El suicidio de Jorge Delhon


Fifagate: Un thriller de Lanús a Qatar

El suicidio de Jorge Delhon, uno de los funcionarios que dirigía el Fútbol para Todos, fue producto de una esquirla en una guerra mayor que había comenzado varios años antes y que salpicaba a dirigentes y políticos de todo el mundo. Gustavo Grabia y Alejandro Marinelli reconstruyen el mapa completo del futbol global y concluyen: el FIFA Gate no llegó para cambiar el orden de las cosas sino para mantenerlo.

Cortó la llamada y entró a un andén que estaba lleno de gente. Llevaba el ataché con sus papeles del estudio. Adentro tenía un cuaderno en el que había escrito una carta de despedida. Se subió al vagón para volver a casa pero no esperó a bajar donde siempre. Cuando se abrieron las puertas en la estación anterior salió del tren. Despacio pero sin detenerse caminó por Lanús cinco cuadras al costado de las vías. Las cámaras lo muestran con su traje gris oscuro y camisa blanca pasando por el hueco que dejaba una pared rota. Fueron unos pasos más sobre las piedras hasta pisar los durmientes. Pasó los rieles y se sentó un segundo. El ruido del tren se escuchaba cada vez más cerca hasta que se paró. Volvió a caminar hacia adelante. El conductor lo vio y llegó a hacer sonar la bocina. Antes del impacto el ataché se le cayó de la mano. Jorge Delhon era uno de los funcionarios que dirigía el Fútbol para Todos. Apenas unas horas antes, en el juicio que se les sigue a altos funcionarios de la FIFA en los tribunales de Estados Unidos, lo habían acusado de recibir sobornos. Su trágica muerte fue producto de una esquirla en una guerra mayor que había comenzado varios años antes.

El encuentro fue en Zurich a comienzos de diciembre de 2010. En una reunión televisada a todo el planeta, los 22 miembros del Comité Ejecutivo debían elegir las sedes para los mundiales de 2018 y 2022. Rusia aparecía como el gran candidato para la primera cita y Estados Unidos esperaba suceder cuatro años más tarde a su gran rival en la Guerra Fría. Las dos potencias estaban confiadas de llevarse para su país un negocio de varias decenas de miles de millones. Los estadounidenses llegaron con una delegación encabezada por el ex presidente Bill Clinton, el ganador del Oscar, Morgan Freeman, su delantero estrella Landon Donovan y hasta hicieron una conexión con Barack Obama hablando de las bondades de una candidatura propia. Los operadores de Clinton le aseguraban que ya tenían los 12 votos necesarios. Pero la sonrisa del ex mandatario se desdibujó al conocerse los resultados de la primera vuelta: apenas había conseguido tres votos y Qatar 11. Fueron tres vueltas más. Qatar le ganó 14 a 8 y Clinton debió hacer un esfuerzo enorme para que no se le notara el enojo y estrechar la mano del exultante jeque Mohammad bin Hamad al Thani. Sabía que alguien lo había traicionado e iba a averiguar quién era.

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En el tercer cuarto intermedio, el titular de la Confederación Sudamericana de Fútbol, el paraguayo Nicolás Leoz, estaba en el baño cuando entró Ricardo Teixeira, entonces presidente de la confederación brasileña. Detrás suyo apareció el presidente de la AFA, Julio Grondona. No lo dejaron hablar. Los dos le recriminaron que no hubiera votado a Qatar. Leoz dijo que había apoyado a Japón y a Corea para que no fueran eliminados primero pero que en la siguiente ronda votaría por Qatar. No hubo más charla. Los tres salieron tranquilos, como si nada hubiera sucedido de espaldas al lavamanos. Por supuesto que en la siguiente votación se produjo el triunfo del país millonario en gas. La escena la relató un ex dirigente sudamericano y fue confirmada la semana pasada por el ex CEO de Torneos y Competencias, Alejandro Burzaco, en los tribunales estadounidenses, donde ahora se investiga a altos funcionarios del fútbol latinoamericano.

Sólo unas horas después, el diario del establishment económico estadounidense, The Wall Street Journal, acusaba a Grondona de recibir 75 millones de dólares para votar por la monarquía asiática. Los días siguientes se publicaron versiones en las que se aseguraba que Don Julio también debía influir en otras confederaciones. La FIFA convocó al fiscal estadounidense Michael García para que investigara las sospechas. Su trabajo de dos años fue entregado en 2014, pero decidieron no publicarlo. En la filtración del texto que apareció en el diario alemán Bild se presentaron decenas de pruebas de pagos de sobornos millonarios, arrepentidos y tickets de un viaje de placer a Rio de Janeiro pagados por Qatar: entre los dirigentes invitados estaban Teixeira, Leoz y Grondona.

