Crónica

La gestión del PRO en la Ciudad


¿Dónde está Jorge Macri?

Mientras llueven quejas por una gestión que no arranca, el jefe de Gobierno apuesta por su caballito de batalla: una mano de hierro a la gente que vive en la calle. En el peronismo porteño dicen que es un modelo “albertista”: una administración ineficiente, un gabinete loteado y mil internas. Con el gobierno nacional la relación es distante pero necesaria. No pueden confrontar porque cuentan con los votos libertarios en la Legislatura y porque Bullrich podría jugar para LLA en las elecciones del año que viene. Pese a todo, Jorge Macri busca desmarcarse de Larreta y de su primo. Y no pierde las esperanzas: quiere liderar el PRO y ser candidato presidencial en 2027.

Le decían “El Primo”. Vivió bajo la sombra de Mauricio buena parte de su carrera, incluso por quienes lo halagaban y le decían “El primo inteligente”, como Horacio Verbitsky. Más racistas, hay quienes hoy le dicen “Blackri”, ahora que es jefe de Gobierno. Un Macri, pero morocho. Jorge va a hacer lo imposible por sacarse ese mote de encima. “Tal vez algún día a Mauricio le digan ‘el primo de Jorge’”, me dijo una vez, hace casi 20 años, cuando recién arrancaba el PRO. Porque él estuvo desde el día uno.

Caída Patricia Bullrich en lo nacional, caído Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad, Jorge Macri era el único en pie para convertirse en el nuevo líder del PRO. Un Macri nuevo con la espalda que te dan los fondos del Gobierno de la Ciudad. Pero la realidad tiene una forma especial de torcer los planes: el flamante jefe de Gobierno porteño se vio opacado por la figura de Javier Milei, que copó toda la escena de la derecha argentina.

En los primeros meses de gestión, Jorge Macri se encargó de atajar penales. Si bien venía de tres mandatos como intendente de Vicente López, la Ciudad puede volverse rápidamente ingobernable. Poco después de asumir tuvo a cientos de vecinos protestando por la caída de ramas después de un temporal sin precedentes: seis mil toneladas en un día (lo habitual es juntar una tonelada por mes). “Voy a ver si digo que están haciendo un piquete a ver si vienen”, escribió, ocurrente, un tuitero. El jefe de Gobierno, por esos días, parecía más concentrado en evitar las manifestaciones.

Le endilgaron que no estaba nunca en la ciudad, como si fuera un idéntico a su primo Mauricio (algo que, vamos a decirlo de entrada, no es). Hacia fines de febrero, su principal momento de visibilidad fue cuando desalojó una feria cerca de la Villa 31 y una rata irrumpió en la conferencia de prensa. Muchos hicieron la analogía entre la rata y Larreta, por la intención de deslarretizar la gestión PRO.

Es una la pregunta que resuena. ¿Hay un plan para la Ciudad? Un alto funcionario porteño jura que sí. Dice que el principal objetivo de Jorge Macri es trabajar sobre el desarrollo inmobiliario de la zona sur: La Boca, Soldati, el Barrio Olímpico (construido durante los JJ.OO. de la Juventud), la zona del autódromo. Dice que quiere convertir barrios de clase baja en barrios de clase media (con viviendas para médicos, policías y maestros que hoy viven en el conurbano). En la oposición hablan de “gentrificación”, una palabra que describe el fenómeno por el que las clases populares son empujadas a los márgenes de las ciudades, expulsadas por un costo de vida ascendente en los barrios de las grandes urbes. “El plan del sur es un gran contenido vacío por ahora. De hecho, varios ministros le pidieron definiciones a Jorge y les dijo que son unos impacientes”, comentan en la Legislatura.

Sus funcionarios también hablan de un gran proyecto en transporte: la construcción del Transbus —un tren eléctrico, mitad colectivo mitad tranvía— que vaya de Ciudad Universitaria a Puente La Noria. En su primera etapa iría de la estación Congreso del Tucumán al Parque de la Innovación. Como parte de ese proyecto, también busca un mayor desarrollo inmobiliario en la costanera norte. “Necesitamos que nos transfieran el puerto. Queremos que deje de ser un puerto de cargas y pase a ser uno de cruceros”, indican cerca del jefe de Gobierno.

