En una mesa del primer piso de la Confitería Ideal, en un reservado, dos muchachos de ventipico de años y una joven están por cenar. Walter Barrera, Diego Vallejos y Cintia Arellano fueron compañeros de la primaria de Leo; y Cintia fue su amiga especial por esos años. Su primera novia, vale decir. Delgada, de pelo castaño hasta debajo de los omóplatos, vestida de negro, maquillada como para una fiesta. Alguna gente opina que la esposa de Messi, Antonella, es mucho más linda que Cintia. De hecho, ambas son muy parecidas, las dos son de Rosario, Messi las conocía desde antes de ser famoso.
-Y vosotros, ¿a quién preferís para Leo? ¿A Antonella o a Cintia?
Es la voz del director Alex de la Iglesia en pleno rodaje.
Silencio en el set, ninguna de los tres amigos de la infancia de Lionel Messi, convocados a esta mesa por el español, se anima a dar una respuesta, a referirse a la actual pareja de la estrella. El verdadero protagonista de esta historia está ausente: juega en el Barcelona y gana millones de dólares.
-¿Podemos pedir una milanesa? –pregunta Walter.
Alex de la Iglesia está a diez metros de la mesa donde los chicos almuerzan, bajo su carpa, detrás de las pantallas, entre su equipo de arte y sonido. Salvo excepción, nunca saldrá de ahí. Sentado, tranquilo y pálido, habla en susurros, pero la mayor parte del tiempo permanece en silencio. Si se pone nervioso, la piel se le tiñe de amarillo. Cada vez que puede, fuma o toma una lata de Red Bull. A decir verdad, todo el equipo toma Red Bull. Nadie una gaseosa, un té. No se ve un termo ni un mate. Quien hace el trabajo sucio con los actores es Domingo González, el asistente de dirección. En cada escena, les dice lo que Alex quiere.
-Preguntale a quién prefieren para Leo: ¿a Cintia o Antonella?
Sólo cuando Domingo no entiende el pedido o está ocupado chequeando el micrófono, los cables y todo aquello que no deberá aparecer en el plano, Alex se dirigirá a los actores. Mientras se pueda, prefiere la mediación.
La cena la sirve el actor porteño Hernán “Curly” Jiménez. Tiene humor, sabe improvisar. Es lo que hizo los cuatro días que le tocó ser camarero en La Ideal, atendiendo las mesas.
Los camareros suelen decir que son actores sin trabajo: Curly es lo contrario. Los amigos de Messi lo confunden con alguien, le ven cara conocida. Curly trabaja en la tira de Andrea Del Boca, dato que no puede revelar durante la filmación a los amigos de Messi. Ellos aun creen que Curly es un camarero de verdad, no un actor. También fue co-guionista del documental sobre Luca Prodan que dirigió Roberto Espina, pero este dato es desconocido para la mayoría de los espectadores; el público lo considera el actor gordito, simpático, rubio, que siempre hace un personaje secundario en las telenovelas. Curly defiende al flemático director: “Alex de la Iglesia es lo más, te habla, te da dos indicaciones y ya está. Nunca se cabrea”. Para las cenas en La Ideal, Curly sirvió a DT como César Menotti y Sabella, y a las maestras de la escuela de Messi. El guión de este documental fue escrito por el director técnico Jorge Valdano; sin embargo, varios días después, finalizado el rodaje, en Rosario, Alex dirá: “El guión se construyó en base a entrevistas y se cambia a diario. Los amigos han hecho secuencias que no existían en esta película, por ejemplo, la del cementerio El Salvador. La que va a visitar la tumba de su abuela, a quien dedica siempre sus partidos”.
Diego Vallejos es una galán; aprovecha que su amigo fue al baño, para tirarse un lance con Cintia, su ex compañera de primaria, la supuesta ex novia de Messi, delante de cámara.
-¿Te casaste?
-Sí, hace un año.
-¿Te va bien con tu marido?
-Sí.
-¿Querés tener hijos?
-Todavía no.
-Está bien. Estás linda, Cintia.
