Crónica

El Lollapalooza de la derecha


Una fiesta libertaria y popular

La Derecha Fest en el Auditorio Belgrano congregó a jóvenes militantes, señoras libertarias, líderes religiosos y personas de todas las edades. A la mayoría les cuesta llegar a fin de mes pero son fieles al camino que propone Milei. Entre el público nadie condenaba la homosexualidad, varios defendían el aborto como una elección individual y pedían la separación de la Iglesia y el Estado. En el escenario, las posiciones eran más extremas. Hubo oradores de distintos países y cerró Agustín Laje, que llamó a conquistar la palabra Pueblo para la derecha. La batalla cultural está desatada pero no definida.

—Quedate tranquilo, ninguno de ustedes va a tener un problema con la gente nuestra —me dijo Cristian Rodrigo Iturralde, uno de los organizadores y orador del Viva la Derecha Fest, cuando pedí la acreditación. Aceptó y  mandó un audio: 

—Te quiero dar esa seguridad porque viste cómo están las cosas, uno de un bando va para un lugar, otro para el otro y lo cagan a palos. Acá eso no va a pasar. Vení con toda tranquilidad. 

Son las 10 de la mañana y en el Auditorio de Belgrano la fila para ingresar es diversa: señoras, jóvenes rapados con campera de aviador, hombres de traje negro, estudiantes que se definen bisexuales y militantes de todas las edades. ¿El denominador común? Odian al kirchnerismo y denuncian el mal del peronismo en la Argentina.

La seguidilla de once charlas promete expositores liberalísimos, cristianos, conservadores, antiabortistas y multinegacionistas de varios países de América Latina en el escenario. Walter Pérez y Samuel Pasco tienen 60 años. Uno lleva traje y camisa negra. El otro, la remera negra y amarilla del León Milei y la gorra negra de las Fuerzas del Cielo. Mientras esperan su turno para entrar al auditorio, compran libros en el stand de la editorial Hojas del Sur, repasan títulos como La Máquina de Matar (sobre el Che Guevara), El Impostor (Evo Morales), Apaga el celular y enciende tu cerebro y El libro negro del Inadi. Después intercambiamos, se prometen.

—No me había dado cuenta de que era liberal hasta que escuché a Milei —dice Pérez— Macri me parecía muy soft, era corruptible, se notaba, no tenía corazón ni huevos.

Pasco militó con el peronismo de Avellaneda hace 10 años. Seguía a Mariano Buglione: le parecía honesto, pero él le cuestionaba la corrupción de Cristina. 

—Después vinieron los planes y había curros, el puntero les pedía plata e ir a las marchas para cobrar el plan. 

A los 15 años, Pérez hacía pintadas en el Obelisco para Madres de Plaza de Mayo. A los 17 se desilusionó: “se quedaban con la caja”.

Para ellos, Milei despertó a la sociedad, le enseñó que estaba pidiendo liberalismo.

—¿Y qué es el liberalismo?

—Hacer las cosas bien. Mérito. Premiar al que trabaja y, al que no: mostrarle que no hay otra manera. 

—¿Y si no hay trabajo?

—El trabajo lo hacés vos. Yo laburo para las Fuerzas Armadas y tengo un microemprendimiento de construcción. Nunca me faltó laburo.

Su compañero me muestra un video de Tik Tok: en una obra, un hombre carga bolsas de arena con ayuda de una muleta, le falta una pierna. Para ellos, la causa feminista está perfecta, si no se sostiene con dinero de la gente. Los femicidios, dicen, son un tema de seguridad.

Todos repiten la misma idea: cada uno es libre de hacer lo que quiera, mientras no use un peso de dinero público para defender sus derechos y necesidades.

—Entrando, a la derecha —nos dice el acomodador.

El auditorio, con capacidad para 1.200 personas, estará prácticamente lleno todo el día. 400 son invitados, los demás compraron una entrada con un valor de 10 mil a 40 mil pesos según la fila. Si afuera nadie se anima a condenar la homosexualidad y varios defienden el aborto como una elección individual, en el escenario las posiciones son más extremas.

Una foto de iglesias ardiendo se proyecta en la pantalla. Micrófono en mano, la ecuatoriana Mamella Fiallo camina el escenario. Cuenta la historia violenta de las sufragistas que quemaron iglesias, hicieron atentados contra obras de arte y caballos para luchar por el voto femenino, señalaron a opositores con una pluma blanca: 

—Pero no adoptaron la igualdad a la hora de la guerra: que peleen los hombres —dice. 

