El derribamiento en cadena de tres torres de alta tensión, producto de una carga explosiva instalada en una de las estructuras de la empresa Transelec, marcó el inicio de la jornada electoral en la región del Bío-Bío. La acción exigía la libertad de los presos políticos mapuche en huelga de hambre que se extiende por una quincena. En esa zona vive una alta población de origen mapuche, que fue representada por dos convencionales en el órgano constituyente. El grupo que se adjudicó la acción se denomina “Resistencia Urbana Mapuche”; es nuevo, se suma a Resistencia Lafkenche y Aucan Weichan Mapu. Estas organizaciones, junto con la Coordinadora Arauco-Malleco, usan la violencia política como instrumento para la conquista de la autodeterminación. Y se desplegaron durante todo el proceso constitucional en una crítica abierta a la vía institucional. Sin embargo, fue la CAM, en específico su dirigente hoy detenido, Héctor Llaitul, quien se transformó en uno de los principales opositores a la vía gradualista a la autonomía.
Ni los cortes ni las barricadas en las rutas en Arauco y Malleco pudieron evitar que la participación en los centros electorales manifestaran su adhesión al Rechazo en comunas con un número importante de población mapuche. ¿Qué variables explican esta crisis? Una, la oleada de acciones de violencia política, impulsadas por las organizaciones autonomistas, que se expresaron en un voto crítico a las ideas contenidas en la nueva Constitución, como lo es la plurinacionalidad propuesta desde el Estado, que emerge desde constituyentes de pueblos originarios, en particular, de algunas organizaciones como Identidad Territorial Lafkenche, a la cual pertenece el convencional Adolfo Millabur. El incrementó de la violencia ejercida por miembros del movimiento mapuche tuvo su clímax con los ataques incendiarios en Quidico y Contulmo.
En el norte del país, el caso de comunas como Colchane, con un 78,1% de población aymara, el Rechazó alcanzó un 94,7%. La crisis migratoria y sus graves problemas de irregularidad han fortalecido la noción de oposición a lo externo. Sobre esta realidad, la campaña del Rechazo potenció los prejuicios y animosidad a las propuestas de los constituyentes de pueblos originarios, en específico,a una nueva forma de Estado plurinacional.
A excepción de Rapa Nui, dondee el Apruebo tuvo un 55,81% de adhesión, la población indígena fue crítica a la propuesta de Constitución. Lo mismo reflejó el voto de los segmentos populares, donde el Rechazo fue mayoritario en el quintil de ingresos más bajos, alcanzando un 75%. Pudo influir la campaña del Rechazo, que principalmente usó un discurso crítico a los derechos indígenas, en específico, y señaló a la Plurinacionalidad como ejemplo de división del país. Esto no era cierto, como lo señalaba el artículo tres, que expresó que Chile formaría un territorio único e indivisible.
Las actitudes racistas tampoco quedaron fuera de la Convención. La campaña desplegada por el Rechazo hizo hincapié en la perspectiva crítica de la que denominaron una “constitución indigenista” que pondría mayor énfasis en los derechos de los pueblos originarios y le otorgaría supuestos “privilegios” a través de nuevas políticas de afirmación. En ese ámbito, lo que podría ser entendido como “prosperidad”, lejos de ser repartida equitativamente en el Chile actual, fue analizado como un argumento para favorecer el Rechazo a los temas de los pueblos originarios debido a que sería un segmento de la población que tendría mayor oportunidades en desmedro del no indígena. Aquí, sin duda, el hecho de que primaría una justicia a favor de los indígenas en desmedro del no indígena fue una batalla que logró penetrar en un segmento de la sociedad.
Por eso, el concepto de identidad es fundamental. La identidad nacional sigue prevaleciendo sobre cualquier identidad plural. Como señaló Mario Góngora en su ensayo sobre la construcción de Estado en Chile, la matriz de la nacionalidad continúa anclada a la formación de Estado. En este caso, una sociedad que ve en los componentes que conforman la chilenidad como la fisonomía de una unidad de existencia histórica en lo que son las tradiciones y costumbres de lo que Diego Portales llamó “el peso de la noche”. Es decir, la persistencia de aspectos culturales hispanos que, unidos a la transición política de la construcción de Estado chileno, forjó una identidad que se consolidó luego de la Guerra del Pacífico.
En el proceso constituyente hubo fallas y desaciertos. Representó un ensayo constitucional que dejará aprendizajes para superar los errores que la ciudadanía manifestó en su apabullante rechazo a la nueva Constitución. Esos territorios inexplorados que se despliegan hoy solo dan cuenta de esa coyuntura histórica que vive el país desde el 18 de octubre de 2019. Desde entonces no hay certezas, sólo incertidumbres.
El principal partido de extrema derecha, el Republicano, que disputó la presidencia con José Antonio Kast a la cabeza y tuvo como constituyente a Ruth Hurtado, anunció a través de su secretario Arturo Squella: “Nunca más escaños reservados en lugares donde le fue mejor al Rechazo”. En la óptica del Rechazo, la capacidad de construir un relato hegemónico en el que lo plurinacional significaba la erosión de la nacionalidad chilena fue la pequeña guerra de ideas que se transformó en una hegemonía en los adherentes y alcanzó una expresión popular.
Las comunas con menos ingresos sufragaron a favor del Rechazo al igual que comunas con población indígena. Lo mismo pasó en comunas con mayor población rural. De igual manera, las comunas con mayor adhesión evangélica también incrementaron el Rechazo; esta crítica a la propuesta plurinacional se podría explicar considerando que un sector del movimiento mapuche, luego del año 2012, ha puesto dentro de sus objetivos la quema de iglesias por considerarla una religión foránea al mundo indígena.
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El camino hacia la libertad es largo. Constituyentes de pueblos originarios demostraron que es posible participar en un proceso democrático, encabezar las comisiones y colorear una Constitución con los principios emanados de la “Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas”. La derrota da cuenta que existen muchas colinas detrás de este punto de llegada con el que soñamos: la construcción de un Chile plural, como dijo Elisa Loncon en el discurso inaugural de la Asamblea Constituyente.
La tarea continúa. Consiste en labrar y construir el derecho a vivir de un modo que se respete y fomente la libertad de un otro con identidad. Es un llamado, también, a crear un instrumento político mapuche para construir mayorías hacia el interior del mismo pueblo que ve posible una vía gradualista a la autonomía. Se vive un periodo de redefinición y reestructuración de un cambio no solo político, sino también de la política. Esta última es la construcción de una hegemonía a favor de los derechos colectivos de los pueblos originarios.
Lo que pasó no es algo extraño. Es parte del camino en la búsqueda de la conquista de derechos colectivos. En 2014, Escocia votó negativamente a la pregunta de si debería ser un país independiente, aspirar a su libre determinación. En Cataluña, en cambio, un referéndum simbólico se mostró a favor de la aspiración a su autodeterminación.
El historiador C.L.R James, promotor del panafricanismo, escribió en Jacobinos negros que la libertad se alcanza considerando los límites que imponen las exigencias de su entorno. Esto se manifestó en las urnas: reconocimiento en un plano más bien simbólico, la agenda indígena se percibe como una amenaza que desconoce la evolución progresiva de las normas internacionales en materias de derechos humanos de los pueblos indígenas. ¿Cuáles son los códigos adecuados para dar cuenta de la nueva complejidad social? Parece ser la tarea a comprender luego de la abismante derrota en las urnas.