Crónica

El arca de Milei


Todos los hombres (y mujeres) del presidente

La fijación con la figura de Milei solapa un fenómeno que lo trasciende y —por ahora— lo contiene. ¿Quiénes forman parte de su entorno? ¿Cómo y con quiénes construyó su poder? “El arca de Milei” (Ediciones Futurock) es una hoja de ruta para comprender la trama de intelectuales, influencers, políticos reciclados, outsiders e insurrectos marginales que se reunieron a su alrededor y comprender un mapa del presente. Este fragmento retoma el papel del cineasta Santiago Oría, el backstage de la película de Milei y su primer acercamiento con Lilia Lemoine.

Cuando se declaró la pandemia, un joven liberal argentino de 34 años estaba en suelo británico luego de un periplo de quince días por el viejo continente. Santiago Oría era director de cine y había viajado para recibir un premio por su cortometraje Economía de guerra. Hacía días que vivía lo que él llamaba “una carrera no buscada contra el coronavirus”, que había comenzado en Rotterdam y terminó en Londres. Mientras en el mundo circulaban imágenes de las guardias médicas desbordadas, él visitó las playas del Día D; conoció el museo Hergé, que guarda en sus paredes la historia del creador de Tintín, del cual es fanático, y cumplió el sueño de pasar en auto por el Arco del Triunfo en una París en alerta sanitaria. 

Del goce a la confusión, de la desconexión a la crisis. Todo lo que vivió en esos días quedó documentado en el cuaderno de viaje que Oría publicó en Infobae el 17 de marzo. “Todo es absolutamente surreal –escribió luego de pasar por Bruselas–. Duermo en el auto para ahorrar dinero; empiezo a pensar en una economía personal de supervivencia. Vengo surfeando una ola de una psicosis que rolea de país en país”. Se enteró de que en Argentina debían hacer cuarentena obligatoria los pasajeros que provenían de las zonas afectadas y que se habían suspendido por treinta días de los vuelos internacionales de países donde circulaba el virus. Entonces decidió que era momento de volver.

Lo que viene después es la historia de miles de personas durante aquellos días. Intentó cambiar el pasaje de regreso con fecha 23 de marzo y no pudo. Buscó opciones. Se perdió la oferta de sesenta mil pesos de Aerolíneas Argentinas y pagó cien mil pesos para viajar por Norwegian. Estaba camino al aeropuerto cuando la empresa le informó de la suspensión del vuelo. Se justificaron diciendo que no iban a viajar a la Argentina para volver vacíos. El mercado se regula solo. “El aeropuerto ya no es más el típico orden europeo”, advirtió en su relato donde contó, indignado, cómo algunos proponían empezar a quejarse “a la argentina” y arrancó el barullo: “La policía británica no es igual de tolerante que la argentina”.

Se sintió inseguro, el ambiente se comenzó a enturbiar. Volvió a la casa de su prima en Londres. Observando las calles, notó que el orden social londinense estaba patas arriba: “Una radicalidad en los cambios de hábitos que no se veía desde la segunda guerra mundial”, escribió. En aquella primera ola, Oría se contagió de Covid-19. En sus redes compartió fotos de esos días y agradeció a sus familiares por cuidarlo en su lenta recuperación: “Los primeros dos días fueron los más duros: sensación de vidrio astillado en el pecho, dificultad para respirar. Knock out, durmiendo dieciocho horas por día para sobrellevar el dolor en todo el cuerpo. Luego fueron ocho largos días de fiebre y fatiga que no se iban. Por suerte la saqué barata. Me persiste un poco la tos hasta que se me cicatricen las heridas internas. Cuídense que este bicho es real y te demuele”. 

La travesía del cineasta en Europa finalizó el 7 de mayo, cuando regresó a Buenos Aires en un vuelo de repatriados de Aerolíneas Argentinas. Lo primero que hizo al llegar al país fue sumarse a las manifestaciones en contra de las restricciones sanitarias. 

El 9 de julio y el 17 de agosto Oría estuvo en las movilizaciones anticuarentena en el Obelisco y las registró con su cámara Sony. Pedía poner fin a las restricciones, al tiempo que realizaba una campaña para afiliarse a Uni2, el partido político que luego se convertiría en Republicanos Unidos, desde donde llamaban a iniciar “la rebelión de los mansos” en contra del populismo. 

