Entrevista: Patricio Pellegrini
El denunciante, varón trans de 23 años, tuitea que pasaba por el Coto de Lanús. Como se sentía mal, se mandó al baño. Estaba con un amigo. Tenía náuseas. Se abalanzó al inodoro. Su amigo le sostenía el pelo largo para que no se enchastrara. Entonces:
—En la pared había un RE GLORY HOLE, me cambie al continuo para vomitar del asco y al toque uno entro al de al lado a METER LA JAPI AHÍ.
El denunciado, el de la japi, de 19, no dice nada. Corre con la misma velocidad con la que se sube los pantalones. Un empleado de limpieza lo intercepta. El chico logra llamar a los papás (“¡Ayuda!”). Los padres llegan volando. Como en Un dios salvaje, la ficción de Yazmina Reza en la que dos parejas se enfrentan -también se alían- para dilucidar el huevo de la violencia de la que se acusan mutuamente sus hijos.
—Le terminé metiendo una patada para que la sacara, y llamé al de seguridad. 19 tenía el grandote pelotudo y resulta que confesó. No solo lo hacía en el Coto si no también en pizzerias, restaurantes y cualquier lugar.
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Deseo: movimiento afectivo hacia algo que se apetece.
Glory hole: “agujero a la gloria” en la pared a través del cual observar o meter el pene para sumarse a personas que están teniendo sexo. Se asocia con lo gay, pero no es un juego exclusivo de la comunidad. La coreografía voyeur, exhibicionista, explícita, hot, misteriosa, esta genitalidad llevada al extremo surgió como escape a la persecución de la orientación sexual. Las paredes gimen aullidos a veces obligados a ser clandestinos y anónimos.
Teteras: espacios públicos de intercambio erótico entre varones.
Cruising: coger en espacios públicos (sea la playa de arena o de estacionamiento).
Consentimiento: derecho a decidir sobre la propia vida sexual y afectiva, es voluntario y soberano.
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El caso del glory hole en el baño del Coto de Lanús tiene, al menos, dos lecturas: “Por un lado, hay un varón de 19 años que es tratado como delincuente sexual. Por el otro, el denunciante, que es trans, que lo vivió como una forma de violencia”, explica la abogada Luli Sánchez.
Glory hole es trending topic en Argentina en la misma semana que Milei va a tomar champagne con Elon Musk y mientras las universidades públicas denuncian la asfixia presupuestaria. ¿Por qué la noticia tiene tanto impacto social (como diríamos en periodismo narrativo, deja de ser anécdota para convertirse en símbolo)? Porque eyacula y vomita tensiones, morbos y preguntas.
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Sexualidad: un gerundio, un constante estar siendo.
Linchamiento: ejecución tumultuaria y sin proceso de un sospechoso, precedida de un arresto ciudadano.
Malentendido: ese lugar incómodo.
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CÓMO PUEDE SER:
¡¿UN PIBE TRANS HOMOFÓBICO?!
El agujero del Coto de Lanús se volvió tan viral que el denunciante se imagina que ya estará sellado. Lamenta no haberle sacado una foto con el celular: es que le funcionaba mal, por eso tampoco pudo llamar a sus papás cuando pasó todo. Era viernes, una de la tarde. La pasó “como el orto”, le dice a Anfibia. Primero pensó en cómo había quedado en medio de esta situación de mierda. Después pensó en los nenes jugando en el patio de juegos pegado a los baños. “Si no era yo, pudo haber sido un nene, ¿entendés? Puede ser tu hijo, tu hermano”. Después llegó la encargada de Coto, que lo terminó de convencer de no hacer la denuncia. “Nosotros somos de una familia muy humilde, tipo, no tenemos abogados. Pensé: será como un gasto muy necesario?” Navegá sin filtros por Internet desde muy chico, sabe lo que es el glory hole. Dice que sabe de esas cosas, pero nada: es muy asexual.
―Sentí miedo, encima el lugar estaba todo sucio. Y lleno de mosquitos.
