Supongamos que podemos dividir a la sociedad argentina en tres tercios: uno que apoya al gobierno, otro anti-kirchnerista y uno que oscila. La mayoría del último tercio votó en 2011 a Cristina. ¿Cómo jugó la estrategia del FPV de “conservar lo logrado” y plantear una muy difusa agenda a futuro? ¿Cómo jugó en esa franja el hecho de que el candidato oficialista no fuera al debate? ¿Cómo jugó la candidatura a gobernador en la provincia de Buenos Aires, que tiene casi el 40% del padrón electoral? Sobre esto último, hubo una respuesta: la derrota del peronismo en Buenos Aires fue lo más sorprendente de la elección. Además, es la provincia que gobernó el candidato del FPV durante ocho años, un tema que llevará a otras reflexiones en el futuro. Sin embargo, quienes afirman que el resultado de la elección nacional se explica únicamente por los votos obtenidos en esa provincia no toman en cuenta los resultados de otras jurisdicciones como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Jujuy donde (con especificidades) puede percibirse que hay un problema en el orden nacional.
¿Estamos ante un verdadero giro a la derecha de la sociedad argentina? La expresión “giro a la derecha” parece útil si uno quiere evitar reflexionar sobre una serie de cuestiones. Aquí la elección no fue entre Macri y Cristina, sino entre tres candidatos más similares entre ellos. Si la sociedad tenía algún reclamo de “menos confrontación”, que es posible, fue anterior incluso a las PASO y eso incidió en la definición de las candidaturas. Otro elemento a considerar es que hay que preguntarse qué percepción de Macri y Cambiemos tienen distintos sectores de la sociedad. Los anti-macristas de la primera hora (permiso: usaré la primera persona del plural) tenemos derecho a estar convencidos de que en los temas cruciales aplicará políticas de derecha (lo más a la derecha que pueda). A lo que no tenemos derecho (porque es un error político grave) es a suponer que eso mismo imaginan todos sus votantes. Hay una distancia evidente entre lo que algunos consideramos que es el plan de gobierno de Macri y Cambiemos y el discurso electoral que han tenido, inclusive el mismo domingo 25 después de la elección. Han ido construyendo un discurso moderado que se apoya en el giro en la apreciación sobre la Asignación Universal por Hijo (AUH), de Aerolíneas Argentinas o YPF, entre otras cosas. Todos tenemos derecho a creerle o no a los candidatos. En cambio, no tenemos derecho a creer que la sociedad vota con el archivo en mano. Y menos aún con el archivo que cada uno quiera y no con el otro archivo. A esa altura, el análisis político se torna imposible. Una cosa es tener deseos políticos, otra cosa es creer que un análisis caprichoso y autojustificatorio puede ser una buena base para una política interesante.
El giro de Macri, su consolidación como segunda fuerza y las debilidades del oficialismo fueron claves para el cambio en el panorama político que le permitió ingresar al ballotage con chances importantes. La sociedad no votó ningún ajuste neoliberal, porque ningún candidato hizo campaña con esa orientación, sino que todos prometieron, quien más quien menos, preservar los avances económicos y sociales de estos años.
Miremos otros aspectos del oficialismo. Primero, ¿qué votos tenía asegurados y qué votos disputaba el FPV para intentar ganar en primera vuelta o, ahora, para intentar ganar el ballotage? Si tenía algo así como un tercio asegurado, disputaba el voto de ciudadanos más críticos, indecisos, que analizan con otra perspectiva las alternativas y que estaban dispuestos a modificar su voto.
Segundo: ¿Cuál fue el perfil de la campaña del Frente Para la Victoria? Un perfil no sólo confuso, sino contradictorio. De modo sintético, la frase “el candidato es el proyecto”, ¿No contrastaba con actitudes del propio candidato? Por ejemplo, los anuncios ministeriales ¿sumaban o restaban? ¿Quién simbolizaba alguna dimensión interesante de la continuidad? ¿Quién simbolizaba alguna dimensión interesante de cambio? Es un ejemplo, pero es claro que los anuncios ministeriales chocaban con las políticas en temas como derechos humanos.
Tercero: Los independientes que acompañaron masivamente al kirchnerismo en 2007 y 2011 tenían tres opciones sin grandes diferencias. De allí que tenga relevancia la metáfora cinematográfica. Si en tres cines dan la misma película, ¿A cuál de ellos ir a verla? A este porcentaje de la población, que ayer alteró todas las previsiones, le resultó más previsible la indefinición económica de un espacio con un liderazgo que otra indefinición, presumiblemente más gradual, pero políticamente más conflictiva.
Cuarto: ¿La percepción social de las confrontaciones internas del FPV es nada más que una operación política? Supongamos eso por un momento. La cuestión es que todas las esfuerzas se han recuperado de operaciones políticas y otras le han resultado más costosas. La pregunta correcta es por qué la sociedad cree o no cree en determinadas afirmaciones.
Quinto: Hay una situación social que las encuestas no pueden captar: la del cuarto oscuro. La ansiedad generalizada produce un gran consumo de encuestas, pero estas se basan en una situación específica. A un futuro elector se le pregunta a quién va a votar, pero cuando esa persona entra al cuarto oscuro a veces pueden producirse cambios. Cambiemos captó más del llamado “voto útil” que lo que se había pronosticado. Ahora bien, la pregunta es por qué el FPV no captó más voto útil y, en realidad, perdió puntos respecto de las PASO. Y eso nos reenvía a los problemas de la campaña.
“Unidad en la diversidad” puede ser una buena o mala consigna. Puede resultar bien si la sociedad percibe que hay distintas vertientes que adhieren a un programa en común. Puede resultar mal, en cambio, si se perciben diferencias o potenciales confrontaciones que pueden llevar a situaciones delicadas. Sobre esto y sobre todos los temas hay realidades y hay operaciones mediáticas y políticas. La sociedad, que desplegó en estos años una visión más crítica sobre el papel de los medios, intenta distinguir a unas de las otras. Pero quien crea que todos los problemas son puras operaciones tiene vanas ilusiones.
En política siempre es un pecado subestimar a los electores y renunciar a construir las candidaturas más competitivas para todos los cargos y niveles. Del mismo modo, en política es un pecado renunciar a hacer todos los esfuerzos estratégicos para tratar de ganar una elección. Dentro del marco programático. La sociedad tampoco premia volteretas ni actitudes hipócritas. Ahora bien, hay que saberlo: ninguna derrota es gratuita.
Ya se está deshojando la margarita. Ha comenzado la cuenta regresiva de una nueva elección. Asumir los errores y aciertos de la estrategia electoral es sólo el primer paso. Quien diga que la segunda vuelta está definida es un mentiroso. Pero quien diga que con la misma estrategia se alcanzará un resultado diferente es un ciego.