El video incluía testimonios de los economistas Fausto Spotorno, Miguel Boggiano, Marcos Ohlsson y Agustín Etchebarne. El director de la Fundación Libertad y Progreso llamaba a construir un frente liberal para combatir la decadencia. 

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Libertad, Libertad, Libertad, el primer libro de Milei, todavía era tema de discusión en los foros libertarios cuando confirmó que había llegado a un acuerdo con la editorial Galerna para la publicación de Pandenomics: La economía que viene en tiempos de mega recesión, inflación y crisis global

Convocado por el Instituto Juan de Mariana, Milei brindó una charla virtual titulada: “Pandenomics y libertad”. Eduardo Fernández Luiña, director del instituto, lo presentó con elogios sobre su tarea de divulgador y activista:

–Desde España apreciamos enormemente tu labor y actividad divulgativa –expresó el anfitrión desde su pantalla de zoom y destacó el “muy lindo programa radial” que conducía Milei–. Además, en las redes eres un verdadero referente, una estrella.

–Aunque los Estados hayan querido tenernos lejos, no lo han logrado. Jamás van a ser eficientes –ironizó Milei–, así es que, digamos, la tecnología nos ha permitido nuevamente que el orden espontáneo y la voluntad de los individuos triunfe sobre las decisiones de los burócratas.

Con una chomba amarilla y una campera negra, sin el histrionismo característico de los estudios televisivos, Milei le brindaba a la audiencia virtual adelantos de su nuevo libro. Afirmó que el Covid-19 estaba encontrando un techo en los 500 mil muertos y lanzó la arriesgada predicción de que los infectados llegarían a los 8 millones. 

Mientras el mundo iba hacia la peor crisis social y económica de la historia, a Milei le preocupaba que las empresas veían caer sus ingresos porque la corporación política inmoral obligaba a los privados a no despedir empleados y mantener los sueldos, al tiempo que exigía el pago de impuestos. Cuestionaba las medidas adoptadas por los Estados a nivel global, guiados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), porque no consideraban todas las variables de manera adecuada antes de tomar decisiones.

Pandenomics no tiene una mirada apocalíptica. Propone adelantar el estallido inevitable en un contexto global propicio para enfrentarse a la “corporación política parasitaria”. El anarcocapitalista celebró la aparición de un nuevo movimiento que se apoderó de las calles y despertó tras mucho tiempo levantando consignas propias del ideario liberal. Ante este escenario, llamó a una “resistencia de los individuos libres”.

El libro salió en agosto de 2020. Entre los primeros lectores estuvo Santiago Oría, que se consideraba un liberal de pura cepa. Su abuelo, Jorge Salvador Oría, había sido cofundador de la UCeDé y candidato a vicepresidente con el Ingeniero Álvaro Alsogaray en 1983. Era algo de lo que se sentía orgulloso. Las ideas de Milei le recordaban a sus raíces familiares y quiso conocerlo.

A través de un amigo que hizo de intermediario, logró llegar al economista. No perdió el tiempo. Le propuso hacer la película del libro: llevó una carpeta con el proyecto a su casa y se pusieron de acuerdo. Durante la filmación, Milei decidió que sería candidato a diputado nacional en las elecciones de 2021. Todo el rodaje, la edición y el estreno se vieron atravesados por el ingreso del economista a la palestra política.

–Javier, ¿qué hay de cierto sobre el rumor que he leído por ahí de que estás pensando seriamente en meterte en política? –le preguntó José Luis Espert en un vivo de Instagram el 27 de septiembre de 2020.

–Ese rumor es una certeza. Definitivamente me voy a meter en la política –dijo sin dar vueltas. El vivo de Instagram se llenó de corazones. Espert no pudo disimular su incomodidad–. Voy a comenzar a militar en política para que dentro de 35 años el país vuelva a ser primera potencia mundial. Hemos pedido que se vayan todos y no se fue ninguno, ahora nos vamos a meter todos. Quiero promover una Argentina liberal, pujante, que vuelva a abrazar los valores de Alberdi –explicaba mientras se sumaban más seguidores al vivo–. Me voy a meter en política y voy a entrar a dar la batalla en el barro. 