Unos días antes de la elección y de la escena del baño, la Selección Argentina jugó con Brasil en Doha. El pago del amistoso salió de bolsillos de los qataríes, que en esos días estaban en una carrera contrarreloj para promocionar su candidatura. En el informe del fiscal García también se mencionan compañías suizas y un inversor sirio. El apellido más repetido en la investigación de García es el de Grondona.

Dentro de las fronteras del fútbol, Grondona era imbatible. Número dos de la FIFA y encargado de las finanzas del enorme negocio global de la pelota, supo construir alianzas y hacer operaciones millonarias que incrementaron más aún las cuentas de la organización con sede en Suiza. “No se dio cuenta que jugar contra Estados Unidos era rivalizar contra un imperio. Estaba acostumbrado a sacudir a dirigentes de todos los continentes. Quizás ese fue su único error en los treinta años que estuvo en la vicepresidencia. Confió demasiado en su poder. Pero lo que sucedió después ya no estaba dentro de su rango sino en una liga mayor”, explica un asesor de la FIFA que acompañaba a Grondona en sus largas estadías suizas y que cuenta una anécdota que grafica cómo era el ex presidente de Independiente. “Había llegado a la sede en Zurich y estaban varios dirigentes africanos reunidos. Don Julio se acercó a la mesa de trabajo y comenzó a hablar en ese tono grueso y monocorde que tenía. Fueron cinco minutos en los que no se detuvo. Casi ninguno de ellos sabía castellano pero lo siguieron mirando, hasta que algunos se preguntaron entre sí si sabían de qué hablaba. Entonces le dije a Don Julio que ellos no lo entendían. El me miró y me respondió: 'Yo llegué hasta acá sin saber una palabra de inglés. Quedate tranquilo que ellos entienden todo'”.

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El estadounidense que más relación tenía con los dirigentes sudamericanos y sus negocios era el secretario general de la Concacaf -que nuclea a las selecciones de Norteamérica, Centroamérica y Caribe-, el excéntrico Chuck Blazer, un millonario sesentón y neoyorkino, con la barba y la panza de Papá Noel. Amigo de Teixeira, había comprado dos pisos en la Trump Tower, uno para él y otro para que vivieran sus gatos. Tenía jets privados y sólo compraba autos de ediciones limitada. Lo llamaban “Señor 10%” por el retorno que se quedaba de los ingresos de TV, sponsors y demases de su condeferación. Una tarde de noviembre 2011, el FBI golpeó a su puerta y desde entonces se convirtió en el delator de todos los negocios sucios de la FIFA. Fueron más de dos años de investigaciones silenciosas. En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 grabó a varios altos dirigentes del fútbol mundial, con un llavero que dejaba en la mesa. Así fue el comienzo.

Fundido a negro y una cámara que abre en mayo de 2015 en el lujoso hotel Baur au Lac en los Alpes, donde los dirigentes se reúnen para su encuentro anual. Es temprano y muchos de ellos están en las habitaciones. Una decena de autos de policía estacionan en la entrada que da a la coqueta calle Talstrasse. Los agentes suizos entraron en fila hasta la recepción. Esa mañana detuvieron al uruguayo Eugenio Figueredo y al brasileño José María Marín, dos peso pesados sudamericanos, a un venezolano, a un costarricense, un nicaragüense, a un dirigente de Islas Caimán y al británico Jeffrey Webb, presidente de la Concacaf y vice de la FIFA. Las órdenes de captura las había girado el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Casi un año antes había muerto Julio Grondona y los dirigentes argentinos, ocupados en la sucesión, aún no habían desembarcado fuerte en Suiza. Pero hubo un hombre que esa mañana vio desde uno de los bares laterales a la puerta del hotel la llegada de los vehículos policiales y se escapó de la escena: Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos y Competencias y hombre de confianza de Grondona. También es hermano de Eugenio, Secretario de Seguridad de la Nación del gobierno de Mauricio Macri.

Alejandro Burzaco era buscado con obsesión por la Interpol hasta que días más tarde se entregó en Bolzano, un pueblito de ensueño en el noreste italiano. Cerca de su entorno contaron que luego de su detención, estaba tranquilo en Italia preparando su estrategia judicial hasta que una tarde vio a tres hombres morochos, que contrastaban con los descendientes de alemanes que pueblan la zona. Días antes, por teléfono su hermano le había dicho que la Policía Bonaerense lo buscaba y la presencia de esos tres sospechosos le detonaron los nervios. En su entorno siempre creyeron que era sólo su propia paranoia. Fue así que Burzaco pidió acelerar su partida a Estados Unidos.