Es muy probable que actúe; hace tres horas que la cena parece no terminar. El vino ya hizo sus efectos.
-¿Vos pensaste alguna vez en nosotros? –pregunta él.
Pero en ese momento entra el tercer compañero de la primaria de Messi, Walter.
-¿Me perdí de algo?
-Llegaste en lo peor –dice Diego.
Hay risas veladas. Por lo pronto, ella declara a cámara:
-Mi marido no le tiene celos. Me pide que interceda para que Leo le firme un autógrafo.
-No se puede tener celos de Dios -comenta un extra a otro en voz baja.
***
-Hoy no es un buen día para acercarse a Alex.
No hay periodistas en el set, salvo excepción, un cuarto de hora, un ratito, para tomar fotos, ¡pero guarda con molestar al director! ¡Nadie debe acercarse!
-Hoy no es un buen día para acercarse a Alex –repetirá Bernat Elías, productor catalán y hombre de pocas palabras, que en este dantesco film hará de Virgilio y guía.
-Creo que hacia el mediodía te podré conseguir una entrevista.
Bernat es el hombre más guapo del rodaje; una fotógrafa y una periodista que trataron con él, lo comparan al Luis Miguel de hace diez o quince años. De estatura normal, de contextura fuerte sin ser gordo, cabello rubio oscuro y ojos rasgados, huidizos, color miel. Usa remeras de maratón; tal vez salga a correr en su tiempo libre.
Con un eterno celular en la mano, es el alma en pena que da vueltas por el set, haciendo arreglos para las locaciones de los días que siguen, pidiendo silencio, hablando siempre a 20 decibeles, volumen de biblioteca. También hablan así todos los españoles del equipo de Alex –Alex incluido-: Kiko de la Rica, director de fotografía, Domingo González, el asistente; Marcelo Pont, el director de arte de Buenos Aires. Los argentinos, en cambio, andan a los gritos.
Acá, nadie sabe cuánto le pagarán a Alex de la Iglesia para hacer el documental. Se sabe que lo contrataron entre Promofilm y Mediapro. Cuando le preguntan, él dice: “La idea me pareció atractiva. Es algo que hago entre película y película. Yo soy más de películas, soy un tipo de ficción. Pero precisamente por eso, por lo contradictorio y absurdo que era emprender un proyecto como este, he decidido hacerlo". Viene de ganar nueve premios en la XXVIII Edición de los Premios Goya por Las brujas de Zugarramurdi y cuando acabe con este documental comenzará con su nueva película.
-¿Y cuál es tu nuevo proyecto?
Alex de la Iglesia se muerde el labio inferior.
-¿No lo podés decir?
Repite el gesto. Quizás la pregunta le molesta, pero creo que no se anima a revelar su proyecto por superstición; alguien que trabajó en tantas películas con temáticas de lo divino y lo diabólico es harto probable que sea supersticioso: debe tener miedo de que si lo cuenta, el proyecto se pinche.
***
El martes 18 a las 7 de la mañana, la calle del Club Abanderado Grandoli está cortada por los técnicos de la película y varios agentes de la policía cuidan los tres camiones de la producción. En un camión, los elementos de rodaje: micrófonos, el steady cam, las luces, media docena de computadoras, la unidad móvil, el motorhome de los actores, la camioneta de Alex. Es un club humilde, en un barrio peligroso. Messi vivía a seis cuadras, en un barrio llamado La Bajada. La fotógrafa del diario La Capital, Silvina Salinas, que llega por la tarde comenta:
-Yo llego y disparo, es lo primero que hago, después pregunto quiénes son. Es mi oficio. A nosotros nos llaman siempre acá por algún crimen. En la redacción nos dicen “Tienen que ir Grandoli y Gutiérrez” y sabemos que hay un crimen. El más famoso, el de Pimpi Caminos.
El 19 de diciembre de 2010, el ex líder de la barra brava de Newells, Roberto Pimpi Caminos, tenía su base de operaciones en el barrio y fue asesinado en la calle Servando Bayo al 1400. La zona sigue siendo escenario de enfrentamientos, asesinatos; bunkers de drogas y tiroteos a plena luz del día.
