El destino del “científico-tachero” está presente en el imaginario argentino desdehace medio siglo. Sólo fue desplazado por el “científico-lava platos” que el ex ministro Cavallo le lanzó con desprecio (y hoy diríamos machismo)a Susana Torrado en pleno reclamo social frente a los ajustes del proceso de reforma del Estado de los ´90.
Ambas expresan una tensión recurrente: la de un país destacado por permitir el acceso masivo a las universidades y promover el desarrollo científico pero que, al mismo tiempo, tiene una estructura económica que retorna periódicamente al cauce de la primarización, modelo que las posturas neoliberales creen que nunca se debió salir.
Hoy volvemos a esa vieja historia pero con tacheros devaluados por el emprendedorismo de Uber y una tematización de la problemática de género que hace difícil mandar a lavar los platos a una investigadora.
Cambian las formas pero el fondo se parecen mucho (no estamos hablando del monetario en esta línea…).
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El proceso de desindustrialización, la indiferencia hacia el carácter estratégico que tiene la producción de conocimiento y la crisis fiscal que generó la decisión de desfinanciar al Estado son el combo que amenaza al sistema científico.
En Latinoamérica, por la escasa inversión privada, la ciencia tiene como principal fuente de financiamiento a los estados nacionales. Por eso, muchas veces, son el principal blanco de ajustes.
Lo vemos en el CONICET con la reducción de la oferta de becas e ingresos a la Carrera de Investigador Científico, pero también con la falta de partidas para financiar los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP) que hacen que esos científicos tengan que salir a buscar financiamiento en puertas que se cierran aceleradamente. El cuadro se completa con la desvalorización de los salarios, un proceso que no tiene nada que envidiarle al recorte del 13% que supo realizar otro gobierno que terminó abruptamente.
Si uno de los ejes del problema es que los científicos necesitan recursos económicos para sus investigaciones, la situación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica ayuda a ver el panorama. El principal organismo de respaldo a la investigación científica del país va perdiendo aceleradamente la capacidad de sostener proyectos por la devaluación de los montos de los subsidios y, en algunos casos, por la interrupción de los desembolsos ya comprometidos,lo que deja a buena parte de la comunidad científica imposibilitada de cumplir con sus trabajos.
En el INTA se llegó más lejos: hubo despidos en distintas versiones (del despido directo al retiro voluntario). Según las estimaciones de ex directivos del organismo, el ajuste planificado llegaría a 700 personas. Detrás de esta decisión, dicen, está el Ministerio de Modernización, devenido en una suerte de bestia negra sinónimo de recorte que no ve incoherencia alguna entre la modernización del Estado y el deterioro de la función ciencia y técnica.
En el campo de la energía nuclear, otrora estratégico, el proceso de desmantelamiento es similar. Afecta a empresas fundamentales como Nucleoeléctrica Argentina, donde hubo cientos de despidos asociados al congelamiento de la construcción de la cuarta central nuclear, Atucha 3. También a organizaciones de alta tecnología como Dioxitek, atada a un proyecto de privatización de la planta de producción de dióxido de uranio. En la Planta Industrial de Agua Pesada ya se han dado suspensiones.
Ni la anomalía tecnológica del INVAP, que gana licitaciones internacionales y produce reactores nucleares,radares y satélites se salva de los recortes y debe interrumpir proyectos.
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Un capítulo aparte merecen las Universidades Nacionales que se encuentran en estos días con importantes conflictos salariales y presupuestarios. Buena parte de la producción de conocimiento se realiza en esos ámbitos. A pesar del principio de autonomía del que gozan por rango constitucional, sienten con intensidad los azotes del ajuste.
La pérdida de poder adquisitivo de los salarios universitarios y el desfinanciamiento que sufren varias universidades compromete fuertemente la función investigación. En muchos espacios el panorama es desolador: la falta de recursos para investigar se combina con falencias edilicias y de acceso a servicios públicos básicos. ¿Cómo mantener despierta la curiosidad necesaria para ponerse a investigar?
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Como en la ciencia, lo que importa es la evidencia.
Y esta cadena de hechos alimenta nuestra hipótesis: las políticas neo-liberales buscan destruir el andamiaje productor de ciencia y tecnología del país.