Burzaco era un tipo temido por sus rivales y sus socios. De la mano de Torneos había llegado al círculo íntimo de Grondona, que lo llevaba por el mundo como primera consulta de cualquier situación económica que debía resolver. Al principio la relación de los dos era de conveniencia y cierta tensión, pero Burzaco se ganó a Grondona a medida que le conseguía negocios y dinero. Un competidor fuerte de Burzaco lo recuerda como alguien ventajero, celoso de sus contactos y que siempre susurraba al oído de Don Julio. Más de una vez, según cuenta, a sugerencia de Burzaco, el ex ferretero de Sarandí cambió condiciones en los contratos. “A nivel negocios de televisación, Burzaco era interplanetario. Se codeaba con los grandes, con mexicanos, yanquis, ingleses y brasileños. Tenía todos los negocios de la FIFA en la cabeza. Odiado pero reconocido porque era brillante. Veía negocios que otros no y encima tenía a Grondona. Creo que fue el hijo universitario que Julio no tuvo. Blazer entregó el nombre de Burzaco porque sabía que pocos tenían tanta información de los negocios en Latinoamérica como él”, señala un directivo que trabajaba en una de las empresas rivales regionales.

Burzaco basó su operatoria para conseguir los derechos de la Copa Libertadores en T&T Sports Marketing, una sociedad entre la empresa argentina y la brasileña Traffic, a la que años más tarde se incorporó Fox Panamerican. T&T firmó contratos de manera intermitente que van desde 2004 a 2018. Según las filtraciones aportadas en los Panama Papers, Burzaco giró 370 millones de dólares a través de una red de sociedades montadas en varios paraísos fiscales para obtener los derechos televisivos. T&T supo estar en Islas Caymán, Chipre, Uruguay y Holanda, según sugiriera la célebre agencia Mossack Fonseca.    

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Hoy Burzaco está sentado en una silla en los tribunales de Brooklyn. El juicio que se le sigue a él fue pospuesto para que declarara en el proceso contra el ex presidente de la Confederación Sudamericana (Conmebol), el paraguayo Juan Angel Napout, el ex presidente de la Federación Peruana, Manuel Burga, y el brasileño José María Marin. Es sólo uno de los varios juicios en los que están implicados 42 altos funcionarios de FIFA.

Primero en privado y ya la semana pasada en público, frente al fiscal Sam Nitze, Burzaco detalló cómo sobornaba para obtener los derechos de televisión de los máximos acontecimientos continentales de fútbol y nombró a dirigentes, empresas, cuentas bancarias, paraísos offshore. Los que siguen de cerca la causa creen que el FBI tiene pruebas suficientes para que todos los acusados terminen en la cárcel pero que sus procedimientos para conseguirlas no fueron de lo más diáfanos. Por eso, si no hay testimonios sólidos, los abogados defensores pueden pedir la nulidad del proceso. El aporte de los detalles lo está haciendo el ex CEO de Torneos.

"A Juan Napout  le pagué coimas entre 2010 y 2015, a José María Marín entre 2012 y 2015 y a Manuel Burga entre 2010 y fines de 2013”, declaró el primer día de audiencias. A la jornada siguiente, cuando Burzaco pasó delante de Burga para llegar hasta el estrado, el dirigente acusado lo miró y se pasó el dedo por el cuello de manera desafiante. Burzaco se quebró y estalló en llanto. El testigo salió de la sala y la audiencia tuvo que ser pospuesta. La fiscalía le pidió que esta semana aclarara el incidente.

“Teníamos varios socios en distintas partes del mundo, como Fox Sports en Estados Unidos, Media Pro en España, TV Globo en Brasil, Full Play de Buenos Aires, Traffic. Éramos socios del grupo Clarín en Argentina", dijo y sólo mencionó a Clarín para sostener que no pagaba sobornos, algo que parece difícil en un contexto de jugadores que hacían grandes desembolsos para quedarse con enormes negocios. "Participé en el pago de coimas desde que arranqué como accionista de Torneos en 2005 hasta que Grondona murió, en julio de 2014. El propósito de nuestro diálogo era arreglar; discutir los mecanismos bajo los cuales la coima iba a ser pagada; confirmar, en otros casos, que la coima hubiera sido correctamente recibida. Pedir sus acciones o su influencia (del dirigente), incluso que la coima fuera pagada para ciertos contratos; firmar; extender; nunca rescindir. Eso hice en cada momento de mi vida en este negocio. Creo que esto es un buen resumen", sintetizó Burzaco lo que parecía un libreto repasado varias veces.

