Ensayo

FpV al balotaje


No fue Montaner

Entre acusaciones y rumores de negociaciones secretas en el bunker del sciolismo se dividían dos grupos: veteranos, quienes conocen que en el oficio político se gana, empata y pierde pero siempre se negocia, y recién llegados que no podían salir de su asombro. El sociólogo político Nicolás Damin analiza los resultados. ¿Qué elementos permiten comprenderlos? ¿Volvió la polarización geográfica y clasista? ¿Afectó la mala prensa del “voto desgarrado” de ciertos intelectuales que critican el gusto de Scioli por el cantante Ricardo Montaner?

Fotos de interior: Verónica Treuer

Los números de boca de urna empezaron a llegar por WhatsApp a los celulares de militantes y dirigentes sciolistas a las 12. Se indicaba consultora y cifra. Los primeros marcaban una diferencia de 10 puntos entre Scioli y Macri. Los de las 14, achicaban la diferencia pero siempre Scioli arriba, y ya no se reenviaban a tanta gente. Todos, en el bunker del FpV estaban algo nerviosos pero con fe. Hasta las diez de la noche, cuando más temprano de lo previsto, Daniel Scioli subió al escenario y se hizo cargo, sin mencionar la palabra, de que habría ballotage. Entre los presentes, persistía la creencia: sacaría más votos que Macri. Esa ilusión cambió a la medianoche, cuando el PRO sumaba más votos, y volvió a revertirse a la madrugada.

¿En la noche del 25 de octubre de 2015 la República Argentina retornó al empate político que marcó su tumultuoso siglo XX? Tras la Crisis del 2001, uno de los dos polos, el liderado por la Unión Cívica Radical (UCR), vio mermar su caudal electoral y su capacidad de representar diversos intereses sociales. Ayer, en base a su alianza con la Propuesta Republicana (PRO), la Coalición Cívica-ARI, la Unión de Trabajadores Rurales (UATRE) y la Federación de Camioneros, entre otros, recuperó, liderada por Mauricio Macri (PRO), más de ocho millones de votos y casi todas las provincias del centro del país, que son las más pobladas. Por su parte, el Frente Para la Victoria (FPV) redujo su porcentaje de sufragios del 38,41% de las PASO a 36,86% y, a pesar de ganar por más de dos puntos, no le alcanzó para evitar una segunda vuelta el 22 de noviembre. La tercera fuerza, el Frente Renovador, dirigido por Sergio Massa, superó el 20%.

¿Qué factores pueden explicar este desenlace parcial? ¿Será el agotamiento del modelo económico? ¿Las disputas y fracturas internas del FPV? ¿La exitosa migración de dirigentes del PRO de CABA a la provincia de Buenos Aires? ¿Que el peronismo nunca soportó dos conducciones simultáneas sin un enfrentamiento abierto? ¿El bajo nivel de aceptación de Aníbal Fernández?

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El miembro de Carta Abierta Horacio Gonzalez hizo referencia, días antes del domingo, a que votaría a Scioli pero con disgusto --sería “un voto desgarrado”-- y criticó los gustos culturales de Scioli. Otros kirchneristas como Horacio Verbitsky tampoco ocultaron su pesar. “A votar con caras largas”, escribió, y criticó a sus archienemigos desde que Scioli es gobernador: los ministros Alejandro Granados y Ricardo Casal. Estas actitudes, ¿inspiraron a votantes del kirchnerismo para, en la soledad del cuarto oscuro, no colocar la boleta de Scioli con tristeza, sino para elegir a otro candidato en busca de una mayor felicidad?