Cristian Álvarez, actor y delegado de la Asociación Argentina de Actores controla la relación entre productores, extras y actores.
-Acá hay un montón de actores –cuenta- el más conocido es Matías Martínez que hace de réferi. También está Zulema Amadei, una gloria del teatro rosarino. Hace de extra en la grada, que viva el gol de Messi. Y hay algunos más, están los porteños. Aníbal Di Natale, el DT. Julia Azar, la abuela de Messi. Yo cuando era pibe vivía acá cerca. Veníamos a la puerta del Club Grandoli y le dábamos la copa de leche a los chicos.
-¿Lo conociste a Messi?
-Ni idea.
El escenario es la cancha de tierra. Los chicos del Club Malvinas que entrenan fútbol infantil en Newells Old Boys forman dos equipos. Uno, el Grandoli. La idea es recrear el partido en el cual debutó Lionel Messi a los 4 años en la categoría baby. Alex de la Iglesia, con su equipo, permanece a cierta distancia, bajo su carpa oscura. El cielo amenaza con tormenta. Bernat dice:
-El pronóstico nos dice que hasta las 6 no lloverá; podremos filmar.
Hay humedad, un calor insoportable. Aunque parece que no, el sol quema. Alex se acerca a la grada de los extras y explica en qué consistirá su trabajo. Dice unas palabras a Valentín, quien será el Messi debutante. En la recreación de la escena, Salvador Aparicio, el DT que descubrió a Messi, es interpretado por Di Natale, quien además de actor, es réferi de fútbol en Torneo Nordelta.
Domingo González se ubica frente a las gradas, en espejo a los extras.
Silencio, por favor.
¡Cante!
Marca de escena, Claqueta.
Acción.
Los chicos entrenan en la cancha, cada equipo por su lado.
RÉFERI mira el reloj, se hace tarde, al DT: Maestro, ya no puedo esperar más.
DT mira a la grada y ve a Messi chiquito. ¿Qué sabés hacer?
ABUELA DE MESSI sentada juto a su nieto en la grada: De todo.
DT bajo, a la grada: Si saca algo de los hermanos, capaz que aprende alguna cosa.
Al cabo de unos momentos, la platea se excita.
DT: ¡Largala, largála!
El supuesto Messi mete su primer gol. Domingo, el asistente, al otro lado de las gradas, hace los gestos y salta: los extras deben imitar sus acciones en espejo. Salta y levanta los brazos espasmódicamente, hace con los labios la palabra gol. Alguien más allá chasquea la lengua, humillado. Es Oscar López, actual presidente del Club Grandoli, herido en sus sentimientos, cuenta:
-No fue así, no fue así. Aparicio nunca dijo ‘Largala’, dijo ‘Dale’”.
Está casi ofendido. No sirve explicarle que es una ficción y no la realidad. Pregunta si queremos ver las fotos de Messi de chico: fotos que ya conoce medio planeta. El tiene las originales.
-Acá está él –indica ante la foto de Messi debutante- el shorcito lo tenía atado con hilo, porque se le caía. Teníamos los videos de los primeros partidos también, pero un día nos los pidió Fox para hacer un programa y no nos los devolvieron. Lo mismo la remerita con que se inició. Se la quedó el conductor del programa. Es un tipo famoso de la tele.
-La reclamamos y él dice que la devolvió. Pero no la devolvió, se la quedó él –dice más tarde la hija mayor de López, una veinteañera que trabaja en las tareas organizativas del club y está sentada en la grada, observando el rodaje atentamente.
-Y esa remerita, la primera que usó Messi en su vida, ¿cuánto puede llegar a valer en una subasta en veinte, en cincuenta años? Vale una fortuna.
Desde el exterior llega la voz de Alex hablando con micrófono.
-Lo hacemos de nuevo.
Repetirán la misma escena otra vez, la entrada de Messi niño en la cancha.
Volvemos todos a nuestros sitios, para ver de nuevo la escena repetirse.