Lo que sorprendió al fiscal Nitze fue que Burzaco nombrara al coordinador del Fútbol para Todos (FPT), Pablo Paladino, y al hombre que terminó en las vías del tren, Jorge Delhon. Durante su primer testimonio, desvió la dirección de sus respuestas y dijo que su empresa, que había quedado fuera en 2009 de las televisaciones locales por decisión del gobierno kirchnerista, regresó al juego televisando a River en la B Nacional y para eso tuvo que coimear con 4 millones de dólares a esos dos ex funcionarios. El fiscal puso cara de sorprendido porque las preguntas que le interesaban estaban relacionadas a los dirigentes sudamericanos que ocupan el banquillo en este momento. De hecho no pidió muchos detalles y volvió a la trama anterior. Algunos de los periodistas que cubren el caso en Estados Unidos ven la mano del gobierno argentino en esa declaración. No porque Burzaco estuviera mintiendo sino porque lo incorporó de motu proprio. Lo que también llama la atención es que no haya ido más arriba en la cadena de responsabilidades. Es muy improbable que si hubo sobornos no escalaran en la estructura de la jefatura de Gabinete, que controlaba el FPT. En el futuro se podrá observar si hay alguna gentileza con su situación.

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El juicio que se está realizando en Brooklyn apunta en particular a los contratos por los derechos de televisión de las Copas Libertadores y Sudamericana que fueron firmados en 2008 y que correspondían a las ediciones que van de 2014 a 2022. Entonces, al volver a responder por la temática original del proceso, Burzaco sostuvo que Grondona controlaba todos los sobornos para esas dos competencias. “El decidía quién recibía cuánto y a veces los modificaba según su gusto o se quedaba con parte del dinero", declaró ante una sala que se quedó en silencio luego de sus palabras. "En 2006, Grondona recibía 600 mil dólares al año, pero eso luego subió a un millón, y luego a 1,2 millones. De Luca y Figueredo también recibían 600 mil en 2006, mientras que Leoz recibió un millón"reveló el tarifario completo. En su declaración, Burzaco aseguró que Grondona recibía la mayoría de estos pagos en efectivo. A veces en una bolsa, en un sobre dejado en su casa o a su chofer o sino iban directo a Alhec Tour, la financiera preferida del titular de la AFA.

Además de Burzaco y Grondona (mencionado como Co-conspirador #1), en el informe del FIFA Gate aparecen otros argentinos: los ex secretarios de la Confederación Sudamericana José Luis Meiszner y Eduardo Deluca y los empresarios Hugo y Mariano Jinkis, padre e hijo. Todos consiguieron no ser extraditados. El primer dirigente, alegando problemas de salud coronarios y diabetes y el otro, al igual que los Jinkis, gozó de la buena predisposición del juez Claudio Bonadío para entender que como los contratos sospechados de sobornos eran entre privados no se había producido el delito de “cohecho”.

Los Jinkis habían empezado a comienzo de siglo a operar en una zona poco explotada: el Pacífico. Primero tuvieron los derechos televisivos de Ecuador. Luego se fueron sumando Perú, Colombia, Chile y más tarde Venezuela. Todos jugadores menores en el reparto del dinero de la televisión. Con esos representados detrás, una tarde de 2012 le plantearon a Grondona que querían saltar al ámbito continental. Grondona consultó con Burzaco la incorporación de los Jinkis al negocio. No le gustaban ciertos movimientos de Mariano Jinkis. A Burzaco tampoco pero se dieron cuenta de que los necesitaban. “A Grondona le daba mala espina el menor de los Jinkis porque pensaba que era mentiroso. Pero además no los quería mucho porque eran judíos”, dijo Burzaco que le decía Don Julio. A pesar de sus resquemores, para Grondona negocios eran negocios. El también entendió que eran valiosos así que convocó sólo a Jinkis padre a la estación de servicio Esso que tenía en la esquina de Mitre y Castelli, en Avellaneda.

