observadores e intérpretes externos al autoproclamado mundo liberal-libertario. Aunque desde este punto de vista resulte descabellado o incomprensible, ellas repiten el ritual desde 2021. Ese año, la fuerza política que corrió por derecha al macrismo “por no haber hecho lo suficiente”, que construyó una mística militante en las calles contra la cuarentena y el gobierno de Alberto Fernández, se conformó como frente de partidos. Así, 2021 marcó a fuego una historia común entre el mileísmo y este feminismo que participó, de diferentes maneras, del 8M. Desde entonces, mujeres de procedencias heterogéneas se agruparon bajo diferentes denominaciones: “mujeres liberales”, “mujeres libertarias”, “mujeres por la libertad” y “feministas liberales” para dar forma al concepto que las reúne: “feminismo liberal”. Este ideario tiene una larga historia dentro de los feminismos pero, en este contexto, es la expresión que las articula dentro de un espacio político que sus dirigentes, varones y mujeres, definen de forma pública como “antifeminista”.
Milei se pronunció varias veces “a favor de la vida”, habló de la “agenda sangrienta del aborto” en el Foro de Davos y se refirió al aborto como un “homicidio agravado por el vínculo”. Cerró el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, su vocero anunció con bombos y platillos la prohibición del lenguaje inclusivo en organismos estatales y dejaron correr rumores sobre un proyecto de ley para derogar la IVE. Todos estos temas estuvieron en el centro del debate público los días previos a la marcha. El mismo 8 de marzo Adorni comunicó en su habitual conferencia de prensa que el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada dejaría de llevar ese nombre.
¿Es una contradicción ser feminista y mileísta? se preguntan. Agustina Sosa es referente de Ladies Of Liberty Alliance (LOLA), organización internacional de mujeres que busca “difundir las ideas de la libertad en todo el mundo”. En Ser mujer, ser argentina y ser liberal (y haber votado a Milei) ofrece algunas pistas para entender cómo se piensa este feminismo. Allí sostiene que aunque las progresistas “elijan no hacerse cargo, también contribuyeron a parte del tripa corazón que miles de argentinas hicieron al emitir un voto a favor de un candidato [Javier Milei] que en su derrotero hacia la presidencia (...) rozó lo misógino”. A ellas les reprocha “ubicarnos [a las mujeres] en una irreversible posición de víctimas”, critica la idea de que el “progreso personal” depende de la intervención del Estado y el desatino de “un movimiento que se autoadjudica la representación de todas las mujeres pero que, en el camino, cada día pierde un poco de fuerza y forma”. En un gesto provocador sugiere la necesidad de un “feminismo lúcido” ante la cultura machista, que trascienda fórmulas como “las swifties no votan a Milei” y que sea capaz de “patear el tablero del mando de los dogmas que aún intentan encapsular lo que implica el ser mujer. Sin facilismos, ni intermediarios, ni Cristinas, Ni Mileis (al menos sabemos que esto el Javo ya lo entendió)”.
Desde el corazón de la plaza, picanteando con consignas a favor de la libre portación de armas y contra el Estado, buscan y disputan un cuarto propio en la historia reciente del feminismo.
¿Cuántos feminismos caben dentro del 8M?
En 2019 comenzaron a organizarse diferentes colectivos feministas dentro del espacio liberal-libertario. Ese año LOLA llegó al país, organiza en 2020 dos Encuentros de Mujeres Liberales, que se hicieron de manera virtual por el contexto de la pandemia, donde crearon las consignas que resuenan hoy en LLA: “Mercados libres: empoderan más que leer a Marx”, “El libre mercado nos empodera. No los gobiernos” o “Rebelión fiscal ya”.
Pibas Libertarias es un colectivo creado al interior de Pibes Libertarios, la agrupación de jóvenes nacida durante la pandemia para compartir memes e información política. En 2021 las Pibas asistieron por primera vez al 8M. Llevaban una gran bandera amarilla de Gadsden y carteles escritos a mano. El de Mimí y otras militantes decía: “Libre portación de armas para defendernos nosotras sin depender del Estado”. Esa tarde Mimí sentía que era la primera vez que pisaban “un terreno tan hostil”. Muchas mujeres, dice, “se pusieron agresivas al ver el cartel: ¿Cómo te vas a defender?, nos preguntaban. Nos decían que teníamos que esperar a que nos vinieran a salvar”.