En el momento en que la abuela alienta al Messi chiquito a salir a la cancha, el director interrumpe:
-Julia, si te inclinas sobre él, tapas al niño. Va de nuevo. No entres en el plano. Es un plano estrecho, enseguida lo tapas.
La escena se repite dos o tres veces y luego se filmará un contraplano. Di Natale, inmutable, repite su parlamento de “Largála, largála!” una docena de veces.
***
Valentín Rodríguez, el actor que hará de Messi debutante, fue elegido por su parecido físico con el jugador; y presentado por la Agencia Cielito Casting, para la que el nene trabaja. Como fue elegido porque su rostro es igual al de Messi, no se hizo hincapié en que jugara bien al fútbol. Para eso tienen a otro chico, del Club Malvinas de Newells Old Boys. Hará de doble de cuerpo de Messi; sus piernas serán las del Messi de ficción. Habrá un tercer Messi niño, Juan Ignacio Martínez, Juani, de 8 años, quien en la realidad es un pequeño jugador de fútbol de las inferiores de Vélez Sársfield.
Ya en el film, Valentín patea el gol con tan poca fuerza que la pelota se detiene antes de entrar. O pega en el palo; o el arquero se sulfura y la ataja. Como no puede meter un gol, los chicos gritan: “¡Traigan otro!”.
El desgraciado Valentín descorazona de tal manera al resto de extras y madres en las gradas que cabe preguntarse si se trató de un error del casting, que expuso al chico a semejante golpe con la realidad. Alex de la Iglesia sale de su carpa y habla con Valentín en un rincón alejado de la cancha. No sabemos qué dijo ni cómo se lo dijo. Hoy es otro mal día para Alex de la Iglesia, la tormenta inminente lo tiene inquieto y el asistente de sonido asegura que se peleó con los periodistas que lo interrumpieron durante el rodaje y los echó a todos del set. Coqui, un técnico de sonido, asegura que echó a los de Radio 2. Es difícil estar de humor; un actor que prefiere no dar su nombre, critica a Alex por lo bajo:
-Es un nene. Tendría que decirle a Valentín: “salió precioso, mi amor. Pero hay que hacerlo de nuevo”. Fastidiarse y decir “Va de nuevo” no debe ser muy alentador para el chico.
Según la premisa canónica del cine: no hay peor dolor de culo que filmar con niños y animales. Dos tomas más con Valentín en la cancha y después Alex pasa a filmar al doble de cuerpo de Messi niño, un absoluto hiperkinético que sus propios padres no podían contener en el plató, y al fin, filman con Juani, quien será el Messi de ocho años. Las madres que llevan a sus chicos al set ruegan:
-Ojalá me salga un pequeño Messi.
-O un buen actor.
Pero ellas niegan con la cabeza todas igual. No: ellas quieren un Messi; la mamá de Juani, en cambio, prefiere a un actor. Juani será un actor.
La kiosquera del barrio manda a sus tres hijos a practicar fútbol al Grandoli; atrás de las cajas de pastillas de mentol están los trofeos que ganaron sus hijos. En la esquina de la casa de Messi, Lavalleja al 200, hay un santuario del Gauchito Gil. Tiene el tamaño de una garita de policía y dentro un gauchito del tamaño de un muppet mira con sus castaños ojos fijos. Lo rodean un San la Muerte y velas derretidas. En un descampado a los pocos metros, una gran bandera roja: “Gauchito Gil te agradecemos”.
***
-¿Filman una película? Acá hace 20 días que no funcionan los ascensores —dice la anciana, cargada de bolsas.
La escena es en el Fonavi, junto a la Torre 7. El guión dice que Messi niño paseaba por el barrio cuando un grupo de chicos le quiso robar la bicicleta.
La gente del barrio está entusiasmada, nunca vieron un rodaje, ignoran por completo quién es Alex de la Iglesia, pero la mayoría de los vecinos insiste: Leo nunca se subió a una bicicleta.
El que más insiste en esto es uno de seguridad, que cuida que nadie entre al set. Además de trabajar para la película, canta salsa. Es bueno cantando salsa; está buscando el momento para revelárselo a Alex de La Iglesia.
