Hace unos años, en la Quebrada de Humahuaca, escuché a un coplero que cantaba unas coplas muy populares. Después de sacarle algunas fotos, le pregunté quién las había escrito.
—Son mías —dijo.
—Las he escuchado mucho por esta zona.
—Es lo bueno de mis coplas —dijo con humildad—. Mi gran orgullo es que ya sean de la gente.
Algo parecido pasó con estas tres fotos con las que durante este mes haremos intervenciones en paredes de todo el país. Fotos que sacamos Pablo Lasansky, Daniel García y yo. Fotos que fueron nuestras y que, ahora, compartimos para reconstruir y sostener la memoria colectiva, atravesando el presente con plena conciencia del valor de la libertad.
En 1981, yo todavía no había cumplido los 22 años. Trabajaba en la agencia Noticias Argentinas. Iba a la mañana, porque al mismo tiempo cursaba la carrera de la licenciatura en Historia. La terminé dejando porque como era el más chico de la redacción los viajes que nadie quería hacer me los daban a mí. La fotografía me apasionaba y, a pesar de que me gustaba estudiar, los parciales pasaban a un segundo plano.
Si bien la agencia era bastante progresista, la agenda política de ese momento era restringida: como rutina, se cubrían muchos actos militares (día de la Armada, día de la Fuerza Aérea). Y como eran temprano, me tocaban a mí.
Ahora me parece increíble, pero en una misma semana podía ver a Videla, a Massera y a Agosti tres veces. Estaban siempre: en cualquier misa o acto.
Ese día, el general hablaba arriba de las escaleras. Yo estaba con un teleobjetivo. Me aburría. Giré y me encontré con esta formación: una formación extraña porque estaban debajo de la escalinata como dándole la espalda al general, para mirarlo habían roto filas. Ellos estaban debajo de mi posición, al pie de los escalones. Y me encontré con esas caras, unas juntas a otras. Parecían observarme, pero sólo miraban a su general, que vociferaba detrás de mí. Los suboficiales estaban formados a la derecha del palco y en una extraña posición, casi de espaldas a las autoridades. En el intento de seguir con atención el acto, de alguna manera habían roto filas, lo que en la fotografía genera esa sensación de desordenada manifestación de gorras.
No era una foto que la agencia iba a sacar. Pero había un concepto de doble cámara. Uno sacaba fotos para cumplir con su trabajo y otras, de este estilo, que tenían que ver con una especie de registro de lo que sucedía. Quizás inconscientemente, porque estudiaba los documentos de la historia, sabía que todas las imágenes que pudiéramos recuperar de esa época iban a servirnos después.
En esos años, la fotografía de prensa era una especie de militancia política. El 30 de marzo de 1982, el día en que Pablo Lanzansky hizo la tercera foto que proponemos para la intervención, yo tenía franco. Pero no se me ocurría quedarme en mi casa. Quería mostrar lo que estaba pasando en el país. Estaba en contra de la Dictadura y podía mostrar algo que el común de la gente no podría ver.
A mediados de la Dictadura, la represión era intramuros. Las fotos que nosotros podíamos hacer eran simbólicas: nadie tenía imágenes de una patota reventando una casa, un centro clandestino de detención. La gran maquinaria de muerte fue justamente ocultar lo que hicieron. No había 30 mil muertos sino 30 mil desaparecidos.
Por eso, las fotografías que elegimos son fotos representativas: la mía, de la Dictadura, la de Lazansky de la represión y la de Daniel García de la resistencia.
La agencia tenía bajos recursos: trabajábamos con películas de rollos Kodak original o con tortas de película que metíamos en los chasis de rollos viejos. Estaban tan usados que a veces dejaban entrar un poco de luz. Cuando revelé esta foto descubrí que una partecita estaba velada, así que tuve que reencuadrarla.
El editor Miguel Angel Cuarterolo la vio, le gustó. Me pidió que la copiara, aunque no iba a salir por una cuestión lógica de autocensura. La guardé en un cajón de mi casa durante varios años.
En 1981 hicimos una muestra de periodismo del “Grupo de reporteros gráficos”: queríamos mostrar lo que los medios no publicaban. Armamos la exposición en el único lugar que conseguimos que nos prestaran: una salita en San Telmo, la sede de los residentes de Azul en Buenos Aires. Sin embargo esta foto quedó olvidada en aquel cajón. Recién se exhibió en 1983.
En 2006, caminaba con mi hija Paloma hacia la Plaza de Mayo. Íbamos a la manifestación por los 30 años del golpe. Me conmovió ver la foto reproducida en cientos de afiches callejeros de sindicatos y organizaciones, para convocar a un acto de repudio a la dictadura. La imagen como instrumento.
—Papá, tu nombre no está en la foto.
No me importó. Sentí orgullo al ver la multiplicación de esa imagen. Se me había ido de las manos, casi como una copla anónima.
Era tiempo de soltarla. Es tiempo de difundirla.
Para que algo como lo que pasó no vuelva a pasar.
Nunca más.
Fotografía es memoria.
INTRUCCIONES :
1- Descargá los archivos en PDF en : https://drive.google.com/folderview?id=0Bwo-aAuWeBatYktrN1huVFQybFU&usp=drive_web
2- Imprimilas en cualquier impresora en hoja tamaño : A4
3- Prepará la solución con 1 parte de cola vinílica y 1 de agua
4- Pegá las fotos en alguna pared de tu barrio, o armala en un afiche y llevala el 24 de Marzo a la Plaza
5- Sacá una foto de la foto pegada y subila a las redes sociales con el hashtag #ARGRA40añosdelgolpe
6- Compartilas por mensaje privado enhttps://www.facebook.com/argraweb así nosotros luego las subimos al facebook de ARGRA
Videos instructivos :
https://vimeo.com/157237999
https://vimeo.com/157496477