¿Su reacción es violenta o de autodefensa? ¿El denunciante es homoodiante? ¿Qué tiene que ver comparar esta reacción con la que supuestamente habría tenido una piba: rajar? “Reaccionó como un chongo. Si fuera una escena tradicional entre varones hétero podríamos decir que es una reacción violenta, de odio. Pero de fondo está el abuso de los cuerpos en los baños públicos, la violencia que las personas trans sufren en los baños y la violencia entre los varones entre sí. Acá no hubo consentimiento”, explica Luli Sánchez.
¿EL LUGAR IMPORTA?
DISCO SÍ, COTO NO.
El glory hole es una práctica que en lugar “correcto” se supone siempre consentida. Fuera de ese límite, frente al deseo desbordado, desmarcado, desplazado, ¿es violencia sexual?
“Seguramente el glory hole no se lleva a cabo 24/7 todos los días de la semana, de manera indiscriminada. Probablemente sea una actividad más organizada incluso en contextos de clandestinidad, de exclusión, donde hay una socialización marginal”, agrega Sánchez.
¿EL CHICO DE LA JAPI ES UN PREDADOR SEXUAL?
El joven que se metió en el baño pensando que iba a jugar al glory hole, que creyó -como explicó después- que en esa pareja que entraba furtiva había un juego homoerótico, resultó señalado, perseguido, escrachado, ¿victimizado? ¿Y en qué contexto? ¿Entre góndolas de un supermercado? “Se lo corrió como si fuera un pervertido. Se le preguntó si lo había hecho en otros lugares. ¿Esto qué tiene que ver? ¿En qué contexto se hicieron esas preguntas, hacerlo confesar? Parece un linchamiento”, dice Luli Sánchez. Como glory hole es una práctica más común entre la comunidad gay, además “fue tratado como se supone que hay que tratar a los delincuentes sexuales según el dibujo criminológico del puto closetero perverso, del homosexual reprimido que se venga violando en secreto a niños, en los baños, a ios que la criminología positivista del siglo pasado que justifica el pabellón de ofensores sexuales junto con el pabellón de homosexuales“. ¿Se habrá dado cuenta de que del otro lado de su juego había una persona trans? ¿Cuánta entidad puede tener una escena así para afectar la integridad sexual de una persona que no prestó su consentimiento?
¿POR QUÉ SIGUE SIENDO TRENDING TOPIC? Entre el 8 de abril y 9 de abril en Valentin Alsina, Lanús este y Lanús oeste se googleó casi 300 veces: buscador, “glory hole qué es”. En el resto del país, la curiosidad fue parecida. La tribuna digital viralizó de todo. Hay escenas televisivas de culto que elogian la práctica: “No somos lo mismo: ustedes descubrieron el glory hole mirando porno, yo lo descubrí mirando Okupas”. Mensajes a favor del pibe de 19 (aunque patologizantes y xenófobos): “Lo están tratando de VIOLIN al del gloryhole jajsjsjdjd no bueno ustedes tienen una deficiencia mental gravisima”, “Que un chico trans denuncie PENALMENTE a un pibe de 19 años por usar un Glory Hole me da más bronca que los Venecos viniendo a querer enseñar de política cuando te reciben en un país”. Progres antipunitivistas: “Si querés pateale la pija para que aprenda pero DENUNCIAR? ATREVIDO RECIEN LLEGADO TOMA ASIENTO”. Más lejos llegó TN, que tituló, en la sección Policiales: “Pánico en Lanús por un hombre que hace agujeros en los baños públicos para mostrarles el pene a otros varones”. Más allá del subidón de dopamina que generan ciertos textuales, el cotorrerío en redes sociales sobrevoló la problematización del consentimiento, el prejuicio de juegos sexuales que también comparten las personas héteros, la criminalización de las personas gays. “La reacción de la comunidad no sólo habla de una sociedad que no está dispuesta a discutir la violencia sexual entre varones -dice Luli Sánchez-. También habla de que a todos se nos frunce el orto porque sentimos que vienen por nosotros. Eso está en discusión, más allá de estos pibes en particular”.