En una de las paredes de Asociación Civil Proyecto 8 de mayo, un mural retrata el día a día del trabajo en las nueve Plantas Sociales de clasificación y recuperación de materiales que funcionan en el CEAMSE desde 2004. En el dibujo, los cirujas y recolectores aparecen en primer plano, destacándose por sobre los camiones, grúas, bolsas de basura, metales, gomas, plásticos, carros. Sobre la otra pared se proyecta un video: los setenta cooperativistas, investigadores de la Universidad Nacional de San Martín y militantes reunidos para dar cierre al seminario anual “(el) derecho a la basura” miran las interminables montañas de residuos y a los trabajadores, ahí diminutos, que hace diez años cirujeaban en el predio. Metros y metros de relleno sanitario revuelto por diversas máquinas; de fondo, chicos que corren bajo la vigilancia policial. No se escuchan diálogos: detrás del ruido de las máquinas hay silencio. Luego, imágenes de piquetes y protestas por la represión sufrida en el relleno. En el medio, el recuerdo de Diego Duarte, el joven cartonero asesinado hace una década en el basurero de José León Suárez.
Lorena Pastoriza, referente de la organización barrial 8 de mayo, rompe el clima triste con el que empieza el encuentro. Se seca las lágrimas y trata de resumir diez años de lucha:
-Para nosotros no es una estadística la vida en la basura, por eso es muy fuerte mirar para atrás y ver que construimos un montón, que hoy hay seiscientos hijos de trabajadores organizados que trabajan en las plantas y a los que la cana no les está apuntando.
Cerca de la entrada al galpón, varios integrantes de la organización entran y salen para buscar herramientas y terminar un ventanal, simbolizando un proyecto en permanente construcción. El resto de los participantes, sentados en ronda en bancos, sillas o mesas, escucha atento. Nada de micrófonos ni de lista de oradores: la palabra va girando entre la facultad y los trabajadores; lejos está de ser un cierre protocolar. Y así como se rescatan los logros, también aparecen las reflexiones, las polémicas y las cuestiones a mejorar.
Este año, el desafío fue ampliar el encuentro de saberes y experiencias entre la UNSAM y los barrios a problemáticas como “Trabajo, Producción de Valor y Dinero”; “Territorio, Ambiente y Urbanismo”; “Organización Popular y Nuevos Derechos”. La Doctora en Ciencias Sociales Verónica Gago, integrante de Lectura Mundi, cuenta que desde la institución se trató superar la separación de las esferas investigación y extensión. El horizonte fue y es que el seminario se piense como parte de los recorridos académicos y no, únicamente, como una “actividad optativa”. Si la idea del derecho a la ciudad surgió desde los trabajadores a través de prácticas concretas y cotidianas, ¿cómo responden entonces los académicos a ese encuentro?, ¿de qué manera se puede generar una agenda institucional que permita intervenir públicamente? Mario Greco, director de Lectura Mundi, lo dejó en claro al comienzo de la actividad:
- Nuestra idea es que tengamos una aspiración que esté por encima de las inquietudes particulares. No venimos a cumplir con una misión a priori, venimos a confluir en un proyecto sociopolítico.
¿Cómo se posiciona la Universidad? Ni adelante ni atrás: al lado. Nada de ventrílocuos que sobreinterprenten las necesidades de los barrios ni de manos que acaricien la pobreza.