Don Julio había llegado temprano, como todas las mañanas, al drugstore de la estación. Había tomado el desayuno y se metió en su oficina, un espacio mínimo lleno de fotos viejas de jugadores de Arsenal e Independiente. En ese lugar sin ostentaciones el dueño del fútbol cerró decenas de grandes negocios con empresarios y dirigentes de primera línea. Hasta allí llegó Jinkis sin certezas de lo que iba a suceder. Delante de la eterna calculadora de rollo que Grondona tocaba como un tic durante las reuniones los dos acordaron que Full Play, la empresa de los Jinkis, y Torneos se quedarían con los contratos de las Copas América de 2015, la del Centenario y la de 2019. Para eso armaron la empresa Datisa, a la que luego se sumaría Traffic. Sin saberlo, ese acuerdo con los brasileños sería un terrible paso en falso para todos.

A mediados de 2014, convocados por el ex dueño de Traffic, José “Yota” Hawilla, los Jinkis junto a Burzaco fueron rumbo a Estados Unidos a discutir sobre negocios. Lo que no sabían era que el brasileño estaba acusado y había acordado colaborar con el FBI delatando a sus socios. Bastante parecido a lo que Burzaco ahora hace ante la Justicia de ese país. En esas conversaciones en Florida los argentinos detallaron sobornos por los que se los investiga ahora. Según las cifras que dio el ex ejecutivo de Torneos y Competencias, las coimas que pagó Datisa por las Copas América llegaron a 81 millones de dólares. Así entraron a la lista negra del FBI. Los Jinkis también están investigados por el juez Daniel Rafecas por lavado de activos.

El último día de julio de 2014, todos los dirigentes argentinos y sudamericanos pasaron por el predio de Ezeiza. Don Julio había muerto un día antes y las delegaciones llegaban al aeropuerto y de ahí, directo al campo de entrenamiento de la Selección. Hacía frío y muchos temían que con la muerte del hombre fuerte de la FIFA también les llegaría el invierno. El velorio se había armado en la cancha de Futsal, donde en diciembre del año siguiente se produciría el imborrable 38 a 38 entre Luis Segura y Marcelo Tinelli. Estaban Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, la ex presidenta Cristina Kirchner y medio siglo de jugadores y técnicos desde la A a la D y el interior, que habían ido a despedirse. Los medios mostraban el desfile de autos de alta gama entrando por el portón que da a la ruta. Sin que se quisieran mostrar, en una esquina sobre el parquet y a metros del ataúd, varios altos rangos de la Conmebol decidieron que había que actuar rápido. “Tras la muerte de Grondona tuve una reunión con Napout y Marco Polo del Nero (dirigente brasileño). Fueron directo al tema de las coimas. Ellos me dieron un panorama general de dónde enviar ahora los fondos, la plata que solía recolectar Grondona, entre otros ejecutivos sudamericanos. Además, también resolvieron cuánto iba a cobrar Segura como nuevo titular de la AFA”, relató Burzaco. Muerto Grondona caería de la cima de la Conmebol su protegido, el uruguayo Figueredo y el paraguayo Napout ocuparía su lugar. Días más tarde se oficializaría el recambio.

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Como sucede en la Argentina, las causas por hechos de corrupción contra funcionarios avanzan pero no corren la misma suerte las que vinculan a empresas y empresarios. La gran mayoría de las multinacionales televisivas señaladas en Brooklyn operan y tienen contratos firmados. A pesar de estar bajo sospecha, Fox comparte a la mitad los derechos de fútbol argentino. El otro 50% es de Turner, que tiene parte de Torneos y Competencias, la empresa que dirigía el delator Burzaco. A pocos les importó que en la licitación ESPN hiciera una oferta mayor. Pesó más la recomendación de Barack Obama en su visita a la Argentina y la reunión en la Casa Rosada que Macri tuvo con el número dos de Turner Latinoamérica.

La investigación del fútbol global, ese plato frío que se sirvió siete años más tarde, tenía como finalidad aleccionar a quienes estuvieron vinculados con el apoyo a Qatar. El FIFA Gate no llegó para cambiar el orden de las cosas sino para mantenerlo. Son los mismos jugadores que se reciclan y ocupan negocios similares. Incluso no importó que se develaran los sobornos y que murieran miles de empleados semiesclavizados que construyen los estadios de la cita mundialista del 2022. La designación no se tirará para atrás. Quizás la venganza más esperada de los derrotados en Zurich en 2010 no la pudieron paladear, el arquitecto de aquella traición dejó este mundo antes de que lo pudieran acusar y mantuvo en pie su lógica hasta el último día. Pero como se ve en los nuevos repartos de derechos, y a pesar de las detenciones y las causas abiertas, nada será muy distinto. Finalmente, como decía el hombre de la estación de servicio, todo pasa.