El público se amontona. Algunos se suben a los asientos.
—¡Viene de allá, de allá! —advierte un joven a sus amigos, que levantan bien alto los celulares para registrar la escena.
Desde el fondo del salón el protagonista del evento hace su ingreso triunfal entre gritos, aplausos e intentos por abrazarlo y tomarse una foto. “No me importa el kirchnerista, el macrista y radical, queda claro en Argentina: comunismo o libertad”, cantan los jóvenes del fondo y rápidamente los sigue todo el auditorio. Aunque al llegar al escenario corra y salte al ritmo de “Yo soy el león”, de La Renga, y luego diga que se siente Mick Jagger, no es una estrella de rock. Es el economista Javier Milei, el ídolo de los centennials antiprogres, a quien la conductora presenta como “nuestro futuro presidente”. Luego del ingreso estelar, la gente comienza a sentarse.
—¡Bajate, comunista! —grita un hombre del fondo a uno que sigue de pie y le dificulta la visión.
Horas antes, en la tarde del sábado 14 de mayo, en ese momento del día en que el sol ya no quemaba, cientos de personas se concentraban en uno de los espacios outdoor de La Rural. La fila crecía a ritmo constante, se volvía curvilínea, y lograba captar la atención de algunos visitantes de la Feria del Libro que caminaban entre pabellón y pabellón.
—¿Para qué es la cola? —pregunta una señora, que apenas disimula su azoro cuando se entera que esa multitud espera la presentación de El camino del libertario (Planeta, 2022), el último libro de Milei y el primero publicado en una editorial transnacional.
La cita es en la sala José Hernández, la más grande del predio, con capacidad para 1000 personas. En la fila, los estudiantes veinteañeros Milena, Santino, Federico, Nicolás y Mateo se entretienen hablando de lecturas, libros y de política coyuntural. Tan entusiasmados están con el auge de Milei, que proyectan su futuro gabinete para 2023. Los primeros cuatro cursan Economía en la UBA, Mateo comenzará Letras el año que viene en la sede de Puán. En el brainstorming de nombres surge la opción de Domingo Cavallo para el ministerio de Economía, aunque reconocen que ya está “viejo” y que su designación puede generar “mucho quilombo”.
Hacen cuentas. Especulan con el voto de las “mabeles” y las “pelo de cocker”, dos categorías comunes en el lenguaje de las redes sociales que invocan el estereotipo de señora macrista. Ahí aparecen los nombres de Manuel Adorni –consultor y periodista muy activo en redes– y Carlos Rodríguez –ex viceministro de Economía durante el segundo mandato de Menem–, dos figuras que avizoran como posibles titulares de la cartera que hoy dirige “el pelotudo de Guzmán”. A “Vicky” Villarruel, la diputada nacional a quien el auditorio aplaudió con ahínco cuando entró a la sala, los jóvenes la visualizan en el ministerio de Justicia o en el de Defensa, si bien Milena bromea sobre la inutilidad de las Fuerzas Armadas.
Los grandes tópicos articuladores de las derechas vernáculas, como fueron los 70’ y la “lucha antisubversiva”, hoy parecen funcionar como un consumo cultural para las nuevas generaciones; un consumo que atrae, despierta la atención de algunos, pero que no es ni el único ni el más importante.
—Mientras sea un gobierno liberal en la economía, el resto no me importa tanto —comenta Federico en la ronda con sus amigos.
Varios de ellos estuvieron tres días antes en la presentación de La batalla cultural. Reflexiones críticas para una nueva derecha, libro del politólogo cordobés Agustín Laje, y se incomodaron cuando Nicolás Márquez denunció los derechos humanos vulnerados de los militares juzgados.
—Es medio boludo decir que en una dictadura no hay desaparecidos inocentes —arremete Federico contra Márquez, quejándose también de su insistencia en el “lobby gay”.
—Sí, derrapa un montón —agrega Milena—. Siento que atrasa, no me gusta, no va.
La hipótesis extendida acerca del éxito de esta nueva derecha como opción “antipolítica” que atrae a los “desencantados” de a poco va perdiendo encarnadura. En su mayoría son veinteañeros con tan poco recorrido político y biográfico, que cuesta creer en la desilusión ante un “sistema” que prácticamente no conocen. Por el contrario, en las rondas de discusión que se arman para vencer el frío otoñal que arrecia cuando cae la noche en la Feria, los jóvenes parecen encantarse con la política a medida que evocan las performáticas intervenciones e ideas de sus ídolos.
