Ensayo

O sea, digamos: Milei y el Nobel


Estocolmo siempre estuvo lejos

El gobierno canta victoria porque ya tiene su Ley Bases y ve bajar la inflación. Ahora los ricos pagarán menos impuestos mientras los pobres son cada vez más pobres y crece la desigualdad. Arrecian las peleas internas en el gabinete. Crece la tensión con el FMI. Aún así, el Presidente intenta construir el relato de su éxito. Economistas de todos los sectores advierten que la realidad muestra un escenario durísimo: no hay horizonte de salida a la recesión. La presión devaluatoria es cada vez más fuerte. El desempleo y la pobreza aumentan. Sin embargo, Milei asegura que su plan “está funcionando”.

El ingreso de Javier Milei a la Real Academia de Suecia para recibir el Premio Nobel de Economía tendrá que esperar. La inestabilidad del mercado cambiario, el tema más escuchado en la lista de Spotify de las crisis económicas locales, suena en la cabeza del Presidente como un recordatorio de que la realidad es traviesa y se divierte desarmando ficciones. En su última gira mágica y misteriosa del fin de semana pasado, dijo desde Alemania que “el plan económico está funcionando”, pero el aumento de la brecha cambiaria, las tensiones públicas con el FMI por cómo y cuándo salir del cepo, el aumento de la desocupación y la desigualdad publicadas por el INDEC y el crecimiento de la pobreza disparan una pregunta central: ¿qué es lo que está funcionando?

En la intensa mente de Milei, cuyo tablero de control lo manejan solo dos emociones,  ira y asco, la respuesta es clara: motosierra y licuadora mediante, está bajando la inflación. Después de que la devaluación del 118% del “mejor ministro de Economía de la historia argentina” llevara el índice de diciembre a un 25,5%, el descenso ha sido sostenido hasta llegar al 4,4% de junio. Pero aunque el Presidente y Toto Caputo no lo confiesen, ahora una nueva emoción entró en escena en sus cabezas: el temor a que la presión devaluatoria del mercado se incremente, les terminen torciendo el brazo y el régimen de alta inflación en el que estamos se vuelva a disparar por el traslado a precios de esa devaluación. El aumento de $300 del dólar MEP en poco más de un mes es una clara señal de que el mercado desconfía de que este sistema cambiario se pueda sostener en el tiempo. El mercado, conducido ahora por la ansiedad, ve que el gobierno tendrá problemas para cumplir la meta de acumulación de reservas de junio del acuerdo con el FMI: traduce eso como una dificultad grande para mantener este esquema cambiario en el tiempo. Milei intentó disimular este problema ayer en una entrevista con Antonio Laje: “La consolidación fiscal está en marcha, ya pasó la etapa del déficit cero. Ahora vamos a la etapa de la emisión cero”. Hablé con el economista y director de PxQ, Emanuel Álvarez Agis, le pregunté por qué el Presidente salió a decir que van a una etapa de emisión cero y me explicó que “hay un tipo de emisión que es para aumentar reservas. Esa emisión el Gobierno si la venía haciendo. Pero ahora se encontró con un problema: nadie le quiere vender dólares. ¿Por qué? Porque el mercado cree que van a devaluar y entonces guarda sus dólares a la espera de un mejor tipo de cambio. Entonces Milei sale a decir que es una decisión de él: no compra dólares porque no quiere emitir. Pero nadie le cree. Es una actitud un tanto infantil, como el Chavo del 8 cuando se le caía la torta de jamón al piso y remataba siempre con un “al cabo que ni quería”.

Fernando Morra, ex secretario de Política Económica en la gestión de Martín Guzmán y actual director de Análisis Macroeconómico de Suramericana Visión complementó la mirada de Agis y me dijo que “el mercado ve que este tipo de cambio oficial no es sostenible porque no hay sobre la mesa una hoja de ruta para desarmar las restricciones del mercado de cambios y además se pelean entre ellos”. 

Morra hace referencia a la disputa entre Toto Caputo y el renacentista Federico Sturzenegger. El ministro quiere cerrar un nuevo acuerdo con el FMI por 10 mil millones de dólares y recién ahí salir del cepo cambiario. Reforzó esta idea en la soporífera conferencia de prensa el viernes por la tarde: “Vamos a salir del cepo cuando estén dadas las condiciones” dijo. Sturzenegger cree que hay que salir del ahora. 

Si se lee con detenimiento el informe técnico del fondo de la semana pasada, la impresión es que el organismo se inclina en favor de la mirada de Sturzenegger. 

