Ensayo

Drive my car


El silencio tiene acción

Desde el comienzo, la ganadora del Oscar a mejor película extranjera nos advierte su escala: como en el cuento de Murakami que la inspira todo tiene su tiempo y su velocidad. En las tres horas que dura el film los personajes cuentan historias, tejen diálogos a destiempo, comparten los duelos y se despegan de las palabras. En Drive my car el silencio tiene acción y la forma de la esperanza.

Atención: este texto contiene spoilers.

Estamos a bordo de un Saab 900 turbo rojo modelo 87. Un piano se apoya en un redoblante sutil: suena la música de Eiko Ishibashi. Cuarenta minutos de cinta y vemos los títulos iniciales: al ritmo tenue pero firme del auto en movimiento, Drive my car nos advierte su escala. En la película que dirige Ryūsuke Hamaguchi, como en el cuento de Murakami que la inspira, nada apura, todo tiene su tiempo y su velocidad.

En Drive my car proliferan las historias. Oto, la mujer de Kafuku, las inventa mientras hace el amor. Busca la historia como se persigue un orgasmo. Se inspira y narra al ritmo del sexo. Al día siguiente, y a bordo del Saab rojo que no nos cansaremos de ver ni por uno de los 179 minutos que dura esta película, nuestro protagonista le recuerda la historia que oyó por la noche. El amor en Drive my car es contarse una historia.

Oto graba en cassette las líneas de diálogo de las obras en las que trabaja su marido para que él pueda repasarlas mientras maneja. Y así lo vemos hablando solo en el auto, sostenido por una complicidad con su mujer. El amor en Drive my car es un diálogo que se tiene a destiempo. 

Al mismo tiempo que Kafuku -en una escena que parece escrita para una telenovela- descubrimos que Oto lo engaña. Él vuelve antes a su casa y la encuentra cogiendo con otro en el sillón mientras suena el rondo en re mayor de Mozart. Kafuku observa unos segundos y se va  sin hacer ningún ruido. El amor en Drive my car es hacer algunos silencios.  

Kafuku tiene un accidente con el auto que le produce una pérdida parcial de la visión y le impedirá seguir manejando. En la siguiente escena, él y Oto visitan un templo en el que está enterrada la única hija que tuvieron. El amor en Drive my car es compartir un duelo. 

Mientras Kafuku repasa las líneas de una obra de teatro en el auto  y se escucha la voz de Oto decir “Qué se le va a hacer? Hay que vivir”, la mujer tiene un derrame cerebral y muere. En su entierro, algo en la expresión de Kafuku se desmorona. El amor en Drive my car también es quedarse solo.  

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Dos años después de la muerte de Oto, Kafuku viaja a un festival de teatro en Hiroshima. Dirigirá una adaptación del clásico de Chéjov, Tío Vania. Un recordatorio: en Drive my car proliferan las historias. Le anuncian al llegar que tendrá chofer: Misaki, una conductora excelente. 

Misaki es el personaje más magnético de Drive my car. Su pregnancia descoloca como su forma de manejar: su presencia es sutil pero ineludible. La escena en la que Hamaguchi nos presenta a esta mujer es el corazón de la película: Misaki debe llevar a Kafuku del trabajo al hotel. Kafuku debe entregarse a una desconocida. La escena dura varios minutos, sin embargo las tomas que elige el director para mostrar el camino son breves, oscilan entre planos cortos en el interior del saab, y cenitales del mar o de la ruta. Kafuku pide escuchar el casete  para repasar sus líneas y se proyecta la voz de Oto. Los sonidos que oímos son acotados pero nítidos: Misaki maneja con cuidado y nosotros también nos entregamos a ella. 

La película nos muestra el casting de actores para la obra. Kafuku propone una adaptación particular de Chéjov: los actores hablan mandarín, japonés, inglés, coreano y lenguaje de señas. La idea de Kafuku es que los actores se despeguen de las palabras y se comprendan con el cuerpo o el silencio, como él y Misaki “conversan” en el auto mientras van y vienen a los ensayos.

“Ella acelera y desacelera con tanta suavidad que apenas siento la gravedad, a veces olvido que estoy en un auto” dice Kafuku sobre Misaki sin mirarla, en una cena en la que ella come y oye la conversación que sostienen los otros con la misma presencia tenue con la que conduce. Kafuku y Misaki se aproximan en viajes largos y silenciosos. Las palabras irrumpen con pertinencia, nada es dicho para llenar un vacío. Sin que podamos advertirlo del todo se hacen confesiones y preguntas. No se abruman. Pronto Kafuku estará hablando de Oto y Misaki de su madre: sus muertas. La intimidad en Drive my car es compartir un duelo. 

En esta película también proliferan los monólogos. No sólo los de Tío Vania, que termina con un largo parlamento que le escuchamos antes leer a Oto en la cinta grabada y ahora es dicho con señas por la actriz muda, también hay largas escenas con planos muy próximos y personajes mirando fijo a cámara en las que se dicen cosas. Drive my car oscila entre el monólogo y el silencio como formas absolutas y antónimas de lo íntimo. 

Kafuku y Misaki tejen una complicidad en pequeños gestos que se condensan en la imagen más bella de la película: Kafuku le ofrece fumar a Misaki mientras maneja. Prenden  dos cigarrillos y los apoyan en la ventana abierta del techo del saab. En el fondo de esta imagen, algunas luces azules, verdes y amarillas rompen el cielo nocturno y solo vemos sus manos salir del auto. 

Kafuku le pide a Misaki una vez más que maneje su auto, que le muestre el lugar en el que creció. Emprenden el viaje más largo hasta ahora y Hamaguchi explora todas las formas posibles de filmar un auto en movimiento; la cámara detrás y delante del auto, dentro de él, de costado y a lo lejos, por encima. Y el plano que más nos importa: el que muestra lo que va quedando atrás. Hamaguchi decide retirar el sonido en una de las escenas del viaje como una forma de aturdirnos. En drive my car el silencio no contiene más ambigüedad que las palabras. Es el camino último de la redención. Tiene la forma de la esperanza que transmite Sonia en el monólogo final cuando solo con las manos le dice a tio Vania: y conoceremos una vida maravillosa, clara y fina. En Drive my car el silencio es el lenguaje universal.