En la ronda de Milena, Santino, Federico, Nicolás y Mateo un tema sucede al otro con la fluidez de las viejas conversaciones de salón: todos se reivindican liberales, están hiperinformados, socializan consumos culturales, discuten y hasta critican a varias de las personalidades notables de la derechas latinoamericanas, como al “aburrido” y “poco carismático” Juan Antonio Kast, principal exponente de la derecha en Chile. Lejos de la antipolítica, Nicolás comenta que está contento porque pudo hablar con “el armador de Milei”, Carlos Kikuchi, y consiguió su teléfono para reunirse en la semana. Está invirtiendo sus energías en formar una agrupación de La libertad Avanza en la UBA, no solamente en la sede de la Avenida Córdoba sino también en las facultades de Sociales y Derecho. Sus amigos lo felicitan por “mandarse” y animarse a hablar con él.
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Esa misma semana, el miércoles 11 de mayo, Milei había acompañado a Agustín Laje en su también masiva presentación en la sala José Hernández. Lo hizo junto al abogado ultraconservador Nicolás Márquez, o como lo describen los jóvenes de la fila, el “señor que formó a Agustín”. Milei se mostró y fue invocado por sus compañeros de presentación como la estrella política del momento. Como la última esperanza blanca (literalmente) de un país sumido en la decadencia de las ideas socialistas que habrían caracterizado las últimas décadas de gobiernos peronistas y no peronistas, con excepción de Menem, a quien considera el “mejor presidente de la historia”.
Los grandes tópicos articuladores de las derechas vernáculas, como fueron los 70’ y la “lucha antisubversiva”, hoy parecen funcionar como un consumo cultural para las nuevas generaciones; un consumo que atrae, despierta la atención de algunos, pero que no es ni el único ni el más importante.
En marzo de 2019 Laje, Márquez y Milei disertaron en el Auditorio Belgrano. En el registro visual de aquella presentación la fila revelaba colores estridentes de otakus, metaleros, grupos de adolescentes católicos, jóvenes con merchandising de Donald Trump y con banderas de Gadsen: aquella insignia amarilla con una serpiente y el lema “Don’t tread on me”, utilizada originalmente por los independentistas estadounidenses y hoy convertida en emblema de los paleolibertarios.
Tres años después, con la masificación de este fenómeno y con una pandemia en el medio, ya no resulta tan sencillo segmentar en “tribus urbanas”. En su mayoría asisten jóvenes varones pero también adolescentes mujeres en grupo de amigas o acompañadas por sus madres, señores de cuarenta y cincuenta años, y hasta familias enteras con hijos. Si bien algunos visten remeras y buzos con la insignia “Milei 2023”, y otros pocos se cubren las espaldas con la bandera de Gadsen y del Partido Libertario, en términos estéticos nada vuelve demasiado distintiva a esta fila de otras que se están formando en los pabellones contiguos de la Feria.
Tampoco la imagen que el analista político Alejandro Catterberg proyecta sobre el votante promedio de Milei como un “repartidor de Rappi” sobrevive a las primeras interacciones con el público. Porteños de clases medias, estudiantes de universidades públicas y privadas, jóvenes precarizados del segundo cordón, estudiantes y trabajadores de provincias del interior y hasta adultos mayores y padres junto a sus hijos están ahí viendo a su referente, aquel que ven como economista y político honesto, el único capaz de decir las cosas que piensan y no sabían cómo decir, aquél que, desde su “batalla cultural” viene a enfrentar a la “casta política”, ese concepto que popularizó y hoy forma parte del sentido común explicativo de casi todos los males.
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La aparición de los libros de Javier Milei y de Agustín Laje, publicados por editoriales que garantizan su circulación nacional y regional, refleja el auge de estos referentes políticos e intelectuales, cuya llegada trasciende los límites de la Argentina. La categoría de intelectual puede erizar la piel a más de un lector, pero no es utilizada aquí desde una perspectiva normativa (qué debe ser para nosotros un intelectual) sino a partir de su función de formadores de discursos públicos, opiniones, o productores privilegiados de “visiones del mundo”, al decir del sociólogo Lucas Rubinich. Visiones que nos pueden gustar más o menos, pero que existen y tienen efectos en sus articulaciones y materializaciones. Más allá de quienes los firman, es en la instancia de circulación cuando podemos comprender mejor el devenir de las ideas que contienen, enmarcadas en un contexto nacional e internacional que habilita el espacio para las derechas políticas y culturales, más allá de los personajes estrambóticos del momento.