El FMI le pidió al gobierno terminar con el dólar blend (el dólar especial para los agroexportadores) y liberar el tipo de cambio. Esto enfureció a Toto Caputo, que mandó a Pablo Quirno, Secretario de Finanzas, a responder en X: “Banco Central contempla avanzar en la liberación de controles cambiarios, siempre y cuando estas medidas no impliquen riesgos excesivos para el proceso de reducción de la inflación”. Y después agregó: “El proceso lo definirán las propias autoridades de Argentina”. 

Esta semana, el Presidente se sumó a la disputa al apuntar contra Rodrigo Valdés, director para el Hemisferio Occidental del FMI. Valdés fue el supervisor del informe que molestó al ministro de Economía. Milei asegura que para salir del cepo primero hay que solucionar el problema de los “puts” del Banco Central, unos seguros emitidos en pesos y que según él representan 4 puntos del PBI.  "Esos puts no sólo son responsabilidad del gobierno anterior sino de un técnico del FMI que hizo la vista gorda con esto, alguno con vínculos con el foro de San Pablo". 

Valdés, además de amigo de Sturzenegger, fue ministro de Hacienda de Chile durante la presidencia de Michelle Bachelet. Tal vez por eso el Presidente suponga que forma parte de una conspiración socialista en su contra. 

En resumen, la baja de la inflación es el único terreno en el que Milei tiene algo positivo para mostrarle a la sociedad. Ahora festeja la aprobación de la Ley Bases. Pero las presiones devaluatorias, las peleas internas y las diferencias con el FMI amenazan con complicarlo todo. Estocolmo y el Nóbel quedan lejos para Milei.

Cambio en el ranking de problemas

Mientras tanto, un fantasma sobrevuela otra vez en la  Argentina: el de la desocupación. El lunes el INDEC informó que aumentó a un 7,7% en el primer trimestre de 2024, un 0,8% si se compara con igual trimestre del año anterior. 

En este contexto, quedarse sin trabajo empieza a aparecer en las encuestas como una preocupación cada vez más importante. Según Opina Argentina, un 37% respondió que la desocupación es el principal problema que debería resolver el Gobierno. En segundo lugar quedó la inflación, con un 29%. Para Aresco, la consultora liderada por Julio Aurelio, el 60,3% de los encuestados dice que lo que más le afecta es la falta de actividad económica y los problemas de empleo. 

Pero el dato del INDEC estaba previsto por el Gobierno. Hace dos semanas, Caputo le dijo a uno de sus fans, Luis Majul: “Es una obviedad que la desocupación iba a subir”. Y hace un mes, en el congreso anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas, Milei afirmó: “Ahora que estamos bajando la inflación, sí, claro, se genera desempleo”. 

Ambos tienen algo roto en el chip de la empatía. Sabían lo que iba a pasar porque el aumento de la desocupación es el resultado de la profunda recesión que provocaron para bajar la inflación. Licuaron salarios y jubilaciones, hicieron un feroz ajuste fiscal, se derrumbó el consumo y consecuentemente las ventas y las empresas empezaron a despedir. Y acá es donde  comienza el jardín de los senderos que se bifurcan. 

El gobierno está convencido de que este es el costo que tuvo que pagar la sociedad para ordenar la macroeconomía y que una vez que este proceso concluya –y si se mantiene una inflación mensual baja- la actividad económica va a repuntar y se empezará a generar empleo genuino. Pero estos supuestos son desechados por economistas de los más diversos, desde Emanuel Álvarez Agis hasta Alfonso Prat Gay, quien ya advirtió que vamos hacia una “hiper recesión”. 

El escenario más probable es que la desocupación ya sea más alta de lo que publicó el INDEC y que continúe en aumento. Esto es porque las consecuencias de la recesión en cuanto a empleo se harán sentir más en el segundo trimestre de este año, cuando muchas empresas ya no pudieron postergar los despedidos frente a la caída estrepitosa de sus ventas. Por otro lado, a pesar de lo que sostienen Milei y Caputo, no hay signos en el horizonte económico que indiquen que hay salida a la recesión. Los números de recuperación estarán más vinculados al agro que a un crecimiento generalizado y vigoroso. Si la recesión se extiende en el tiempo, el modelo del gobierno entraría en crisis. 

Federico Pastrana, macroeconomista y director de C-P Consultora, me comentó:  “Este es un plan que le pide sacrificios demasiados grandes a la sociedad y a la política. Si la inflación no baja por varios meses a niveles entre el 1% y el 2% mensual, el plan va a pedir continuar recesionando para bajar la inflación. Por eso, por lo general, estos planes fracasan antes de mostrar sus logros. La sociedad no aguanta una recesión extendida indefinidamente en el tiempo”.

