Colombia elige a su próximo presidente el 29 de mayo y, si es necesario porque ningún candidato obtiene más del 50 por ciento de los votos, el 19 de junio. Gustavo Petro puede ser quien gane, pese a que somos una nación muy, pero muy de derecha; por eso, Petro mete miedo, por su historia como ex guerrillero, su estilo provocador y de hablar sin filtro. Su rival más ruidoso es el chistosito, pantallero, uribista y conservador, Fico Gutiérrez, quien tiene como única bandera: “Petro es el mal, yo soy el bien …” y “Petro, párela” con el apoyo de la revista Semana, el canal de televisión RCN, Duque, Uribe y todos los partidos unidos en favor de sus negocios clientelares. También, está el de siempre, Fajardo “el tibio”, quien no se junta con nadie porque ninguna persona, animal o cosa está a su altura moral y, por eso, solo sabe celebrarse a sí mismo. ¡Ah! Y la sorpresa en estilo trumpiano, Rodolfo Hernández, el cascarrabias de hablar virulento que seduce a los uribistas abandonados con su eslogan: “¡Paren de robar!”, y la inefable Ingrid Betancourt, la que en cada elección reaparece para despachar clases de moralismo francés, como para no perder el caché.
El juego electoral colombiano nos dice que la primera vuelta la ganará Petro, pero no le alcanzará para cubrir el 50 por ciento más un voto que se necesita para ser, de una vez por todas, presidente. Los otros candidatos, porque la candidata se retiró después de denigrar a todos, intentarán pasar a la segunda vuelta para enfrentarse a Petro y ganarle bajo la estrategia del miedo al petro-comunismo, es decir, llegar a la presidencia como lo hizo el indolente e inepto de Duque. Lo cierto es que en Colombia desde el 2018 pasamos del que diga Uribe al que derrote a Petro. Y ahí los medios y establishment ya tomaron partido contra Petro y a favor de quiensea.com
Para entender ese juego, aquí intento tres asuntos: el contexto de los modos de competir electoralmente en Colombia, el texto del miedo y odio como toda la política, y el postexto de qué puede pasar.
El contexto: matar antes que cambiar
Decir establishment en Colombia es referirnos a élites agrarias y ganaderas, católicas y blanquiadas, que han mantenido el poder basado en la tierra, la propiedad, la familia y dios. Y su mantra es “antes que cambiar, matar”. Esto se documenta en varios momentos del siglo XX:
-1914 ( 15 de octubre), matan al candidato a la presidencia Rafael Uribe Uribe. ¿Por qué lo matan? Por su ideario político a favor de un socialismo basado en la paz y los derechos laborales más que en la guerra, la familia y la fe en dios. Fue asesinado a la luz del día cerca de la casa presidencial. Sus asesinos fueron premiados con vida de lujo en la cárcel y propiedades para su familia como lo testimonia el escritor Juan Gabriel Vázquez en La forma de las ruinas y el proyecto artístico Otra victoria así y estamos perdidos de Ana María Montenegro.
-1948 (9 de abril), matan al candidato a la presidencia Jorge Eliécer Gaitán. ¿Por qué lo mataron? Por su ideario político en defensa de las causas populares del derecho a la vivienda, la salud y la educación pública. Otro muerto comunicativo: se le asesina a la luz del día y en pleno centro de Bogotá. Con su muerte se inaugura “oficialmente” la época de La Violencia que se extiende hasta la firma del Acuerdo de Paz en el año 2016. Se dice que fue asesinado para evitar la llegada del socialismo a Colombia.
-1989 (18 de agosto), matan al candidato a la presidencia Luis Carlos Galán Sarmiento. ¿Por qué lo matan? Él era de centro (pero liberal); y quería un país con perspectiva de derechos, más democrático a la vez que luchar contra el amantazgo entre política y narco. Lo mataron en plena manifestación pública en un barrio popular.
Asesinaron, también, al izquierdista y candidato a la presidencia Bernardo Jaramillo (el 22 de marzo de 1990) y al ex guerrillero y candidato a la presidencia, Carlos Pizarro (el 26 de abril de 1990).
"Antes que cambiar, matar", el mantra del establishment colombiano.
