Mercado Libre (ML) es uno de los cuatro unicornios argentinos. Unicornios son, además de animales mitológicos, empresas tecnológicas que valen mil millones de dólares o más —una fantasía que la etapa actual del capitalismo hizo realidad. Las otras empresas argentinas que entran en este grupo son Despegar, Globant y OLX. El 5 de mayo Juan Grabois, referente del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE), tuiteó “Mercado Libre es contrabando, evasión, especulación financiera, abuso al consumidor y competencia desleal. Su ‘éxito’ es la destrucción de miles de puestos de trabajo. Macri los hizo multimillonarios a costa tuya” y, previsiblemente, desató una polémica. Contestó Marcos Galperín, fundador y CEO de ML; la empresa emitió un comunicado; el jefe de Gabinete Marcos Peña respondió —también por Twitter —con puros elogios; y políticos de varios sectores expresaron su opinión. Cada uno resaltó de esta empresa lo que más le gusta o conviene, ocultando tantas otras cosas. La verdad, como suele pasar, es más compleja.
ML fue fundada en agosto de 1999 por Marcos Galperín. Salió a bolsa en 2007. En el medio se expandió a 18 países, absorbió competidores (como deremate.com), recibió inversiones millonarias (de EBay, entre otros), diversificó actividades y se amplió a los servicios financieros a través de Mercado Pago —pata fundamental de su negocio en la actualidad. Hoy la empresa tiene un valor de 28.450 millones de dólares, es la compañía argentina mejor cotizada del mundo y emplea, según datos de la empresa, a 7.535 personas en la región, de los cuales 3.542 están basados en el país. En el desierto que es Argentina, ML es un oasis: mientras el consumo en el país sigue en caída libre, este año la empresa aumentó las ventas por unidades en un 40% —y la cotización de sus acciones prácticamente se duplicó.
En este ascenso meteórico ML, con un CEO que presume ser un liberal de pura sangre, recibió y continúa recibiendo mucha ayuda del Estado argentino —algo que en el contexto actual de crisis y austeridad puede parecer escandaloso. Sin embargo, que los gobiernos implementen políticas para atraer capital e incentivar su desarrollo no sólo es común, sino también deseable. Poniendo a ML en el contexto internacional e histórico que corresponde, nos preguntamos qué le deja esta empresa a Argentina y qué nos dice sobre las posibilidades de crecimiento de nuestro país.
Amigos con derecho a exenciones fiscales
El 24 de abril de este año Galperín festejó la aprobación de la Ley de Economía del Conocimiento como “una gran noticia para Argentina”. El CEO vaticinó además que en los próximos diez años el sector “se convertirá en uno de los principales motores de crecimiento y empleo”. Esta ley, aprobada con el voto de todos menos Nicolás del Caño, habilita a ML a seguir gozando de los beneficios fiscales que le otorgó la Ley de Promoción de la industria del Software, sancionada en 2004 y prorrogada en 2011 hasta diciembre de este año. Este régimen le permitió a ML pagar, en todo este tiempo, un 30 por ciento de las contribuciones patronales y un 40 por ciento del impuesto a las ganancias de lo que le correspondería normalmente.
Sin embargo, el camino del rentista no es fácil. En noviembre de 2017 la AFIP determinó que a ML no le correspondía recibir los beneficios de esa ley y demandó el pago de una deuda que, solo por ese año, ascendía a 31,6 millones de dólares. El entonces titular de la AFIP Alberto Abad gritó algo que se susurraba en el sector hace tiempo: ML no tenía nada que hacer en ese régimen porque no es una empresa de software, sino de comercio electrónico. Según el texto de la ley, las empresas debían cumplir dos de tres condiciones para beneficiarse del régimen especial: hacer investigación y desarrollo (I+D), certificar normas de calidad o exportar. ML certifica normas de calidad, pero no realiza I+D en software. Una y una. El debate entonces giró en torno a si exporta software o no, y la AFIP consideró que ML simplemente envía software a sus empresas vinculadas en el exterior, sin vender a terceros.
Galperín tuiteó enojado, quejándose de haberse enterado por los medios y amenazando con mudar la casa matriz a otro país. Pero cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Un rato más tarde Macri elogió a ML en un acto en La Matanza, comparándola con Amazon. Galperín deshizo sus pasos —borró su tweet —y puso lobby a la obra. Un mes después y mientras en el Congreso se debatía el cambio en la fórmula de actualización de las jubilaciones para seguir achicando el gasto, el Ministerio de Producción a cargo de Francisco Cabrera salió al rescate de ML con un argumento insólito: los usuarios de la plataforma son los “terceros” para los cuales la empresa desarrolla el software, y el software que ML envía a sus empresas vinculadas constituyen exportaciones. Se dobla, pero no se rompe.
