Ensayo

Las PASO de Juntos por el Cambio


Corridos por derecha

Contra todos los pronósticos, Juntos por el Cambio no logró ser la fuerza más votada ni erigirse como la principal opositora en las PASO. Tuvo una gran merma de apoyo popular y solo logró imponerse en tres distritos. Un outsider capitalizó los problemas del oficialismo y puso en peligro cierto la oportunidad que daba por sentada. El ala dura ganó, Larreta se quedó sin nada. Hubo ovación para Macri en el bunker. Ahora JxC tiene grandes retos para posicionarse. El escenario cambió y la competencia está redefinida. Con su historia a cuestas, necesita encarnar lo anti, la bronca.

Los resultados de las PASO fueron un balde de agua fría para la que era, hasta ese domingo, la principal fuerza opositora del país. Con un peronismo con internas poco competitivas, la gran incógnita parecía ser el resultado de la pelea por la candidatura presidencial en Juntos por el Cambio que, además, presentaba por primera vez dos listas con chances de ganar y lo hacía en medio de una disputa feroz y descarnada. Pero los resultados fueron un cimbronazo: Milei se impuso como el candidato más votado en todo el país con el 30% de los votos y ganó en 16 de las 24 provincias. Juntos por el Cambio quedó en segundo lugar, a dos puntos del líder libertario (28,27%) y solo un punto arriba de Unión por la Patria (27,27%). Con estos resultados inesperados, JxC cosecha los frutos de una interna en la que los costos fueron más altos que los beneficios. La coalición se mantuvo unida tras su paso por el poder y se abocó a dirimir liderazgos internos frente al desafío de la sucesión del líder, pero se mostró tan ocupada en resolver esas disputas que perdió de vista el resto del tablero y lo que estaba arriesgando en sus desordenados cruces. Justo cuando su oponente ofrecía un flanco débil que casi le hacía ilusionarse con un camino allanado hacia el triunfo, un outsider capitalizó los problemas del oficialismo y pone en peligro cierto la oportunidad que daba por sentada.

La principal fuerza opositora que no fue

Contra (casi) todos los pronósticos, Juntos por el Cambio no logró ser la fuerza más votada ni erigirse como principal fuerza opositora en estas PASO. Pero además tuvo una gran merma de apoyo popular: perdió casi el cuádruple de votos que el peronismo entre las primarias de 2021 y las de 2023, y solo logró imponerse en tres distritos (la Ciudad de Buenos Aires, Corrientes y Entre Ríos). Si comparamos los resultados del domingo con las elecciones generales de 2021, JxC tiene 3 millones menos de votantes; e incluso si los comparamos con las generales de 2019, cuando la coalición fue derrotada en primera vuelta contra el Frente de Todos, perdió más de 4 millones de votos. 

La estructura de la competencia se modificó drásticamente en estas elecciones. Al pasar de un esquema bicoalicional a una elección de tercios, los fracasos de una coalición ya no son “automáticamente” capitalizados por la otra. El tercer jugador que surgió “a la derecha de la derecha” se posiciona como la fuerza más competitiva para representar ese descontento. Cosecha así la frustración generada por una crisis extensa y sin fecha aparente de cierre. En este movimiento, JxC pasa de ser la promesa de relevo a obtener solo 237.000 votos más que UP en un contexto de inflación interanual del 115%, con una brecha cambiaria de más del 100% y la pobreza en aumento, con el ministro de Economía como candidato.

Se fortalece el ala dura

Patricia Bullrich se impuso por casi 6 puntos en la interna contra Rodríguez Larreta, y con ella lo hicieron los diagnósticos y discursos más duros que habían crecido en el PRO desde la salida del poder. Para la exministra de seguridad, como para Macri, el principal problema del gobierno de Cambiemos fue que le faltó fuerza, decisión, velocidad (“hacer lo mismo pero más rápido”). En consonancia, su propuesta ante el electorado fue de mayor nitidez ideológica y una apuesta por posiciones más radicales y polarizadas, a tono con el cambio de escenario que tuvo lugar desde la pandemia, el crecimiento del campo de la derecha y el hartazgo que se cristalizó con la persistencia de la crisis (y que la abstención récord para elecciones ejecutivas del 31% expresó en la jornada del domingo). Frente a los actores socio-políticos, Bullrich planteó una estrategia opuesta a la de su rival: en lugar de aludir a consensos y transformaciones negociadas pero “sustentables en el tiempo”, se centró en la idea de orden y en la necesidad de vencer todas las eventuales resistencias, en las instituciones o en la calle, con un discurso maximalista: “Si no es todo, es nada”.