Pero aquí se está construyendo un héroe; hay que mostrar a ese ídolo de masas y a ese genio de la pelota en un héroe de película “a la americana”; el chico bueno que a fuerza de ímpetu atraviesa los obstáculos y se impone al mundo. Los buenos triunfan, el trabajo nos hará libres, se cumple el sueño americano. Nadie quiere ver a Leo como un chico un poco border, o un Asperger, con problemas, carencias en el discurso, cuya energía entera está puesta en sus piernas, en la pelota. Tuvo suerte de que su libido encontrara el fútbol, si no tal vez sería otro chico más al que le cuesta hablar, ascender socialmente. El padre era un obrero de Acindar que perdió su trabajo en los ’90, como tantos obreros argentinos. A Leo lo salvó el fútbol del destino que el sistema tiene planeado para chicos como él. Pero, ¿quién no quiere creer en la magia? El relato del Messi, héroe hollywoodense, venderá cientos de miles de copias, lo verá todo el planeta.
***
Los ladrones son tres nenes malos. El más malo es un morocho de rulos negros, que reirá cuando Leo no quiera entregarle la pelota. Tiene una risa cantarina. Hacen la toma dos veces, la tercera, Alex interrumpe:
-Hazlo con la risa. No se oye tu risa.
Vuelven a filmar.
Poco después, el equipo y los actores descansan.
En la calle, aparece pedaleando Pelusa y haciendo sonar su cornetín. Es churrero y vendedor de helados Com Com. Hace cuarenta y cinco años que vende churros y se acuerda de Leo y los hermanos. Todavía pedalea por el barrio; le vende churros al abuelo de Messi que vive, solo, a cuatro cuadras de ahí. Los churros, pirulos, suspiros de ángel y tortas fritas son de fábrica, cuenta, él no cocina. Tiene la piel colorada de tanto andar al sol y la voz curtida de hombre de la calle.
-Leo era una pulguita y los pibitos no lo paraban jugando -recuerda–. Yo hoy veo un Central y un Ñuls, pero si sé que hay un Barsa, veo el Barsa. Hay un fútbol allá que acá no se hace.
Di Natale prueba las tortas fritas de Pelusa, pregunta:
-¿Vos jugabas al fútbol?
Pelusa asiente:
-Sí, pero de chiquito. No fue mi destino el fútbol; mi destino es éste, los churros.
***
La secuencia se hará en Estado de Israel al 500, a una cuadra del Distrito Sur. Lionel Messi vivía a dos o tres cuadras de allí, cuando era pequeño. Acá, la pelota con la que él juega rompió un ventiluz y Juan Ignacio Martínez, Juani, el actor de 8 años, se asoma por el ventiluz para intentar recuperar la pelota. Sale corriendo. Más tarde, Juani viene caminando con su madre y su padre y su hermanita, Sol, una nena de tres años. Un viejo Dodge blanco pasa por atrás; es para darle un toque vintage a la secuencia. Hablan sobre el partido en el que el nene acaba de golear. Ése es el plan de filmación para hoy.
Cuando llegan a la locación, una periodista pregunta a la otra, asustada:
-Si tenemos que ir al baño y no nos dejan subir al motorhome, ¿qué hacemos?
-Vi un shopping viniendo con el taxi, cerca.
-¿Un shopping, en serio? Qué lástima, yo no traje la tarjeta de crédito.
-Yo tampoco; no me animé, me dijeron que era un barrio peligroso.
Alex de la Iglesia está ya bajo su carpa, sentado, examinando los monitores.
Todo el barrio está a la puerta de calle de sus casas.
Una vecina entra de pronto cuando suena el teléfono en su livingcito. Atiende:
-¿Qué? ¿No sabés que están haciendo una película en la puerta de mi casa?
Silencio, por favor.
¡Cante!
Marca de escena, Claqueta.
Acción.
Los vidrios rotos están en la vereda. La luz da sobre ellos.
