Ensayo

Feminismos populares y protesta


La posibilidad de un feminismo más diverso

El 2001 marcó un antes y un después en el rol de las mujeres de clases populares en la protesta colectiva. Después de aquel año se incrementó su participación en los Encuentros Nacionales de Mujeres y, a partir del año 2003, empezaron a tomar las banderas históricas: dejaron atrás las identificaciones maternales y dieron lugar a la “bronca organizada del 2001” . En este ensayo, Laura Masson dice que en estos veinte años el feminismo se enriqueció, porque las formas de conversión combinaron reflexión y territorio.

Obra expuesta en la exhibición 19y20 del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Archivos, obras y acciones que irrumpieron en la narrativa visual de la crisis de 2001.

La historia del feminismo del siglo XX en Argentina muestra una trayectoria de lucha mayoritariamente ligada a la intelectualidad y a las clases medias y medias altas, alejada de las demandas que se producían en las protestas populares. Esto no significa que las mujeres no hayan tomado las calles durante el siglo XX. Muy por el contrario. Pero mientras en las clases populares los reclamos tenían que ver con derechos laborales y mejores condiciones de vida, estas luchas permanecieron relativamente invisibles durante mucho tiempo para la teoría feminista y de género. La muestra fotográfica Nosotras estábamos ahí, mujeres en la acción colectiva repone en parte estas mujeres que permanecieron de cierto modo en los márgenes de cierta teoría feminista y se unieron a otros colectivos sociales.

El concepto de Interseccionalidad, que hoy nos obliga a mirar las pertenencias de clase y étnico-raciales, entre otras, posibilita de alguna manera la reposición de esta ausencia en la teoría feminista. Sin embargo, todavía sigue siendo difícil, a pesar de los grandes avances, articular el género con estas otras pertenencias definitorias de la realidad de las mujeres. La crisis socio-económica del 2001 y el posterior estallido social crearon las condiciones de posibilidad que dieron protagonismo a las mujeres de las clases populares en la protesta colectiva y favorecieron su organización. En el 2001 se incrementó notablemente la participación de las mujeres de sectores populares en los Encuentros Nacionales de Mujeres y, a partir del año 2003, vimos claramente cómo comenzaban a tomar las banderas del feminismo en los Encuentros. Entre ellas, y no sin contradicciones, la demanda por la despenalización y legalización del aborto.

La crisis socio-económica del 2001 y el posterior estallido social crearon las condiciones de posibilidad que dieron protagonismo a las mujeres de las clases populares en la protesta colectiva y favorecieron su organización.

El feminismo académico hegemónico, también con limitaciones, se benefició (y aún se beneficia) con la incorporación de nuevos debates y realidades. Y las mujeres de las clases populares, las mujeres indígenas y las mujeres rurales, que si bien no necesitaban del feminismo para demandar por el cumplimiento de sus derechos, tuvieron en esa articulación nuevas herramientas para reclamar. Esas demandas incluyeron, además de sus derechos laborales, sociales y de reconocimiento de su identidad, un cambio vinculado al orden jerárquico de género que restringe la ocupación de espacios de toma de decisión dentro de sus organizaciones.

Son varios los trabajos que muestran cómo la implementación del modelo neoliberal en la década del ’90 en Argentina tuvo como consecuencia una marcada feminización de la pobreza que redundó en una feminización de la lucha y de la resistencia. Carolina Flores, en su investigación sobre dinámicas de desigualdad de género en los movimientos sociales, expone cómo este proceso llevó paulatinamente a las mujeres a adquirir mayor protagonismo y cómo esta conciencia de los espacios ganados es transformada en argumento para modificar sus posiciones al interior del movimiento, donde se encuentran subrepresentadas en los roles de representación y liderazgo (Flores, 2019:38). Felizmente son muchas las colegas que se han interesado en estos procesos y a través de la documentación de las experiencias y agudas reflexiones oxigenaron y enriquecieron los debates. Entre ellas, Graciela Di Marco, Flor Partenio, Andrea Andújar, Claudia Korol, Cecilia Espinosa, Cecilia Cross, Mariana Gómez, Silvana Sciortino, y trabajos de tesis como el mencionado de Carolina Flores, Silvina Buffa y Juliana Díaz Lozano, entre otros. Habitar, en sentido literal, el territorio de la desigualdad, no solo de género, sino también de clase y étnico-racial convierte a estas mujeres, que adquirieron notable protagonismo en las luchas posteriormente al estallido del 2001, en conocedoras de primera mano de estas realidades. Cómo se vive, se siente y cómo la confluencia de desigualdades condiciona tanto los proyectos de vida como el mundo cotidiano de las mujeres.

El 2001 creó las condiciones de posibilidad para el surgimiento de un feminismo más diverso, enriquecido ante la necesidad de pensar la realidad de las mujeres más allá de la clase media, y obligado a cuestionar ante la evidencia empírica la unicidad del sujeto político mujer. A su vez, la extensión de los conceptos y distintas herramientas de reflexión, gestados en espacios heterogéneos de construcción feminista de conocimiento, posibilitó a las mujeres de los sectores populares sumar a sus reclamos el debate por la desigualdad de género.

2001 también propició condiciones para un feminismo más diverso, enriquecido ante la necesidad de pensar la realidad de las mujeres más allá de la clase media, y obligado a cuestionar ante la evidencia empírica la unicidad del sujeto político mujer.

La creación de lazos socio-político entre mujeres se diversificó y la construcción colectiva se desplazó desde los grupos de concienciación de los años 70 y las lecturas y jornadas académicas de los 80 y 90 a eventos cuyos escenarios se definen por las marcas de la crisis y las tensiones sociales. Las formas de conversión al feminismo pasaron de ser intelectualizadas y centradas en la revisión de la trayectoria personal (aunque enmarcada en sentidos y referencias colectivas) a gestarse en los vínculos comunitarios articulados entre mujeres en los cortes de rutas, los comedores, los acampes y las ollas y los bachilleratos populares. Tanto la reflexión como la construcción de los vínculos que darán origen a las organizaciones de mujeres se trasladan al lugar de la protesta social. Las formas de conversión al feminismo después del 2001 combinan reflexión feminista y territorio y, como muestra Carolina Flores (2019:80) a través del análisis de las publicaciones del espacio de mujeres del Frente Darío Santillán, los modos en que las mujeres de las clases populares comenzaron a pensarse y a representarse, dejaron atrás las identificaciones maternales y dieron lugar a la “bronca organizada del 2001”, marcada por el proceso político que produjo el estallido social de ese momento.