Claro que, promesas vs. duras realidades, es posible contrastar el sueño del Transbus con la situación del subte, que no tiene un plan de ampliación para los próximos cuatro años y que, en poco tiempo, tuvo serios problemas con dos de sus líneas. A la D la cerraron dos meses para cambiarle el sistema de señalización, pero hubo una diferencia por los costos con la empresa Siemens por la instalación en los trenes. Como SBASE —la empresa estatal de subtes— no quiso aceptar una redeterminación de precios, todo se hizo a medias. Hoy la línea está andando con menos formaciones que antes (mientras a las restantes les instalan, lentamente, el nuevo sistema). Hubo, además, un error en lo que pidió SBASE: los trenes debían ingresar a 45 kilómetros por hora —como en la línea H— y la empresa solicitó que los configuraran a 20 km/h. A eso se le suma, según los trabajadores del subte, que tienen cocheras inhabilitadas. El resultado: un servicio que funciona peor que antes de que lo arreglaran y usuarios que viajan cada vez peor y más caro, porque la tarifa comenzó a aumentar exponencialmente.

En la línea B el problema está en la falta de nuevos trenes. La última compra la hizo el primo Mauricio, en 2011, al Metro de Madrid: nos mandaron trenes que allá ya eran considerados chatarra y los usaban para hacer pruebas de impacto. Hace cuatro años que los metrodelegados insisten con la renovación de las formaciones. Hay una licitación que se suspendió tres veces y que ahora está programada para junio (y evalúan volver a pasarla). Si se hiciera hoy, los trenes recién estarían activos en 2026.

En este punto, Jorge Macri no se diferencia de los 16 años de PRO previos a él, que priorizaron otras opciones más veloces y mostrables en campaña, como el Metrobus. Sí se diferencia, en cambio, en otras cosas: hace poco planteó que hay que comenzar a desandar el camino de las bicisendas, que en un momento fueron la obsesión del PRO. Quizás sea para demostrar que llegó alguien distinto.

“Jorge va a tratar de diferenciarse de Horacio y de Mauricio. Quien crea que es el títere de su primo no conoce la relación entre ellos ni la relación que tuvieron sus padres. Además, Mauricio se está metiendo poco y nada en la gestión”, dice un funcionario porteño que conoce mucho a la familia.

Jorge es hijo de “Tonino”, un médico que dirigió el Hospital Italiano durante 25 años. Con su hermano mayor, Franco Macri, no tuvo la mejor de las relaciones: “Siempre tuvieron sus diferencias. La más grande era que mi viejo no creía, como Franco, que lo más importante de la vida era el laburo. Eso muchas veces generó tensión”, contó alguna vez Jorge, que nació en Tandil al igual que Mauricio. 

Los primos estuvieron desde el inicio de Compromiso para el Cambio, luego devenido PRO. Jorge fue el primero del espacio en cruzar la General Paz y comenzar a armar en un territorio que les era hostil. Llegó a diputado provincial en 2006, pero se hizo más conocido desde 2011, cuando destronó en Vicente López a Enrique “Japonés” García, uno de los viejos barones del conurbano. En esa época lo desvelaba la gobernación bonaerense, sueño que le bloquearon primero María Eugenia Vidal y luego Diego Santilli. También sufrió el veto de Elisa Carrió, que le arrojaba vagas denuncias de corrupción. Nunca prosperaron, como tampoco lo hicieron las denuncias por las offshore que le encontraron en los Panamá Papers: Latium Investments INC y Artecity N2014 LLC. Fue rápidamente sobreseído en la causa que se le siguió porque las tenía declaradas ante la AFIP.

En un punto, Jorge Macri llegó a la conclusión de que nunca le iban a dejar ser gobernador e hizo un acuerdo con Larreta en 2021: dejó de oponerse al paso de Santilli a provincia y, a cambio, pegó el salto de vuelta a CABA y pasó a ser ministro de Gobierno. Ahí sí tenía un plan: con la resistencia de Larreta y el apoyo de su primo consiguió postularse a jefe de Gobierno y que se bajaran todos los otros candidatos del PRO. Luego, pese  que le cantaran “de qué barrio sos, Jorge Macri”, venció por 28 mil votos en la interna a Martín Lousteau. No importó si la Constitución porteña lo habilitaba o no: tanto el Tribunal Superior de Justicia porteño como la Corte esquivaron la cuestión en dos fallos que se podrán estudiar por los próximos siglos en la materia “Hacerse los boludos” en la Facultad de Derecho.