Un año más tarde el ala más conservadora de LLA participó junto a las Pibas Libertarias. Se movilizaron con pañuelos celestes pro-vida atados en sus manos y cuellos y su presencia en la plaza generó insultos y empujones. Un grupo de manifestantes las increpó para que se los quitaran: “Te tiene que dar vergüenza encararme porque pienso distinto”, gritaban las pro-vida ante los insultos, “¿Acaso el día de la mujer es selectivo?”. El sector más libertario del frente optó por abandonar la plaza cuando empezaron a cantarles: “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan las iremos a buscar”.
En 2022 Mujeres por la Patria —junto con la agrupación estudiantil Avancemos por la Libertad y el Desarrollo y la diputada de LLA Rebeca Fleitas— organizó para el 8M el Primer Encuentro de Mujeres por la Libertad. En un local porteño de la Unión del Centro Democrático (UCEDE) debatieron sobre la historia del sufragio, la “ideología de género”, la defensa personal y la “discriminación del progresismo”. Con diferentes paneles y oradoras, el Encuentro se repitió en 2023 y 2024 en un salón de la Legislatura porteña, donde se construyó un espacio de socialización común en el que ensayaron definiciones y alcances del “feminismo liberal”.
La marcha del 8M de 2024 tuvo entre sus principales consignas “Esta vez hay que ir” y “Si estuviste, tenés que estar”, en rechazo a un amplio espectro de medidas llevadas adelante por el gobierno de Milei. En contraste, las convocatorias y las acciones de las mujeres militantes del mileísmo fueron heterogéneas, fragmentadas y mucho menos multitudinarias.
A la pregunta habitual sobre cómo habitar la movilización del 8M se sumó una nueva: cómo formar parte de una plaza repleta de consignas contra el gobierno que apoyan y por el que militan. Las villarruelistas, que no se reconocen ni son reconocidas como parte del feminismo liberal sino como militantes “de derecha”, asistieron con pancartas que decían “Terminen con el curro del feminismo”. Entre las feministas liberales hubo quienes decidieron participar sin banderas partidarias ni símbolos libertarios, otras se sumaron al Tercer Encuentro de Mujeres Liberales en la Legislatura Porteña.A lo largo de estos años, el 8M se integró como fecha significativa a las agendas del feminismo liberal que habitó la plaza de diferentes maneras: desorganizadas primero, echadas después; a través de encuentros de mujeres armados en paralelo o dentro de la marcha pero sin portar símbolos que las hagan visibles. Adentro, afuera o en los márgenes comparten una idea: “No permitamos que la izquierda se apropie de este día”.
Fronteras
El feminismo liberal es un work in progress. Se construye a través de eventos, discusiones —como aquellas en las que definen de qué modo participar en efemérides claves como el 8M o el 3J— y en las fronteras que trazan en un doble movimiento: hacia fuera, con lo que denominan “feminismo hegemónico” o “radical”, y hacia dentro, con los sectores más conservadores de La Libertad Avanza.
El homicidio de Lucio Dupuy, por el que fueron condenadas su madre y la novia, y la desaparición de Cecilia Strzyzowski en el Chaco, son dos casos que le permitieron a las mujeres liberales diferenciarse de las “visiones hembristas”. Al caso Dupuy lo definieron como un crimen de “odio de género”. “El feminismo es odiar al otro por ser hombre, sea niño o adulto (...) El feminismo no dijo nada por él, porque solo saben odiar al hombre”. En el caso de Strzyzowski, en el que se pusieron de manifiesto las vinculaciones entre los homicidas y el poder político de la provincia, se preguntaron con sarcasmo: “¿Y dónde están las feministas? Dejen de hablar por nosotras, no nos representan” y terminaron enunciando la consigna “Ni una menos. Justicia por Cecilia”.
Las liberales se reconocen herederas del feminismo de la primera ola y se oponen “a la lucha de géneros”. “Creemos en la igualdad entre varones y mujeres, creemos en el mérito y combatimos los cupos y el victimismo”, dice Martina, de 25 años, responsable del área de mujeres del Movimiento Integración y Desarrollo (MID).
La expresión #nonosrepresentan se repite en diversas escenas, por ejemplo en la protesta que organizaron para reclamar el cierre del Ministerio de Mujeres y Diversidades en 2022. Si para el feminismo “hegemónico” el Estado es aquel que garantiza derechos, el “feminismo liberal” adhiere a una visión del Estado mínimo que trasciende por mucho las agendas del movimiento. Son “mejoristas”, en el sentido que explican Pablo Semán y Nicolás Welschinger, creen en un progreso personal a partir del propio empeño en el mercado. Sus interpretaciones sintonizan con visiones más amplias como la centralidad del mérito personal y la reivindicación, ahora sí en clave “feminista”, de “defendernos solas sin depender del Estado”. Las artes marciales, la defensa personal y la libre portación de armas, que apoyan, forman parte de este núcleo de sentidos.