¿Qué tienen en común estos asesinatos? A todos los matan a la luz del día, delante de la mirada pública, para convertir sus muertes en mensaje de comunicación claro y evidente: ¡Aquí no se cambia nada! El argumento de quienes los mandan a asesinar es que se hace para defender a los poderes establecidos y a la patria en nombre de usos y costumbres políticas. Todos estos crímenes siguen impunes: no se sabe quién los mandó a matar. O como todo en Colombia, sabemos quiénes dieron la orden, pero la justicia solo llega pa´ los de abajo.
Ahora, aparece Gustavo Petro como candidato con más posibilidades de acceder a la presidencia en el 2022 y que enarbola banderas populares de más ciudadanía, derechos y ampliación del estado de bienestar. ¿Lo mataran? Tal vez no. La firma del Acuerdo de Paz en el 2016 ha creado otro mapa y otro modo de actuar y sentir la política. Pero el establishment está nervioso y, entonces, se ha desatado el virus del miedo y la vacuna del odio como modos de matarlo simbólicamente.
El texto: odio y miedo
El establishment, que se expresa en sus políticos, elites y medios, afirma el miedo como estrategia para que nada cambie y difunde la práctica del odio como emoción patriótica. Ahí viene el mal, ese es Petro, el que va a expropiar todas las propiedades privadas, el que va a llevar a Colombia a Chavezuela, el que va a derrocar a la fe católica, el hijo-Putín de aquí. En defensa de la libertad (a lo Vox y Ayuzo en España, Trump en EE.UU o Bolsonaro en Brasil). Libertad de hacer lo que cada uno quiera y loqueseledelagana.co; de vivir su yopitalismo y que muera el colectivo; muerte al común, el medio ambiente, a las causas feministas, a la diversidad sexual, a los derechos de los pueblos indígenas, a la salud y educación pública.
Este miedo y odio se juega en todos los campos de la vida cotidiana. Una amiga tiene un hijo que estudia en un colegio de élite, privado (en Colombia, el 90 por ciento de la educación universitaria es privada y el 50, de la primaria y secundaria). El lunes 14 de marzo del 2022, al día siguiente de la elección legislativa en la que triunfó el partido de Petro (Pacto Histórico), el niño llegó del colegio diciendo que lo habían aislado y matoniado todo el día porque había dicho que “había votado por Petro”. Los otros niños le decían: es que Petro mató mi perrito, es que Petro le hizo daño a mi papá, es que Petro es el diablo… y así.
En lo político, en esas elecciones, al Pacto Histórico se le “perdieron” 400 mil votos y hubo escándalo. Cuando el robo se hace evidente, se recuenta y los votos aparecen. La pérdida favorecía a los partidos de extrema derecha (Centro democrático y Partido Conservador). Una vez recuperados 800 mil votos para el Pacto Histórico, el ex presidente Uribe grita que hubo fraude y que Petro se está robando las elecciones. La estrategia es hacer el fraude y, luego, culpar a los otros.
El establishment afirma el miedo como estrategia para que nada cambie y difunde la práctica del odio como emoción patriótica.
En lo institucional, Colombia ya es Duquezuela. Este señor gobierna de modo indolente con el dolor de su pueblo, tanto que con una popularidad del 20 por ciento acaba de decir que “si hubiese reelección” participaría y ganaría… No se ha enterado de nada. Por eso, durante su período presidencial, han asesinado a más de 300 líderes sociales, mataron a más de 80 manifestantes en el estallido social del 2021 y no dice ni hace nada. Ni un tuit, que es su forma de gobernar. El fiscal, la procuradora, el contralor, el registrador electoral son nombrados por ser sus amigos para investigar a los opositores. Ya somos como Madurozuela.
En lo mediático, medios y periodistas están contra Petro. Y es que los medios masivos están en manos de los cinco más ricos de Colombia. Si Petro habla de pensiones públicas, ¡comunismo!; si impuestos a las grandes fortunas, ¡comunismo!; si habla del medio ambiente, ¡comunismo!; si hay defensa de las mujeres, ¡comunismo! Y se grita ¡libertarismo! Y los periodistas están contra Petro porque no les gusta como habla, viste y canta; los colombianos creemos que la ideología se detecta por el olor y la pinta del man, más que por las ideas.
Un periodista que milita en Duque y ve conspiraciones comunistas en todas partes, el señor Vélez, tuitió “Ojalá no estemos viviendo los últimos días de libertad de expresión. Que estén lejos las condenas por traición a la patria contra aquellos que pensamos diferente o leyes de medios que destruyan la prensa libre”. Ya se ve al enemigo en el ojo ajeno, cuando este mismo periodista matonea a todo colega que critique al presidente Duque. Olvida que el gobierno Duque ha sido denunciado con datos y hechos como indolente ante el periodismo y perseguidor de la libertad de expresión por la Fundación de la Libertad de Expresión.