El público se enciende cuando aparece la primera foto de una mujer en una Marcha del Orgullo (el hit de varios oradores). La mujer es gorda, tiene el pelo rapado y lleva escrito “Basta de violarnos”. El público estalla en risas. 

—La cultura del meme nos ayuda a conectar con centennials y millenials —dice Fiallo y concluye— no se hace la paz con el mal: se lo destruye.

El escritor Nicolás Márquez, una de las estrellas de estas conferencias que ya se hicieron en Estados Unidos, España y México, hablará más tarde. Ahora oficia de conductor del evento. Dice que se compró un celular cubano y desata las risas: 

—Hace poco Myriam Bregman sacó un chat con inteligencia artificial. Están orgullosos de la tecnología capitalista, es increíble. 

El público abuchea a Bregman, será la política más chiflada del evento.

El siguiente orador va a hablar de cómo se corrompió el arte y Márquez pone como ejemplo a la obra Mierda de Artista. Traje gris, boina y barba: el chileno Ricardo Ramírez es la imagen arquetípica del artista. En su caso, de estudioso del arte. Sale al escenario con O Fortuna, la célebre apertura de Carmina Burana. Declama que si va a un museo es para elevar el espíritu. En cambio, dice, los museos de arte contemporáneo niegan la belleza trascendental. Cuando quiere explicar el tema del gusto, elige esta metáfora: 

—Un pedófilo dice “Me gusta violar niños”, no se preocupa por qué es verdadero y qué no. 

Hay una extraña recurrencia a hablar de pedófilos entre los oradores y asistentes al acto. Laje los mencionará en su charla. En las entrevistas con militantes, cuando describen a los kirchneristas, la lista va de “chorros” a “violadores y pedófilos”. Pero cuando pregunto a quién se refieren, no pueden dar un nombre.

Gabriel Ballerini, pastor evangélico carismático, levanta aplausos de todo el auditorio cuando dice que “Argentina necesita gente que milite”. Cita en hebreo partes del Antiguo Testamento donde se habla del Ejército de Dios… Cree en la guerra declarada contra los valores de la tradición judeocristiana. No quiere un cristianismo oveja, nada de poner la otra mejilla. El “adversario común”, según las letras gigantes de la pantalla, es la bandera arco iris. Muestra la parodia de la Última Cena en los Juegos Olímpicos de París 2024, apunta a las “gordas barbudas”. Empieza a decir “trans” pero se traba. Después pasa un video con todas sus intervenciones en TV durante el debate por el aborto legal. 

—Entonces tomamos las calles y ahora vamos a seguir militando para derogar la ley.

En el pasillo del teatro, Gloria agita su pañuelo celeste. Tiene un segundo pañuelo atado a su cartera: el naranja. Pide la separación de la Iglesia y el Estado. 

—¿Por qué tengo que pagar a una iglesia a la que no pertenezco? Mi familia es protestante hace cuatro generaciones. En mi iglesia, la Alianza Cristiana y Misionera de Vicente López, los baños y el salón los pagamos nosotros con el diezmo.

Gloria es psicoterapeuta, tiene 72 años. Lleva una camisa animal print bajo una campera de jean. El gorro de las fuerzas del cielo cubre su pelo rubio furioso. Militó cuarenta años en el radicalismo. Milei le llamó la atención por su llegada a los jóvenes: les mostró que no había solo un partido donde militar. No le termina de gustar su forma de ser pero sí la política que está implementando.

Después de repasar los fracasos de “80 años de justicia social peronista”, vuelve a su historia: 

—Me crié con un padre open mind, en sexto grado prestaba el garage para bailes. El peluquero de mamá y el sastre de papá eran gays —dice, sentada en una de las mesas del patio, esquivando el humo de mi cigarrillo—.  No podemos seguir con la estupidez de condenar la homosexualidad en el siglo XXI. ¿Qué hacemos, los mandamos a Auschwitz? Mi vecino de la vuelta, Marian, es el único varón por el que me dejo apretar las tetas. Y lo amo porque soy cristiana.