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En su libro “Ciudades Rebeldes”, David Harvey señala que la urbanización desempeñó un rol fundamental a la hora de absorber excedentes de capital, pero lo hizo a costa de procesos de destrucción creativa que generaron que amplios sectores urbanos se vieran desposeídos del derecho a la ciudad. En San Martín, la historia de los barrios 8 de mayo, Costa Esperanza, Libertador, Independencia, 9 de julio, Carcova y Villa Hidalgo puede leerse en ese sentido. Alrededor de 100 mil personas habitan el territorio, en la cuenca media del río Reconquista, donde se emplaza la Planta Norte III del CEAMSE. El mayor relleno sanitario del país recibe todos los días más de diecisiete mil toneladas de basura de la Ciudad de Buenos Aires y más de treinta municipios del Conurbano. En ese territorio los servicios públicos son precarios o inexistentes, las tasas de hacinamiento son alarmantes y los problemas de salud producto de la presencia de basura y la contaminación de las napas de agua son una constante. Y sin embargo, en esos barrios no hay sometimiento pasivo. A partir del trabajo cotidiano, los propios habitantes van recreando y reconfigurando esos espacios, invirtiendo la pregunta “¿qué puede hacer la democracia por ellos?” a “¿cómo ellos con su acción política profundizan la democracia?”. Un ejemplo: desde hace tiempo, los vecinos construyen y nombran las calles que le ganan al relleno sanitario. El año pasado, en conjunto con Iconoclasistas, el dúo integrado por Pablo Ares y Julia Risler, y la Universidad de San Martín, pensaron una forma de clasificar su territorio distinta a la de agencias estatales o instancias privadas como Google y lo plasmaron en la cartografía “La República de los Cirujas”. En ella, los sentidos no se revelan sino que se crean: los vecinos tratan de captar el estado del barrio desde su propia mirada. En el mapa, entonces, también aparecen historias de luchas, trabajo colectivo, y se visibilizan formas de organización que producen un saber productivo y transformador. Que el mapa no es el territorio y el nombre no es la cosa nombrada, lo tienen muy claro.
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Waldemar Cubillas llega empezada la actividad. Tiene puesta una remera con la frase “Diez años sin Diego Duarte”. Se sienta en una de las sillas que quedan libres y no tarda en tomar la palabra. Dice que el seminario debe servir para visibilizar la experiencia cotidiana de los trabajadores villeros, de los trabajadores cirujas. Su discurso conjuga el saber experiencial y el lenguaje cotidiano con el saber académico y citas que pasan por Michel Foucault, Pierre Bourdieu y Nancy Fraser. Su postura es clara: busca que los vecinos pasen de “observados” a “observadores”.
Waldemar empezó a estudiar sociología en la cárcel. Junto a otros compañeros, llevó a la UNSAM la inquietud de incluir en la Unidad Penitenciaria N° 48 una carrera. Poco después, se transformó en uno de los fundadores del Centro de enseñanza de la Universidad Nacional de San Martín (CUSAM). Al cumplir su condena, volvió a su barrio e impulsó la creación de la biblioteca popular La Carcova, donde se reúnen chicos y chicas de los barrios para recibir asistencia escolar. Hoy trabaja en la Secretaría de Extensión de la Universidad.
En el seminario, estuvo a cargo de coordinar el primer encuentro junto a Eduardo Rojas (SEPTeSA/Lectura Mundi, UNSAM). Allí, reflexionaron sobre las distintas formas de valor (a nivel de trabajo, de la puesta en marcha de emprendimientos productivos, de capacidad organización y lucha) que se producen en la República Ciruja, y cómo éstas son decodificadas por las agencias del Estado. Más allá de que no siempre sean leídas, destacaron la capacidad de generar sus propias formas de auto-reconocimiento para visibilizarse en términos políticos. “Hoy, la pelea es por la interpretación de nuestras necesidades: nosotros y no otros las tenemos que hacer comunicables y visibles”, dice.
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“No te molesta que fume, ¿no? Soy una fumadora empedernida”, dice Nora, y cuenta el día a día de la organización colectiva: “Este no es un proyecto personal o propio: lo que hacemos es para los pibes, los pibes que iban o siguen yendo a la quema. Somos 65 familias que sacamos a nuestros chicos de la calle. Les damos un trabajo para que tengan una oportunidad”. En la organización 8 de mayo lleva 13 años, y está en la planta desde su inauguración. Todos los días gestiona en el CEAMSE quince camiones para trabajar. De ellos, calcula, se puede recuperar apenas un 20% de la basura. Dice que las condiciones actuales son críticas y el trabajo, sacrificado: sin materiales de protección, salas de emergencia o seguridad social, la gran mayoría tiene menos de 30 años y cobra alrededor de mil pesos por cada quincena. Pero recuerda que hace diez años la situación era peor. “Antes nos podíamos revolcar en el infierno que no te pasaban bolilla. Teníamos que cortar la autopista y que los policías nos mataran a golpes para tener respuestas. Peleábamos por ir a la quema sin que nos golpearan, que nos maltrataran, que agraviaran a las mujeres. Lo único que recibíamos era violencia”.
