Esta vez Santiago Del Moro abre el programa con otro rictus.
—Arrancamos una edición difícil —dice con la voz que saca para hablar de temas serios—. Hay una jugadora que va a tener que salir de la casa.
Como había adelantado el conductor esa mañana en su Instagram, a la frontrunner de esta temporada de Gran Hermano le pasa algo. Una infección urinaria derivó en unos análisis de sangre. Todavía no se sabe cómo salieron. “Es ella la única que va a elegir qué contar”, dijo Del Moro en una story y desató una tarde de especulación en redes: ¿Furia está embarazada de Mauro? ¿La libertaria va a hacerse un aborto? ¿O le está pasando algo grave? Si todavía estás mirando es porque, mal que te pese, fuiste baiteado por Telefé.
Esta noche en el estudio está por primera vez Coy, la hermana de Furia, agradeciendo la compañía del conductor en este trajín. No está ahí para hablar con su hermana —que sigue encerrada en la casa después de cuatro meses y deberá mantener un protocolo de aislamiento en su visita a un centro médico—, sino para avalar frente a la audiencia el manejo por parte de la producción del problema de salud en cuestión.
El clima en el piso es algo solemne. En el panel, La Ubfal —fan furiosa— está emocionada. Gastón Trezeguet dice que se le estruja el corazón. Sol Pérez tiene un look intergaláctico que desentona un poco, pero es alucinante. Llega el momento en el que Del Moro se conecta con la casa. Esta vez, va a hablar a solas con Furia, que espera la videollamada desde el confesionario. En vivo, desde el prime time líder, Del Moro insiste que quiere poner totalmente en manos de Furia lo que quiera revelar, ahora, ya:
—Contá lo que quieras, ponele vos el título.
—Eh, bueno, el título más que nada es “cuidar mi salud” —empieza Furia, siempre dispuesta a tomar la palabra—. Hay algo que salió mal en un estudio y que hay que corroborar. Yo tengo un historial familiar… mis dos papás fallecieron y bueh, puede ser desde una cosa muy tranqui a algo que… no. Creo que no tengo que asustarme y tampoco ustedes.
Por un rato esos ojos de Bette Davis transmiten algo de miedo, hasta que ella esfuerza media sonrisa y vuelve la Furia que conocimos hasta ahora.
—Sé que no está bien jugar con los temas de salud, peeeero —suelta, y procede a contar su idea: mentirles a sus compañeros de la casa y hacerles creer que va a abandonar el juego definitivamente por su enfermedad todavía no diagnosticada. Una jodita inocente con una posible leucemia, para verles las caras nomás.
Del Moro casi se sorprende, pero no.
Desde que entró al reality, Juliana Scaglione cautivó el horror y el deleite. Fue outsider y líder, heroína y villana. Una instigadora de conflictos que nunca deja las aguas quietas. La más funcional al show.
Desde que entró al reality, Juliana Scaglione cautivó el horror y el deleite. Fue outsider y líder, heroína y villana, pero sobre todo funcionó como un agente de la producción dentro del programa, una instigadora de conflictos que nunca deja las aguas quietas. La más funcional al show. Ahora el personaje televisivo del año propone autoexplotar un susto de salud en forma de broma con el fin de ¿seguir en carrera?, ¿“generar contenido”?, ¿no mostrarse débil?, ¿ganar el juego?, ¿procesar el miedo con humor negro?, ¿aferrarse a la vida televisada para no lidiar con un diagnóstico fulero? Se siente un poco de todo eso. Y todo eso es fascinante, es triste, es gracioso, es grotesco. Es cine.
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“Tenés dos opciones: triunfar o ser espectador. Y yo no vine a ver a nadie”, decía Furia, 33 años, en el video introductorio de su ingreso a GH. Era una carta de presentación estridente —bisexual, doble de riesgo, deportista de elite— con un look haciendo juego —corte al ras, cejas decoloradas, muchos tatuajes y cuerpo de crossfit—. “Algunos vienen por la fama, por ser influencers, yo vine por la plata”, dijo desde el minuto cero. Una postura contraintuitiva, ser el reverso del ganador de la temporada anterior: un estudiante de abogacía salteño, de familia bien, creyente católico, que habla en monosílabos y que arrasó en votos para luego donar su premio o parte.