Me aprieta la mano con fuerza y dice que putos eran los de antes, los que se disfrazaban de mujer en Carnaval: 

—Hoy son todos mariquitas, hablando de derechos… ¿por qué no piden un trabajo digno?

En otra mesa hay cuatro chicos. Militan desde 2021, desde la pandemia. En aquel momento, Santiago tenía 13 años, pensaba que la política era una mierda, que se tendrían que ir todos. Y apareció Milei diciendo exactamente eso. “Es por acá”, pensó. Hoy tiene 18 y milita porque la oposición hace cosas, como la marcha universitaria, para bajar al presidente.

Una de las chicas de la mesa se define “bisexual” y uno de los varones tuvo novio:

—Podés tener la elección sexual que quieras, pero si usás eso para hacer política… A mí no me representa el feminismo de la oposición: quemar cosas, salir desnuda en la calle—  explica Nicole Cárdenas, de 22 años, asesora del diputado Gerardo Huesen. Nicole está a favor del aborto legal “privatizado”: 

—No tengo por qué pagarle el aborto a otra persona —dice—, no es un tema de salud pública.

Los cuatro coinciden: Massa también hubiera hecho un ajuste. Milei avisó y la gente lo avaló al votar. Reconocen que la situación no está bien, a ellos también los afecta:

—A mí me cuesta pagar el colectivo pero esto viene hace un montón de años y el costo lo paga este gobierno. A fin de año vamos a empezar a ver resultados —se esperanza Nicole.

En el escenario, la chilena Vanesa Kaiser asegura que la agenda globalista es reducir la especie humana de 8.000 a 700 millones de habitantes. Cita un estudio de la Scandinavian Journal of Psychology. La investigación habría establecido la relación entre la ideología woke y la ansiedad, la depresión, el suicidio y la eutanasia. Muestra un artículo: una joven neerlandesa de 29 años pidió la eutanasia por sufrir depresión. Y corona su charla con un supuesto posteo de Infobae sobre Cande Tinelli diciendo: “Como mujer no binaria, me gustaría quedar embarazada con el semen de una mujer”. Una búsqueda básica en Google muestra que el posteo es fake. 

Ahora Márquez presenta a Miklos Lukacs como a una estrella de Perú. Ese país, según señala, nos ayudó durante la guerra de Malvinas contra los invasores, “asesinos de Gandhi”. Lukacs tiene 89.000 seguidores en X y 75 mil en Instagram. En esta visita ve al país con mayor optimismo y más dinamismo económico, la efervescencia libertaria está en apogeo. Después pregunta quiénes se sienten conservadores: la mitad del público contesta a los gritos.

En el jardín del teatro sobre la avenida Cabildo, Brisa, de 23 años, se define conservadora: 

—Me gusta la derecha a la antigua: Dios, Patria y Familia, como mi abuelo militar. Videla fue un prócer. Cometió crímenes, pero por la patria. Cuando estás en una guerra muere gente de las dos partes. Pero unos están condenados y con 90, 95 años siguen en la cárcel, mientras los terroristas están hasta en puestos políticos y los indemnizaron. 

Brisa es de la juventud libertaria de 3 de Febrero y, como sus compañeros, pagó la entrada de 10.000 pesos, la más barata. Su referente político explica que los políticos en Argentina se pasaron de progresistas, “defendieron delincuentes y pedófilos”.

Un vendedor se acerca al grupo y ofrece llaveros con tazas en miniatura “para lágrimas de zurdo”. Cuestan $1.000 y, si la leyenda está pintada en dorado, $2.000.

Ahora se suma al grupo Artie, cumple 18 años hoy, tiene un pantalón jogging Nike gris moteado y una camisa bordó elegante, de manga corta. Sus amigos lo definen como un fan “termo” de Milei:

—Todo lo que dice, yo digo: ´tiene razón´. Por ejemplo, que la inflación le pega más a los pobres y que es un fenómeno monetario. A los 9 años empecé a ver política, seguía a Dannan y a otros influencers. Mis padres eran peronistas, me llevaron a la asunción de Cristina. Mi vieja siempre la amó hasta que les empecé a hablar. Y los convencí de votar a Milei. 

En el patio se toma café, Red Bull y cerveza. Hay dos cuarentones de la Junta Promotora de LLA, uno con remera de Johnny Cash y el otro, de los Ramones. Se ve mucho traje negro y alguna cartera de Louis Vuitton. Es norma el pelo muy corto en los varones, salvo un hombre alto y corpulento, con remera de Rammstein y colita, que vino solo. Casi ninguna mujer tiene el pelo teñido de un color que no sea rubio.