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Todo salió según sus planes y llegó al lugar indicado: una jefatura de Gobierno con arcas envidiables a las que recientemente le sumaron una abundante ampliación presupuestaria y la venia de la Legislatura para aumentar el impuesto inmobiliario/ABL más allá del 100 por ciento anual (decisión que, llamativamente, acompañó el bloque libertario de Ramiro Marra).

Jorge no lograba instalarse en la agenda pública hasta que retomó uno de los caballitos de batalla de la campaña 2023: los sin techo. Por entonces había hablado de los vivos que se quieren hacer un monoambiente en los cajeros automáticos. El que profundizó las declaraciones, ya en funciones, fue Diego Kravetz, su entonces jefe de Policía: dijo que la mayoría de las personas en situación de calle son o fueron delincuentes. Y advirtió que quien no se sometiera al dispositivo de los paradores porteños iba a tener que buscarse otra ciudad donde dormir.

Todo esto, por supuesto, no fue casual, sino que responde a las clásicas encuestas y focus groups que consulta el PRO: “Recibimos cada vez más quejas por la gente en la calle, porque cada vez hay más. Esto es una realidad. Nuestro objetivo es que el vecino vea una ciudad ordenada y limpia”, dice un funcionario porteño. De esa idea nació la campaña fallida “Orden y limpieza”, en la que se veía la transformación de distintos rincones de la ciudad: donde antes había personas durmiendo en la calle, después no las había, simplemente desaparecían. Esto le valió la respuesta de María Migliore, ex ministra larretista que renunció a su cargo apenas supo que el candidato del PRO iba a ser el vicentelopense: “Las personas no son basura, no son descartables. No son algo que tenemos que ‘limpiar’”. Jorge Macri tuvo que pedir perdón.

Después de la metida de pata, Jorge no abandonó su causa, pero tuvo que recalcular. El jefe de Gobierno le puso la cara al relanzamiento de un programa entre social y policial. El lenguaje cambió notablemente: se habló de un programa de contención con centros dedicados especialmente a las familias y otros con especialistas en salud mental. Pero también de un patrullaje constante y de una división de las personas en situación de calle en tres grupos: emergentes, crónicos y peligrosos. Para estos últimos, pueden disponerse internaciones psiquiátricas. “No todos los que están en la calle son delincuentes, pero tampoco caer en la ingenuidad de pensar que no le hacen mal a nadie”, fue la frase del jefe de Gobierno, que prometió que el programa contará con un enlace con las ONG que trabajan con las personas en situación de calle. 

Desde esas mismas ONGs señalan que no fueron consultados para la organización del nuevo programa, por lo cual, de momento, son solo promesas. También indicaron que se siguen registrando situaciones en las que la Policía de la Ciudad los echa y les tira sus pocas pertenencias. Un comunicado conjunto del CELS, ACIJ y otros organismos de derechos humanos advirtió que el presupuesto sancionado para personas en situación de calle es el más bajo de los últimos ocho años.

Para cumplir su promesa de reinserción social, Jorge Macri va a tener que ampliar ese presupuesto o sobreejecutarlo a lo largo de este año. De todas formas, ya logró la visibilidad que buscaba con el anuncio.

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Con Jorge Macri empezó otro gobierno; ya no es el de Larreta. Eso se notó en la ralentización de algunas cuestiones de la gestión cotidiana (cuando llegó Larreta estaban más aceitadas, porque venía de ser jefe de Gabinete de Mauricio). La llegada de Jorge se parece a la de su primo, al que también le costó, en 2008, que su gobierno arrancara. “Larreta tenía un proyecto de Ciudad. Te puede gustar o no, pero ya sabía dónde estaba la botonera. Y Macri lo tenía a Larreta, a Marcos Peña. Acá no hay equipo”, sentencia un opositor de los que antes no quería a Larreta.

En el núcleo de la gestión jorgemacrista prometen que esto es transitorio: “Se entiende que algunos vecinos vean abandono. Pero el Gobierno arrancó, por ahí se nota más en algunas áreas que en otras; se nota más en seguridad y tal vez hay más quejas en espacios públicos. Lo más ralentizado es la obra pública. Pero después se va a sobreejecutar”, auguran. 