En estos eventos, los libros y sus presentaciones tienen un efecto cohesionador al reunir en un mismo espacio a miles de jóvenes -y no tan jóvenes-, dirigentes históricos -y no tan históricos- de las derechas, representantes intelectuales de las viejas ideas del liberalismo, el conservadurismo y el nacionalismo; todos dispuestos a intercambiar, escuchar y conversar sobre este momento en el que el péndulo parece moverse hacia su favor. Paradójicamente, la objeción moral a la “casta política” debe convivir aquí con la simultánea existencia de aquello mismo que se denuncia.
Con las dos primeras filas reservadas para las celebrities de las derechas, los organizadores procuran mantener a su propia casta diferenciada de la plebe. Juan José Gómez Centurión se pasea entre los invitados conocidos y se presta para la foto con el músico y youtuber Emanuel Danann. El presidente del Centro de Estudios Cruz del Sur y anfitrión del evento, Segundo Carafí, apenas se detiene a conversar unos instantes con su abuelo Alberto Solanet (presidente de la Asociación de Abogados Justicia y Concordia) y con Gerardo Hardy. A unos metros, el economista Agustín Monteverde intercambia saludos con el pequeño grupo que se formó entre el ex montonero Luis Labraña (ex montonero que se autoproclama “autor” de la cifra de los 30.000), Silvia Ibarzábal (hija de un oficial asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo), Cecilia Pando (referente icónica en la defensa de los militares juzgados) y su esposo Rafel Mercado (mayor retirado del Ejército en 2005 por su apoyo público al obispo Antonio Baseotto).
Si años atrás, la emblemática activista que fue tapa en la revista Barcelona se llevaba todos los flashes, ahora su figura pasa inadvertida para la mayoría de los jóvenes que la desconocen cuando invocamos su nombre en las charlas. Hoy los protagonistas son otros y quienes consumen lo que estos dicen, hacen y proponen también. ¿Cómo circulan las ideas de Milei y Laje y sus figuras? ¿Qué les atrae a sus seguidores? ¿Qué nos aporta el mundo editorial y las presentaciones de libros para entender el crecimiento de las “nuevas derechas”?
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Centrándose en la literatura juvenil, un segmento que crece de manera exponencial año tras año y que la pandemia apuntaló aún más, las sociólogas Paula Cuestas y Victoria Sáez discuten contra el axioma “los jóvenes no leen” y plantean cómo las juventudes leen con avidez, escriben, critican, discuten y difunden literatura en las redes sociales. Del más del millón de personas que asistieron a la última edición de la Feria, los jóvenes fueron protagonistas: “Libropalooza”, “una edición marcada por el boom de los jóvenes y adolescentes”, “una fiesta que convoca y se mueve al ritmo de los más jóvenes”, titulan los portales ante la cobertura de la Feria. Está claro que no conforman un segmento homogéneo. Esta edición del mayor evento literario del país demostró que entre los jóvenes no todos se interesan por la literatura de ficción: cada vez son más los que consumen libros sobre política, economía y se reivindican de derecha. “Con lo linda que es esa palabra”, dirá Laje, en su tarea incansable por eliminar el sentido peyorativo que en nuestro país históricamente ha tenido la palabra “derecha”. En su libro se encarga de hacer lo inverso con la palabra “izquierda”: “La derecha es rectitud y corrección. El right way es el camino correcto (...). Lo contrario a la izquierda, que es carencia (left), que es lo que está “curvado” (...). Hacer algo mal es hacerlo ‘por izquierda’, y hacerlo bien es ‘por derecha’”.
Jóvenes varones y mujeres compraron masivamente los libros presentados por Laje y Milei y los mostraban orgullosos en la previa de los eventos y de la firma de sus autores. El de Laje fue, según el editor de Hojas del Sur, el título más vendido de la Feria, con más de 5 mil ejemplares. El de Milei, su onceavo título, también fue un éxito editorial: se ubicó entre los 10 más vendidos del grupo Planeta en la Feria.
Los libros y sus presentaciones tienen un efecto cohesionador al reunir en un mismo espacio a miles de jóvenes, dirigentes históricos de las derechas, representantes intelectuales de las viejas ideas del liberalismo, el conservadurismo y el nacionalismo; la objeción moral a la “casta política” debe convivir aquí con la simultánea existencia de aquello mismo que se denuncia.