Hay de todo en el libremercado del señor
No son los funcionarios del gobierno los únicos defensores de esta empresa. El tweet de Grabois que disparó la polémica tuvo casi 4 mil respuestas (el doble que favs), un indicador de la masividad con la que salieron a contestarle. Además de chicanear al dirigente social con que él vende su libro por ML, las respuestas le señalaban el dinamismo y el reconocimiento internacional de la empresa. La pregunta es, además de generar un cierto orgullo, ¿de qué le sirve al país tener un unicornio que la rompe en Wall Street?
Diego Finchelstein, investigador del CONICET y la Universidad de San Andrés especializado en internacionalización de empresas, señala varias ventajas de tener nuestras propias multinacionales. “Las empresas internacionalizadas incrementan la inversión en I+D y contratan personal más calificado allí donde están sus casas matrices”, y agrega que al ampliarse a otros países donde tienen que competir con parámetros de eficiencia y sin la ventaja de jugar de locales, “suelen ser más productivas”. Además, garantizan la permanencia de empresas locales versus multinacionales. Sin embargo, Finchelstein lamenta que nuestro “desempeño en términos de grandes empresas internacionalizadas resulta bastante pobre”. Comparado con otros países de la región, además de tener una base empresaria local más extranjerizada, Argentina genera pocas empresas multinacionales y, aunque con ML, Despegar, Globant y OLX el país está a la vanguardia en la generación de unicornios en la región, recientemente fue superado por Brasil.
Si empresas como estas son deseables, ¿qué debe hacer el gobierno para fomentarlas? Verónica Robert, investigadora del CONICET y de la Universidad General San Martín especializada en economía de la innovación, opina que las políticas sectoriales son importantes para cambiar la estructura productiva —y por eso todos los países las implementan. En particular, Robert considera que el Estado debe apoyar a empresas en sectores intensivos en conocimiento por, entre otras cosas, su potencial de derrame tecnológico —y de hecho considera que la ley del software fue clave en el crecimiento espectacular del sector, algo muy positivo en términos de “crecimiento económico, divisas y empleo”. En el caso particular de ML y su contenido de I+D, la experta apunta que la empresa contrata programadores con buenos salarios que desarrollan software para las diferentes unidades de negocio —algo que tiene mucho más valor que lo que hacen otras empresas de software, que simplemente venden horas de programación al exterior. Sin embargo, cree que es válido cuestionar la pertinencia de exenciones fiscales para una empresa que levanta millones en una ronda de financiamiento en Wall Street. Mirando lo que viene, considera que una nueva ley de software debería poner más requisitos y mucho más sofisticados —apuntando a complejizar al sector e incentivar las exportaciones, y comprometiendo a estas empresas a invertir más en I+D y contratar personal altamente calificado.
Ciertamente, estas plataformas demandan trabajadores formados en empleos de calidad. Sin embargo, esta minoría convive con una mayoría de trabajadores informales y precarizados. Laura Perelman, socióloga del Instituto de Desarrollo Económico y Social especializada en temas laborales, considera que la pregunta central es “quiénes están por detrás de los múltiple anuncios de venta, qué tipo de empleo genera, y qué exposición tienen a los mecanismos de control y de fiscalización.” No hay datos estadísticos y/o administrativos al respecto, pero sabemos que históricamente el sector del comercio minorista presentó niveles de informalidad mayores a los de la media de la economía. Se sigue que la expansión del comercio electrónico sin regulaciones puede profundizar los niveles de informalidad y precariedad. Todo esto no parece preocupar a Galperín que públicamente se expresó a favor de una reforma laboral “a la brasilera” (o sea, más flexible), además de criticar a aquellos que trabajan por dinero —en vez de pasión. Para neutralizar a los que todavía creen en el salario digno como forma de remuneración, el CEO pactó con el líder del Sindicato de Comercio Armando Cavallieri y logró detener cualquier intento de organización de los trabajadores.