El feminismo liberal también disputa posiciones hacia adentro de la alianza de gobierno, sobre todo a partir de su posición a favor del aborto. Barbi, una joven tuitera conocida en el mundo libertario, participa de forma habitual en spaces, como el que tuvo lugar aquella noche en la que se conoció el proyecto de ley de Rocío Bonacci para derogar la IVE. Mientras algunos militantes esgrimían posiciones pro-vida, ella y otras jóvenes mujeres libertarias de diferentes espacios se conectaron para “bancar” la IVE: “Porque mi cuerpo es mío”, “porque no es el momento de discutirlo”, “porque ya es legal y mientras la salud sea pública el aborto también tiene que serlo” o “que sea legal, pero pagatelo de tu bolsillo”.
Las que se reconocen herederas del feminismo de la primera ola y del Ni Una Menos buscan diferenciarse de las “conservadoras que forman parte de los nichos-pro vida” dentro de LLA. Critican a algunas de las mujeres más visibles de su espacio, como las diputadas Lilia Lemoine y María Celeste Ponce, y recuperan a otras, como María Cecilia Ibañez, diputada de LLA por el MID de Códoba, quien tras el triunfo de Milei dijo que no iban a “derogar la Ley del Aborto”.
Algunas jóvenes mileístas critican las ambigüedades de figuras como Victoria Villaruel: “Somos críticas de muchas de sus posiciones pero ella expresa los valores de nuestro feminismo por el lugar al que llegó”. Cuestionan su militancia anti aborto pero valoran su lugar de poder. En lo que casi todas están de acuerdo es en la “falta de mujeres” en la política. En el liberalismo, a diferencia de otros espacios políticos, el feminismo “parece no haber llegado”, dice Martina. Villarruel y otras mujeres de LLA representan uno de los valores al que adhieren: lograron romper el techo de cristal.
Mientras que proclaman “combatir el cupo”, la Ley de Paridad de Género garantizó la incorporación de mujeres en lugares destacados en todas las fuerzas y también en ésta. LLA tuvo un crecimiento exponencial al pasar de la escala local a la nacional en sólo dos años, aunque, hasta ahora, se mostró más refractaria a que ellas participaran.Las ideas de estas militantes generan controversias dentro del espacio libertario y algunas sufren cancelaciones. Días después de aquel space en el que se discutió el proyecto de Bonacci sobre la IVE, miles de influencers comenzaron a atacar públicamente a Lali Espósito tras las acusaciones que el propio Javier Milei hizo en su contra. Barbi volvió a las redes y posteó: “Medio boludona Lali. Ya está, dejenla ir”. Después del posteo tuvo una funa en redes sociales. Empezaron a doxearla y decidió bajarse de las redes por un tiempo. “Son los termos mileístas”, dice con resignación otra militante y remata: “Con lo que estamos viviendo, me da vergüenza que [Milei] suba los impuestos y bardee a Lali. Nos deja muy mal”.
Genealogías
“¿A quién admira?” es una sección de la cuenta de instagram de Mujeres por la Libertad en la que diferentes jóvenes mencionan a una mujer que consideran valiosa para la sociedad. A través de estas figuras históricas, con filiaciones muy distintas, construyen una genealogía propia. Resuenan algunos nombres de la bibliografía del manual feminista clásico y otros son más novedosos. A todas se las subtitula con una bajada que les permite hacer una relectura de esas biografías en clave libertaria que hace sentido en el presente. Mary Wollstonecraft, por pedir “igualdad de oportunidades para hombres y mujeres”, Mariquita Sánchez de Thompson, “porque nunca se victimizó, se hizo cargo de quien era y luchó por su libertad y la de sus compatriotas”, Victoria Ocampo, porque “nos dejó un legado en la importancia de abrir la mente, aprender, y sobre todo, defender la libertad y diversidad de opinión”. También suman eslabones nuevos y desconocidos para los espacios feministas tradicionales, como Wendy McElroy, una investigadora canadiense que se define como feminista individualista de filiación libertaria, que sufrió violencia en su adolescencia y que llegó a la conclusión de que “no había sido la cultura ni la sociedad, sino que el culpable había sido su agresor”.
