Carta de una estudiante a Videla
Señor teniente general Jorge R. Videla:
Soy una chica argentina, de 19 años, estudiante de Economía, y deseo escribirle sobre el tema de los soldados que combaten la subversión en Tucumán.
Durante estas fiestas vi varias veces el corto en televisión sobre el soldado que desde Tucumán habla a su hija en la ciudad. Me impresionó mucho, no tanto las primeras veces, sino la tercera o la cuarta, porque al principio, creo, uno se queda más en la canción o en la novedad del aviso. Luego se da cuenta de lo real y patética que es la letra, de lo que representa ver imágenes que parecen un documental sobre Vietnam; sin embargo —esto es lo que asusta— fueron filmadas aquí, en nuestro país, en una provincia nuestra, a relativamente poca distancia de nuestro hogar, y los soldados que aparecen son argentinos y no muchachos americanos en el sudeste de Asia.
Los diarios de los últimos diez días —continúa— reforzaron la impresión, y pienso que realmente, aunque aún no capté la total dimensión del problema de la guerrilla, ahí tomé conciencia, por primera vez, de lo que significa el valor y el sacrificio de todos esos hombres, que se arriesgan diariamente en una lucha terrible por la tensión, el clima, el terreno desconocido, una lucha que, además, se lleva a cabo en nuestro país.
Viendo anoche ese corto pensé que debía escribirle. Lo comenté con mis padres y, tanto ellos como yo, queremos pedirle que haga llegar a los soldados que luchan en el frente nuestros mejores deseos para este año y nuestro sincero apoyo en su valiente actitud. Que sepan que no se están arriesgando por este Gobierno, sino por todos nosotros, que tanto mis padres y yo en particular, como todos los argentinos en general pensamos mucho en ellos en esta Navidad, agradeciéndoles su sacrificio, rogando porque pronto se acabe esa pesadilla, y porque vuelva la paz y la honestidad a la Argentina, en todos los niveles.
El domingo 8 de febrero de 1976, día de lecturas reposadas, Clarín reprodujo esa carta, fechada el 28 de diciembre del 75, pero recién divulgada por el ejército para mostrar el apoyo de la juventud (no peronista) y de la clase media. El texto anónimo, que parece escrito por un empleado de prensa de la institución militar, no provenía de cualquier chica tonta sino de una estudiante inteligente que podía hacer cálculos y sacar conclusiones. La comparación de los soldados que luchaban en Tucumán representados por el protagonista de un spot televisivo pro Operativo Independencia, con aquellos norteamericanos que habían hecho la guerra en el lejano sudeste asiático, no era menor. Aquellos cadáveres estaban frescos: Vietnam, ese pequeño país disputado por las grandes superpotencias, había vencido al invasor el 30 de abril de 1975. Que sirviera de ejemplo. Esta guerra en territorio nacional había que ganarla sí o sí.
Trascartón, y como si la carta le viniera como anillo al dedo a Videla para justificar lo que vendrá, Clarín publicó la respuesta del comandante en jefe del Ejército. Leída hoy, y si no fuera por la tragedia en la que desembocó la historia, parece una parodia del discurso de esos años, un sketch de Peter Capusotto y sus videos. Escribía, Videla:
Tengo el agrado de acusar recibo y agradecer tu atenta carta del 28 de diciembre pasado. Ella se suma a una gran cantidad de adhesiones recibidas que condensan el sentir de muchos argentinos preocupados por la agresión brutal de las bandas armadas subversivas; no obstante tu carta adquiere especial relevancia por la particular circunstancia de tu edad y condición de estudiante universitaria, lo que me lleva a realizar algunas reflexiones, con el mismo lenguaje con que hablo a mis hijos.
El hecho de tutear a la joven universitaria y la alusión al diálogo de un padre comprensivo con sus hijos buscan humanizar a ese personaje y sacarlo de la esfera del mal en la que está actuando, un modelo consumado del concepto de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal, en personas que en circunstancias normales actuarían normalmente, y que podría asociarse con el apodo «inocente» con el que se lo conocía por entonces, por su figura larguirucha y desgarbada: La pantera rosa.
En febrero se había estrenado en los cines la comedia norteamericana El regreso de la pantera rosa, con el comediante del momento, Peter Sellers. Pero Videla no regresaba sino que llegaba para instalarse en el poder. El teniente general no era una parodia, ni un sketch de Capusotto, ni el público lector podía leer esas palabras desde el humor sino desde el terror al que Agamben hace referencia en su artículo. Tampoco era un dibujo animado: era el militar que pondría en marcha la maquinaria de la muerte en los siguientes siete años del país. Un genocida.
