“¿Dónde están las palabras, dónde la casa, dónde mis antepasados, dónde están mis amores, dónde mis amigos? / No existen, mi niño. Todo está por construir. Debes construir la lengua que habitarás (…). Y debes construir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo edificarás sobre la hostilidad general, porque los que se han despertado son la pesadilla de aquellos que todavía duermen”.
Tiqqun
La pornografía mainstream es una pedagogía del deseo hétero. Forma parte de un dispositivo político de producción binaria que hace hombres y mujeres, con sus reglas específicas. Así, podemos entender qué es una mujer si este humano funciona de acuerdo a la estructura hetero que la sociedad ordena: maternidad forzosa, creencia en un instinto maternal, trabajos forzados en el gimnasio para responder a una belleza del mercado, educación de la gestualidad. La pornografía clásica ordenó además una forma en que esta mujer debe comportarse que es, básicamente, falocéntrica: todo gira alrededor de una pija donde la mujer es un elemento que da placer. Instruye incluso con sus gemiditos y sus “oh, yeah”.
El feminismo –que no importamos, que hicimos todas y que lo hacemos cotidianamente– nos hizo cuestionar lo dado como natural y nos hizo sospechar de que si, incluso lo que creemos que deseamos, en verdad es un deseo o un adoctrinamiento, un deseo “correcto”. Nos gusta el porno, nos gusta que el deseo fluya, no queremos ser capturadas, no queremos disciplinas, no queremos aparatos de control. No queremos más pedagogías del deseo heterosexual, inventamos en las fallas del poder y en sus grietas nuevas formas para el exceso, para la insurrección y para sacarnos de encima una historia de subjetivación que buscó moldearnos como “el pilar de la sociedad que es la familia”. Reinventemos la máxima de Bakunin y destruyamos subjetividades sumisas para crear otras sobre sus ruinas.
La lucha revolucionaria debe desarrollarse en todos los niveles de la economía deseante contaminados por el capitalismo, que incluyen, por supuesto, la familia, la pareja, la sexualidad, el partido, una misma. “La lucha en el frente del deseo requiere una subversión de todos los poderes, en todos los niveles”, escribió Guattari, ¿dónde se alojan esos fascismos microscópicos?, ¿dónde los poderes? Dirijamos nuestra mirada a los dedos levantados y los ceños fruncidos en la perfoposporno de la Facultad de Sociales. ¿Por qué las expresiones políticas de izquierda –con sus excepciones– a derecha repudiaron la performance? ¿Cuál es el tejido de fondo que las unió en el mismo ademán? Una hipótesis es que su tolerancia al feminismo es en tanto éste sea ciudadanista y ordenado; si es radical, disruptivo y revolucionario se constituye como amenaza. Ay, los poderes; ay, las policías. Y qué hay de la indignación que mostraron los medios, ¿acaso Tinelli no muestra todas las noches a mujeres perreando casi desnudas?, ¿por qué no hay reacciones a diario? Porque las mujeres tinellizadas siguen respondiendo al deseo que la sociedad espera de ellas. Las que dejaron sus flujos y risas en Sociales gozaron sin capturas, ya no se trata de mujeres sino de cuerpos bajo otro orden.
Si el control del capitalismo se condensó hace años en las fábricas, hoy se extendió a las formas de vida con su deseo funcional a las fuerzas productivas. La lucha diaria de los y las ciudadanas modelo es por la asimilación al mercado. Las policías que vigilan conductas están en todos lados y piden identificación. La rebelión, entonces, es un deber ético. El posporno propone fugas del adoctrinamiento del deseo, por eso es –sobre todo– una acción política y –también– una nueva educación sentimental y –además– una fiesta, con su caos y su des-control.