Espert escuchaba atento y Milei reflexionaba sobre la ausencia de opciones políticas. Renegaba de la falta de una oposición seria y realmente diferente. Repetía que eran todos lo mismo: 

–La única verdadera alternativa somos los liberales –decía con su chomba amarilla, la misma que tenía puesta en la charla sobre su libro–. No lo podés cambiar desde afuera al sistema, hay que meterse y dinamitarlo desde adentro. Yo siempre estuve con la batalla cultural, pero un día estaba cenando con un amigo que me dijo: “Muy bien todo lo que estás haciendo, pero cuando llegas al cuarto oscuro el sistema se te caga de risa porque no está la boleta que dice Milei”, y eso me hizo despertar. 

Espert intentó abrazar la iniciativa y llevar agua para su molino. Le agradeció el apoyo y celebró la unidad de los liberales. 

–La solución no es Cambiemos –afirmó el candidato a presidente por el Frente Despertar en 2019, y le agradeció a Milei por sumarse a la transmisión en vivo–, y esperemos que se sumen muchos más. Necesitamos un ejército de liberales trabajando en esto.

Espert calculaba que se necesitaban cerca de cien mil voluntarios para poder tener presencia en todo el país, sumar técnicos, capacitar fiscales. Les esperaba una tarea titánica. En las redes comenzaron los comentarios que celebraban la noticia. El Partido Libertario porteño compartió una imagen de Javier Milei en su cuenta oficial de Twitter dándole la bienvenida y destacando su incansable compromiso con la batalla cultural, a la que ahora sumaba la lucha política.

Mientras las repercusiones de su lanzamiento generaban diferentes reacciones, su libro circulaba entre los libertarios. El arte de tapa mostraba un mundo dividido en dos: de un lado el Covid-19, Xi Jinping, el comunismo. Del otro, Donald Trump y uno de los hombres más ricos del mundo, Bill Gates. Por encima de todos ellos, Javier Milei observando. Y dólares por todas partes.

El fondo se dividía en dos colores: rojo y azul. Del lado de Estados Unidos, el rojo. Del lado de China, el azul. Aunque la asociación lógica hubiera sido del rojo con el comunismo, la paleta hacía referencia a la pastilla roja que el movimiento alt-right asociaba a despertar y ver la luz. Mientras que la pastilla azul era para vivir de espaldas a la verdad. Se podía ver en el centro la bandera de Gadsden, símbolo de los libertarios. 

Oría y Milei comenzaron la filmación. Se sumó a colaborar como directora de arte una joven cosplayer que había militado con Espert. Había sido candidata por el Frente Despertar en 2019, pero se sentía más a gusto con el liberal libertario, a quien le había diseñado un traje de Capitán ANCAP. Lilia Lemoine acababa de perder a su madre, enferma de cáncer, en pleno aislamiento. Y culpaba al Estado. Consideraba que se habían cometido crímenes de lesa humanidad durante la cuarentena y por eso había decidido dedicarse a dar la batalla cultural. 

Del rodaje participaron también los Pibes Libertarios, una agrupación de militantes que seguían al anarcocapitalista desde 2019 y proyectaba una batalla cultural a largo plazo. Su lema era en defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada. Entre sus integrantes más destacados estaban Alfredo “Rino” Gammariello, futuro miembro del equipo de seguridad de Milei y Hernán Stuchi, uno de los armadores federales de la agrupación.

La primera parte de la película, titulada “Cuarentena cavernícola”, muestra a Milei hablando del control que se impuso sobre los ciudadanos y cómo se usó el miedo natural a la muerte que todos tienen para atemorizar a la población. Además, hablaba de “La Camporonga” y “los orcos” para referirse a los kirchneristas, a quienes acusaba de promover el plan del Foro de San Pablo. 

En la segunda parte, “La mega crisis económica”, Milei resignificaba el 2001. Con imágenes de las jornadas del 19 y 20 de diciembre musicalizadas con “Se viene el estallido” explicaba que no había existido una crisis económica y tampoco social:

–Lo que hubo –decía en cámara– fue una crisis autoinfligida por la clase política que pretendía conservar sus privilegios. 