Si bien todavía no se dieron a conocer los primeros reportes de ejecución presupuestaria, hubo un adelanto en las respuestas a legisladores del Ministerio de Hacienda porteño. Allí señalaron que el promedio de ejecución fue del 18,4%: en Educación fue del 21%, en Desarrollo Social fue del 19% y en Salud, del 22%. El informe desliza que al mismo período del año anterior la ejecución ascendía al 17%, al 14% y al 17% respectivamente. Allí cuelan una primera crítica al larretismo. “Todos son más altos que los del año pasado, porque Larreta abandonó mucho la gestión”, dicen los oficialistas. Vivienda, en cambio, es mucho más baja: 15%.

Los referentes en las villas vieron frenado el plan de acción de la época de Larreta, al que en su momento criticaban y ahora extrañan. Imaginan que los tiempos en las villas serán peores con Jorge Macri: observan que en lugar de urbanización, se retrocedió ocho años a la agenda de contención y asistencia a las villas que había en tiempos de Mauricio. A eso hay que sumarle unos 90 comedores y merenderos populares que comenzaron a reclamar la falta de asistencia alimentaria.

Uno de los mayores problemas que enfrenta Jorge es la proliferación de distintas líneas del PRO dentro de su Gobierno. En el kirchnerismo tienen una definición poco agradable para su gabinete: “Es como el de Alberto, pero de derecha. Tiene todo loteado”. Esto, señalan en la Legislatura, está dando lugar a distintas internas: Grindetti no tiene una buena relación con su segundo, Gabriel Sánchez Zinny, al que algunos sindican como el auditor de Mauricio Macri dentro del Gobierno de su primo. “Se mete en todos lados y, a esta altura, ya lo odian todos”, dicen quienes caminan seguido los pasillos de Parque Patricios. En Seguridad, hay una triple interna. Por un lado, el ministro, Waldo Wolff, y su segundo, Diego Kravetz, no congenian y algunos dicen que ni se hablan. Kravetz se adjudicó la jefatura de la Policía, que duró hasta la designación de Pablo Kisch hacia fines de mayo. Al mismo tiempo hay fuertes tensiones de la Ciudad con Patricia Bullrich, que se hicieron visibles cuando se fugaron sucesivamente quince presos de comisarías porteñas. Mientras insistían con que el problema era que no los mandaban a cárceles federales, Bullrich no les ofrecía ninguna respuesta. Ambos debieron mostrarse en una conferencia de prensa donde el jefe de Gobierno solo pudo conformarse con anunciar que va a construir containers para albergar presos. Nuevamente, realidad vs. planes: la promesa en el Gobierno de Jorge Macri es que, tarde o temprano, generarán un servicio penitenciario porteño.

“En términos generales, Larreta se movía. Controlaba todo lo que se hacía en la Ciudad. Eso Jorge Macri no lo tiene. Es un modelo más albertista. Tiene un gobierno loteado y con mil internas. La gestión no es eficiente”, describe una legisladora opositora que conoce la ciudad hace ya muchos años. Y advierte que otro de los problemas que no terminan de enfrentar es su relación con el gobierno de Milei.

Al no traspaso del puerto, de la IGJ, de los fueros judiciales y a los problemas con Bullrich, se le suma una cuestión más pesada: el aumento de coparticipación porteña que dispuso la Corte Suprema en épocas de Larreta, que Alberto Fernández no pagó y Milei tampoco está dispuesto a otorgar. Jorge Macri se mostró muy paciente en largas reuniones con el ministro de Economía, Luis Caputo, que se pueden resumir en: “Tiene razón, pero no hay plata”. Los más pesimistas en el Gobierno de Macri se imaginan que los tiempos de buenos amigos no durarán por siempre: que Milei no va a pagar y que la Corte tendrá que embargar fondos para ejecutar su sentencia.

“Para mí están muy contenidos porque necesitan los votos de los libertarios en la Legislatura. No se pueden pelear. Además, Bullrich puede jugar para ellos en las elecciones de la Ciudad el año que viene y eso los complica”, dicen en los mentideros políticos porteños.Pese a todos los problemas con los que lidia en su gestión, Jorge Macri no pierde las esperanzas en poder retomar su plan original, con el paso del tiempo: liderar el PRO —incluso si tiene que compartir el espacio con su primo— y lograr ser el candidato presidencial del partido en las elecciones por venir.