Al pasar de un esquema bicoalicional a una elección de tercios, los fracasos de una coalición ya no son “automáticamente” capitalizados por la otra.

Como había anunciado la propia Bullrich tras obligar a cambiar la sede para esperar los resultados -del histórico salón de Costa Salguero a Parque Norte-, el que ganaba la interna ponía las condiciones para los festejos y discursos en el búnker. En su caso, salió al escenario con su vice, Luis Petri y solo después convocó a la fórmula derrotada en la interna y al líder fundador del PRO. En su discurso condenó la corrupción y el despilfarro y reclamó austeridad (señal para Larreta, del que se dijo en los días anteriores que había desplegado “la campaña electoral a nivel nacional probablemente más costosa de la historia”. También felicitó a Javier Milei por su elección y despertó la ovación de su público cuando dijo: “Igual que nosotros, no quiere que el Estado sea una cueva de La Cámpora”. Los presentes respondieron encendidos con el cantito: “¡Hay que saltar, hay que saltar, el kirchnerismo no existe más!”, que recordó brevemente el triunfalismo imperante en el búnker de 2017, cuando Macri ganó las elecciones de medio término.

También para Macri, el otro gran portavoz de las posturas duras dentro de la coalición, hubo una ovación. La ahora candidata le agradeció su fuerza y lo llamó “nuestro presidente”–“siempre lo vamos a llamar así”, adelantó-. El principal líder del PRO había dado múltiples muestras de su preferencia por Bullrich y de su fastidio con Larreta, pero había evitado definirse abiertamente por uno de los candidatos. Tanto para no arriesgar más de la cuenta si sus cálculos fallaban como para erigirse en un referente “por encima de los conflictos” de los miembros de su fuerza, capaz de garantizar la cohesión que haría falta entre las partes después de las primarias, consideró que era la opción más estratégica. En ese sentido, su figura sale fortalecida de estas elecciones, porque se impuso su mirada al interior del partido. Pero también es cierto que, en lugar de ordenar su fuerza, como hizo CFK en 2019, generó las condiciones que pueden dinamitarla. El poder de Horacio Rodríguez Larreta, por su parte, quedó eclipsado.

Por una cabeza

Otra interna central para Juntos por el Cambio estaba en juego, esta vez en relación al equilibrio de fuerzas entre sus miembros. En CABA, el PRO puso su bastión en la competencia, en una arriesgada estrategia de Larreta que buena parte de su partido le facturó. 

En la pelea hacia la presidencia, que alguna vez creyó al alcance de sus manos, Rodríguez Larreta desafió el poder de Macri y su construcción partidaria. La introducción de la boleta electrónica en CABA con elecciones simultáneas y concurrentes, y la generación de condiciones favorables al radicalismo fue imperdonable para el expresidente, que había impuesto como candidato a su primo y otrora armador del PRO en distintos distritos del Conurbano. La sola posibilidad de entregarle el bastión electoral del PRO a la UCR amenazaba la supervivencia del partido, que cuenta con los recursos de la ciudad más rica del país como base principal de sustentación, de reclutamiento de cuadros y militantes, de caja de resonancia y refugio de su fuerza ante posibles derrotas en otros distritos y niveles de gobierno. Desde esa óptica, arriesgarse a perder la CABA -a manos de quienes la habían perdido antes y anhelaban hace años recuperarla- en pos de un proyecto de poder personal era cruzar un límite. 

Bullrich ungió con su triunfo al intendente de Lanús y dejó al actual jefe de gobierno y sus colaboradores más cercanos sin un potencial espacio refugio dentro del partido.

Finalmente, la elección porteña fue muy ajustada: Jorge Macri le ganó por un punto y medio a Martín Lousteau (28,7% contra 27,2%) y las tensiones en el bunker que tuvo al ex intendente de Vicente López como anfitrión fueron palpables. De 15 comunas, Macri se impuso en las 5 del norte, Lousteau en las 8 del centro y Leandro Santoro fue el candidato más votado en las dos del sur. Desde el escenario, Lousteau le habló al electorado progresista: “Además de una ciudad bella necesitamos que sea una ciudad cada vez más justa”. Nadie aplaudió en el bunker. Jorge Macri, en cambio, fue vitoreado al nacionalizar su discurso y emplazar al orden y la seguridad en primer plano. El PRO retiene, de este modo, su bastión electoral y respira aliviado. La UCR pierde una vez más la oportunidad de recobrarlo, como ocurrió en 2015 cuando el propio Lousteau quedó a 3 puntos de Larreta en el ballotage.