Como sucedió entre 2008 y 2015 con los libros “anti K” (como El dueño, de Luis Majul y ¡Pobre Patria Mía!, de Marcos Aguinis) y los títulos revisionistas sobre los años setenta que se masificaron (como Nadie fue, del “Tata” Yofre y Operación Traviata, de Ceferino Reato), el mercado editorial aparece como barómetro de movimientos que responden a un trasfondo cultural y social que antecede a la expresión político-partidaria, y que logra traslucirse en los testimonios de los jóvenes lectores. Ellos conocen a sus referentes a través de las redes y luego llegan a los libros, que sus mismos autores se encargan de poner al frente de todas sus intervenciones, valorando ese artefacto cultural.
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Esteban trabaja como recibidor de granos en San Lorenzo, Santa Fe. Se enteró por Instagram que Milei, Laje y Márquez iban a presentar La Batalla cultural en la Feria. Hizo cuentas y organizó el viaje a Buenos Aires. Es la primera vez que asiste.
—Yo no era de leer. Terminé el secundario y no leía —comenta.
A los 32 años descubrió los libros de política gracias a las redes sociales. A partir de entonces, empezó a sumar lectura de libros de política, economía y filosofía.
—Todo lo que es cultura.
Se armó una biblioteca. Todavía no tiene un mueble preparado para tal fin, pero con la cantidad de libros que compró en esta edición de la Feria, dice que va a tener que armar una. Además de El libro negro de la nueva izquierda (2016), un título iniciático para los seguidores de los referentes intelectuales de la derecha, Esteban también menciona Los secretos de La Tablada, del historiador católico y militarista Sebastián Miranda, el clásico de la Escuela Austríaca de Economía El camino de la servidumbre de Fredrich Hayek, la biografía de Perón (El fetiche de las masas) escrita por Nicolás Márquez y La fatal ignorancia, de Axel Kaiser, par chileno de Márquez, Laje y Milei. Toda una biblioteca del buen paleolibertario, que complementa con títulos de Márquez sobre los años setenta y el de la activista y actual diputada nacional Victoria Villarruel y referente del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas, de quien dice que aprendió que “toda la historia” que le habían dictado en el colegio “estaba mal enseñada”. En este viaje a Buenos Aires sumó Nación, Estado y economía, de Ludwig von Mises; la biografía del Che Guevara (La máquina de matar) de Márquez; 12 noches, de Ceferino Reato, y -por supuesto- La batalla cultural, de Laje.
Martín, de 40 años, viene por primera vez a ver en vivo a su ídolo Milei. Oriundo de Florencio Varela, estudió contabilidad en la Universidad de La Plata, completó su formación con un posgrado en finanzas en la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA) y ahora quiere profesionalizarse en el mercado de las criptomonedas. Del economista libertario leyó Libertad, libertad, libertad (2019), escrito en coautoría con Diego Giacomini, y Pandenomics (2020). Ambos libros le gustaron aunque también admite haber padecido su lenguaje técnico.
—Por suerte —acota—, el último es más llevadero.
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La participación de referentes, agrupaciones y seguidores de derecha en la Feria no comienza en esta edición. En mayo de 2018, Laje y Márquez se habían presentado por primera vez en la Feria bajo el título “La revolución silenciosa. Diálogo sobre la ideología de género y la revolución cultural”. Luego de dos años de pandemia, período en que las ideas y referentes derechistas no hicieron más que consolidarse y crecer en la región, los principales exponentes de la derecha volvieron a reunirse en el predio de La Rural, esta vez sin escándalos ni contratiempos. La autodenominada “rebelión” de las derechas, aunque desde su discursividad parta de una narrativa derrotista frente a la “hegemonía del marxismo cultural”, parece haber dejado de ser silenciosa, para ocupar un lugar hiper central en la Feria no solo en términos comerciales -con récord de ventas-, sino también como espacio privilegiado para proponer un armado político, como en su momento lo fue la presentación de Sinceramente para el Frente de Todos y como lo fueron en esta edición las presentaciones de referentes políticos y periodistas afines a la coalición Juntos por el Cambio, como Fernando Iglesias y Jorge Fernández Díaz.