Ahora Márquez presenta a un personaje “incómodo para la prensa ensobrada de Argentina”. Un video muestra al presidente español, Pedro Sánchez. Las imágenes de un periodista asediando a diputados con sus preguntas pasan en ráfaga. En las manifestaciones, algunos le dicen “te voy a dar la ostia”. Es Vito Quiles, la joven estrella de EDA TV. Javier Negre, dueño de ese medio, lo eligió por ser fachero. 

Su charla es la historia épica de cómo, durante la pandemia, fue echado del diario El Mundo cuando el medio fue cooptado por los comunistas del PSOE. 

—Ganaba plata y tenía minas —dice—. Como Steve Jobs, que fue echado de su empresa y creó Apple, yo creé un medio con un par de teléfonos celulares. 

Negre se instaló en Argentina en junio pasado y está acreditado en Casa Rosada. Está convencido de que los grandes medios tradicionales ya no son rentables. Son sectarios, comunistas, reciben pauta. Milei tiene razón en señalarlos. En cambio, el suyo está valuado en 5 millones de euros. Y le compró a Fernando Cerimedo la mitad de La Derecha Diario, medio que organizó este festival.

Cerimedo tarda 20 minutos en atravesar el hall del teatro. Militantes brasileños lo abordan, preocupados por la persecución del gobierno de Lula de Silva y por el cierre de X en su país. 

—¿Pudiste moldear a Milei? 

—No se intentó. Javier es auténtico y queríamos mostrar eso. No hay un personaje. En marketing político, lo nuevo es la autenticidad. Lo genuino vende y la gente compra. Acá compraron lo legítimo.

Cerimedo está entusiasmado porque la derecha argentina, que siempre fue molecular, ahora entró en razón y se unió. Los ataques de periodistas a Milei no restringen libertades, dice: 

—Esas son opiniones de Javier como ciudadano en las que coincido porque las hemos sufrido. Pero no se va a cerrar un canal porque opina mal de Javier. 

—¿Milei no se pasa de agresivo?

—No. Entiendo que otros lo vean así. Pero decirle “rata” a un diputado no es tan grave como que los diputados usen Aerolíneas para viajes personales: eso es ser una rata.

Traje azul marino ceñido, maquillaje, carterita y stilettos dorados: Sandra es brasileña, tiene 33 años, es empresaria y vino especialmente para el festival. 

—Hoy no tenemos libertad —dice en castellano—. Acá hay varios brasileños exiliados que, si vuelven, van a la cárcel. Son personas de bien que nunca robaron nada. Hay una persecución de la Justicia a los que se oponen al gobierno de Lula. Toda la cartilla de Venezuela se está aplicando en Brasil. No tenemos X y el que entra, paga una multa de 50.000 reales, algo que ni China aplica. 

Cierra el acto Agustín Laje con un largo análisis político sobre el globalismo, el wokismo y la Agenda 2030 de la ONU. Recuerda que llenaron el auditorio en 2019 cuando afuera se les mataban de la risa, los creían “consumo irónico”. Centrado en América Latina, describe la formación del Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla: 

—Estamos viviendo una segunda oleada del socialismo del siglo XXI con Lula, Petro, Ortega, Boric. En el mapa pintado de rojo Argentina es un faro de resistencia de la libertad. La tarea es apostar a los jóvenes, que les robamos a los zurdos.

Laje pide conquistar para la derecha la palabra Pueblo: 

—Cada uno de ustedes debería tener varias cuentas de X, esa nueva Sierra Maestra.

Pese a la arenga de Laje, el puesto de La Libertad Avanza en Cabildo y Virrey Loreto solo logró siete afiliados nuevos en tres horas. 

Al final del evento, cuando el público se amucha en el atrio, un militante exaltado, Fernando Valenzuela, intenta contagiar con una canción: “Saquen al pingüino del cajón/ para que vea/ que los pibes cambiaron de idea/ llevan la bandera que trajo el León”. No lo consigue. Unos minutos después, en la vereda, se pelea a los gritos con un compañero, en la fila de personas que esperan firma y foto de Laje y Márquez. No llegan a irse a las manos.