Ernesto “Lalo” Paret, de jeans, camisa de manga corta y anteojos de sol sobre la cabeza, asiente. Cuenta que en el proyecto más de la mitad son mujeres. Ellas llevan el peso de la producción, pero además son quienes siguen de cerca los problemáticas de salud, de vivienda, de violencias que enmarcan el trabajo. Lalo conecta las organizaciones barriales y la Universidad, en donde trabaja en el área de la Secretaría de Extensión. Nacido y criado en José León Suárez, fue uno de los primeros en cirujear en el CEAMSE. Junto a Romina Malagamba (IDAES, UNSAM), coordinó el antepenúltimo encuentro del seminario. Allí, trataron de reconsiderar de qué hablamos cuando hablamos de “nuevos sujetos” y “nuevos derechos”. ¿En qué medida la figura del ciruja representa algo novedoso?, ¿A qué hace referencia la noción de nuevos derechos?, ¿A una ampliación progresivas de derechos?, ¿A una modificación de lo que es el derecho? Como señaló Malagamba en el encuentro, es necesario tener en cuenta que la adquisición de derechos no supone necesariamente un reconocimiento. En ese sentido, los aportes de Saskia Sassen ayudan a reflexionar sobre las tensiones entre autorización y reconocimiento al pensar al ciudadano como sujeto de derecho. Si podemos pensar en un ciudadano informal que no está autorizado, pero sí reconocido, también podemos concebir un ciudadano formal que está autorizado pero no totalmente reconocido.
Después de dos horas de diálogo, Lalo Paret trata de sintetizar algunas conclusiones. Menciona: cada vez son más los actores que, dentro de la Universidad, se involucran para dar nuevas miradas. No solo se hacen presentes programas como el Centro Universitario en la Unidad 48 de José León Suárez, también otras instancias participan en este proyecto: la Escuela de Política y Gobierno, la Escuela de Ciencia y Tecnología, la Unidad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, etc.
Otros reflexionan sobre esas intervenciones y señalan un desafío para el futuro: concebir y presentar al seminario no como una instancia que “baja” desde la universidad. Lorena Pastoriza cierra: “detrás de la Universidad en abstracto, hay personas con un proyecto político. Y ahí tenemos un horizonte común: si nos duele, hay que transformar”.
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“Suena a Santana este tema”, se escucha entre las cincuenta personas que se quedaron después del seminario para escuchar a Rimas de Alto Calibre, que también suena a rap, rock, cumbia y reggae. El grupo se formó en 2009 en un taller de música y versada popular latinoamericana en la Unidad 48 de José León Suárez. El Centro Universitario San Martín (CUSAM) los apoyó de manera constante e impulsó la edición del primer disco de la banda, grabado en 2010 en el estudio móvil La Burra Records” y presentado en 2012 en el Hotel Bauen.
Gabriela Salvini escucha divertida. La directora del CUSAM se para detrás de las parejas que bailan y reflexiona: “Es difícil que los presos se reorganicen cuando quedan en libertad porque pierden un enemigo: ganarle a la reja”. Cuenta que, en su tarea diaria, suele enseñar la cartografía “La República de los Cirujas” para mostrar el territorio en el que está el penal, así como las condiciones de vida en los barrios que lo rodean. “Pocos saben de qué estamos hablando cuando hablamos de este territorio. Por eso, esta herramienta visibiliza y valora la presencia de los que viven los barrios. Este tipo de proyectos muestra un camino: que los chicos se liberen a través del saber”.
¿Por qué hacer confluir estas dos iniciativas? Si el derecho a la ciudad no está determinado de antemano, habrá que pensar que su definición es de por sí una lucha, así como las luchas que lo llevan a concretarse. Y, en ese campo de batalla, pueden converger actores que, producto de la exclusión, experimentan desigualdades en distintos ámbitos. El horizonte parece ser, más que reivindicaciones aisladas, modificaciones sociales en su conjunto. Como señala David Harvey, esa transformación radical de la vida cotidiana podrá empezar a concebirse “solo cuando se entienda que quienes construyen y mantienen la vida urbana tienen un derecho primordial a lo que ha producido, y que una de sus reivindicaciones es el derecho inalienable a adecuar la ciudad a sus deseos más íntimos”.
Texto: Ezequiel Fernández