Messi chiquito se cuelga al ventiluz, mira el interior de la casa, se descuelga y cae; sale corriendo. Va otra: Messi chiquito se cuelga al ventiluz, mira el interior de la casa, se descuelga y cae sentado, pero hacia el otro lado; sale corriendo. Alex sale, se acerca al punto de la escena, dice:
-Debes caer hacia aquí.
Va otra. Messi chiquito se cuelga al ventiluz, mira el interior de la casa, se descuelga antes de tiempo, cansado, los brazos no le aguantan y cae; sale corriendo. Va otra. Messi chiquito se cuelga al ventiluz, mira el interior de la casa, se descuelga y cae; está cansado, no puede levantarse con rapidez, luego sale corriendo. Hacen varias tomas más. Editarán y de todas se hará una: voilá, la magia del cine. De pronto alguien llama:
-¡Ana!
La asistente de Producción por Promofilms, cuyo nombre es Virginia, mira a quien llama. Se dirige a esa persona que emitió el sonido. Regresa, explica:
-No me busca a mí. Pero yo ya me hago cargo de todos los nombres con que me llaman, los chiflidos, todo. Alguien grita Ana y yo digo Acá estoy. Alguien chifla y levanto la mano; al ser productora terminás haciéndote cargo de todo. Duermo tres horas por noche, desde que rodamos.
Por fin, Alex apenas alza la voz y anuncia:
-Queda.
Se puede pasar a otra secuencia, al fin.
***
Alex de la Iglesia almuerza con todo el equipo, se aloja en el mismo hotel que todos los actores y extras; se toma fotografías con los chicos, las madres de los chicos, los actores, el Secretario de Cultura, con cuanta persona se lo pida, no tiene una pizca de divismo. Firma autógrafos a los que le hace dibujitos encima. Su única excentricidad son las remeras que usa, con monstruos amarillos en el centro del pecho. Alex está acalorado, cansado, pero no pierde la cortesía: es más un sacerdote tercermundista que un director de cine. Cuando llega la hora del almuerzo, Kiko lo llama para que vaya.
-Alex, vamos a comer.
-No tengo ganas, no quiero almorzar.
-¿No?
-No. –Alex se vuelve y mira a Kiko por encima de sus anteojos- ¿O es que trajeron el asado?
En la camioneta reina una atmósfera conventual. El equipo de Alex (Kiko, y Domingo, insolado por el verano rosarino) duerme despatarrado en el asiento de atrás. El aire acondicionado está en temperatura polar. Alex dice:
-Cierra pronto que se va el frío.
-¿Cómo se construye un héroe?
Sin que una gota de transpiración cruce su rostro, Alex de la Iglesia responde:
-Nosotros estamos rodando una película sobre un jugador de fútbol que se llama Lionel Messi y nació en Rosario y eso lo sabe todo el mundo. Lo que define a Messi es que es rosarino y es un ídolo mundial. ¿Con quién comparar su celebridad? ¿Con Michael Jackson? No creo que el documental ayude a construir la figura de un héroe, sino que la construye él mismo. Aun siendo muy parco de palabras, Messi arma su mito jugando al fútbol.
Habla sin detenerse. Una palabra detrás de la otra.
-Nadie sabe cómo es Messi en realidad, la película en realidad es dirigida por los entrevistados y no por mí. Quiero que haya aquí lo mínimo de nosotros como equipo de rodaje y lo máximo de Messi. Pero yo soy una persona que quiere conocer a Messi; haciendo el documental lo estoy conociendo.
Después, al día siguiente, darán a Alex un reconocimiento oficial por su visita: la ciudad de Rosario lo declaró visitante ilustre. Habrá una conferencia de prensa en la que Alex de la Iglesia se declarará enemigo de los protocolos, hará un par de chistes tontos para romper el hielo y peloteará con rapidez las preguntas de la prensa. Lleva puesta otra de sus remeras excéntricas, esta vez es una negra con una cara gris, una especie de calavera en el centro del pecho. En cuanto termina el acto, tendrá la grandeza de posar para fotografías con cuanta persona se lo pide. El lunes próximo lo espera otra semana de rodaje en Barcelona. Al día siguiente, se habrán ido de Rosario.