La narrativa del libertario ponía en tensión los hechos y pretendía vaciar de significado aquellas jornadas que fueron el resultado final de un modelo económico que defendía. A tal punto tensionaba la narrativa, que hablaba de la crisis del 2002.

El hilo de la película lo llevaban Milei y Oría, quienes dialogaban en la penumbra de un sótano. El ambiente clandestino mostraba al libertario alertando sobre una hiperinflación y advirtiendo que la pobreza llegaría al 75 por ciento de la población:

–Sería la peor crisis de la historia con el agravante de que ni siquiera lo podrá manejar el peronismo –le explicaba a Oría, que escuchaba atento.

A continuación, pasaba en pantalla una lista de más de 160 impuestos nacionales, provinciales y municipales, como si fueran los créditos de una película. La secuencia fílmica, confusa, daba la idea de que todos pagamos todo. La sensación que quedaba a esa altura de la película era que ninguna de las medidas adoptadas por el Estado para prevenir contagios había servido económica, sanitaria ni socialmente.

La última parte de Pandenomics ponía el acento en la “batalla cultural”. Un Milei cuidado por un ángel –interpretado por su hermana– explicaba que era una pelea global, que atravesaba a Occidente y que las ideas venían principalmente de Estados Unidos. 

La idea de que Karina Milei luciera un par de alas fue de su hermano. “Exigió que yo apareciera con un par de alas, y Lilia (Lemoine) se las rebuscó para convencer a Santiago (Oría) de que iba a quedar bien. Admito que fue una experiencia dolorosa soportar el peso de esas alas durante todo el rodaje, pero nadie quería desilusionar a mi hermano, menos yo. Lo hice no porque fuera de mi agrado personal, pero quería seguir apoyando la batalla cultural desde el lugar que me tocara”, cuenta Karina en un capítulo de El camino del libertario, otro de los libros de su hermano. 

El final de la película mostraba a Javier Milei parado en el centro de la escena. Rodeado por los Pibes Libertarios, que lo escuchaban atentos. Completaban la escena los rostros de Milton Friedman, Friederich Hayek, Murray Rothbard, Juan Baustista Alberdi y Ayn Rand en carteles pegados en las paredes.

–¡Libertarios, estamos frente a un momento histórico! –exclamaba Milei–. Después de cien años de decadencia socialista, los individuos comenzaron a despertar. Es nuestra misión contarles que el camino correcto es el camino de la libertad. Recordemos que en aquellos países que son libres el PBI per cápita es ocho veces más grande que los países reprimidos (…). ¡Recuerden que son superiores en el plano de la moral! El socialismo se basa en la envidia, en el odio, en el resentimiento, el trato desigual frente a la ley, en el robo y en el asesinato. Mientras que nosotros nos basamos en el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo –la cámara mostraba los rostros en primer plano de jóvenes que escuchaban atentos–. Somos superiores estéticamente. Recuerden lo que era la Unión Soviética, lo que eran sus edificios cuadrados oscuros sin ventanas o la basura de Cuba que parece queso Gruyere. ¡Comparen con la maravilla que es Nueva York! Por lo tanto, la victoria será nuestra. Avancemos sin miedo. ¡Viva la libertad, carajo!

En medio de su discurso, Lilia Lemoine irrumpía en escena con una valija:

–¡El Banco Central está haciendo de las suyas de nuevo, Javier! 

Lo que sigue es la destrucción de una maqueta del Banco Central de la República Argentina. 

–¡Destrucción! ¡Destrucción! –comenzaban a gritar los pibes libertarios mientras rodeaban la mesa. El economista todavía no usaba la motosierra, sino que portaba un martillo al estilo de Thor. El propio Oría se sumaba a despedazar la maqueta luego del primer golpe. Mientras corrían los créditos de la película, sonaba la canción, “Javier Milei, el último punk”: 

A la mierda los malditos empresaurios,
a la mierda sodomitas del capital,
basta de basura keynesiana,
ha llegado el momento liberal.
Tenemos un líder y es un gran referente
y al Estado siempre logra incomodar.
Javier Milei, futuro presidente,
Javier Milei, el último punk.
Siempre en contra de la presión tributaria.
Siempre en contra del estatismo abusador.
Combatiendo por una Argentina libertaria
y por la libertad del Pueblo trabajador. 