Estas preguntas recorrían el Luna Park a medida que pasaban las horas y el resultado parecía cada segundo más lejano a las encuestas y al boca de urna. Políticos y funcionarios bonaerenses, sindicalistas, periodistas y figuras del espectáculo se interrogaban ante un escenario que no preveían. Se preguntaban por qué había otro bunker oficialista – el de Aníbal Fernadez- a pocas cuadras. Mientras el líder del Movimiento Evita, Chino Navarro, decía que La Cámpora no había llegado al Luna porque aún estaba fiscalizando –el peronismo en Buenos Aires, hizo su peor elección en 50 años- más tarde se confirmó que la agrupación estaba con el candidato a gobernador en el bunker del hotel Intercontinental. Las acusaciones de traiciones y los rumores de negociaciones secretas atravesaban las tribunas y las carpas. Se dividían en dos grupos. Aquellos veteranos que conocían que en el oficio político se gana, empata y pierde y siempre se negocia, y los recién llegados que no podían salir de su asombro.

¿Pero qué elementos permiten comprender estos resultados?

La previa: 2013-2015

Gustavo Marangoni contesta el teléfono en su oficina de la presidencia del Banco Provincia; paredes de mármol, fotos familiares, una bandera nacional, un cuadro de Arturo Jauretche, quien fue gerente del banco durante el primer peronismo. El núcleo duro del sciolismo lo observa. Es 22 de junio del 2013. La comunicación con Daniel Scioli dura segundos. Marangoni corta y les dice que van a enfrentar a Sergio Massa en los comicios legislativos. A él y a quienes se fueron del FPV-PJ para, junto con el peronismo anti-k bonaerense, hacer el Frente Renovador y aliarse al PRO. Algunos de los presentes habían visto la jugada, y pensaron una estrategia de ruptura con el gobierno de Cristina, ante su intransigencia a compartir el armado de las listas. Daniel Scioli nunca los avaló y todos siguieron leales. Scioli usa como un látigo reiterativo la palabra “perseverancia”; sustantivo que se adosa a él mismo.

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El resultado de las elecciones de 2013 les fue adverso: el FR obtuvo 16 bancas y el FPV, en la provincia de Buenos Aires, sólo 12. Pero la creencia en el proyecto Scioli 2015 los mantuvo unidos.

Una parte importante del trabajo político que hacen las agrupaciones de los partidos populares de masas, como el Frente Para la Victoria, consiste en construir fronteras discursivas que permitan ser interpretadas por el electorado, otros dirigentes y los factores de poder. Marcar perfiles propios dentro de un proyecto colectivo. Por ejemplo, Scioli se presentaba como continuador del proyecto nacional del FPV y, al mismo tiempo, daba señales de su autonomía. 

Ese mismo año, Scioli, ex diputado nacional por la Capital, ex secretario de Turismo, ex vicepresidente de la Nación y dos veces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, anunció que deseaba ser presidente. La Unión Ferroviaria, un grupo de referentes territoriales bonaerenses y muchos intelectuales kirchneristas, entre los que se encontraba Carta Abierta, apoyaron a su contrincante, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo. Pero a medida que pasaban los días, quedaba en evidencia que casi la mayoría del FPV realmente existente, es decir, la CGT, los PJ provinciales, las agrupaciones de funcionarios, así como el electorado en las encuestas, manifestaban su preferencia por Scioli, que había cumplido los pasos de la carrera interna partidaria.

Entonces, el 16 de junio de 2015, Scioli anunció que Carlos Zannini sería su candidato a Vicepresidente, en una decisión tomada en conjunto con CFK y en acuerdo de casi todos los sectores del FPV. La Cámpora tendría los primeros lugares en el Congreso y el gabinete nacional se trasladaría a candidaturas del Parlasur y al eventual gobierno bonaerense de Aníbal Fernández.

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¿Cómo fue analizada, en ese momento, esta fórmula presidencial por los medios de comunicación? 

Se dijo que era una síntesis de los liderazgos peronistas poscafieristas Menen-Duhalde-Kirchner, o del binomio Pimpinela-Mao, una trabajosa construcción kirchnerista para mantener el poder, o el fin del sueño del retorno del “clima de negocios”.