En su llamado a la organización de una “nueva derecha”, Agustín Laje pidió una confluencia entre patriotas, libertarios y conservadores. Este llamado, expresado en el nuevo fusionismo del que dan cuenta las investigaciones de Pablo Stefanoni, Martín Vicente y Sergio Morresi, se refleja también en los seguidores de Milei, Laje y Márquez, que se hacen eco de su pragmatismo principista. Milena, Santino, Federico, Nicolás y Mateo se reivindican como liberales pero no se ponen el “liberalómetro” para proyectar alianzas. Imaginan un presidente liberal ante todo. Lo demás es conversable. Del kirchnerismo ni se habla. Son más enfáticos para remarcar su límite con Juntos por el Cambio: no les gusta, no confían en ellos, son “la casta” en su máxima expresión. Especialmente el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a quien varios asistentes definen como “el enemigo”, por tibio y amante de los impuestos.
Si la articulación y el pragmatismo son condiciones sine qua non para las contiendas electorales que se avecinan, “la batalla cultural” es el ring en el que se concibe en el largo plazo.
—Chicos, sean mejores que nuestros adversarios —exclama Agustín Laje y desata los aplausos enfáticos del público.
Como las viejas corrientes socialistas y anarquistas que le demandaban al obrero una formación intelectual para una futura revolución de clase, el politólogo cordobés le exige a sus seguidores que lean:
—¡Entrénense para la batalla cultural porque va a ser muy larga, muy dura, y no tiene límite de tiempo.
Aunque la mayoría de los jóvenes que lo sigue llegó a él a través de las redes sociales, ahora les advierte que no se van a formar “viendo un tik tok, un tuit de 140 caracteres, ni siquiera un vídeo de Youtube”. Con una héxis pedagógica, profesoral, secundado por un power point que proyecta las fotos de Gramsci, Marcuse y Foucault, insiste en remarcar que la diferencia entre una persona formada de alguien que no lo está es la lectura.
—En ese punto lo aplaudí —dirá después, entre risas, el editor de un sello progresista que se cruzó de punta a punta la Feria para ver con sus propios ojos el furor de esta nueva derecha.
En buena medida, las performances y libros de estos exponentes ofrecen pistas para pensar el tipo de vínculo que quieren tejer con sus seguidores. Laje se presenta en la Feria como el intelectual a la vieja usanza que teoriza sobre la nueva derecha en la región, y desde ese lugar apunta a construir su público lector (que se interesa, pero también parece por momentos perder el hilo en sus disquisiciones). Milei, como quien irrumpe en la escena política para hacer viable esa propuesta, enhebra un lazo menos solemne y más eufórico con su séquito; un lazo donde la masculinidad se reafirma a través de dos ingredientes típicamente asociados a lo varonil, como el rock y la economía.
Si la articulación y el pragmatismo son condiciones sine qua non para las contiendas electorales que se avecinan, “la batalla cultural” es el ring en el que se concibe en el largo plazo.
Santino cuenta que en la sede de Económicas de la UBA la mayoría de sus compañeros son “pro-Milei”. Hace poco fue a bailar y gritó en broma, al unísono, ¡Viva Perón!. La respuesta contundente y mayoritaria de los que estaban a su alrededor fue “¡Viva Milei!”. Cuenta que en el frenesí de reconocerse pares una chica lo abrazó.
—Es un influencer. Estamos todos con él —opina Nicolás cuando Santino termina de contar su anécdota.
—Cuando yo era pibe el hit era leer a Eduardo Galeano, el de Las venas abiertas de América Latina —les cuenta Martín a los más jóvenes de la ronda, con la sabiduría que le provee la experiencia.
Es en ese punto cuando los comentarios comienzan a develar algo que veníamos intuyendo: para inteligir fenómenos políticos, las lógicas de la política no bastan. ¿Cómo acceder, ordenar y traducir las motivaciones que llevan a un pibe, a una señora o a una familia entera a hacer una fila durante horas para ver en vivo a sus nuevos ídolos de la alt right? Además de las dimensión política, ¿se puede pensar la adherencia que Milei genera en el sector joven como una moda cultural? ¿Estos eventos son para los jóvenes de hoy lo que antes era el Abasto para los floggers de los 2000? ¿Cómo interviene ese espíritu de época en el crecimiento electoral de Milei? De las recorridas de estos días al menos algo quedará en limpio: uno de los ámbitos en donde se escenifican la batalla cultural y batalla política son las presentaciones de libros y el mercado editorial. Allí los nuevos referentes de la alt right construyen comunidades de lectores y se revelan como personalidades que atrapan y se amoldan con un contexto más amplio que desde hace años habilita ideas y políticas de derechas, anti igualitarias, jerarquizadoras y excluyentes. ¿Estamos ante un resurgir pasajero o la nueva derecha llegó para quedarse?