-Para qué gastar en innovación y aplicación científica si se puede comprar afuera-, piensan los CEOS.
La prueba: observar que el ajuste también alcanza a entes descentralizados como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial(INTI), Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria(SENASA), Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero(INIDEP), empresas de capital estatal como Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, Ferrobaires, Yacimientos Petrolíferos Fiscales S.A (YPF), Fábrica Argentina de Aviones «Brigadier San Martín» S.A. (FAdeA), Fabricaciones Militares (FM), la Agencia de noticias TELAM.
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Los nuevos tiempos -que ya parecen eternos-, consolidan una contradicción esencial de las problemáticas de este sector. Si el discurso máxime del gobierno ha sido la construcción del “emprededorismo social” como formato para la creación de riqueza, empleo y pleno despliegue de la creatividad corporativa, éste encuentra sus límites en el desarrollo de la propia práctica gubernamental.
Los estudios que inspiran esos discursos se hicieron en torno a las capacidades innovadoras de mujeres y varones. Hacen epicentro en la idea de talento, un aspecto desarrollado por el investigador norteamericano Richard Florida. Su teoría se concentra en tres indicadores que permiten visualizar y corroborar a nivel empírico el potencial creativo: el índice de ocupaciones creativas, el índice de capital humano y el índice de talento científico.
Así, la ventaja competitiva de una sociedad avanzada vendría determinada por la creatividad (entendida como la capacidad de crear nuevas formas significativas en ciencia y tecnología). Este aspecto siempre fue importante, pero en el paradigma actual basado en el conocimiento, la creatividad y la innovación ocupa el centro del escenario económico.
Richard Florida traza el mapa de una “clase creativa” y pone de un lado de la frontera al estrato de “núcleo supercreativo” y del otro al de “creativos profesionales”. Los profesores, investigadores y técnicos asociados son un componente importante en esas ocupaciones creativas. En una línea de investigación parecida, el sociólogo español David Pac Salas y el sociólogo argentino José Rodríguez Rodríguez de la Fuente mostraron la importancia que tienen las ocupaciones creativas en la estructura social de la Ciudad de Buenos Aires.
Son muchas las investigaciones que demuestran la correlación entre los indicadores de creatividad y los económicos. Así, las regiones con economías más creativas generaron empleos de mejor calidad crearon y pudieron aguantar mejor la llegada de la crisis, cualquiera sea su origen casuístico.
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¿Qué vemos en Argentina hoy? Una destrucción y un castigo a los pilares fundamentales de esos sectores creativos que dedican sus vidas a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico.
En paralelo,el desembarco de empresas de servicios internacionales muestra los signos de la nueva época: la franquicia y la provisión directa de servicios de intermediación por parte de empresas globales que logran volver bienes transables (y exportables en términos económicos) el gesto de servir un café (Starbucks y otras), ver una película (Netflix), pedir un taxi (Uber), alquilar o comprar un techo (AIRBNB, Booking o Remax), solicitar servicios domésticos en nuestra casa (Zolvers), que nos acerquen las compras sin ni siquiera caminar (Pedidos ya, Rappi o Glovo!)y hasta lograr una cita amorosa…
En este proceso, el gran capital se desprende de inventores y emprendedores de los lugares de aplicación y también de las condiciones y logísticas de la producción y el servicio. Por lo cual, la lógica global de la franquicia despliega la estrategia empresarial: desmembrar el uso del cuerpo en la producción y el servicio, desmantelar los soportes institucionales de la protección del trabajador y organizar el camino de la acumulación de modo que la ganancia y la opulencia se direccionen hacia los países centrales, transfiriendo recursos (en divisas) por todas esas actividades que antes eran estrictamente internas.
El desmantelamiento del sistema científico argentino es un paso más de esa adhesión voluntaria e ideológica del gobierno a los cantos de sirena de la desigualdad global, estructurada discursivamente “en torno a países serios, ricos, verdaderos y otros que se presentan como desgracias periféricas condenadas inexorablemente a posiciones subordinadas”.
Vale preguntarse: ¿los sectores creativos argentinos, y entre ellos los científicos y universitarios, tienen lugar es esta nueva ruta neoliberal?