De origen urbano, capitalino y bonaerense, el sciolismo empezó como un reducido equipo para acompañar la candidatura de Scioli a diputado en 1997 y en sus dieciocho años de existencia en el peronismo, conformó un imaginario con elementos simbólicos del catolicismo de orientación jesuita, del ideario nacional, popular y latinoamericanista del peronismo, del federalismo, del desarrollismo productivista e industrialista. También, del liberalismo político de defensa de los derechos y libertades individuales. Un complejo linaje que excede a una síntesis de liderazgos preexistentes, políticos o mediáticos, como fue leído en su momento. Y es más tributario de la exitosa democratización de la década del ochenta y de la recuperación económica del siglo XXI, que de la restauración neoconservadora argentina posterior a la caída del Muro de Berlín. Más allá de su convivencia con los gustos estéticos y populares de Scioli.

La delgada línea celeste y blanca

“Paritarias SUTCA YA. CURTIDORES, Walter Correa Conducción. APL. UOM Avellaneda”, son algunos de los apoyos de la CGT que se ubican en una platea del Luna Park, para el cierre de campaña del FPV el 22 de octubre de 2015. Peronismo Militante, JP Descamisados, MUP y Movimiento Evita, entre otros, ocupan las gradas frente al escenario. Se escuchan bombos, cantatas militantes hasta que Ricardo Montaner cierra el acto con dos canciones.

—Es el derrotero del Movimiento Nacional Peronista— dijo en tono de payada gaucha el candidato a gobernador bonaerense Aníbal Fernández-. Daniel Scioli y Carlos Zannini es la única forma de custodiar lo conseguido y transformar la realidad que se viene.

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La escasa iluminación venía de las inmensas pantallas azules con los nombres de los candidatos, característica de los actos cerrados FPV. La Cámpora no participó del evento –tampoco estuvo en el bunker durante el escrutinio- , porque había cerrado la campaña de Axel Kiciloff el día anterior y en el mismo lugar, aunque algunos de sus dirigentes sí estaban. Esta situación, y que Zannini no mencionara a Scioli durante su discurso, generó un sin fin de teorías conspirativas que anunciaban una supuesta confrontación inminente. Pero a pesar de que el periodismo focalice siempre en aquella agrupación, la coalición del FPV debe articular diversos grupos de peso que disputarán el poder interno, no sólo los leales a CFK. Por ejemplo, la CGT que está en proceso de reunificación y los gobernadores –del color que sean-, quienes buscarán cambiar la coparticipación de los recursos y las leyes de concentración del presupuesto en la distribución del gobierno nacional.

El corazón ideológico del sciolismo

-Tenemos que interpretar las nuevas demandas y los nuevos desafíos. Fortalecer la integración, consolidar desde el punto de vista institucional los logros, avances, nuevos derechos- dijo Daniel Scioli el 22 de abril de 2015, en el auditorio del Hotel Sheraton de Buenos Aires, durante el seminario “Desafíos del Desarrollo”, organizado por el Banco Provincia. En el auditorio lo escuchaban, de traje y corbata, más de mil doscientos economistas y empresarios. Entre ellos Gustavo Grobocopatel y Ricardo Hausmann, director del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard. En ese encuentro revelaron el corazón de su programa económico, una nueva etapa para el capitalismo argentino. Scioli intentó convencer, hasta los últimos días de campaña, en que iba a hacer foco en la inversión y la productividad.

Después de la crisis del campo en 2008, el kirchnerismo movió el centro de la agenda del FPV a una peronización-industrializadora. Es decir, el retorno simbólico a los años dorados de los cuarenta-cincuenta donde la meta era impulsar el desarrollo, integrar el país y ampliar el bienestar social. Esta utopía movilizadora plantea un pacto social entre trabajadores, capitalistas y el Estado, y la edificación de infraestructura para conectar el territorio. Pero como la burguesía nacional, una de las patas de la ecuación, no tiene, todavía, suficiente fuerza, el Estado generará las condiciones para su crecimiento. El mismo diagnóstico era compartido por Juan Perón en su Segundo Plan Quinquenal y Arturo Frondizi en la plataforma de la Unión Cívica Radical Intransigente. Ambos estaban de acuerdo en recurrir de forma selectiva al capital privado y a la tecnología internacional para alcanzar este objetivo. Carlos Zannini, difusor de esta idea en los últimos años, afirmó que el kirchnerismo era un desarrollismo con inclusión social.