Ezequiel Saferstein muestra la importancia de los libros y los circuitos de lectores entre las nuevas derechas. Los espacios de lectura también forman parte del repertorio de actividades militantes entre estas mujeres. Mora es una jóven de 21 años, viene de una familia que define como “liberal” y hace dos años participa del espacio liderado por Rebeca Fleitas. Fue convocada por la legisladora para crear círculos de lectura que animaran la participación de las mujeres. Allí confluyeron diferentes generaciones, discutieron la figura de Hiparquía, filósofa griega, y leyeron Un cuarto propio, de Virginia Woolf. También discutieron las ideas de Simon de Beauvoir aunque, como dice Mora, ella forma parte de las ideas del feminismo de izquierda. “Nosotras -sostiene- no queríamos perder de vista otra idea de feminismo: el de una mujer libre, con voz, opiniones y derecho a expresarlas políticamente”.
Filiaciones
La discusión sobre las fronteras que marcan qué es el feminismo, cuántos feminismos hay, cuáles son sus sujetos políticos, cuáles sus objetivos, quiénes entran y quiénes no, dista de ser nueva. Muy por el contrario, es parte constitutiva de un movimiento político que, en su larga historia, supo mostrar su carácter heterogéneo y dinámico.
Debates similares surgen en otras partes del mundo en las que se registra el crecimiento o la llegada al poder de espacios de derecha. En Brasil, la diputada Ana Caroline Campagnolo propone resignificar el 8M que considera tomado por la izquierda y organizó ese mismo día el “Primer Congreso Antifeminista” en Florianópolis. En España, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, aprovechó el 8M para preguntar con sorna “cuándo era el “Día del Hombre”.
En el caso argentino, estas discusiones preceden y exceden la llegada de Javier Milei al poder, aun cuando de sus filas surjan posibles respuestas a la singular combinación entre feminismo y liberalismo. El 8M es uno de los mojones más significativos y esto muestra que la “batalla cultural”, como la denominan, es algo más que una mera reacción al progresismo. Las “feministas liberales” buscan en el mapa un lugar donde pararse y se formulan interrogantes que otras mujeres se hicieron previamente. Antes del debate en torno a la Ley IVE en 2018, por ejemplo, cuando Cristina Fernández se mostraba contraria al aborto, circulaba la pregunta: “¿Se puede ser feminista y votar a Cristina?”.
A la luz de las controversias que generan dentro de los feminismos, estas herederas podrían ser vistas como hermanas bastardas: su filiación está puesta en duda y se les niega toda posibilidad de ver en ellas la continuidad de una herencia o un legado familiar. Sus adhesiones político partidarias actuales hacen que las separe un abismo de las demandas de las mujeres que este 8M llenaron las calles y saltaron al son de “y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta, votó a Milei”. Sin embargo, ellas se reconocen herederas del feminismo de la primera ola y son producto del crecimiento del movimiento feminista en la Argentina. Su proceso de politización es un proceso en ciernes.
Desde hace algunas décadas, pero sobre todo desde el primer Ni una Menos en 2015, un gran repertorio de temas estuvo a disposición de un público más amplio: el acoso, la violencia de género, la paridad salarial, el aborto, la feminización del fútbol, el techo de cristal, la falta de mujeres en las listas, entre muchos otros. Al prender la tele, ir al trabajo, participar de una charla en un club de barrio o en la escuela de un hijo, las conversaciones se multiplicaron al infinito. Como dijo Sonia Tessa: “Los feminismos pueden repensarse, salir de la cresta de la ola, traer nuevos debates. Así se hizo durante décadas, y ese movimiento incesante, como el del mar, continuará”. Los modos de apropiación de estas ideas no son lineales, tampoco lo son las respuestas que se elaboran a cada uno de estos problemas. El feminismo interpeló masivamente y algunas de sus derivas parecen no ser necesariamente progresistas. ¿Pueden las feministas liberales ser consideradas hijas de otros feminismos? ¿pueden aspirar a tener un cuarto propio dentro del feminismo? Este proceso es una capa más, tal vez la más incómoda y extrema para los feminismos que buscaron siempre tensar fronteras. Cómo se calibrará el apoyo de estas mujeres a las medidas que tome el gobierno en materia de género, por ejemplo en un eventual proyecto de derogación de la ley IVE, es un interrogante abierto.