Más pobres y más desiguales

Otro dato muy relevante que publicó el INDEC esta semana es el del aumento de la desigualdad de ingresos durante los primeros meses de la presidencia de Milei. Inés Perado. El ingreso per cápita cayó en promedio un 24%, pero cuando se desagrega, se evidencia que los más pobres son los que más perdieron: para el 10% más rico, la aristocracia de los trabajadores, los ingresos caen un 20% y para el 10% más pobre, caen un 33,5%. Es decir, todos pierden en sus ingresos, pero como los más pobres pierden más en relación a los que más ganan, aumentó la desigualdad. 

Tal cual señala Daniel Schteingart, director de Planificación Productiva en Fundar, los datos refutan las afirmaciones de Toto Caputo, quién había dicho que “la clase media, más que la baja, es la que más está pagando el ajuste”.  ¿Por qué Caputo dijo esto? Probablemente por un prejuicio de clase. Schteingart me cuenta: “El gobierno aumentó la AUH y la Tarjeta Alimentar por encima de la inflación y entonces Caputo deduce que el impacto del ajuste es menor en los más pobres. Lo que probablemente no sepa el Ministro es que esos planes sociales no son el principal componente en la masa total de ingresos de estos sectores.  La porción más grande está dada por los trabajos informales, cuyos ingresos se pulverizaron. En el primer decil, el 10% más pobre,  casi el 60% de los ingresos son laborales y en los deciles 2, 3 y 4, que están por debajo de la línea de la pobreza, casi el 70%”. 

Además, Caputo tampoco incorpora en su lectura que el empleo que más cayó es del de los sectores menos calificados y que el feroz ajuste fiscal que cortó la obra pública impactó directamente en un rubro donde recaen trabajadores de menores ingresos, el de la construcción. Toto no la ve. 

Pero además de no verla, es posible que tanto a Caputo como a Milei, no les importe este aumento en la desigualdad de ingresos. 

Eduardo Chávez Molina, Director del Departamento de Sociología de Mar del Plata e investigador del Instituto Gino Germani, me aporta una mirada interesante: “A lo que tenemos que prestarle atención es que para el gobierno el aumento de la desigualdad no es necesariamente una mala noticia, ya que parece estar más preocupado por fomentar el éxito individual que por reducir la desigualdad, a pesar de que la evidencia histórica no respalde esa estrategia de desarrollo. La idea neoliberal de que la desigualdad impulsa el crecimiento ha sido ampliamente cuestionada, ya que la evidencia muestra que la desigualdad excesiva en realidad puede limitar el progreso económico y social. Desde esta perspectiva neoliberal, es una preocupación válida que el Gobierno priorice el ‘talento individual’ sobre el bien común. Pero esto puede profundizar las divisiones sociales y generar más exclusión. Una sociedad más equitativa y justa debería ser el objetivo, ya que eso se traduce en mayores oportunidades para todos y un desarrollo más sostenible a largo plazo”.

Lo que señala Chávez Molina cobra aún más dimensión si analizamos el pensamiento de uno de los principales referentes teóricos de Milei, Fridrich Von Hayek. En su libro “Los fundamentos de la libertad” cuestiona la idea de justicia social y la resume como envidia. Es decir, la justicia social esconde que en realidad hay envidia hacia quienes son exitosos en términos económicos. 

Pero no hace falta irse tan lejos para entender las ideas que tiene el gobierno sobre la desigualdad. En el paquete fiscal que acaba de aprobar el Congreso, los cambios en el Impuesto a los Bienes Personales favorecen a los sectores más pudientes de la Argentina. Este impuesto, que sólo pagan alrededor del 1% de los contribuyentes sobre su patrimonio, es lo más parecido a un impuesto a la riqueza. Con la ley sancionada el jueves, el piso a partir del cuál se empezará a pagar pasó de $27,38 millones a $100 millones. 

Además, antes las alícuotas eran progresivas en relación al aumento de patrimonio e iban de 0,50% hasta 2,50%. Ahora, habrá una alícuota unificada del 0,25% a partir del 2027.  El Estado dejará de recaudar aproximadamente 0,6% del PBI, pero los sectores más ricos del país la van a pasar mejor aún. Todo no se puede. 

Mientras tanto, según el cálculo que hace Daniel Schteingart, la pobreza pasó del 38,7% en el primer trimestre de 2023 al 55,7% un año más tarde y la indigencia habría pasado del 8,9% al 18,3%. Son los mayores valores en 20 años. Milei insiste en que su plan “está funcionando”. La pregunta es: ¿para quién?