“Nuestro super héroe de la libertad”, repetía el estribillo. La canción la cantaba el grupo llamado Una bandita indie de La Plata. La letra dejaba a las claras que la idea de que Milei fuera candidato precedía las intenciones verbalizadas públicamente –al menos– por el propio economista.

Pandenomics se estrenó el 20 de diciembre de 2020 en la pantalla grande del auditorio del Hotel Grand View, en el barrio porteño de Balvanera. Milei transmitió en vivo la previa desde la sala vacía junto a su círculo más cercano. Su padre estaba sentado en la penumbra, su madre estaba de pie.

–Los padres de la criatura –exclamaba con su sonrisa siempre incómoda y nerviosa al momento de referirse a Norberto y Alicia Milei.

Charlaba con la directora de arte de la película, Lilia Lemoine, que iba vestida de heroína anarcocapitalista y le mostraba la aplicación que debían descargarse los seguidores de Milei en su celular para obtener la entrada. El libertario repetía las indicaciones al pie de la letra. 

Por la puerta principal ingresó el influencer liberal De Peroncho y sorprendió a Milei, que lo saludó feliz. Se lo notaba contento. No se parecía al panelista enojado. Era como un niño que estaba por festejar su cumpleaños y esperaba que llegaran sus invitados. 

–Vení, saludá, él es Santiago Luis Oría –contaba en el vivo presentando a su amigo–. Es el director. ¡Y tenemos un sold out tremendo en este avant premier! Es un gran evento y un acto de resistencia política.

Karina ingresó a la sala. Nadie la conocía aún como El Jefe.

–¡Llegó la hermana de la criatura! –exclamó el anfitrión. 

Su hermana le dijo que el evento era un éxito y había siete cuadras de gente esperando entrar. Milei le pidió mostrarlo y le dio el celular sin detener nunca la filmación del vivo. Ella obedeció y se fue a la calle a saludar a los espectadores que esperaban ansiosos ingresar. 

En las entrevistas que siguieron al estreno, Santiago Oría destacó que Javier Milei establecía con la política una relación novedosa y que sucedía algo que era difícil de comprender para la mayoría de la gente.

–Ellos –dijo en relación a los Pibes Libertarios que participaron como extras en la película– agarran el animé, el cómic, las películas y trasladan esa iconografía a Javier, porque él es su héroe, su superhéroe. 

Oría creía que la película mostraba un cambio de paradigma en la relación de las nuevas generaciones con sus referentes culturales:

–Hay un sector de la juventud que traslada la iconografía del entretenimiento que consume y lo aplica al líder cultural que lo inspira. Por eso vemos surgir imágenes de Milei como el Capitán ANCAP, o como un super saiyajin. Forma parte de un juego, donde hay una admiración mutua. Esto nació de sus seguidores y Milei lo abrazó, él acepta esta representación, sabiendo que viene con cariño, sin importarle si esto afecta su imagen o no –explicaba Oría–. No mide, no calcula, es una persona espontánea. 

Para el director de Pandenómics, había por lo menos dos Milei:

–Un Milei que se puede sentar en La Nación+ a desarrollar sus ideas prolijamente como el académico que es. Y tenemos al Milei que nace de su relación con los jóvenes, que juegan con esto de los superhéroes, como una manera de divertirse y expresarse mutuamente cariño. 

Pandenómics fue un éxito entre los libertarios. Cinco funciones a sala llena en plena pandemia. En el avant premiere Oría se fotografió con el sindicalista de los farmacéuticos, Marcelo Peretta, el influencer Emanuel Dannan, el analista Álvaro Zicarelli y el humorista Martín “el Negro Almeida”. 

El año había sido movido para el cineasta liberal. A la promoción de su película sobre el libro de Milei sumó el registro de las acciones de un colectivo cultural y político que realizó varias actividades durante la pandemia y comenzaría a tener cada vez mayor protagonismo: el Ministerio del Odio.