El unicornio madre
Nada de lo que contamos de ML es específico de ML. Esta empresa tiene a Amazon, el pulpo estadounidense que no para de crecer desde su fundación en 1994, respirándole en la nuca. Amazon nació como una tienda en línea de libros para convertirse en una tienda en línea de todo —además de proveer servicios de informática en la nube y desarrollar inteligencia artificial. Al igual que ML, Amazon se benefició de mucha ayuda estatal —se calcula que en las últimas dos décadas, recibió 2.44 billones de dólares en subsidios.[1],[2]
Respecto a las relaciones laborales, Amazon también predica pasión y practica explotación —en tres esferas distintas. En primer lugar, los empleados calificados que ganan buenos sueldos en las casas matrices —los “amazonians”[3]. En segundo lugar, los empleados menos calificados que ganan menores sueldos en los almacenes. En tercer lugar, los “colaboradores” que llevan paquetes de un lado a otro. Los tres grupos tienen distintos problemas, pero quizás los más graves son los de los trabajadores poco calificados —que en los almacenes deben actuar como robots, sin recreos para ir al baño, sin aire acondicionado o calefacción, sin conversar con el vecino —y los que ni llegan a ser trabajadores, “disfrutando” de máxima flexibilidad y mínimos derechos y ganancias[4].
Sin embargo, Amazon tiene un don: convierte todo lo que toca en más accesible y eficiente. Comprar lo que sea que necesites a un precio reducido y recibirlo en la puerta de tu casa en dos días, ¿tiene precio? Traslademos ahora el sueño de esa comodidad a un país como el nuestro en el que los bienes son caros y en aumento, los servicios públicos andan mal, y en general todo lo cotidiano es difícil. En el país de lo roto, lo que funciona es rey.
No sos vos, es tu modelo de negocios
El peligro es que el árbol de la comodidad tape el bosque de la competencia. Plataformas como ML y Amazon se convierten en juez y parte de vendedores y compradores, y todos deben seguir sus reglas. Sus defensores hacen énfasis en la competencia positiva que generan —podemos comparar precios online de muchos oferentes, lo que impulsa los precios a la baja —además de recalcar sus logros en términos de deshacerse de intermediarios en la cadena minorista. Sus detractores, en cambio, creen que ML es apenas una versión elegante de La Salada —es decir, informalidad y competencia desleal para comerciantes que tienen sus papeles en regla. Además, muchos vendedores acusan a ML de abusar de su posición dominante. Esto es, las ventajas que proporciona la plataforma en términos de acceso a más mercado y clientes, conviven con sus comisiones abusivas y retenciones de pagos por largos períodos de tiempo.
En estas condiciones, Galperín va por más, anunciando que luego de “democratizar el comercio”, lo próximo es “democratizar el dinero … atrapado en un sistema muy caro y muy ineficiente”. Se refiere a su sistema de billetera electrónica Mercado Pago. Sin embargo, la democracia versión plataforma tecnológica se parece mucho a un sistema autoritario: cuando las aplicaciones crecen y no tienen competencia ni regulación, nada asegura que provean un buen servicio. Lo que hoy es una maravillosa solución a los problemas cotidianos de los ciudadanos, mañana pueden ser condiciones arbitrarias y abusivas.
Mercado Libre tiene entonces más o menos las mismas ventajas y desventajas que el resto de las plataformas tecnológicas del mundo. Estas son hoy las empresas más dinámicas del capitalismo y como tales deben contribuir de modo sostenido al crecimiento económico y la creación de empleo de calidad de los países, ahora y en el futuro. Para eso, deben adaptar su modelo de negocios y dejar de colocarse por encima de la regulación pública. Bañadas en dólares por inversores ansiosos, amadas por sus consumidores, y beneficiarias desagradecidas de los Estados nacionales, su poder monopólico o casi monopólico es un desafío para las democracias, con sus promesas siempre incompletas de ciudadanía y bienestar. Empresas todopoderosas requieren Estados fuertes como contraparte. Mientras tanto, el gobierno argentino sigue desfinanciando al suyo.
[1] Se puede seguir la información actualizada aquí https://www.goodjobsfirst.org/amazon-tracker.
[2] Hace algunos meses la empresa aumentó la apuesta: dijo que abriría nuevas sedes en los dos lugares de Estados Unidos que le ofrecieran las mejores condiciones y provocó una competencia feroz entre ciudades. Finalmente, la compañía eligió dos lugares que ya tienen infraestructura, trabajadores formados y riqueza: Nueva York y Virginia —o sea, de derramar o re-pensar algún tipo de desarrollo, ni hablar. Amazon decidió finalmente no instalarse en Nueva York porque las exenciones fiscales que la ciudad le prometió generaron fuertes protestas de varios grupos, creando un contexto poco beneficioso para ellos.
[3] Las condiciones de trabajo de los amazonians están muy bien contadas en este artículo: https://www.nytimes.com/2015/08/16/technology/inside-amazon-wrestling-big-ideas-in-a-bruising-workplace.html.
[4] En este artículo una mujer cuenta su experiencia “colaborando” con Amazon, es decir, llevando sus paquetes: https://www.theatlantic.com/technology/archive/2018/06/amazon-flex-workers/563444/.