Gana Grindetti, Larreta se queda sin nada

Para Horacio Rodríguez Larreta la jugada fallida en CABA se suma a otro fracaso del otro lado de la General Paz: su candidato a gobernador, Diego Santilli, perdió por menos de veinte mil votos contra Néstor Grindetti la gobernación de Buenos Aires. “El Colo” era más popular en todas las encuestas y había ganado las elecciones de medio término en 2021, pero la confianza en que la categoría de gobernador “arrastrara” a la de presidente estuvo lejos de confirmarse. En cambio, Bullrich ungió con su triunfo al intendente de Lanús y dejó al actual jefe de gobierno y sus colaboradores más cercanos sin un potencial espacio refugio dentro del partido. Al menos por ahora. 

Dificultades en los distritos propios

Gran parte de la potencia electoral del fenómeno Milei se cifró fuera del AMBA. Esta vez, la opción anti-sistema crece desde la periferia hacia el centro. En la Ciudad de Buenos Aires, el economista repitió casi calcado el resultado de 2021: 17% de los votos entonces, 17,8% ahora. En la provincia de Buenos Aires, La Libertad Avanza quedó como tercera fuerza detrás de UP y JxC, cosechando uno de cada cuatro votos bonaerenses. En cambio, la extrema derecha arrasó en otras provincias, algunas de ellas históricamente muy relevantes para Juntos por el Cambio (y otras tantas para el peronismo, pero no es el tema de esta nota).

En la preciada Córdoba, JxC quedó en tercer lugar, detrás de Milei y Schiaretti, con el 25% de los votos. La provincia mediterránea fue fundamental en la historia cambiemita: contribuyó de forma determinante al triunfo de Macri en 2015, con el 71% de los votos en el ballotage, y fue el escenario en el que el expresidente cerró sus marchas del “Sí se puede” en 2019, cuando creció 9 puntos entre las PASO y las generales. En esas elecciones Macri perdió en primera vuelta, pero en Córdoba ganó con el 61%, duplicando los votos de Alberto Fernández.

También en provincias que gobierna JxC la performance fue decepcionante. En Mendoza, conducida por el radical Rodolfo Suárez y donde Alfredo Cornejo apunta a imponerse como gobernador en octubre, La Libertad Avanza cosechó el 44,8% de los votos frente al 28,2% de JxC. Vale la pena recordar que también el candidato a vice de Patricia Bullrich, Luis Petri, pertenece a esta provincia cuyana. La diferencia fue casi idéntica en Jujuy, donde gobierna el hasta ayer candidato a vicepresidente de Rodríguez Larreta, Gerardo Morales: JxC sacó 23,8 puntos frente a los 39,8 de La Libertad Avanza. También quedó en tercer lugar en San Juan, donde hace poco más de un mes el candidato a gobernador de Juntos, Marcelo Orrego, dio el batacazo frente al hermano de Sergio Uñac. Y se ubicó en segundo lugar detrás de Milei en Santa Fe, donde los tres pre-candidatos a gobernador de JxC habían reunido hace menos de un mes más del 65% de los votos. En suma, Juntos por el Cambio pierde votos en toda la zona centro del país, donde supo hacerse fuerte. Y en el futuro inmediato tiene grandes retos para posicionarse.

Octubre

Hasta hace unos días se hubiera pensado que el gran desafío de Bullrich era cómo retener los votos del centro sin perder los más definidos hacia la derecha. En ese marco, el éxito se jugaba en el calibre ideológico del discurso de la candidata. Pero ahora el escenario cambió y la competencia está redefinida. JxC necesita algo previo: ser la principal depositaria de los votos opositores. Para ello, aun con su historia a cuestas, necesitaría poder encarnar frente a los electores el cambio, lo anti, la bronca. Mostrar vitalidad en lugar de ceñirse a una posición conservadora. Quizá su desafío actual sea cómo ser también una oposición que tenga algo de anti-sistema, que pueda atraer no solo anti-peronismo ideológico sino también descontento social. Si no lo logra, corre el riesgo de quedarse afuera del ballotage. 

Empieza una campaña diferente de cara a las generales, ¿cuánto va a cambiar la estrategia? A juzgar por los discursos del domingo, por ahora ni los propios participantes lo saben. ¿A quién hablarle? ¿En qué coordenadas? ¿Cómo descontar los votos que Milei parece haberse llevado de modo subterráneo, cuando nadie lo esperaba, en un fenómeno potente que a los cambiemitas -y a gran parte de la sociedad- les explotó en la cara?