Seguía la carta de Videla en este tono:
La juventud es y será una preocupación prioritaria del Ejército porque no sólo es la savia que lo nutre, sino que por encima de ellos significa el futuro de la Nación. Contribuir a su formación, compartir ideales, apoyar sus aspiraciones, fortalecer la personalidad en la fuente del deber y en la enseñanza del uso responsable de los medios —espirituales y materiales, aptos para hacer y defender la Patria, como expresión genérica del bien común—, son propósitos renovados cada año en el contacto con la clase que la institución incorpora a sus filas.
Estimo, es en la verdad y fuerza de esa acción, donde nace la lealtad, disciplina y espíritu de combate de nuestros jóvenes soldados, probados hoy en la difícil lucha de la selva tucumana o en la respuesta valiente al artero ataque en Formosa o Monte Chingolo.
Sin embargo, algunos sectores de la juventud argentina muestran ser vulnerables a la prédica disolvente… Es probable que como tú, también otros necesiten de un toque de atención que llegue a sus profundos sentimientos. Si esta reacción, que es toma de conciencia y de responsabilidades para con la Nación y la sociedad de la que somos parte y a la cual nos debemos, se produce, las heridas que soporta el Ejército en el sacrificio de sus hombres, serán compensadas con la incorporación a su causa de muchos miles de patriotas, varones y mujeres, a la lucha por los principios y valores que como él todos debemos sostener.
Asumo la expresión de los soldados argentinos, para decirte nuevamente gracias.
Atenta y cordialmente. Jorge Rafael Videla, teniente general
Más oportuna y sospechosa no podía ser la difusión de esta correspondencia entre la supuesta y anónima adolescente universitaria y el teniente general Videla: al día siguiente, el lunes 9, el ejército daba a conocer públicamente un pormenorizado informe sobre su actuación en Tucumán.
Entre sus puntos, el escrito, que explicaba las reuniones de los altos mandos militares en los días previos, destaca grandes logros:
1. La interrupción de la estrategia subversiva, impidiendo el establecimiento de una zona «dominada» en la provincia de Tucumán.
2. La seguridad de la población desvinculando a los delincuentes subversivos de la misma.
3. Obtención de la adhesión y colaboración de la población, la que adquirió conciencia de la importancia del accionar de las Fuerzas Armadas y de Seguridad.
4. Causar importantes bajas al aparato paramilitar de la delincuencia subversiva restringiendo sensiblemente su capacidad operacional y su libertad de acción.
5. Destrucción del aparato de apoyo rural urbano que les permitía actuar en la provincia de Tucumán.
6. Restablecimiento de la normalidad en la actividad productiva de la zona, siendo uno de los pocos lugares del país donde no se han producido conflictos gremiales.
7. Obtención de numerosa e importante documentación que ha permitido conocer la estructura de la organización en la zona e identificar a sus dirigentes.
8. Quebrar la voluntad de lucha ya que los delincuentes subversivos eluden el combate, utilizan tácticas de evasión y por sobre todo es notoria la cantidad de deserciones que se producen en sus filas.
9. Brindar apoyo a la comunidad con las obras de acción cívica que permitieron rehabilitar escuelas, hospitales y centros asistenciales, con lo cual se logra paliar las insuficiencias que existían.
10. Hacer tomar plena conciencia de los objetivos extranjerizantes y marxistas que persigue la subversión y su correspondiente repudio.
Los diez puntos plantean una batalla desigual. Para decirlo de otra manera: la delación bajo tortura, la tergiversación de valores vitales como instinto de supervivencia trastrocado en cobardía, la ilusión de un Ejército convertido en vocero del pueblo al que el mismo Ejército reprime, son muestras de un poder que oculta el dato principal de que en Tucumán, una fuerza de entre 1.500 y 4.000 hombres (la cifra varía según la fuente) preparados para la guerra logró doblegar a otra de entre 90 y 160, con diferentes grados de experiencia en guerrilla (al margen de la autocrítica que algunos ex militantes de la izquierda armada generaron en este siglo).
El cinismo está también, como lo estuvo siempre en el discurso de los militares de la época, en usar como insultos «extranjerizante y marxista», cuando las tropas oficiales se preparaban en Panamá y otros países del Tercer Mundo. Algo estaba claro: la propaganda del régimen futuro ya era una máquina muy bien aceitada.