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Saber si con este fin se abrirán nuevos mercados para los productos industriales y si trabajadores, capitalistas y financistas internacionales convergerán en la misma sintonía, es materia de futurología y de la destreza política de las nuevas autoridades, sean del Pro o del FPV.

Casi todos los ministros de un posible gabinete han sido anunciados por Scioli en entrevistas radiales, actos políticos o declaraciones televisivas. Los consultados confirman en off que él elige a los integrantes con pocas preguntas a sus asesores. Es decir, Scioli concentra el poder de toma de decisiones. También, las mismas fuentes mencionan que aún no se definieron los detalles de las acciones gubernamentales inmediatas en caso de ganar. No se pronostica un cambio radical, sino una transición ordenada. “No es estilo de Scioli dar volantazos abruptos, no creo que cambie eso ahora”, dicen varios. Además, muchos de los actuales funcionarios hace semanas participan de reuniones con el propio Scioli o con quienes asumirían el 10 de diciembre, como el vicepresidente Amado Boudou que visitaba al gobernador y Julián Alvarez, quien se ha reunido semanalmente con Ricardo Casal.

Un núcleo duro de sus colaboradores históricos tendría los principales ejes del Estado: Alberto Pérez, jefe de Gabinete; Gustavo Marangoni, la presidencia del Banco Nación y Julián Colombo la secretaria general de la Presidencia. Un segundo grupo estaría compuesto por miembros de su equipo bonaerense: Silvina Batakis (Economía), Casal (Justicia), Oscar Cuartango (Trabajo), Alejandro Collia (Salud), Alejandro Granados (Defensa), Alejandro Rodriguez (Agricultura). Un tercer anillo retendría a referentes de la actual administración: Sergio Berni (Seguridad), Diego Bossio (Planificación), Carlos Castagneto (Desarrollo Social), Julián Domínguez (Industria) y Ricardo Echegaray (AFIP). Una cuarta capa estaría compuesta por los gobernadores Maurice Closs (Misiones; Turismo y Deporte) y Sergio Urribarri (Entre Ríos; Interior y Transporte). También tendrán su lugar Alberto Barbieri (Educación), Guido Carlotto (Derechos Humanos) y Daniel Filmus (Ciencia y Técnica). Por su parte, Mario Blejer sería embajador en Inglaterra, donde trabajó en su Banco Central y tiene vínculos fluidos con el submundo de las finanzas. Rafael Perelmiter, ex ministro de Econonía de Scioli y Miguel Bein, secretario de Programación Económica de la Alianza, serán asesores económicos. El industrialista Miguel Peirano, ministro de Economía de Néstor Kirchner en 2007, crearía un Banco de Desarrollo.

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Esta radiografía nos muestra, por la trayectoria e ideas de sus integrantes, un consenso sobre continuar la estrategia industrializadora, con eje en mejorar la productividad con proyectos de infraestructura que reduzcan los costos de producción. Desde el regreso de la democracia en 1983, tanto Alfonsín como Kirchner se habían planteado el mismo objetivo. El PBI industrial es hoy un tercio de la economía nacional. El FPV siempre se resistió a los tratados de libre mercado con los Estados Unidos, China o Europa que bloquearían esta estrategia. Por eso apostó a la integración con el MercoSur y con Brasil. Lula y Dilma, que ven mermada una parte considerable de su capital político, adelantaron su apoyo a Scioli y a la asociación binacional. Los gremios industriales y la Unión Industrial bonaerense son pilares del gobernador.