La paradoja está en que esa defensa a ultranza del libertarismo económico y el yopitalismo narco, se haga en un país donde somos malos capitalistas. Los empresarios no compiten, viven del Estado; por eso usan sus medios para hacer “buenos negocios” no para informar a la ciudadanía. Antes que competir, se benefician de sus leyes, subsidios y protección. Los empresarios son los dueños de los medios, los políticos, los economistas y el establishment. Y del Estado. Su mejor negocio es el secuestro del gobierno.
Todo indica que sin odio ni miedo, no hay política en Colombia.
El postexto: y si no es Petro ¿quién?
Para los medios que son de los empresarios y para los periodistas (¡raro eso de que los periodistas seamos unos desclasados, que no nos sintamos parte del pueblo sino del poder/fuentes/dueños!), esta elección consiste en “pelearle” a Petro, lucharle sus ideas, buscar hacerlo caer como el comunista, feo y de mal hablar que es; a Fico (Federico Gutiérrez), el segundo candidato en las encuestas, nada se le pregunta, se quedan contentos con sus respuestas gaseosas y su pasado mediocre, nada de eso se le recrimina porque es chistoso y divertido y habla de lo más charro; a Sergio Fajardo, el candidato eterno, mejor ni hablar con él porque aburre, solo habla de él y de su ética; chévere entrevistar a Rodolfo Hernández porque es el candidato de las declaraciones polémicas, que dan para el chiste nacional; con Ingrid Betancurt mejor no meterse porque su opinar gomelo (cheto) la hace insoportable. Así que, para los medios, analistas, periodistas todo consiste en joder a Petro, y si se calla o no va a los debates: todo desaparece (las noticias, los debates, las ideas).
Pero en medio de esta patética realidad política, empresarial y simbólica donde predomina el odio de clase y racial y se vende el machismo del miedo, hay realidades maravillosas. La más potente, la generación joven y feminista que apareció con el estallido social del 2019. Y con ella, las nuevas agendas de ética política alrededor de los derechos y lo público, el medio ambiente, las mujeres, lo afro, lo indígena, la diversidad sexual, la educación. Y con ella, nuevos actores políticos indígenas, afros, populares y feministas que quieren que esto cambie y se llegue a una sociedad más cercana a sus deseos de justicia, inclusión y diversidad. Por ahora es una lástima que ningún candidato diga ni mu al respecto de las agendas políticas expresadas con rabia y bronca por el estallido social del 2019. Mentira, sí Francia Márquez, negra, afro, pobre, mujer, rural, líder social, sabia del “vivir sabroso”. Ella sí, por eso, lo más fascinante de estas elecciones.
La generación del estallido social solo se ve representada en Francia Márquez y su propuesta de “ vivir sabroso”
Para esta generación del estallido social su única voz y bandera es Francia Márquez por negra, mujer, popular, representante de las víctimas de la violencia del establishment y lideresa ambiental… pero sobre todo porque habla su lenguaje y propone “el vivir sabroso” como ideal. Algo simple: vivir sabroso es vivir sin hambre, vivir sabroso es vivir en paz, vivir sabroso es tener educación pública, salud pública, vivienda, dignidad. Todo esto es poco, pero alcanza para ser felices y la generación del estallido lo entiende. Por eso, esa generación va a votar por Francia Márquez y su fórmula presidencial. Ella es la candidata a la vicepresidencia de Petro.
Por ahora, lo cierto es que Fico es más de lo mismo (y tal vez peor que Duque, el peor presidente de Colombia); más cierto es que Petro gobernó Bogotá y no modificó nada el modelo económico, tampoco en cultura, algo incidió en lo social, luego eso de que es una revolución no es cierto. Ojalá la política y estas elecciones fueran para “vivir gozoso y sabroso”, como dice Francia. Ojalá el odio de Uribe no nos siga amargando la vida. El establishment no quiere cambiar, seguimos sin entrar al siglo XXI en lo político, pero ojalá elijamos lo mejor para vivir bonito.
Adenda: Colombia no es Chile, Petro no es Boric. Lástima. Pero tal vez, saber que podemos elegir “vivir sabroso” sea todo un bailado democrático.
Fotos: Telam