La victoria del buenazo hot y aburrido de Marcos Ginocchio el año pasado es un factor que lógicamente informó a los participantes de la temporada actual. Parecían haber entrado pensando que esquivar los conflictos y llenarse la boca con frases hechas sobre respeto, códigos y lo valore’ eran el camino hacia la permanencia en la casa. Pero Furia marcó un tono nuevo.
Cuando le tocó presentarse ante sus compañeros dijo que era una persona “muy oriental, muy mística”. Y a las 24 horas le estaba diciendo “hija de puta” a una participante que le ganó una prueba. Furia pasaba de discutir por situaciones totalmente evitables a hacer chistes de los que solo ella se reía y hablar a la cámara buscando una complicidad que no conseguía en el grupo. La casa la miró con shock y la trató con extrañeza. Decían querer integrarla, pero básicamente a cambio de que se amolde. No lo hizo y fue a su primera placa de nominación con 22 votos, 12 más que Zoe, la segunda participante más votada.
“Acepten que todos tenemos diferente personalidad. Ustedes tienen una y yo tengo otra. Si yo quiero caminar, hacer chistes y hablar pelotudeces, ¡Es mi micrófono!”, les gritó en una de sus diatribas que dejan a todos callados. “Cada uno vino acá por algo. Yo vine a cagarme de risa de cómo soy y de mi personalidad. ¿Si? Dejen de decirme ‘Juli, basta’, ‘Furia, pará’. ¿Saben qué? Yo a mi vida la vivo como quiero... y la vivo hace años, boludo. Ustedes se van a quedar acá adentro, literal, yo ya sé lo que pasa conmigo. Porque lo sé, porque me pasa en la vida en general. A mi siempre me señalan y me apuntan con el dedo, y la canción que viene, ¿no? Bueno, listo, relajen.” El problema es que relajarse con Furia al lado debe ser bastante difícil. Lo bueno es que ese problema no es nuestro. De hecho, nos encanta el problema. O nos encantó por unos cuantos meses, hasta que empezó a pesar el hecho de que era lo único que el programa tenía para ofrecer.
Cuando le tocó presentarse ante sus compañeros dijo que era una persona “muy oriental, muy mística”. A las 24 horas le estaba diciendo “hija de puta” a una participante que le ganó una prueba.
La mecha del aguante a Furia se prendió a la tercera semana de GH, cuando circuló en redes la reacción a un incidente inicialmente fuera de cámara. Williams, el Paisa, un pibito de 20 años de un pueblo de 20 habitantes casteado básicamente para hacer el papel de bueno, salía de una prueba física en el SUM, sacado, corriendo detrás de Furia, como para irse a las manos. “¿Qué flasheás la concha de tu hermana? ¿Para qué pegás así, fantasma de mierda? ¿Por qué pegás así?”, gritaba rabioso mientras sus compañeros intentaban sostenerlo. “¿Qué decís? No te pegué, fue un cachetazo nomás”, le decía Furia viendo como el Paisa se le venía al humo. Nadie vio exactamente qué había pasado, pero tanto la casa como el panel de comentaristas no dudaron en ponerse del lado del pibe.
Cuando finalmente se vió que Williams, con el ego herido por haber perdido la prueba, estaba sobrereaccionando a una simple mojada de oreja de Furia, todo cambió. “Voy a dar la panquequeada del siglo”, dijo Trezeguet en El Debate. “Me declaro arriba de la furioneta totalmente”. A partir de ahí, si la estrategia de los jugadores iba a consistir en sobreactuar horrorización moral con los modos de Furia, los furiosos iban a sostenerla con el voto al 9009 y desestimar cualquier cuestionamiento a su nueva ídola, justificado o no.