Durante la campaña se mencionó que Scioli podría ser el primer presidente argentino formado en una universidad privada, porque finalizó recientemente su licenciatura en Comercialización en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y que eso era síntoma del desprestigio estatal. Sin embargo, su trayectoria educativa es más compleja. También transitó por dos colegios de élite: el metodista Ward, en Ramos Mejía, famoso por su ética de la disciplina en el trabajo y por su apertura a los derechos humanos, y el Carlos Pellegrini, la Escuela Superior de Comercio de la UBA. Pero, si se observan los estudios universitarios de dieciocho de los miembros de su confirmada segunda línea, el histórico predominio de las casas de estudios públicas se mantiene: trece fueron a instituciones estatales nacionales (siete a la UBA, tres a UNLP y los restantes a la UNER, UNNE y UNMdP) y cinco de ellos a privadas (tres al Salvador, uno a la UCA y otro a la UCLP). Todo indicaría que el estilo ministerial, en grandes líneas, permanecería con pocos cambios.

¿Volvió la polarización geográfica y clasista del voto? Un conteo de los resultados electorales destaca que en las regiones norte y sur, con excepción de Jujuy, eligieron la candidatura presidencial de Daniel Scioli y que la Región Pampeana y Mendoza prefirió de forma contundente a su contrincante. En la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba, CAMBIEMOS superó el 50%.

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Si bien el centro más íntimo del poder kirchnerista es patagónico, hasta el 10 de diciembre, 14 de 22 de los cargos centrales del Estado están ocupados por nacidos en la Ciudad o Provincia de Buenos Aires. Una tendencia que parece profundizarse dado que, de los 20 confirmados por Scioli, además de él, 16 comparten el mismo origen. ¿Cómo puede leerse esta dificultad del FPV para recuperar sus redes pampeanas? ¿Son cicatrices del conflicto del campo? ¿Son una respuesta de las localidades productoras agropecuarias a la baja de los precios internacionales de sus productos? La promesa de Scioli de reactivar la infraestructura agroexportadora, con el ferrocarril, YPF y las autopistas, ¿se verá tan inmediata como la baja de las retenciones y la posibilidad de comprar dólares a bajo costo?

Tal vez los conflictos internos del FPV influyeron en el electorado. Tras las bambalinas de la desolación en que fue quedando el Luna Park, los sciolistas clásicos se lamentaban entre la bronca y el estupor por la casi nula participación de La Campora en la campaña territorial a favor de Daniel Scioli. Otros no paraban de repasar los puntos ciegos de la campaña: las chicanas mediáticas de Anibal Fernández a otros miembros del FPV, incluyendo al propio Scioli cuando le tiró por la cabeza los alfajores tras el viaje en plena inundación a la dorada Italia. En el núcleo duro del sciolismo despotricaban también contra la “traición” de los intelectuales que por primera vez no fueron orgánicos al FPV y usaron las tribunas para deslucir a Scioli tratándolo como “el mal menor”. Desde el otro lado, los pocos kirchneristas que ayer deambulaban por el Luna acusaban al candidato de perder votos con la publicidad de algunos futuros ministros lejanos al universo K.

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Quizá simplemente los ciudadanos eligieron otras opciones más atractivas para sus intereses y deseos; sobre todo un abanico importante de los sectores medios que alimentados por los beneficios del modelo le habían dado su voto en las últimas elecciones, y hoy decidieron cambiar –sin mayores conflictos ideológicos- por lo que les resulta más tranquilizador y conveniente. Posiblemente, la respuesta pueda encontrarse en el programa económico de los candidatos. Cierto es que el país celebrará una nueva elección y una transición democrática sin mayores conflictos. Sin embargo, el 11 de diciembre comienza una nueva historia y los empates políticos nunca le han dado resultado al país. En 1930, como en 1955, y en 1976 los empates hegemónicos han sido malas noticias para los argentinos. El contexto de hoy es otro: la fortaleza de la democracia pone en duda la vieja tesis de los cientistas políticos que historizaron esos escenarios conflictivos. La disputa por el poder ante estas elecciones no sería la de una simple polarización como las de antaño, sino el punto cúlmine de las tensiones internas del peronismo que anoche, en ese escenario de combates boxísticos, comenzó a quedar en evidencia ante las malas noticias que traían los crueles números.

*Revisión, informe y corrección: Sonia Budassi