Lo que en Sartre se disocia, se conjuga en Didi Huberman: ver e imaginar, vivir e imaginar. Si Sarte sostiene, en Lo imaginario, que para poder imaginar algo es preciso no estar viéndolo, Didi Huberman plantea por su parte, en Imágenes pese a todo, que también lo que se vio, también lo que se vivió, puede ser imaginado y debe ser imaginado. Imaginar deja de ser entonces una simple alternativa para suponer lo que no se sabe; para saber, y para entender, es preciso además imaginar. Y ante una imagen, de hecho, o al menos ante ciertas imágenes, se activan los dos factores: la percepción y la imaginación, la figura que vemos y lo que nos figuramos con ella.
¿Qué ocurre cuando, bajo el género específico del retrato, ya se trate de dibujos, pinturas, daguerrotipos o fotografías, la figura que se da a ver es la de un personaje histórico relevante, un héroe nacional, un prócer como Bolívar o San Martín, como Artigas o Manuel Belgrano, o la de una personalidad destacada, un héroe nacional, un futbolista como Maradona o como Lionel Messi? Laura Malosetti Costa se ha ocupado de este asunto, con constancia y experticia: de lo que, a lo largo de la historia, los retratos de esa índole expresaron, qué pudieron o no pudieron tomar de las personas reales, qué verdades plasmaron o fundaron, qué imaginarios retomaron (del pasado) y qué imaginarios alentaron (a futuro).
En Retratos públicos, Malosetti Costa se ocupó de “la construcción de imágenes heroicas en América Latina desde el siglo XIX”, en un recorrido que va de Miranda al Che Guevara, de Juana Azurduy a Evita. En parte, esa producción de imágenes se sostuvo en políticas de Estado (Malosetti habla de “retratos de Estado”), y por ahí pasó su firmeza y su eficacia; pero en parte pasó también por “una cierta fuerza de inercia, un poder de intervención desde abajo (…) que reside en las imágenes mismas y en su capacidad de persistir en la memoria de los espectadores a través del tiempo”.
Íconos argentinos es al mismo tiempo un desprendimiento y una prolongación de Retratos públicos. Malosetti Costa retoma el análisis de las imágenes de Eva Perón y el Che Guevara, y agrega ahora el de las imágenes de Maradona y Lionel Messi. Diversas tradiciones iconográficas aparecen en distintos momentos: la tradición del héroe clásico singular, la tradición de la religión cristiana bizantina, la tradición de los héroes militares decimonónicos. Santidades y heroísmos se suscitan desde esas claves. Aunque hay cambios decisivos: no siempre se trata de la misma Evita, por ejemplo; y en cuanto a las hazañas heroicas, ya no provienen mayormente de la guerra, sino del mundo de las competencias deportivas.
La potencia de las imágenes políticas (las de Evita, las del Che) las mide Malosetti Costa en que “logran evocar afectivamente en un solo golpe de vista la supervivencia de las ideas y los universos ideales que encarnaron”. Hay rasgos de la figuración de estos retratos que habilitan el rastreo de ciertas líneas de continuidad sorprendentes: por caso, cómo la mirada hacia arriba consta en Napoleón Bonaparte, luego consta en San Martín, está también en el Che Guevara, está también en Maradona. El cotejo entre Maradona y Messi aflora inexorable: la evocación del héroe griego en cierta imagen de Maradona, por un lado, y por el otro, la constatación de que Messi ya no es un héroe trágico (y además es afable, es familiar, no es machirulo).
Hay una foto recurrente de Maradona en la que Malosetti Costa se detiene: esa de los ojos hacia arriba. En Messi lo que va hacia arriba es el gesto, un gesto que remite al de la invocación de los dioses en el mundo antiguo y al primer gesto de oración paleocristiana. Son dos formas de elevación diferentes. La de Maradona va hacia un objeto en contacto: la pelota en su cabeza. La de Messi es de otro orden: va hacia su abuelita en el cielo.