Así pasaron semanas y semanas en las que, mientras conocíamos algo de su historia personal (es hija “de una familia de tanos” que gritaban todo el tiempo, es la menor de cinco hermanos y está peleada con casi todos, sus padres enfermaron y ella fue la principal cuidadora), ella jugaba. Sí, Furia es un cúmulo de agresiones y red flags, pero también supo articular ideas, narrar la casa y romper la cuarta pared con encanto. Con todo su discurso de vibrar en positivo (en simultáneo a ser la persona más agresiva de la casa), sus macumbas con ajos, sus arcos de artemisa “para protección” y sus increíbles sesiones de tarot, se ganó un halo de bruja. Puede convertir un reno de cotillón en un objeto de apego con más informes y minutos en pantalla que algunos de los competidores. Quizás su secreto fue que, inversamente al resto de sus compañeros, llevó al frente su peor cara y de a poco dejó ver su lado más tierno y vulnerable. Un caramelo duro con un centro de dulce de leche. Una niña terrible con una historia de dolor que en el fondo necesita un abrazo. A diferencia de otros jugadores de impronta agresiva y comecabeza como Cristian U, Furia tiene muchas capas, picos y valles. Es atípicamente tridimensional para estos castings que a la larga siempre sufren de un exceso de normies hegemónicos (y este GH no es la excepción).
Con todo su discurso de vibrar en positivo, sus macumbas con ajos, sus arcos de artemisa “para protección” y sus increíbles sesiones de tarot, se ganó un halo de bruja.
Semana a semana, los participantes veían con consternación como Furia no solo no era condenada por disparar n-words, m-words, t-words y todo el glosario de palabras que cualquiera creería que ya no da decir (en público) al tope de sus pulmones, sino que sus rivales principales se iban de la casa. Se volvió ritual que Ubfal les explique a los eliminados que estaban afuera “porque el fandom de Furia así lo quiso”. Furia estaba haciendo sus propias reglas. El Chad definitivo. Podía festejar una sanción a otro participante agarrándose la concha al estilo Dibu Martínez con la Copa. O tratar de “mi puta” a Mauro, el gym bro que entró a mitad de juego con el que tiene sexo (una actitud que bien podría ser un mecanismo de defensa para no engancharse con alguien que quizás se acercó a ella por su popularidad fuera de la casa). Era gracioso cuando, en un modo Mono Mario, objetificaba al chongazo de Lisandro, un frenemy al que quería darle la cabeza contra la pared pero también le tenía todas las ganas. Cuando él se divertía con ese juego, su popularidad en redes crecía. Cuando el tipo se puso en modo si yo hiciera lo que ella me hace a mí, estaría cancelado, quedaba out.
Si bien Furia es una suerte de mindfuck para los tilingos tipo ah pero si fuera al revés, todavía está un poquito lejos de que la nombren la feminista del año. Tal vez haya hecho los comentarios más sexistas de la temporada hablando de las otras participantes, sus vidas y sus cuerpos. También se fue poniendo en contra a sus propias amigas, algo que hizo tambalear, por momentos, su popularidad. Furia juega por Furia y lo demás no importa nada. “A todos los veo como fichas. Yo vine a ganar el premio, y si eso me puede llegar a costar un par de cosas, como nominar a mis amigos, bah no llamarle amigos sino jugadores, lo voy a hacer”. En un punto del juego en el que no parecía tener rivales a la altura, el riesgo para Furia parecía tener que ver más con un destino a la Daenerys de Game of Thrones, una reina violenta pero justa, que los showrunners desdibujaron completamente cuando se quedaron sin material de los libros e hicieron que la heroína del público termine como una delirante de poder que no pudo quedarse con el trono.
La semana de peor imágen pública de Furia, según las encuestas hechas en redes sociales, también fue crítica para Furia dentro de la casa. Casi todos los jugadores habían unido voluntades para dejarla en placa contra su ex amiga Catalina y eliminarla del juego de una vez por todas. La “traición” de Furia a Cata parecía una causa lo suficientemente justa para torcer la tendencia que se había marcado hasta el momento.
