Ensayo

Cuidado, mercado laboral y desigualdad


Descansar, un lujo para pocos

En América Latina y el Caribe las mujeres dedican cerca de 40 horas semanales a cuidar a lxs otrxs sin remuneración a cambio. El 49 por ciento de las que trabajan tienen ingresos inferiores al salario mínimo de su país. Somos la minoría entre los ricos y la mayoría entre los pobres, escribe Rosa Cañete Alonso siguiendo los datos del informe de Oxfam. El descanso y las vacaciones, solo cuando dormimos.

Fotos: Pablo Tosco/Oxfam.

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- ¿Descansar? ¿A qué te refieres?...
- ¡Ah! ¿Te refieres a cuándo duermo?

Así contestó una madre soltera y trabajadora de GLOVO a la investigadora que le preguntó cuántas horas dedicaba al día a descansar (*). Simplemente ella no sabía ni a qué se referían con la pregunta, ella sólo paraba, sólo descansaba, las pocas horas que dormía al día. Esta es la realidad de millones de mujeres en América Latina y en el mundo a las que, entre el trabajo remunerado y el de cuidado, apenas les queda tiempo para dormir… Lo del ocio les parece ya un lujo asiático.

Mientras, el sistema económico y las sociedades en su conjunto descansan en el trabajo de las mujeres que hacen que todo funcione silenciosa y sacrificadamente. Por esta razón, el ya tradicional informe de Oxfam sobre desigualdad de este año se titula “Tiempo para el cuidado” y plantea que “nuestro sistema económico actual se rige por el sexismo, lo que está generando niveles sin precedentes de desigualdad económica a costa de mujeres y niñas”.

Las encuestas de uso de tiempo le han puesto números a la realidad que tan crudamente expresaba la trabajadora de GLOVO. En América Latina y el Caribe, dependiendo del país, las mujeres dedicamos cerca de 40 horas semanales a cuidar a lxs otrxs sin remuneración a cambio. ¡Es casi una jornada laboral!

La sobrecarga que significa para las mujeres la mala distribución del cuidado hace que nuestra inserción laboral sea difícil: todavía un 29% de las mujeres latinoamericanas en edad de trabajar no tiene ningún ingreso propio y por lo tanto su autonomía en general se limita. Cuando las mujeres tenemos trabajo remunerado éste suele ser precario, el 49% de las mujeres ocupadas tienen ingresos inferiores al salario mínimo de su país y, pese a tener ya en promedio más formación que los hombres, ingresamos un 19% menos que ellos.

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La distribución de las mujeres entre la riqueza y la pobreza extremas es también desigual. El número de multimillonarios que aparecen en la lista de Forbes en América Latina y el Caribe se ha multiplicado por 4 del 2000 al 2019. Ya se contabilizan 104 personas en la región que tienen fortunas superiores a 1,000 millones de dólares, solo 12 son mujeres. Aunque parezca increíble, de forma simultánea la pobreza extrema está creciendo en la región desde hace ya 5 años. Mientras entre los multimillonarios somos las menos, entre los pobres somos las más: por cada 100 hombres en situación de pobreza extrema existen 116 mujeres en esa situación.

Nuestros sistemas económicos se construyeron por y para hombres ricos; si no, es imposible que algo que debería ser un derecho como cuidar y ser cuidado, sea ignorado tanto por los Estados como por las empresas. A través del trabajo no remunerado de cuidados en los hogares se financian y sostienen gran parte de las economías nacionales y se subsidian las políticas sociales. Cuando las políticas sociales son insuficientes son las mujeres las que cubren el vacío; por ejemplo, cuidando a los niños de 0 a 3 años porque no existen sistemas públicos para cubrir esta necesidad social. Cuando las empresas no cubren permisos de maternidad o paternidad suficientes, son las mujeres las que acaban renunciando a su trabajo remunerado. Cuando el ritmo laboral exigido en el mercado para ser competitivo hace imposible compatibilizarlo con la vida, son las mujeres las asumen medias jornadas. Cuando los puestos directivos están pensados para que solo alguien sin familia a cargo pueda desempeñarlo, son las mujeres las se ponen el techo de cristal.

Es sistema económico y social subsisten en base a la explotación de las mujeres sin reconocer el valor del cuidado para la vida y el mercado. Todos queremos y necesitamos ser cuidados en algún momento de nuestras vidas, pero no todos cuidamos igual. Hombres y mujeres, estado y empresas debemos reconocer que la desigualdad extrema socaba nuestras sociedades y mercados y que es necesario repartir mejor el trabajo remunerado y no remunerado. Solo valorando ambos en igual medida, nuestras sociedades serían más justas y felices; todas y todos podríamos cuidar, tener ingresos y saber lo que significa descansar.

(*) Entrevistas realizadas por Kruskaya Hidalgo Cordero y Belén Valencia Castro para el estudio “Entre la precarización y el alivio cotidiano. Las plataformas Uber Eats y Glovo en Quito” 2019, FES Ecuador e ILDIS https://library.fes.de/pdf-files/bueros/quito/15671.pdf