Quizás su secreto fue que, inversamente al resto de sus compañeros, llevó al frente su peor cara y de a poco dejó ver su lado más tierno y vulnerable. Un caramelo duro con un centro de dulce de leche.
El grupo de los bros hablaban de Furia como Thanos y del resto como si fueran todos los superhéroes juntos en Avengers Endgame. El esfuerzo involucraba hasta los programas satélites de GH. “No me interesa quién gane Gran Hermano, no tengo un candidato ni candidata. Realmente me importa poco. Lo único que deseo es que no lo gane Furia", dijo Germán Paoloski desde el noticiero de Telefé. “Espero, deseo y creo que es necesario por el bien de la casa, por el bien del programa y del canal, que se vaya Furia. Y ya saben que tienen a disposición mi renuncia —dijo Nancy Pazos en otro de los programas que viven de GH—. Lo que representa Furia, para mí, es horrible. Es parte de lo peor de la sociedad. Es una persona que representa lo más violento que puede tener alguien”.
Solo en esa votación, Telefé reportó más de 9 millones de votos (en plata, es alrededor de 3 veces el premio principal), superando la final del año pasado. Si creemos en los resultados y en los escribanos del programa, Furia ganó bastante tranquila (60% en el versus final) a fuerza de un núcleo duro que, a diferencia del espectador casual, está dispuesto a gastar plata en ella. Es mucho amor, pero también mucho hate. “Siento que Milei ganó de vuelta”, “Otra vez 19 de noviembre de 2023”, decían los tuits fatalistas.
Parte del desgaste de Furia y la fatiga que terminó generando tiene que ver justamente con que el programa no fue capaz de generar orgánicamente conflictos y personajes lo suficientemente interesantes para disputarle su centralidad. En uno de tantos gestos de intervencionismo excesivo por parte la producción, entró Coty, “la cuchillera” de la temporada anterior, a confrontar a Furia. Es muy poco y demasiado tarde.
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El rating de Gran Hermano está bajando y los ánimos alrededor del programa también. El último giro que ofreció la casa tuvo que ver, otra vez, con Furia. Pero ahora es más oscuro, más denso. Tal vez demasiado para el bálsamo escapista que se espera de este programa. El lunes se confirmó su diagnóstico: tiene leucemia y, por suerte, fue una detección temprana.
—Quédense tranquilos que estoy bien, si no, no estaría acá adentro. Me hubieran internado y ya no podría seguir en el juego —les dijo a sus compañeros—. Mi idea es seguir adelante con todo esto, que es mi vida, igual que la de todos ustedes, que todos cambiamos nuestra vida por esto, así que nada. No se preocupen.
Es tan valorable como incómodo ver la forma en que Furia se aferra a seguir adelante con el show.
—Quiero que quede claro que este juego no hizo nada para que yo esté así hoy. Yo creo que es de todo lo que me aguanté con mi familia, nada más. Es de la bronca que tengo, de cosas que no perdoné y que tengo que liberarme y sanar. Sacarme toda la mierda y soltar todo lo que tengo que soltar.
Con justa razón habrá quienes encuentren una “historia de resiliencia” en Furia, sus ovarios de acero y su voluntad irrompible de seguir en el juego. Pero la sensación es que estamos viendo un programa que ya se terminó. ¿Qué más puede dar? Es muy tentador ver en Furia y su fandom algo monstruoso a analizar como un signo de los tiempos, los modos libertarios, el lenguaje del basadismo, el culto a la personalidad y al individualismo, etcétera, etcétera. Seguramente habrá quién tenga ganas de explorar y trazar paralelos entre ella y el otro caso de estudio en carencias afectivas que es nuestro presidente (elegido por la mayoría de los participantes de la casa, pero al que solo Furia salió a bancar al grito de aguante El Peluca, carajoooo), pero hay algo más atemporal y concreto que explica la efectividad de Furia como personaje: de todos los participantes de este GH, ella es la que da mejor televisión.